11. ¿Me trajiste flores?

Punto de vista de Anna.

Es una mañana de domingo igual que el resto, con mi mejor amiga en la cocina intentando hacer repostería, no es que pueda presumir que sea muy buena en ello. Porque regularmente la harina acaba en mi cara o en el piso que en el objetivo.

Desde que tengo once años aprendí lo básico para hornear unas cuantas galletas en forma de estrellas gracias al buen talento de mi madre. Si me pongo a pensar ella era buena en todo, en su trabajo, en la cocina, era una excelente esposa, madre y mujer. Pero me niego a pasar mi domingo recordándola con lágrimas en los ojos, por lo que me concentro en mi objetivo y pasar lo que queda del día con mi mejor amiga.

Estoy añadiendo la harina en un recipiente cuando el desagradable olor a tabaco entra por mis fosas nasales. Me giro para observar a Samara sentada sobre el mesón con un cigarrillo en la boca.

— ¡Samara! —Le riño cruzándome de brazos—. ¿Cuántas veces más te voy a decir que el cigarro va a matarte?

Se encoge de hombros y suelta una anillo de humo antes de contestar:

—Muchas personas hoy en día fuman y mueren por una enfermedad, una bala, de viejos y sus pulmones están intactos, pero... —Vuelve a dar una calada de su cigarro y lanza la colilla al cesto de basura—. Es el último por hoy. Lo prometo. —Levanta su mano derecha, haciéndome ver que lo va a cumplir.

Pero no le creo, no es que ella crea mucho en ese tipo de promesas. Por lo que me rio, niego con la cabeza y lo dejo pasar.

Cuando las galletas están listas, subimos a mi habitación y nos sentamos sobre la cama a conversar sobre triviales temas y a recordar fotos de ocho años atrás.

No le he contado acerca de que Harry estuvo aquí, pero si le he contado que me ha invitado a salir. Y le he mostrado las fotos que tome en su casa, me ha dado todas las posibilidades de lo que él puede ser. E incluso que mata a personas para vender sus órganos. Y me da un escalofrío por todo el cuerpo de tan solo pensarlo, creo que ahí si renunciaría a mi reporte.

¡Quiero mantener mis órganos en su lugar!

— ¿Y ya sabes cuándo van a salir? —Pregunta, y se lleva una galleta entera a su boca.

Voy a responderle pero mi teléfono suena indicándome que tengo un nuevo mensaje de texto. Harry.

11:43

Espero que hoy sea un buen día para una cita, y que tu cachivache tenga gasolina, no quiero pasar vergüenza.

Una carcajada brota de mi garganta al leer su mensaje, el timbre de la puerta suena por lo que Samara se ofrece abrir, mientras yo envío una respuesta.

11:45

También me parece un buen día, y mi súper auto siempre tiene gasolina, no ofendas.

No puedo dejar de tener dudas sobre Harry, en que sea una buena persona. Le pido al cielo que me ilumine y que me haga ver quien es realmente este chico, porque todo esto se está volviendo más personal de lo que quiero.

— ¿Adivina quién está en la puerta de tu casa con un ramo de flores?

Sam entra a la habitación corriendo y se abalanza sobre mí. Sube y baja sus cejas emociona, y la parte carente de mí me da la posibilidad, solo una pequeña posibilidad de que sea Harry, pero es imposible, acabo de hablar con él y no me ha dicho que está en la puerta de mi casa. Por lo que me desilusiono un poco y no entiendo porque.

— ¿Quién?

—Jacob.

Punto de vista de Harry

—Harry, por favor, ayúdame.

Escucho su voz lo suficientemente cerca pero no logro ubicarla, cierro los ojos con fuerza y trato de concentrarme. Todo a mi vista es verde, es como si estuviese perdido en el bosque tratando de encontrarla.

No reconozco nada de esto.

—Ayúdame, ayúdame, ayúdame. 

