𝘁𝗵𝗶𝗿𝘁𝗲𝗲𝗻. rainy days

❪ pre season 3 the walking dead ❫

013. ┊໒ ⸼ | 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗛𝗜𝗥𝗧𝗘𝗘𝗡 | 🐝•˖*

❛ 𝗋𝖺𝗂𝗇𝗒 𝖽𝖺𝗒𝗌 ❜

Las cosas se habían tornado muy complicadas para el pequeño grupo de Glenn, Brooke y Alaska.

Glenn Rhee intentaba todos los días buscar un lugar seguro para ambas chicas, intentando no ser un inútil y procurar usar su arma sólo cuando fuera estrictamente necesario (también por la falta de balas). Además, intentaba luchar contra sus sentimientos.

"¿Cómo es que Brooke pudo olvidarse de lo que vivimos en la granja? ¿Se olvidó también de lo que hicimos en la farmacia?", se preguntó Rhee muchas veces.

Por otro lado, tres semanas después del accidente en la granja, Brooklyn se había ocupado en mejorar sus técnicas con el cuchillo, incluso ella había destripado un par de conejos para poder cocinarlos en una fogata luego. Ella era la líder de este trío.

Tenía en mente cuidar a su hermana, debía mantenerla viva y seguir enseñándole a sobrevivir de maneras extrañas.

Y, por último, Alaska simplemente era el alivio de este pequeño grupo (o al menos para Glenn). La niña siempre tenía ideas creativas para que el ánimo del coreano no descendiera, incluso cuando casi todos los días era víctima de la ley del hielo por parte de su hermana mayor.

La menor no tenía ni la más mínima idea de por qué su hermana estaba haciendo eso, ni por qué ella siempre estaba regañando a Glenn por cosas sin importancia. Es decir, Brooklyn siempre era de las que gruñe o regaña, pero la ley del hielo era algo nuevo.

─ Alaska ─llamó Glenn desde donde estaba ─. ¿Qué se te antoja comer?

Él hizo una extraña mueca, mientras agitaba en sus manos lo que había encontrado en la maletera del viejo auto que estaba revisando. Así que Alaska levantó la mirada de su actual trabajo, que era una serie de piezas de un revólver.

Con un poco de suerte, y recordando todo lo que aprendió de su hermano mayor, logrará ensamblar todas las piezas de aquella arma.

─ ¿Galletas con queso fundido rancio? ¿O queso fundido rancio con galletas?

─ Oh ─la pequeña sonrió, siguiéndole el juego al coreano mientras trataba de encajar varias piezas ─, vaya. Al parecer, la carta del menú de hoy es muy variada.

─ Siempre lo mejor para mi clienta favorita. ─sonrió, sentándose al lado de Alaska.

Ella dejó las piezas a un lado, encima de un viejo trapo. Luego recibió el paquete de galletitas y el bote de queso, porque tenía mucha hambre... Pero incluso con sus tripas rugiendo, primero se iba a asegurar de que la fecha de vencimiento no esté tan alejada de la fecha que había en su mente.

─ ¿Crees que yo te daría algo vencido? ─preguntó él con indignación.

─ Me diste dulces vencidos la semana pasada, me la pasé vomitando toda una tarde.

─ No creí que en menos de un año de apocalipsis, ya algunas cosas estén vencidas. ─murmuró.

─ Jamás lo olvidaré.

Alaska, una vez se dio cuenta de que todo era seguro, comenzó a colocarle queso a su galleta.

─ Estas cosas son radioactivas, o eso decía Nirvana.

Luego de unos segundos, ella le puso queso a otra galleta, y luego se la ofreció a Glenn, y aunque este último tenía hambre, decidió rechazarla. Prefería que Alaska comiera una galleta más, era una niña que no ha comido desde ayer, le afectaba más.

Sin embargo, para que no sea sospechoso, presiono el botón del bote de queso y apunto a su boca, llenándola de aquella crema amarilla, divirtiendo a la niña.

