02. Conociendo a mi objetivo
Una adolescente jamás estaría con un hombre lo suficientemente mayor si no fuese por su dinero. Y esa era la disputa entre mi padre y yo de todos los días.
—Lo siento mucho papa, pero no aceptare que esa mujerzuela....
—ANNA ROSE. —Me riñe severo.
—No papa, eso lo que es. Y no aceptare por nada del mundo que la metas a esta casa, a este comedor, a la habitación donde dormiste por tantos años con mi madre mientras yo viva aquí.
Mis ojos se cristalizan por su recuerdo y ya no logro ver bien, dejo caer las lágrimas y prosigo.
—Estoy muy feliz porque hoy voy a tener mi primera entrevista periodista en Chicago Suntimes. Y no dejare que esto arruine mi día, por favor. —Me levanto de la mesa sin terminar mi desayuno—. Buenos días papa.
Salgo del comedor y me observo en el espejo de pie a cabeza. Me confundo porque no soy realmente yo lo que veo, hace unos meses podría ver a una adolescente con coletas y redondos cachetes y aquella sonrisa que uau. Ahora solo veo a una chica de cabello tres dedos más bajos de los hombros, desteñido y color café amargo y maltratado, los pómulos le sobresalen y unas aterrorizantes bolsas negra bajo sus ojos... Esa chica del espejo era yo.
Entre sollozos entro al auto y mi frente cae hacia el volante causando el eco de la bocina y me zarandeo. Hoy tenía una entrevista, con dieciocho años antes de comenzar una carrera universitaria, quería hacer esto por mí y por terminar el trabajo de mi madre.
Chicago Suntimes era el periódico más importante de la ciudad y yo tenía que estar ahí, se lo debía a ella.
—Buenos días, tengo una entrevista con el señor Lincoln.
Me dirijo a la recepcionista bastante arreglada y extendida, ella me sonríe.
— ¿Señorita Lee? —Asiento—. Siento mucho lo de su madre.
Era una apuñalada en el corazón, cada vez que la mencionaban y si iba a trabajar aquí no quería ser vista con lastima.
Ella me dirige hacia la oficina del señor Lincoln, mientras observo a personas trabajar en sus cubículos e ir de un lugar a otro, uau. Yo realmente quiero esto. El señor me recibe amigable con un apretón de manos, lamenta lo de mi madre y después de unos saludos entramos en tema. ¡Gracias al cielo!
—Bueno Anna, disculpa que te tutee. —Asiento y el prosigue—. Sabes que te acepte una entrevista por tu madre, gran periodista y que en paz descanse. No has comenzado una carrera universitaria que te dé la posibilidad de entrar por tu título, pero quiero ir al grano contigo. La única manera de que entres al periódico es trayéndome un reporte que de mucho de qué hablar ¡exclusivo! Para Suntimes que nadie más lo haya tenido antes, con argumentos, fotos y grabaciones.
Me quedo congelada en mi silla ¿De dónde se supone que sacare algo como él quiere? Él se queda esperando una respuesta, y yo le doy vueltas y vueltas, pensando en algo que realmente lo sorprenda pero nada viene a mi... Excepto una cosa.
— ¿Qué posibilidades hay que le traiga un reporte sobre un presunto sicario y lo que hay detrás de él? —Uau, eso sonó fabuloso.
—Eso suena fantástico Anna, pero tienes que saber que esto no es un juego, esto es algo que solo un periodista titulado podría lograr. No tienes las medidas necesarias para desenmascarar a uno.
— ¿Cómo lo sabrá si no me prueba? Le prometo que lo tendrá, con fotos y un buen argumento.
—Anna yo creo que...
—Por favor, señor.
Él lo piensa un par de veces hasta que se dispone a darme una sonrisa.
—Está bien, pero queda bajo tu responsabilidad. Cualquier dificultad no puedes meter al periódico en esto. ¿De acuerdo?
—Por supuesto.
Me levanto, el me sigue y me da un apretón de manos.
—Te espero en un mes con ese reporte.
Estaba feliz por esto, sentía como el universo estaba de alguna manera intentando recompensarme por haberme quitado a mi madre.
Llamo a Samara, mi mejor amiga. Ella sin duda tenía una manera muy especial de celebrar las buenas y las malas noticias de la misma manera.
—Eso merece esta noche complacer a nuestro hígado con su medicina en Jack's bar. ¿Qué dices?
—Seguro.
— ¿Qué te pasa? No pareces muy ilusionada.
—Es mi papa y Amanda, la quiere llevar a la casa y me siento frustrada.
—Serpiente venenosa, podría darle la paliza de su vida si quieres, sabes que esa propuesta siempre está disponible.
Me rio y niego con la cabeza, ella realmente lo haría, no lo pondría en duda por un segundo.