Y su voz se repite como eco, no puedo ubicarla, maldita sea no puedo ubicarla. Ni por toda la concentración del mundo puedo saber de dónde proviene su voz. Mi pecho se comprime cada vez más, lo siento tanto. Perdóname Emma, por favor perdóname.

— ¿Dónde estás?

Vuelvo a cerrar los ojos y trato de concentrarme una vez más.

— ¿Harry? Harry despierta.

Abro los ojos y ya no estoy en ningún bosque.

Estoy en mi cama.

Estoy sudando.

Estoy llorando.

Necesito aire.

Estaba soñando.

—Está todo bien hombre, estabas soñando otra vez. —Tengo a Hoper sentado en la orilla de la cama abrazándome con fuerza—. Solo fue un mal sueño.

Intento recuperar el aliento y limpio las lágrimas de mis mejillas.

—Necesitas dejarlo ir Harry, no puedes torturarte siempre con esto, no fue tu culpa, sabes que no lo fue.

Y esta es la charla de siempre, de todos los días. Y por más que intento dejarlo ir, me es imposible.

—Cada vez se hace como más real, como si realmente estuviese pasando. —Le digo, y estoy mirando a la nada.

—Pero no es real. —Me hace mirarle y me da una sonrisa de hermano a hermano—. Lo que ahora necesitas es salir, distraerte, en algún bar, unas cuantas nenas sobre tu regazo, ya sabes. Hemos tenido una semana dura y necesitas relajarte un poco. ¿Qué dices?

Se levanta y se mira en el espejo arreglando su cabello.

—En realidad... —Me tomo unos segundos para decírselo—. Hoy tengo una cita.

Espero una respuesta, pero no dice nada, en cambio suelta una fuerte carcajada y se gira para encararme.

— ¿Es así como ahora le dicen a las cogidas?

Me rio porque se lo que está pensando, no he tenido una relación seria desde que aquella mujer me hizo pedazos el corazón, desde que me traiciono, desde que jugo conmigo. Pero tengo fe en que Anna sea diferente... Lo es.

Le doy una mirada rígida para que se calle, y se voltee a verme.

— ¿Estás hablándome en serio? —Frunce el ceño y vuelve a verse al espejo.

—Muy en serio.

—Y ¿Quién es? ¿La conozco?

—Es Anna.

Su boca cae abierta y su rostro es un verso sin admiración, el aún sigue sin confiar en ella, pero le demostrare que es diferente.

—Es chica está metida dentro de tu culo hombre.

—Y acostúmbrate, porque presiento que ella es todo lo que vas a escuchar de mi boca a partir de ahora.

Suelta una carcajada y yo lo acompaño.

—Que maricones son los hombres cuando se enamoran. —Dice, y su cara es un gesto de asco.

—Si la vieras con mis ojos lo entenderías, es terca y me encanta, es grosera conmigo y me encanta, y te juro que muero por besarla.

— ¡¿Qué mierda hombre?! ¿No la has besado? —Sus ojos se ensanchan y presiento que van a salirse de orbita.

Niego con la cabeza pero no me desanimo.

—No, y cuando lo haga quiero asegurarme de que ella sienta lo mismo que yo, por eso no quiero apresurar las cosas.

—Creo que voy a vomitar. —Se lleva un dedo a su boca y lo introduce un poco antes de su garganta.

—Ya lárgate. 

—Okey, pero usa condón esta noche. —Dice, antes de salir corriendo de mi habitación.

...

Pienso un par de veces antes de tocar el timbre, pero lo hago y espero impacientemente.

Soy una bola de nervios en este momento. Sé que la he visto antes, pero hoy verdaderamente tendremos una cita y no sé cómo vaya a reaccionar ella y mucho menos sé que voy a decirle cuando salga por esa puerta. No estoy preparado para una nueva relación. ¿Qué estoy diciendo? Aun no sé, si le gusto.