─ Glenn, ¿puedo preguntarte algo?

─ Si, claro. ─soltó, tragando el queso que se había puesto antes en al boca.

─ ¿Crees en Dios?

Glenn hizo una mueca de lado, poniéndose a pensar en qué responder. Se tomó unos segundos.

─ Nunca fui creyente, de hecho, la primera vez que rece, Brooklyn me vio.

─ ¿Deseaste que ella desapareciera? ─preguntó Alaska ─ Por lo visto te fue mal. ¡Ves! Por eso yo no creo en Dios, prefiero a Apolo. Dios hacía que su hijo convirtiera agua en vino, ¿por qué no hace que los caminantes desaparezcan y que las familias se unan?

─ Bueno, tal vez es un castigo divino por la maldad de los hombres ─soltó, frunciendo el ceño cuando cayó en cuenta que palabras salieron de su boca ─. Por cierto, ¿tu hermana fue siempre tan religiosa?

─ No. De hecho, decía que no podía ser religiosa si estaba estudiando medicina, porque ellos creen en la ciencia. Pero... Desde que murió mamá, ella comenzó a tener una biblia, y bueno, viviendo en la propiedad de Hershell Greene, supongo que su fe creció.

Ambos se quedaron callados. Alaska comía sin pensar en otra cosa, y Glenn pensaba en Brooklyn.

Trataba de no pensar en ella, porque no quería hacerse falsas ilusiones con algo que parecía ser un amor imposible.

─ ¿Aún no puedes armarla? ─preguntó Rhee, en un intento de no pensar más en la mayor de las chicas Miller.

─ No. Lo intenté, pero nada de nada. Creo que le faltan piezas.

─ Si, le falta la varilla eyectora. ─se encogió de hombros.

─ ¡¿Lo sabías?! ─chilló Alaska, mirándolo con los ojos muy abiertos.

─ Claro, solo te la di para que te olvidaras del hambre hasta que consigamos algo de comer.

─ Bueno, me entretuvo, pero también me frustró... aunque me conseguiste comida, así que no te asesinaré por la noche para poder cocinar tu carne y comerte.

─ Tendré mis ojos muy abiertos, eh.

─ ¿Eso es posible? ─se burló ella entre risillas, señalando los ojos rasgados del coreano.

Ella estuvo a punto de meter otra galleta a su boca, pero en ese preciso instante se dio cuenta de que no era la única que debía tener hambre. Brooklyn y Glenn tampoco habían comido. Así que dejo la mitad del paquete de galletas a un lado, al igual que el queso.

─ Ya me llene. ─balbuceó, aunque era mentira.

─ Eso es mentira. Los niños no deben mentir. Dios llora cuando los niños mienten.

─ Si eres el mensajero de Dios, dile que multiplique las galletas y el queso.

─ Diosito llora...

─ De todas formas estoy llena.

─ Come, Alaska. Nosotros tomamos agua, seguro igual que ahora, encontraremos más comida. ─señaló, auque sabía lo terca que podía ser la niña, así que decidió negociar ─ ¿Una tu y una yo?

─ ¿Te parece que una tú y una Brooke?

─ Mitad yo, mitad Brooke, y una entera tú.

─ Un cuarto para mí, y lo demás para ustedes dos.

─ Trato.

El coreano muy feliz sacó una galleta entera del paquete y la colocó sobre las manitas de la niña, que comenzó a verlo con confusión por las raras proporciones.

─ Esto no es un cuarto.

─ Claro que sí ─asintió, muy convencido de su lógica ─. Venían cuatro galletas en el paquete, una galleta es un cuarto.

─ Era un cuarto de la galleta, no un cuarto del paquete.

─ Yo nunca lo especifiqué. ─se encogió de hombros, victorioso por esto.

Alaska, a regañadientes, terminó de comer su parte.

─ ¿Seguiremos avanzando hoy?

