𝘁𝘄𝗼. act of love?
002. ┊໒ ⸼ | 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗪𝗢 | 🐝•˖*
❛ 𝖺𝖼𝗍 𝗈𝖿 𝗅𝗈𝗏𝖾? ❜
Alaska no quería elegir ningún lado. No le gustaba estar peleado con sus hermanos, porque sabía que si elegía a alguno de ellos, el otro se enojaría, así que se refugió en Nirvana, esperando a que ella diga algo, pero la chica tampoco se movió ni comentó nada.
Nirvana tenía un gran conflicto interno; ella recordaba a Brooke de toda su vida; siempre le ha ayudado y siempre la seguía; era algo así como una segunda mamá y un ejemplo. Sin embargo, está Leonard, quien no solo tenía encuentros privados con Alaska. Muchas veces Nirvana y Leo se habían visto en secreto; incluso la guitarra que tiene (y que todos piensan que se la compró con sus ahorros), en realidad fue un regalo de parte de su hermano mayor.
Leo nunca se fue.
Ella sabía que si lo escogía a él (lo que le parecía la mejor opción), Brooklyn se iría sola. Es tan terca que se iría. No quería dejarla sola. Estaba a punto de decir algo, explicar sus razones para no hacer sentir mal a Leo ni verse desagradecida por todo lo que él le ayudó, pero fue interrumpida.
─ Nirvana vendrá conmigo, está más que claro.
La mencionada solo miró al suelo, se tomó unos segundos y, prediciendo que escogerá su hermana menor, le plantó un beso en la frente y se fue a colocar junto a Brooke. Sentía la necesidad de hacerlo.
Así que ahora todas las miradas estaban en Alaska.
¿Cómo se iba a dividir entre sus hermanos?
La niña los miró a ambos; era verdad que ella quería ir a buscar a su padre, pero Leo también tenía razón, probablemente estaba borracho, tirado en algún bar. Ella es pequeña, pero sabía lo que sucedía en su casa, no era tanta; se daba cuenta de todo.
Alaska quería mucho a Brooke, pero quería más a Leo.
─ Ella ya decidió.
─ Y no la hagas sentir mal por eso. ─espetó Leo ante el comentario de Brooke.
Sin esperar más, él fue hasta su hermana menor y la alzó en brazos, dejando que ella se esconda su cara en el hueco del cuello. Le murmuró algunas cosas al oído para que se tranquilizara, y finalmente, la dejó en el asiento del copiloto, viendo como ella estaba a punto de llorar mientras veía el auto de sus dos hermanas irse.
─ Estaremos bien, ¿okey? ─aseguró él, abrochándole el cinturón de seguridad a la niña.
Alaska no respondió; solo apoyó su cabeza en la ventana mientras miraba cómo avanzaban, saliendo del pueblo. Había un montón de autos haciendo lo mismo, así que presenció cómo su hermano mayor hizo una maniobra para darse media vuelta, evitando la multitud, tomando atajos.
Luego de casi media hora, la niña recién se dio cuenta que algo faltaba.
─ ¡Espera! ─chilló, comenzando a desesperarse ─. ¡Señor Stanley!
─ ¿Tu tortuga?
Ella asintió una y otra vez.
─ Leo, por favor.
─ Peque, estamos ya muy lejos...
Quería hacer feliz a su hermana, y hubiera regresado por ese maldito peluche, pero ya no podía. Podrían morir si lo hacían; mejor ir al refugio, incluso si eso significaba que su hermana estaría triste por un tiempo. Él estaba a punto de darle un pequeño discurso para que se sienta mejor, pero le sorprendió lo que dijo Alaska:
─ No te preocupes, Leo. Solo es un peluche, prefiero que estemos bien.
─ Estaremos bien, iremos por Brooke y Nirvana, pero dame tiempo.
─ Nunca me has mentido, así que te creo.
─ ¿Nada de charlas que no me crees porque soy hombre?
─ Creo que me confundes con Nirvana. ─la niña sonrió.
Durante el resto del trayecto se la pasaron tranquilos, pero cuando Leo notó que ya estaban a punto de llegar a la ciudad, sabía que debía comenzar a prepararse.
─ ¿Puedes pasar al asiento de atrás? ─preguntó, paseando su mirada del camino a su hermana y viceversa ─. Con cuidado.
