XV

—Se supone que el señor Strickler iba a tener el alma de Angor Rot —dijo Jim—, pero el me dijo que llegó tarde para cuando fue por ella.

—Desdemona la tiene, ahora trabajan juntos —dedujo Estrella.

Le estaba doliendo la cabeza. Una hechicera con un troll asesino estaban detrás de ella, y no sabía porque. Tal vez tenía un indicio, pero se cuestionaba, ¿Por qué ella?

Vio a Baltimore y Circe salir de dónde estaba Liara, y no se los notaba mejor que hace unos minutos. Si hubo un poco de esperanza, ya no más.

—Esta maleficiada —hablo Baltimore.

—¿Acabas de inventar esa palabra? —cuestiono Estrella, al borde del colapso.

Sabía que alguien como Baltimore sería incapaz de jugar de esa forma con los sentimientos de alguien, y que cuando decía algo, era cierto. Tenía muchos años que aquel brujo se dedicaba a la investigación mágica, y que ella decidió no tocar algún libro sobre el tema.

—No —respondió, y dió un soplido—. Tiene un maleficio, así como una infección troll. Circe no es la persona indicada para eso.

—Yo, puedo hacer que baje la fiebre, y que el dolor cesé, pero no quitar el maleficio —dijo la hechicera.

—Pero alguien si puede —se apuro a decir Baltimore.

—Supongo que ella puede hacer un excepción a esa regla que tiene —hablo Circe.

Le pasó una dirección, era en la ciudad de New York. Hisirdoux fue con ella, no la iba a dejar ir sola, menos tras la insistencia de la hechicera por querer hacerlo.

La veía mal, y la sentía así. No se podía permitir que anduviera por la ciudad en un estado como ese.

—Yo estaré con ella —le dijo Jim, antes de irse.

Llegaron a la entrada de una inmensa biblioteca. Por fuera se veía grande, y al ingresar, lucía aún más espaciosa. Con pasillos color bordo, estantes repletos de libros, y esquinas atiborradas de estos. Altos y delgados ventanales de medio arco, de vitrales coloridos, que teñian la luz natural, dándole una iluminación tranquila para leer.

—Esto es una locura —dijo Ella—, mira todo esto.

Se acerco a un estante, y tomo un libro. Uno que alguna vez supo buscar y nunca dió con el ejemplar que ella quería.

—¿Por qué nunca supe de esto? —pregunto fascinada—, Lia amaría este lugar.

Hisirdoux, quien la veía con esa sonrisa de tranquilidad, se acerco a ella, y tomo la mano libre.

—Y lo va hacer, cuando todo esto pase —dijo, y le dió un beso en la frente.

—Vamos por esa bibliotecaria —dijo con entusiasmo Estrella.

Se acercaron al lobby, y tocaron la pequeña campana que allí había. Al ver que nadie se hacía presente, otra vez lo hizo. Y otra vez, nadie apareció. Al estarlo por hacer una tercera vez, una joven salió de atrás de la mesada.

—Aquí estoy, no hacia falta tantas veces —dijo.

—Busco a la Bibliotecaria —se apuro en hablar Estrella.

—Soy yo —le sonrió.

Estrella no le creyó del todo. Se veía hasta más joven que ella. Parecía una adolescente como cualquier otra, y sospechaba que fuera capaz de curar un resfriado.

—Lo se, no me crees —hablo la joven—, pero si soy, ¿Qué necesitas? Todo aquel que es mandado a mi es por un propósito. Los caminos se separan en un punto, para que luego nos encontremos, estrella errante.

La hechicera la vio, y reconoció aquellas palabras, aún así, no podía relacionar a esa joven con la chamana que le dió un nombre cuando nació otra vez.

—¿Tu me conoces? —pregunto.

—Conozco a todo el mundo —respondió ella—. Tu viniste, cuando te iba a ir a buscar. Claro, no estás para eso, ¿Qué ocurre?

Dejando de lado las cientos de preguntas que tenia, le contó lo que sucedía. Esperaba que de verdad, aquella joven bibliotecaria, sea quien decia ser, y haga algo por Liara.

Jim entro cuando Circe salió. Le había dicho que recién despertaba, pero no estaba segura de por cuánto tiempo lo estaría.

—Hola —saludo, con una sonrisa de pena—. Te ves fatal.

—Tu no luces mejor que yo —dijo ella, apenas pudiendo abrir los ojos— estaré bien.

El muchacho se sentó a su lado, y tomó su mano. Estaba helada, y temió a qué se pudiera romper.