─ Esperemos a que venga tu hermana, y avanzamos un tramo más ─comenzó a contarle ─. El invierno se acerca, tenemos que conseguir un lugar. No podremos estar dando vueltas por ahí con el frío de esta zona.

─ Así que tenemos un plan. ─asintió, mirando hacia el bosque para poder ver si su hermana mayor estaba cerca.

─ Y no te preocupes por Brooke.

─ No me preocupo por ella. ─mintió.

─ Son familia. Claro que te preocupas por ella ─señaló con una ligera sonrisa─. Mira, no intento darte todo hecho, porque ni yo mismo la entiendo, pero es humana, siente como tú y como yo. Solo debes tenerle paciencia.

─ Pero es como si yo hubiera hecho algo malo, y no lo hice.

─ Lo sé, lo sé. Pero tal vez ella solo está cansada.

─ ¿Cansada de mí?

─ No quise decir eso. Me refiero a ─pareció pensarlo por un segundo, mientras tomaba el bote de queso y ponía un poco en su dedo ─...agotada. Todos nos cansamos de no tener un lugar fijo para estar, de correr de un lado al otro.

Alaska asintió. No sabía qué decir ante eso. Ella quería mucho a Brooke, pero hay veces en que ella la hace sentir muy mal. Incluso por momentos pensaba que sería mejor que no la hubieran encontrado aquella noche en la granja.





















Brooklyn prefería pensar en sus clases de anatomía que en el hecho que actualmente solo está con las dos personas que menos esperaba: Glenn y Alaska. Es decir, tenía la esperanza de que pronto se encontraría con el resto del grupo y los días volverán a ser como antes, pero mientras, no quería distraerse en otras cosas.

Glenn Rhee no era santo de su devoción, incluso pensaba que él, en vez de tener sangre corriendo por sus venas, tenía positivismo y buenos deseos. Y no le gustaba eso, incluso le parecía molesto... Aunque de alguna manera, las ganas de seguir al coreano también la impulsaban a ella. Todo había cambiado desde la granja.

─ ¿Los caracoles muerden? ─preguntó Alaska, quien estaba con las manos estiradas de lado a lado, tratando de hacer equilibrio mientras caminaba por encima de un largo tronco caído.

Y aunque su tarea no era tan difícil, Glenn Rhee (que parecía tener un buen aura para con los niños), la estaba cuidando, caminando detrás de Alaska con los brazos abiertos, cuidando de que no se cayera, y que en caso de que lo hiciera, no cayera al suelo, sino a sus brazos.

─ Claro que tiene dientes. ─respondió él.

─ ¿Hay dentistas caracoles?

─ Sí, claro, deben de tener. También cocineros, estoy seguro.

─ Dejen de jugar, debemos avanzar antes que anochezca. ─advirtió Brooke, señalando a ambos y siguiendo con el camino, escuchándolos acelerar sus pasos segundos después.

Brooklyn cerró el broche de su chaqueta, empezaba a hacer frío. Y con eso, malos pensamientos. Aunque bueno, los malos pensamientos llegaron luego de que terminara de recordar los pares craneales.

Hace unas semanas se habían separado del grupo, y ella prefería pensar que es eso: una separación. Porque de otra forma, solo significaría que sus hermanos y su padre murieron, y no sabía si podía lidiar con eso.

─ Necesitamos buscar más ropa, a Alaska todo le estaba empezando a quedar chico, y Glenn, tu chaqueta está rota.

─ Si, además, que esta niña está estornudando por las noches. ─comenzó a decir, poniéndose de cuclillas para dejar que Alaska se subiera a su espalda, para así seguir avanzando por el denso bosque.

─ ¡Eso no es cierto!

─ Le dije que no estuviera bajo la lluvia, no me hizo caso. ─regaño Brooke.

Ella caminaba mientras revisaba un mapa. Se supone que es uno de la zona, solo que gracias a las lluvias, la mitad del papel estaba mojado, haciendo difícil su lectura. Afortunadamente, existen zonas muy buenas y visibles. De hecho, el plan actual era dirigirse hacia aquella parte donde convergen varios pequeños pueblos.

