» O2
MinHo se aparcó frente a los jardines de la casa de su novio, quitándose el casco, para después sentir como el otro se bajaba.
JiSung se detuvo frente al pelinegro y le devolvió el casco, con una sonrisa.
—Gracias por el paseo —besó su mejilla tiernamente. —Y por el anillo, en serio.
El pelinegro sonrió, asintiendo. —Ve, entra que ya es bastante tarde.
—¿No te puedes quedar conmigo? —puchereó, haciendo ojitos de perrito. —Por favor, hyung.
Cómo resistirse. Cómo.
—Bien, pero debo irme por la mañana, tengo que trabajar —JiSung asintió efusivo con ganas, sonriendo y sintiendo su corazón ir más rápido.
—Puedes dejar la moto en el garaje, en la mañana yo te abriré para que la saques —sonrió.
—Está bien.
—Ve a hacerte del lado de la cochera, iré a abrirte —corrió hasta la puerta de su casa, para abrirle a su novio.
Tenía la serotonina hasta las nubes, y estaba demasiado feliz, dormiría al lado de su chico.
Bueno, las horas que le quedaban, ya que eran cerca de las tres, casi cuatro. Y debía ir a clase por la mañana, y MinHo a su trabajo.
Pero no importaba, ¡iba a finalizar su noche/madrugada con su novio! ¿Qué mejor que eso?
Tenía que hacer el mayor silencio posible para no despertar a su madre, así que con extremo cuidado, introdujo las llevas y se dió paso dentro de su casa.
Cerró la puerta en silencio y se quitó los zapatos en la entrada. Todo estaba saliendo correctamente.
Tomó los zapatos en las manos, y pasó el recibidor, de puntitas. Esperaba que sus medias le ayudaran a no hacer tanto ruido.
Pero cuando pasó por la sala, su madre se le apareció en frente, y como si hubiese visto un fantasma, chilló, dejando caer los zapatos.
—¿Qué son estas horas de llegar, Han JiSung? —se cruzó de brazos.
—Primero, casi te quedas sin tu único hijo —colocó una de sus manos en su pecho. —, segundo, estuve con MinHo.
—Oh, bueno, pero, ¿por qué a las tres de la madrugada? ¿No pudieron haber salido en la mañana?
Rascó su nuca. —Como que sabía que no podía dormir, y vino por mí, y me llevó a ver la ciudad —recogió los zapatos.
—Está bien, pero, aunque sea avisa si es que hay próxima, ¿ok?
—Sí, mamá —le pasó al lado, subiendo las escaleras hacia su cuarto, siendo seguido por ella, también hacia su dormitorio. —Descansa, te quiero.
—Descansa también, hijo. Te amo —JiSung escuchó cómo cerró la puerta.
Se asomó por la ventana, llamando la atención de MinHo, haciéndole señas de que esperara un poco más.
Aprovechó a hacer tiempo a esperar a que su madre se durmiera y no escuchara el sonido del garaje, y se cambió la ropa, volviendo a quedar en sus pijamas.
Y sí, era una camisa de MinHo junto con sus pantalones.
Con cuidado, volvió a abrir la puerta de su cuarto, y con el más posible silencio, se dirigió hasta la cochera, abriéndola.
Se encontró con su novio, revisando su teléfono, pero en cuanto vió a JiSung, lo guardó.
Rió cuando notó que JiSung llevaba esa camisa que había dado por perdida hace unos días, tenía un ladrón de ropa saliendo con él.
Juntos llevaron la motocicleta hasta adentro, para que después JiSung cerrara el lugar.
—Mamá está dormida, así que quítate los zapatos y haz extremo silencio —susurró indicándole antes de abrir la puerta.
MinHo asintió, quitándose los zapatos y llevándolos en la mano.
JiSung abrió, caminando de puntitas, entraron a la casa, subiendo por las escaleras, y llegando al cuarto del menor.
MinHo conocía correctamente el camino, y también conocía bien el cuarto del chico; había estado ahí más de una vez.
Cerró la puerta apenas sonando, y se volteó al mayor, quien le observó con una sonrisa. Se acercó a él, sentándose en su regazo, colocando sus piernas a los lados de los muslos de MinHo.
—Pensé que había perdido esa camisa —susurró, tomándolo por la cintura. —Eres todo un ladrón.
—Nunca me dejes solo en tu habitación con tu armario abierto —rió suavemente, atrapando sus labios.
Se bajó segundos después del regazo del mayor, con una sonrisa.
—¿Quieres que te preste ropa? Tengo más de tus camisas.
—No hace falta, me iré temprano —sonrió acomodándose mejor en la cama. —Ven, vamos a dormir.
No pasó mucho para que sientiera el cuerpo de JiSung llegar a su lado, pegándose a él, abrazándolo por el cuello y pasando una de sus piernas por su cintura.
MinHo amaba eso, el simple hecho de que no quisiera soltarlo ni siquiera para dormir, sentir el calor que le proporcionaba el cuerpo del menor hacia que su corazón comenzara a latir fuertemente.
El pelinegro sólo podía abrazarlo, atraerlo un poco más a él.
—MinHo... —la voz ronca y apenas adormilada llegó a sus oídos.
—¿Mjm?
—Mañana después de clase iré a la peluquería —con sus ojitos, volteó de nuevo hacia su novio. —¿Quieres acompañarme?
—Por supuesto, pasaré por ti —besó su cabellera. —Después de ahí, quiero llevarte a un lugar.
—¿Otro? —la risita de JiSung fue escuchada. —Se te van a acabar los lugares si sigues así.
—No es un problema. Siempre podemos crear nuevos recuerdos, y cuando estemos hechos pasitas, los recordaremos como nuestros mejores días.
—¿Hechos pasitas? —lo observó, a pesar de la oscuridad de su habitación.
—Sí, quiero hacerme viejito contigo, JiSung.
—Me vas a hacer llorar, MinHo —se acomodó en los brazos del otro.
—No, no —besó su cabellera nuevamente. —Sin lágrimas, es lo último que quiero.
—Entonces duérmete, son casi las cuatro de la mañana.
—Está bien —besó sus labios como pudo. —Descansa, amor.
—Tu también, Min. Te amo.
—Te amo más, Sunggie.
El silencio se esperó, sin embargo, uno de los dos no hacía afán de dormir, pues estaba atrapado en sus pensamientos.
MinHo pensaba en JiSung, últimamente sólo él estaba en su cabeza, dando vueltas y vueltas.
Quería darle todo, lo existente y lo inexistente, sentía que el chico se lo merecía.
Muchas veces llegó a pensar en que su relación no llegaría a dar para tanto, que sería algo que ni dudaría mucho tiempo; pero era porque se sentía insuficiente.
En dadas ocasiones pensaba que no era la persona correcta para JiSung, que no era el hombre correcto para darle todo.
Quería bajarle las estrellas y la luna si pudiera; pero no era así.
A pesar de que JiSung estaba completamente seguro de que MinHo era esa persona por la que había estado esperando.
Amaba cada gesto, cada palabra, cada vez que compartían sus cuerpos, simplemente todo; él amaba a MinHo con todo su ser.
—MinHo... —la voz adormilada de JiSung le borró su nube de pensamientos.
—¿Sí, bebé? —acarició su mejilla.
—Gracias por ser mi final del día.
El pelinegro sonrió. —Puedo serlo cuántas veces quieras.
Y siendo sincero, estaba totalmente dispuesto a ser su inicio y final.
Podía ser todo, sólo por JiSung.
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