Alaska quería sentirse útil de alguna manera, así que se desabrochó el cinturón para pasar a los asientos de atrás mientras su hermano seguía manejando. Fue muy fácil; era algo que hacía muy seguido cuando iba en el auto de su padre con sus hermanas. Se pasaba de un lado al otro.
Ella se acomodó en su nuevo lugar, y espero a que Leo le dijera que más hacer, o le explicara algo.
─ Recogeré a una amiga, hasta eso, ve metiendo las cosas que hay en la cajuela a tu mochila, ya sabes, como si jugáramos a la cajera; tú coloca todo ordenadamente para que entre todo lo posible, pero que puedas cargarlo, ¿sí?
─ Okey...─balbuceó, aunque aún no entendía bien porque su hermano mayor le hacía guardar todas esas cosas raras en la mochila.
A pesar de tener más dudas que años, ella prácticamente se colgó de la cajuela para así buscar qué cosas meter primero. Su curiosidad le hizo agarrar primero las latas de comida, sin embargo, cuando sus manos palmearon una pequeña caja que sonaba cuando la agitabas. La tomó y la puso bajo la luz, notando de inmediato cómo esta tenía dibujitos de bajas, y la palabra misma grabada.
─ Leo ─frunció el ceño ─ ¿porque yo guardaría balas en mi mochila?
─ Porque... me las darás a mí después, solo guardalas.
De un momento al otro, las luces se hicieron más intensas; habían llegado al centro de la ciudad esquivando todo el tráfico del camino. Desde el pueblo donde vivían hasta aquí era una hora. Lo habían hecho en menos tiempo, sin embargo, seguían en medio del caos.
Alaska se detuvo un momento a ver todo eso por la ventana trasera del auto.
Las personas corrían de un lado al otro, muchas otras entraban a tiendas de forma no muy pacífica, e incluso algunos negocios estaban siendo incendiados. También pudo ver como un señor se lanzaba encima de otro señor; era raro.
─ Trata de no ver eso. ─le pidió Leo, al ver por el espejo retrovisor cómo su hermana pequeña estaba congelada mientras observaba lo que pasaba.
Él se estacionó cerca de una tienda de ropa. Estaba preocupado, su amiga le había llamado antes que la señal se cortara; se supone que se iban a encontrar en otro sitio, pero las cosas salieron mal y los planes cambiaron, así rezaba que el último mensaje que le envió si le llegara. Estaba muy impaciente. Le daba toques constantes al timón.
Sin embargo, todo se detuvo cuando reconoció a la mujer en medio de todo el caos. Soltó un suspiro y abrió la puerta del copiloto.
─ Hasta que por fin.
─ Hijo de puta ─soltó la chica, en un idioma que Alaska no lograba reconocer ─. ¡¿Crees que podía pasar en tres segundos a toda esa gente?!
─ Ya no importa, vamonos.
Acelero, haciendo maniobras para esquivar a toda la gente del lugar y a la vez salir a carretera. Aunque ahora tenían un plan, o al menos Leonard lo tenía. Así que a pesar que los choferes de los autos le decían que no regresara al pueblo, él lo hizo.
─ Hola ─saludó, girando a ver a la niña rubia que estaba atrás ─. Soy Rosita Espinosa, tú debes ser Kie, ¿no?
─ Sip, esa misma... pero... ¿qué es "hijo de puta"? ─inquirió la mejor, teniendo curiosidad por el nuevo término. Incluso abandonó por un momento su tarea de guardar cosas solo para inspeccionar a la nueva chica, que había abierto los ojos de par en par, al igual que su hermano.
Se quedaron callados, así que siguió viéndola. Rosita era una chica de unos veinte años; incluso podría tener la edad de Brooke; tenía puestos unos aros en las orejas y llevaba el pelo atado en dos coletas. Contaba con facciones marcadas y con una linda sonrisa. Alaska consideraba que era guapa.
─ ¿Lo pronuncié mal? ─añadió la niña al ver que no le contestaban.
─ Lo hiciste bien.
─ ¿Pero qué significa?
─ Te lo diré cuando crezcas, mientras ─en ese momento, ella se pasó a los asientos de atrás; quería acompañar a Alaska en su misión. La veía meter cosas a su mochila y eso le causó curiosidad ─. Hey, hey, te ayudaré con esto, ya que tu hermano no pudo pensar que una pequeña niña no debería tocar... ¡Un revólver! ¡Leonardo! ¿Qué te pasa?