Ahí debe haber casas. Si hay personas vivas, y lograron salvar su hogar, podrían pedir refugio, al menos por el invierno próximo.

─ Alaska, baja de Glenn. Debe estar agotado. ─le ordenó, cuando recordó que el coreano había dormido apenas dos horas.

─ No te preocupes, Allie, quédate en mí. Eres mi caparazón. ─le aseguró Glenn, haciendo una voz graciosa que animó a Alaska de inmediato.

Brooklyn estuvo a punto de regañarlos a ambos, sin embargo, gruñidos de caminantes comenzaron a escucharse, además, para sumarse a su mala suerte, nubes negras comenzaron a formarse en el cielo. Un minuto más tarde, comenzó a llover.

Glenn acomodó a Alaska en su espalda. La pequeña rubia tenía sus brazos enganchados alrededor del cuello del coreano, facilitándole el trabajo de correr y evitando caerse.

Esta vez, Brooke no podía estar enojada porque él mimara a su hermana. Había comenzado a llover muy fuerte. Las nubes negras habían incrementado en un segundo, y las gruesas gotas caían sin control sobre sus rostros.

Tenían que encontrar un refugio cercano. El bosque no era seguro, como descubrieron el último día de lluvia cuando un caminante los atacó. Su piel viscosa y resbaladiza por el agua dificultó matarlo con el cuchillo, y balas no tenían.

─ ¡Sólo veo árboles! ─gritó Glenn, apenas audible bajo la lluvia.

─ ¡No hay nada! ─respondió Brooke, mirando desesperada a su alrededor, esperando que el grupo de caminantes que habían visto hace media hora se alejara debido al ruido de la lluvia.

Tenía la piel de gallina y el ruido de las gotas contra su chaqueta la ponía nerviosa.

─ Mierda. ─soltó, aunque dudaba de que Rhee la escuchara.

De pronto, su temor se hizo realidad cuando vio a los primeros caminantes acercarse. Aún estaban a unos metros, tratando de pasar por los árboles, pero ya estaban ahí.

Sin lugar a donde ir, sin balas y con los cuchillos inútiles bajo este clima, sus opciones actuales no eran muy buenas.

─ ¡Brooklyn! ─escuchó gritar a Glenn.

Giró para verlo, observando cómo desviaba su camino y corría hacia la derecha. Había visto algo y ella no iba a cuestionarlo.

Lo siguió y casi sonrió al darse cuenta de que había encontrado una casa en medio del bosque. Glenn entró y ella lo siguió. Cuando ambos estuvieron dentro, Glenn dejó a Alaska en el suelo y cerró la puerta.

La niña estaba asustada y toda empapada. Se abrazó a sí misma y temblaba en su sitio, esperando a que los dos mayores le indicaran qué hacer.

─ Estaremos bien. La lluvia se va a detener, podemos descansar un poco.

─ Está bien, pero primero registremos la casa.

Glenn asintió, sacando su cuchillo y dirigiéndose hacia la segunda planta. Mientras tanto, Brooke se quedó abajo, avanzando hacia la cocina, desde donde podía ver el exterior a través de la ventana, viendo cómo las gotas se deslizaban por el cristal.

Nunca le habían gustado los días de lluvia.





















Glenn bajo las escaleras, había dejado a Alaska durmiendo en una de las habitaciones de arriba. La niña estaba tan cansada que merecía un poco de reposo.

Ella se quedó dormida apenas su cabeza tocó la almohada, sumergiéndose en un sueño profundo luego de un agotador día. Así que una vez el coreano se dio cuenta de que la menor estaba segura, él fue hacia la cocina, quitándose la chaqueta y la camiseta, intercambiándolas por prendas secas que había encontrado en la casa.

─ Ya pasó una hora y la lluvia no para. ─anunció Brooke desde la cocina, ofreciéndole a Glenn una botella de agua que él aceptó gustoso, bebiendo de inmediato.