Samara no era muy pacifica, ni siquiera era muy educada. El sexo y el cigarrillo eran sus mejores amigos, por supuesto después de mí. Su vida nunca fue fácil, tiene una madre alcohólica y un padre que brilla por su ausencia. Estudiamos juntas el colegio y ella fue becada, para la universidad solo tiene la mitad de la beca por ser mayor de edad y tiene que pagar la otra mitad, por lo que está trabajando por las noches en Jack's bar para eso, me sentía orgullosa de ella.
—No se trata de eso Sam, mi madre tiene un mes de muerta y mi padre quiere meter a otra mujer a la casa. —Siento como las lágrimas humedecen mi rostro.
—Sé que estas llorando. —Me conoce tan bien—. ¿Quieres que vaya a visitarte?
—Estoy bien, ahorita tengo algo que hacer, nos vemos esta noche.
—Sabes que te quiero ¿no? Siempre voy a estar para ti, nos vemos.
—Lo sé. Y también te quiero.
Cuelgo.
Arrastro mis manos por mi rostro y me recuesto sobre el asiento antes de ponerme en marcha. ¿Cómo se supone que conseguiré eso? Ese tipo me amenazó con matarme si habría la boca y le creo. ¿Cómo podría hablar con él? ¿Qué excusa tendría para acercarme? Seguramente el pensara que jamás en mi vida me acercaría después de haber presenciado como mato dos pájaros de un tiro. ¿Qué estoy diciendo? Ese hombre ni siquiera estará pensando en mí. Aunque no le quita lo precioso ni lo asesino.
Bien, de acuerdo, puedo hacer esto.
Voy a una cafetería cercana y encargo dos cafés negro sin azúcar. Conduzco a lo que recuerdo donde queda su apartamento y llego a la perfección.
Tomo un respiro, bajo con ambos cafés en mis manos hacia los elevadores.
Miro la puerta y me arrepiento diez veces, tengo las manos ocupadas y toco la puerta con el codo, haciendo derramar un poco de café en mí brazo ¡Agh! Torpe.
La puerta se abre revelándolo a él detrás de ella, uau. Esta despeinado, sin camisa mostrando sus abdominales y pectorales ante mis ojos. Se está abrochando el pantalón.
Su hombro esta vendado con gasas, o fue a un hospital o alguien hizo esto.
El frunce el ceño.
— ¿Qué haces aquí?
No tengo idea, pero no me mates.
—Quería saber cómo seguía tu hombro. —Miento, y ruego que me crea.
Vuelve a fruncir el ceño, abre más la puerta y revela a una morena de piernas largas y pequeña cintura quien abotona su blusa, doble uau.
—Vete. —Le abre la puerta para que ella salga, pero ella no está complacida.
— ¿Por qué? —Suelta esa voz chillona de diva.
—Solo vete Carol —Él le grita y quien se asusta soy yo.
Ella coge su cartera y como alma que lleva el diablo sale por la puerta, me da una mirada asesina y me roza el hombro fuertemente haciendo derramar los dos cafés sobre mi blusa, maldita sea, quema, quema.
Me guiña el ojo y mueve su culo fuera de mi vista.
Estoy boquiabierta.
— ¿Qué mierda te pasa? —Le grito y la empujo de su espalda.
Oh Dios mío ¿Hice eso? Jamás en mi vida he peleado.
Ella gira y sin darme un aviso clava su puño fuertemente en mi mejilla y sus largas y falsas uñas raspan mi piel.
¡Maldición!
Intento repetir su astucia pero ella me esquiva y vuelve a depositar su puño en mi estómago, haciéndome caer de rodillas sobre el piso, oh mierda. Siento como nuevamente va a pegarme pero la mano de Harry coge su brazo y la detiene y la empuja lejos de mí.
—Ya lárgate Carol.
Ahora comienzo a sentir el dolor en mi estómago y la sangre que comienza a salir de mi boca, me han dado la golpiza de mi vida con dos golpes.
Levanto mi vista y él me está mirando cruzado de brazos, intentado ocultar una carcajada.
—Imbécil.
Por fin la suelta y me levanta por el brazo.
—Pasa.
Me guía hasta el sofá y a duras penas puedo caminar por el dolor en mi estómago, es como si me hubiese roto una costilla.
El desaparece por el pasillo y yo observo el lugar, no hay rastro de la sangre de ayer. Me pregunto cómo haría para que la gente no se diera cuenta.
El vuelve con Alcohol y algodón en sus manos, se sienta a mi lado y hunde el alcohol con el algodón y limpia la comisura de mis labios.
¡Duele!
—Puedo hacerlo yo sola.
—Te lo debo —Mira su hombro, oh—. Y no me gusta deberle nada a nadie.
No digo nada y el sigue haciendo su trabajo, tiene unos ojos esmeraldas grandes y están viendo mi rostro.
—Peleas como chica.
—Oh, lo siento. No tenía idea de que podría ser hombre.
No dice nada pero sonríe.
—Creo que tengo un par de camisas que te pueden quedar.
El me hace señas para que lo siga y entramos a lo que parece ser su habitación, pero esta despojada que sigo pensando que nadie vive aquí. Una cama sin sabanas, una cómoda de donde está sacando ropa y una mesita de noche sin más ni menos.