─ No hay ningún revólver...─miro por el espejo retrovisor, encontrándose con Rosita tomando el objeto entre manos ─. Creo que sí había un revólver.
Murmuró como perrito regañado, mientras Rosita comenzaba a empezar cosas en la mochila de Alaska, cuidando que la niña no se pegara un tiro por tomar el revólver al revés.
─ Leo, tiene nueve años, no es estupida. ─soltó Rosita en voz baja.
─ Ya sé que se dará cuenta, pero ya estaremos muy lejos. Las dejaré a ambas en el refugio y ya. Me voy por Nirvana.
─ Y Brooklyn, y tu papá. ─completo Rosita.
Ambos chicos se quedaron callados de golpe al ver por el espejo cómo Alaska se despertó gracias a un hueco en medio de la carretera. La niña se frotó los ojos mientras se sentaba, colocándose entre ambos asientos. Frunció el ceño y los miró a ambos.
Estaban raros.
No pregunté nada, no quería ponerlos más tensos. Así que apoyó su mejilla en el asiento y miró al frente; sin embargo, prácticamente saltó de su asiento cuando vio aquel cartel que decía "Vuelva pronto"; estaban saliendo de la ciudad.
─ Leo...─llamó la niña
Su hermano no le respondió, así que ella metió su cabeza por medio del hueco que daba a los dos asientos de adelante.
─ Leo... ─volvió a llamar, solo que esta vez, no iba a esperar respuesta ─. ¿No iremos por papá?
Él se quedó en completo silencio, apretando sus dedos contra los volantes. No sabía qué responderle a su hermana menor, porque ella no aceptaría el plan.
─ Creo que deberías contarle la verdad a tu hermana ─sugirió Rosita, rompiendo el silencio que se había creado ─. Es una niña, pero es inteligente, se dará cuenta muy pronto.
Sin más remedio, piso el freno y estaciono el auto a un lado de la carretera. Salió de la camioneta y fue hasta la parte de atrás, abriendo la puerta que daba a su hermana. Se colocó de cuclillas, mirándola girarse en el asiento para acomodarse y quedar justo frente a él, con las piernas colgando fuera del vehículo.
─ Iremos a la zona de cuarentena ─comenzó a explicarle, mientras Alaska fruncia el ceño porque no sabía que era cuarentena, ¿acaso se refería al número cuarenta? ─. Es un lugar donde estaremos seguros. Los militares como yo lo custodian. Por mis años de trabajo me corresponde un lugar, y un compañero mío me donó el suyo. Hay lugar suficiente. Necesito que estés segura, así podre ir por Nirvana y Brooklyn sin riesgo de perderte.
─ ¿No es mejor buscarlas e irnos todos juntos? ─preguntó ella, sin mirar a su hermano, porque se concentraba más en las pulseras que tenía en las muñecas ─. ¿Y papá? No mencionaste a papá.
─ Kie...─llamó con la voz muy suave, pensando en sus próximas palabras; debía ser cuidadoso ─. Aun eres pequeña, pero sé que viste cosas en casa. Sabes que papá tiene problemas con la bebida; debe estar borracho en algún lado; será difícil encontrarlo. Perdería tiempo, que me va a servir para encontrar a las chicas. Viste esas cosas en la ciudad; es peligroso.
─ Por favor...
─ Alaska, entiende ─sentenció, tratando de hacer que su hermana entienda ─. En mi lista de prioridades, ahora estás tú, nuestras hermanas y Rosita. Papá eligió su propio camino, es un adulto.
Los ojos de la menor comenzaron a llenarse de lágrimas cuando se dio cuenta de que su hermano no cambiaría su forma de pensar. Ella pegó un brinco para bajar del auto y se las arregló para evitar el agarre de su hermano, aunque cuando quiso alejarse del auto, Leo la tomó en brazos, y aunque la niña utilizó todas sus fuerzas, no pudo zafarse.
Rosita se acercó a Leonard y le habló en el oído:
─ No se va a ir, déjala procesarlo.
Así que cuando él la soltó, la menor se alejó unos metros del auto. Había un árbol bastante cerca de este, así que se dejó caer ahí. No tenía ánimos para trepar.
Sabía que la bebida favorita de su papá era la cerveza. Antes recuerda que el café lo era; siempre había una vieja taza que decía "mi papá dice que ama más a sus hijos que al café... miente". Nirvana lo había hecho en una clase de cerámica de la escuela. Desde ese momento todos en la casa tenían pesadillas con esa taza. Sin embargo, cuando murió Vienna, aquella taza desapareció, y la bebida de Derek Miller pasó a ser la cerveza.