─ Bueno, ya sacamos los cuerpos y nos vimos que este lugar es seguro ─murmuró Glenn ─. Vi una chimenea, podemos intentar encenderla y así quedarnos un tiempo aquí.

─ Esperemos que anochezca un poco.

Glenn se apoyó en el marco de la puerta, observando a Brooke con detenimiento. Sin embargo, ella continuó con sus tareas, verificando las latas de comida para asegurarse de que estuvieran en buen estado, y acomodándolas en un rincón, calculando cuánto tiempo les podrían durar.

─ Al menos hay comida. ─comentó Brooke.

─ Podemos pasar una noche aquí. O un día o dos. Hace tiempo que ninguno de los dos dormimos bien", agregó.

─ Si Alaska supiera usar cuchillos, diría que al menos vigile. ─murmuró para sí misma.

─ Brooke, déjala ─la detuvo Glenn ─ Ella es una niña, y no sé qué te ha pasado, pero parece que estás enojada con tu hermana.

La relación entre Brooke y Glenn era un enigma para muchos. Aunque nunca se habían llevado del todo bien, Glenn había sido un apoyo invaluable para Brooke en momentos difíciles, especialmente en la farmacia, donde comenzaron a estrechar lazos. Sin embargo, ahora ambos temían explorar qué significaba esa conexión y qué implicaba para su futuro.

─ Ella es una niña, y está cansada. Tampoco ha comido bien hoy.

─ No hay tiempo para ser niños. Ella ya no lo es, y no lo será. ─sentenció Brooke, dejando las latas a un lado y dirigiéndose hacia la sala, donde se dejó caer en un viejo sofá.

─ ¡Que ella no te escuche! ─exclamó Glenn alarmado ─. Sí, es una niña. Tal vez el mundo cambió, pero no ella. Aún tiene esa esencia inocente que tienen todos los niños.

─ Deben empezar a entenderlo ─insistió Brooke ─. Entender que ya no somos niños, que somos sobrevivientes, como todos nosotros. Que ya no hay tiempo para jugar, que deben cambiar los juegos por armas y aprender a protegerse.

─ Estarás frustrada y cansada, lo entiendo...

Glenn se acercó a la ventana junto a la puerta principal, buscando siempre la manera de evitar conflictos, de comprender a los demás.

─ Siempre lo he pensado. Por eso nunca le dije nada a Leo cuando le enseñaba a usar el arma a Alaska. ─confesó Brooke.

─ Parece que solo te llevas bien con Nirvana. ─señaló Glenn.

─ No. Simplemente quiero enseñarle a mi hermana menor a sobrevivir en este mundo.

─ No lo lograrás de esa forma. Sólo conseguirás que eventualmente se aleje de ti. ─advirtió Glenn.

Glenn estuvo a punto de decir algo más, pero en un abrir y cerrar de ojos, todo el vidrio de la ventana se rompió cuando una gran rama de árbol se estrelló contra él, haciéndolo caer de espaldas.

Brooke corrió rápidamente hacia él, tirándose al suelo para ver cómo estaba.

─ Dios mío. ─murmuró Brooke, observando la ventana con preocupación mientras el viento comenzaba a soplar con fuerza, arrastrando los objetos que estaban afuera.

Después de ayudar a Glenn a levantarse, Brooke notó la herida en su brazo, causada por un trozo de cristal que lo rozó, dejando un largo corte.

─ Tenemos que curarte. ─dijo Brooke con urgencia.

─ Tenemos que ir por Alaska ─sentenció Glenn, poniendo una mano sobre la herida y dirigiéndose hacia la segunda planta ─. Debemos sellar las puertas. Vi clavos y herramientas en la parte trasera. Y si eso no funciona, abajo hay un sótano".