—¿Cómo estás segura? —preguntó—. Si todo pasa como una vez sucedió…

—¿Le pediste a Clara que fuera contigo al baile? —le interrumpió—, Jim no hablemos de lo que pueda pasar.

—Pero …

—Quiero que hablemos como hermanos, como si nada de esto estuviera pasando —le sonrió—. Es gracioso, nunca quise un hermano, y ahora estás tu, siendo eso que nunca pedí.

—¿Cómo debo tomar eso? —pregunto algo confundido.

—Cuando llega algo que no pedimos, muchas veces es para bien —respondió con una sonrisa—. Por un tiempo me faltó un propósito, y ahora lo tengo.

Jim vio al techo, y seco con rapidez una lágrima que amenazaba con caer. No podía creer que algo así estuviera sucediendo, de nuevo, y más doloroso.

—Ella me dijo que no —conto—. Está bien, aún está procesando lo del cambio en la línea del tiempo. Es una distancia para poder aclarar sus ideas.

—Lo siento hermanito —dijo Liara, apenas audible.

—Aun seguimos siendo amigos, y eso también está bien. Supongo.

Noto que Liara otra vez se durmió, y la dejo tranquila. Tenía miedo a lo que podía pasar. Y no podía dejar de pensar que todo eso era su culpa.

—Descansa, hermana —murmuro, y sonrió con pena.

Al salir se encontró con Estrella, Hisirdoux y una mujer más. Era la primera vez que la veía, en toda la historia. O al menos eso recordaba.

—Ah, eres tú —dijo la Bibliotecaria—, después debo hablar contigo. Muy bien, solo esperen.

—Ire contigo —dijo la hechicera.

Que no la dejarán ver, le estaba desesperado. No recordaba algún momento en su vida en dónde le prohibieron ver a su hija, o aún sabiendo su estado de salud, no podía hacer algo por ella. Estrella siempre sabía que hacer en caso de un resfriado, una cortadura, un descontrol mágico.

—Mamá, no puedes —dijo la bibliotecaria—. Tienes la magia enloquecida por ese anillo, y dudo que pueda seguir dónde está si ves a tu hija.

—Pero, ella me necesita —murmuro con voz quebradiza.

—Lo que ella necesita ahora es que yo la vea, y que tú te tranquilices —hablo de manera pausada.

La tomó de las manos, y le sonrió con calidez. Estrella no podía creer que aquella joven mujer sea la misma que alguna vez le dió un nombre, y le ayudo a no quemar un bosque entero con el caos.

—Ve, date un baño, come algo —le ordenó con suavidad—, necesitas descansar.

Hisirdoux se acerco a ellas, y puso su mano en el hombro de Estrella, llevándose si mirada. La notó más cansada que antes, y brillante a punto de llorar.

—Ve, yo me quedo —dijo, y le sonrió—, lleva a Clara, y Jim. Estoy seguro que Milo va a querer saber cómo está.

—No quiero estar sola —murmuro—, ahora se que no quiero estar sola otra vez.

Hisirdoux la abrazo de inmediato, y Estrella hizo todo lo posible para que sus lágrimas se queden en su lugar. No quería hacerlo, sin pensar que Desdemona y Angor Rot estaban ganando.

—No estarás más sola —murmuro él—, nos tienes a todos nosotros. Ve a lo de Arabella, por esta noche …

Se aparto y tembló frente a un escalofrío, haciendo cara de susto.

—Solo está noche, se fuerte. Sabes ellos pueden ser algo … apasionados.

Estrella rio, porque sabía de lo que hablaba. Antes de irse le dió un corto beso, y le prometió volver, como algo que iba a cumplir, está vez de verdad.

Llegó a lo de Arabella, y fue recibida por un abrazo. Le contó una parte de la historia, y Estrella le terminó por decir hasta donde llegó, y que tampoco sabía más que el resto.

—Bien, tu date un baño, nosotros iremos por algo de comer y ropa limpia ¿Si?

—Gracias —respondió con un deje de cansancio.

—Usa una bata hasta que lleguemos —dijo Arabella—, porque dudo que algo de mi armario te guste.

Arabella marchó junto con Galaga, y Estrella otra vez se quedó sola. Pues Lana estaba con Milo en lo de Toby, Y los otros dos adolescentes restantes en sus casas.

En el baño, esperando a que la bañera se llene de agua, frente al espejo, tuvo una extraña sensación. Decidió ignorarla, creyendo que se trataba del estrés del momento.

El miedo se disparó por un momento, cuando al limpiar el vapor del espejo, no vio nada.

—No, no, no, no —nego repetidas veces, y cerró los ojos fuerza.