Alaska sabía que había problemas, pero no todo era malo. Su papá no era malo. Él llegaba todos los viernes de donde sea para poder jugar monopoly con Nirvana y con ella; hace palomitas y luego compra cantidades absurdas de chocolates y dulces para ver películas.
No podía dejar que lo abandonen.
Cuando menos lo pensaba, estaba llorando. Así estuvo por un tiempo.
─ Teniente Miller, aquí se reporta... ─antes que su compañero pueda terminar de hablar, Leo se lanzó hacia la radio y contestó.
─ Suéltalo, Thomas.
Un suspiro se escuchó detrás de la línea. ─ No vengas a Atlanta con tus hermanas, ni se te ocurra. No traigas a tu familia aquí, no es seguro.
─ ¿De qué hablas? ─inquirió el muy confundido ─. Ahí está la zona de cuarentena, donde están los refugiados. Estoy en camino.
─ ¡No! ¡No lo hagas! ¡Esas cosas se multiplicaron más rápido de lo que pensamos! ¡Tú tienes que...
Hubo un sonido de interferencia que no dejó que Leonard escuchara lo último. Creyó que era solo un fallo del equipo. Así calibró el canal y volvió a hablar, solo que ahora parecía que la línea no existía.
─ ¿Thomas? ¡¿Thomas?! Mierda.
Leo sabía que debía hacer algo, así que colocó la radio en su lugar y fue a paso firme hacia su hermana menor, quien cuando lo vio venir, quiso trepar el árbol, pero fue inútil; ya la había atrapado. Sin mucho esfuerzo; él la carga en brazos como si fuera un costal de papas.
─ ¡Suéltame! ─comencé a patalear, moverme, dificultándole caminar con ella encima.
─ ¡Basta ya!
─ ¡No! ¡No hasta que des la vuelta y vayamos por nuestra familia!
Él resopló, así que Alaska sabía que ya había convencido a su hermano, aunque sea un poquito. Así que dejo de patalear, esperando a que su hermano pueda hablar.
─ Iremos por ellas, ¿si?
─ Por papá también.
─ Por papá también. ─repitió; no tenía otra opción.
Sin embargo, le tranquilizaba un poco ver a su hermana contenta. No cambiaría eso por nada. Así que la acomodo mejor en sus brazos mientras se acercaba al auto, y cuando llegó, la dejo en los asientos de atrás. Él le iba a decir algo, pero fue interrumpido con una risa burlona de parte de la latina.
─ A ti siempre te manejan las mujeres de tu vida, ¿verdad?
─ Si, y eso te incluye a ti, Rosita.
Con Nirvana y Brooklyn era un panorama distinto; ellas no se decían nada la una a la otra; solo se concentraban en buscar a su padre, lo cual era una tarea sumamente difícil, porque aunque habían recorrido casi todo el pueblo revisando cada bar de este, no había rastros de su padre; solo vieron a personas que se lanzaban sobre otras, borrachos quizá.
Brooklyn internamente pensaba que hubiera sido mejor irse con Leonard, pero solo internamente, nunca lo dirá en voz alta.
Nirvana, por su lado, comenzaba a extrañar a Alaska, porque aunque los demás piensen sobre sus preferencias entre hermanos, ella le tenía un aprecio especial a su hermana menor. Con ella pasaba la mayor parte del día mientras su papá trabajaba y su otra hermana iba a la universidad.
─ Iremos a ver a Casey. ─sentenció la mayor, pisando el acelerador y dando media vuelta para buscar al joven. Quizá puedan huir juntos, salir de aquí con la abuela de él y buscar un lugar donde quedarse mientras el mundo regresaba a la normalidad.
Condujo por diez minutos más; aunque apenas estacionó frente a la casa de su mejor amigo, supo que algo estaba mal. De todas formas bajo, pidiendo a Nirvana que espere dentro del auto mientras ella inspeccionaba la casa (que tenía las puertas abiertas de par en par).
─ No hay nadie. ─murmuró para sí misma.
Parecía como si alguien hubiera entrado a robar. Todo estaba de cabeza. Había cosas rotas y muchas otras esparcidas por todo el suelo. Aquello le preocupó, pero en este momento, y al ver que Casey ni su abuela estaban aquí, decidió irse.