—Esto te servirá.
Me lanza una camisa de cuadros negros, manga larga. Me dirige al baño y cierro la puerta detrás de mí.
Me despojo de mi blusa y mi chaqueta y las envuelvo para meterlas en mi bolso.
La puerta de abre de repente mostrándolo a él, no tengo nada cerca con que cubrirme y lo intento hacer con mis manos.
—¡Vaya! ¿Te ejercitas? —Ríe y me lanza una toalla blanca.
—Fuera imbécil. ¿No sabes tocar la puerta? —Me cubro con la toalla.
—No tengo que tocar la puerta de mi propio baño. —Y se larga.
Suelto un suspiro y me quito la toalla para cambiarme, la puerta se vuelve abrir. ¡Oh, maldita sea!
—Por cierto, eres la única persona que me ha dicho imbécil dos veces y sigue viva.
Se vuelve a ir, cierro la puerta con seguro.
Sus palabras agujan mi piel "eres la única persona que me ha dicho imbécil dos veces y sigue viva" trago con dificultad y me pongo vertiginosa su camisa. Huele a perfume.
Salgo del baño y no lo veo, camino por el pasillo y me adentro a la habitación anterior, comienzo a hurgar en los pocos cajones que hay y no encuentro absolutamente nada que puede servirme, excepto el recibo de una fuerte cantidad de dinero que dice: Mercancía en venta.
Lo guardo entre mis pantalones y pienso que esto puede servirme.
Voy a la cocina y lo encuentro de espaldas ¿En qué momento se puso la camisa? Gira y me mira.
—Sin azúcar. — Me entrega una taza de café y asiento, como me gusta—. ¿Entonces querías saber cómo seguía mi hombro?
Él se ríe. ¿Qué le parece tan gracioso?
—Sí, veo que mejoras rápido.
—Sí, no es la primera vez.
Me siento sobre el sofá y tomo un sorbo, él se inclina hacia la barra de la cocina dejando sus piernas al aire.
No es la primera vez ¡Santa mierda!
— ¿Por qué te perseguían ayer? ¿Robaste?
El suelta una carcajada y toma un sorbo de café.
—Ellos quieren robarme.
—Querrás decir querían porque... —No puedo pronunciarlo.
— ¿Muertos? Sí, pero hay más de ellos.
—Pero Dios mío... Los mataste.
—Para Dios matar también debe ser un placer, él lo hace todo el tiempo.
Siempre tiene algo con que callarme la boca, me siento estúpida por lo seguro que es de sí mismo.
— ¿Dinero?
—Negocios.
— ¿Qué clase de negocios?
—Muchas preguntas para una primera cita. —Se ríe.
—Esto no es una cita, lamento desilusionarte. —Siento que estoy sonrojándome.
— ¿Y por eso te estas sonrojando?
No digo nada.
La puerta se abre de un golpe y Harry saca un arma de la cintura de sus pantalones y apunta en dirección, me pasmo.
—Mierda Hoper. —Suelta un suspiro y guarda el arma.
El aún no ha notado que estoy aquí por lo que estalla en risa y después me mira.
—Uh, vaya. ¿De dónde la sacaste?
—Ella no es una prostituta Hoper. —Me mira—. ¿O sí? —Me mira en un entrecejo.
—No. —Me quejo ofendida.
— ¿Qué mierda hombre? —Interrumpe Hoper.
Él es alto, dos o tres años mayor que Harry, con una barba sin afeitar de hace como dos días ¿De dónde salen estos hombres?
—Anna este es Hoper. Hoper, Anna.
El me mira y yo lo miro, ninguno de los dos accede a un apretón de manos y soy la primera en bajar la mirada, ja.
— ¿Podemos hablar? —El mira a Harry y este asiente.
Juego con mis dedos y ellos se alejan adentrándose a la habitación y cierran la puerta bruscamente.
Me acerco por lo que logro escuchar murmullos.
—Espera. ¿Me estás diciendo que ella es la que te vio matar ayer a los hombres de Finn?
No escucho nada por lo que pienso que Harry asiente.
—Espero que la hayas traído aquí para matarla Harry. ¿Qué pasa contigo?
Matarla. ¿Va a matarme? Oh santo cielos, debía estar huyendo de aquí pero no lo hago.
—Ella salvo mi culo ayer Hoper. Ella no va a decir nada. Y no pienso matar a alguien, simplemente por placer. Sabes que no juego así. —Culmina en un susurro.
— ¿Cómo puedes estar seguro de eso?
—Si tuviese la intención de hacerlo la policía ahora mismo estuviese sobre mi culo, no es tonta, si quiere vivir.
—Espero sepas lo que haces, estamos teniendo problemas como para tener uno más.
— ¿A qué mierda te refieres con que tenemos problemas?
—La mercancía, tenemos problemas para sacarla de la ciudad y si no lo hacemos esta noche podríamos estar perdiendo mucho dinero.
—Mierda. ¿Qué tienes en mente?
—Vayamos a casa y lo hablamos.
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