Al abrirlos de nuevo, se dió cuenta que no estaba en el baño, sino en un lugar por completo desconocido. Oscuro, espacioso, con grandes pedazos de rocas flotantes, translúcidas y violetas. Y así como llego, otra vez cayó en dónde estuvo minutos atrás.

—¿Qué ocurre? —se cuestiono.

No tenía nada que indicará que estaba mal. El anillo seguía con ese sutil brillo, ella no estaba prendida fuego, y no sentía que algo la devoraba por dentro.

Aún sosteniendo que podía ser a causa del estrés, se metió en la bañera. Cerro los ojos, creyendo que podía descansar un rato en el silencio de un buen baño relajante.

Hasta que los abrió, y otra vez se encontraba flotando en una nada de color violeta.

—¡Diosas! —chillo, y volvió a la bañera.

Salio sin terminar de acomodarse, en bata, con espuma en el cabello, y chorreando agua por todos lados. Se paró en medio de la sala. Ahora segura que no iba andar desnuda por ahí.

Cerro los ojos, tratando de pensar en algo, más bien en alguien. Primero en su hija, y luego en la persona que tenía a su lado, y que le prometió que la iba a cuidar para que ella estuviera tranquila.

Cuando menos se dió cuenta, termino encima de Hisirdoux, quien seguía en el Mercadotroll.

—¿Qué acaba de suceder? —pregunto él—. ¿Qué haces, en bata, en este lugar?

—No lo se —exclamo, a punto de enloquecer.

Baba estaba revisando a Liara. Lo que podía sentir correr más allá de su cuerpo, le asusto. Hasta para ella era algo difícil de resolver.

—Dime niña —hablo.

Liara abrió los ojos y se encontró con una especie de troll de piel azul brillante, y con los cuernos repletos de piedras preciosas a juego. Era mucho más suave que aquellos seres que vivían en el Mercadotroll.

—¿Quién eres? —logro preguntar.

—Me llamo Basilisa, pero mucho me conocen como …

—Baba —murmuro Liara—, he leído sobre ti. Si estás aquí es porque algo malo está pasando.

—Es terrible lo que te está pasando —dijo Baba—, y es de eso que yo, quien soy la mayor curandera, no puede solucionar. Al menos, no ahora.

—¿Cómo? —pregunto confundida.

—Lo que sucede contigo no es algo que se pueda detener, y está marcado en el cielo que debe ocurrir —contesto con pena.

Liara logro sentarse, y sin privarse de sus lágrimas, lloro con fuerza y de manera silenciosa.

—¿Voy a morir? —logro articular.

—¿Has leído el cuento de la bella durmiente? —pregunto Baba, a lo que la joven bruja asintió—. Es similar.

—¿Esto lo hizo aquel troll?

—Si, el te enveneno, para que te fueras sintiendo mal, y la hechicera te puso el maleficio, para que no se pueda curar—respondió.

La joven bruja no podía creer lo que estaba oyendo. Tampoco lo entendía. Ella había visto la visión que le ofreció Olivia en su trance. Estaba allí, en algún futuro, viendo a Estrella junto con Morgana.

—El propósito de todo esto no es dañarte a ti —dijo Baba, llamando la atención de Liara.

—¿Algo quieren con mi mamá? Si es así, ¿Puedes hacer algo para retrasar esto? —pregunto.

No quería asumir que algún día sería como la princesa que menos le simpatizaba, pero debía saber hasta que punto podía llevar una vida normal.

—Si encontramos a Desdemona, y la hacemos hablar …—su voz se quebro—, no quiero que usen a mi mamá para nada malo, menos sabiendo que esto lo pude evitar.

—No es tu culpa —hablo Baba.

La abrazo con suavidad, a la par que recitaba un hechizo sanador, devolviéndole fuerzas a la joven bruja. Al igual que el color en sus ojos, y que la magia corriera con cierta normalidad.

—No es tu culpa —murmuro.

La paz del momento se vio interrumpida, con el alboroto fuera de la sala en donde Liara y Baba hablaban. Las dos salieron, y encontraron a Hisirdoux con Estrella, ambos histéricos.

Se calmaron al ver a la joven bruja de pie otra vez.

★★★

Buenas buenas, mis estrellas viajeras ¿Cómo dicen que les va? Esperó que bien.

Capitulo, dramático. No es mi culpa, alguien debía salir herido. Todos sabemos eso 👀

¿Qué pasa? ¿Qué pasó? ¿Qué pasará? Esas son las verdaderas preguntas.

No hay mucho que hacer, que decir, solo dejar que fluya.

Bueno, sin más que decir ✨ besitos besitos, chau chau ✨

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