Sin embargo, cuando estaba cruzando la puerta, recordó algo que la hizo maldecirse internamente por no recordarlo antes.
─ Papá cerraría un trabajo hoy, debe estar ahí celebrando. ─soltó cuando subió al auto.
─ ¿Y sabes donde es?
─ Habló sobre un nuevo hospital; conozco donde hay una nueva construcción.
Encendió el motor, girando la llave con más fuerza de la necesaria, mientras Nirvana se abrochaba el cinturón de seguridad porque presentía que Brooke manejaría como demente, porque se encontraba al borde del colapso. Todo esto la estaba sobrepasando. Un rencor antiguo la estaba sobrepasando.
En este momento cada uno lidiaba con sus propios pensamientos y miedos.
El camino a ese hospital en construcción se hacía en unos veinte minutos, pero Brooklyn consiguió hacerlo en la mitad del tiempo. Giro por calles que iban en contra y tomo atajos que antes no existían. Nirvana, cada vez que revisaba a su alrededor, solo veía a más loquitos fuera del manicomio. Esto estaba saliendo de control, así que rogaba que Leo protegiera a Alaska de esto.
Cuando finalmente llegaron al lugar, vieron todo cercado con una especie de malla negra. Por seguridad, Brooke le pidió a Nirvana bajar con ella, pidiéndole que no se aleje. El sonido de sus pasos era lo único que se lograba escuchar.
Caminaron unos cuantos metros, pasando por encima de tablas que estaban regadas por el piso.
─ Qué buena estuvo la fiesta. ─soltó Nirvana.
Aunque no pudo hacer más comentarios, porque un grito resonó por todo el lugar.
─ ¡Vayanse!
La mirada de las chicas fue hacia arriba, donde vieron a su padre sobre una plataforma de metal. El hombre miraba hacia abajo con horror, como si tuviera miedo a lo que hay.
─ Baja de ahí, tenemos que irnos.
─ ¡Vayanse! ─volvió a gritar.
Derek Miller no estaba borracho; era la primera noche que no lo estaba. Mañana se supone que iniciaría oficialmente la obra, y los trabajadores que iban a participar en este trabajo celebrarían. Sin embargo, uno de ellos al parecer vino enfermo, o al menos tenía problemas, así que en menos de veinte minutos, las cosas se descontrolaron. Por un momento se pensó que era por el alcohol que ya estaban consumiendo, pero al final, el único que no se había vuelto loco era él.
Así que ahora se encontraba ahí arriba, no tenía cómo escapar de los trabajadores enfermos que había ahí abajo.
Brooklyn estaba enojada. Es decir, antes se encontraba genuinamente preocupada, pero al ver a su papá borracho jugando ahí arriba mientras todo el pueblo viene abajo, le parecía realmente frustrante.
─ ¡Baja ya, tenemos que irnos!
Ella avanzó hasta unas rejas cubiertas con aquella malla negra. Era la parte que daba hasta donde estaba su padre, pero apenas colocó sus manos sobre aquella puerta improvisada, escuchó más fuerte una especie de gruñidos (o varios de ellos). Eso no le importó. Terminó de abrir la entrada, pero al ver a varios de esos locos, intentó cerrarla, pero ya no pudo.
Giro sobre sus talones y empujo a Nirvana con ella.
─ ¡Sube! ─le gritó a su hermana, mientras miraba hacia atrás con miedo, viendo a esas cosas venir en su dirección.
Nirvana terminaba de subir, y por fin Brooke lo hizo, tirándole una fuerte patada a uno de esos locos para evitar que la tome de la pierna. Sin embargo, arriba el panorama no era mejor, porque un promedio de veinte personas locas estaban ahí abajo.
Brooke apretó la mandíbula, mirando alrededor frenéticamente, buscando una salida, una oportunidad, algo. Sabía que tenían que llegar a su padre, cuidar a su hermana y salir de aquí, pero no tenía muchas opciones, de hecho, no tenía ninguna.
─ ¡Brooklyn! ─llamó Derek desde la otra plataforma ─ ¿¡Alaska?!
─ ¡Leo se la llevo! ─contestó Nirvana con las manos extendidas; no le gustaban las alturas.
Derek Miller intentó buscar una forma de salvar a sus hijas. Incluso pensó en sacrificarse mientras ellas salían corriendo.
Último acto de amor, ¿no?
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