"(...) Me levanto despacio del sofá notando el crujir de mis piernas, porque la artrosis no perdona, y me dirijo a mi propia habitación. Cuando entro, es como si todos los recuerdos que tengo de ella me embargaran. Puedo ver a mi Samuel vistiéndose con su traje de oficina, poniéndose la corbata de cualquier manera y pidiéndome ayuda, aun sabiendo que yo también era un desastre con esas cosas; puedo vernos en la cama dándonos un beso de buenas noches mientras cada uno se pone a leer un libro en los brazos del otro hasta que nos entra el sueño de verdad; puedo volver a sentir el aroma de su desodorante, el sabor de sus labios, el amor en su mirada, y me siento abrumada por todas esas emociones.

Siento que me escuecen los ojos y en un impulso cojo la foto de la mesilla, esa en la que salimos los dos en el crucero que hicimos por el Mediterráneo, él con su gorra de marinero comprada en el chiringuito para turistas y yo con un mojito en la mano, y deposito un beso sobre el cristal.

—Hola, mi amor, ¿sabes qué? Hoy le he contado nuestra historia a la pequeña Ruth y he vuelto a sentirme como si tuviera dieciséis años y me hubieras sacado a bailar. He vuelto a ver tus mejillas sonrosadas y tus ojos penetrantes y sentía que podía volar junto a ti dando vueltas y vueltas sin parar como aquel día. Hacía mucho que no recordaba ese maravilloso verano, pero tú sabes que siempre pienso en ti, ¿verdad? Parece mentira que hayan pasado ya seis años, pero todavía no hay día en que no te eche de menos, especialmente en días como hoy. —Sonrío sintiendo una lágrima bajar por mi mejilla mientras acaricio la fotografía—. Feliz aniversario, mi vida".