Toco el timbre una vez más y mi celular suena, es Hoper.

Me rio porque me ha preguntado si llevo los condones conmigo y si le compre rosas. Mierda, olvide las rosas, me sentiría ridículo si llegaba aquí con ese obsequio, pero me siento más ridículo aun al llegar con las manos vacías.

Me sorprende lo rápido que trabaja mi mente en esta situación, observo su jardín lleno de rosas hermosas y rio por la idea estúpida que me viene a la cabeza. Cualquier persona cuerda no lo haría, pero aquí estoy yo arrancando las rosas de su jardín, y vuelvo a esperar pacientemente por ella.

Oigo pasos que van dirigiéndose a la puerta y esta se abre segundos después.

Mi mandíbula cae al piso al verla a ella ahí de pie, luciendo un vestido verdaderamente ajustado a su cuerpo, no lleva mucho maquillaje pero una pintura labial roja que sobresalta sus labios.

Se ve jodidamente sexy.

—Hola. —Dice, con una sonrisa en sus labios—. ¿Me trajiste flores? —Pregunta, y me anima ver el brillo en sus ojos.

—Hola. —Digo, y mi voz inesperadamente suena ronca—. Si, bueno, las tome prestadas. —Observo al jardín y me encojo de hombros, a ella no parece molestarle.

—Están preciosas. —Me dice una vez que se las entrego—. En realidad yo las puse así de preciosas.

Ella decide ponerlas en agua y vuelve rápidamente, me concede conducir su cachivache y no me avergüenza estar en el. Ella no sabe que lo hago para molestarla.

—Espero te guste la comida Italiana. —Digo, porque es mi comida favorita y quiero que sea la de ella también.

—No soy muy amante, pero creo que esta noche podré sobrevivir.

En todo el camino no hubo más que un incómodo silencio, cuando se trata de ella es así, todo es incómodo, me siento nervioso a su lado.

Una vez que llegamos al restaurant, ella baja sin que yo le abra la puerta. Es una chica decidida que no espera nada de un hombre. ¿Qué más podría encantarme de esta chica?

Ella envuelve su mano en mi brazo y el alivio al instante me supera. Se siente jodidamente bien tenerla así de cerca, probablemente mis ganas de besarla no aguantaran más después de esta noche.

Una vez que nos instalamos y pedimos una mesa, la música clásica llena el lugar. Es por eso que es mi lugar favorito, un lugar favorito para estar con ella. Un lugar favorito que quiero que se convierta en el de ella también.

—Este es mi lugar favorito. —Le comento, dándole una buena vista al lugar.

—Se acomoda en la silla y pone los codos sobre la mesa. — ¿Me has traído a tu lugar favorito?

—Uno de mis favoritos. —Confieso—. Aún tengo que llevarte al resto. Creo que este es perfecto para una primera cita.

— ¿Habrán más citas? —Pregunta intrigosa

—Habrán más primeras veces.

—Entonces. ¿Esto es una cita real o no real?

—Real.

Y ambos soltamos una pequeña risa que solo podríamos escuchar nosotros, me siento en paz contigo Anna, me olvido de todo, me olvido de mis temores, de mis demonios, de mis pesadillas, de mi infierno.

—Creo que hoy es un buen día para que sepas quien realmente soy.

Ella me mira y su rostro es un poema incomprensible, no sé si está aceptando mi propuesta o la está negando.

— ¿Estás seguro? —Pregunta, esa realmente dándome la oportunidad de no contarle nada.

—Quiero que sepas quien soy, porque quiero darte la oportunidad de que sigas con esta cita o decidas irte. —Dejo caer las llaves de su auto sobre sus manos.

Noto como la bilis baja por su garganta y temo tanto que su decisión sea irse. Temo tanto que después que he encontrado la paz en alguien todo se estrelle como cristales rotos.

— ¿Vas a contármelo?

—Voy a mostrártelo.

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