Brooke asintió, un poco confundida por su prioridad inmediata después de lastimarse, pero siguió sus indicaciones. Cuando llegaron arriba, encontraron a Alaska despierta (todo lo contrario a cómo dijo Glenn que la dejó). La niña estaba concentrada frente a una pila de álbumes fotográficos.

Allie no podía dormir. Se sentía rara al pensar que antes aquí había una persona, y que no era cualquiera. Era una niña con una edad similar a la de ella...cosa que se pudo dar cuenta por qué cuando limpiaron la casa, notó cómo un cuerpo de caminante era mucho más pequeño que el resto. Incluso tenía un vestido rosado puesto.

Así que al no poder conciliar el suelo en esa cama, se entretuvo con algunas fotografías que encontró.

─ ¿Estás bien? ─preguntó, preocupada al ver la herida de Glenn mientras este último entraba a la habitación ─. Escuché un ruido afuera, pero no pensé que te habías hecho daño.

─ Estoy bien ─aseguró Glenn ─. Pero necesitamos tu ayuda para hacer de este lugar un refugio seguro para pasar la noche, ¿de acuerdo?

Brooke se acercó a lo que Alaska había estado haciendo. Había ordenado las fotografías en el suelo, tratando de organizarlas cronológicamente para reconstruir la historia de las personas que antes vivían allí, descubrimiento que los llevó a encontrar sus cuerpos.

─ ¿En qué puedo ayudar? ─preguntó Alaska.

Brooke recogió rápidamente las fotografías y los álbumes y los arrojó por la ventana, ignorando las protestas de Glenn.

─ ¡Deja de perder el tiempo! ─le gritó ─. Esas personas ya no son personas. No tienen humanidad, están muertos. Son caminantes. No los humanices.

─ ¡Eres mala! ─le respondió Alaska, mientras salía corriendo de la habitación.

─ ¡Alaska! ¡Ven aquí!

─ Brooke, déjala. Ella no hizo nada malo. ─intervino Glenn, tratando de calmar las aguas.

─ Ella debe aprender cómo es el mundo ahora ─afirmó Brooke con determinación ─. Debe aprender a sobrevivir, y si tengo que ser una mala persona para que lo aprenda, lo seré.

─ Estás frustrada y cansada, lo entiendo...pero debes recordar que ella tiene nueve años...

─ Diez ─corrigió ─. Y no es tiempo de ser niños.

Al salir de esa habitación, Alaska avanzó con paso firme, bajando las escaleras lo más rápido que podía.

No encontraba justo lo que estaba sucediendo. Sabía que ahora aquellos no eran personas, sino caminantes, pero en algún momento estuvieron vivos, con emociones y recuerdos. Ahora, estaban ocupando su hogar como refugio, y solo quería rendirles un pequeño tributo por eso.

No estaba haciendo nada malo.

¿O sí?

Al llegar abajo, las lágrimas resbalaban por sus mejillas. No comprendía por qué su hermana la trataba así; ella no estaba haciendo nada malo, y su hermana era la única persona que le quedaba, la única de su familia que seguía viva, al menos hasta donde ella sabía.

Se sentía terrible por eso.

Se dejó caer en uno de los viejos sofás de la casa, encogiendo sus piernas y abrazándolas mientras miraba por la ventana.

Una tormenta se avecinaba, era evidente. Y no tenía a Leo a su lado, solo a una molesta hermana mayor que parecía la encarnación misma del demonio. Aunque creía que eso sería una ofensa para el señor demonio, aunque él debía saber a qué se refería.

─ ¿Me ayudas? ─preguntó Glenn, sentándose a su lado y señalando una venda ─. Solo hazle un nudo fuerte.

Alaska no entendía por qué le pedía eso, pero de todas formas tomó cada extremo de la venda y les hizo un nudo, como si estuviera atando unos zapatos. Le fue preguntando a Glenn hasta que él dio su aprobación. Entonces se detuvo y volvió a su posición anterior.

─ Ella no quiere ser mala.

─ No la defiendas.

─ No la defiendo. De hecho, tú la debes conocer mejor que yo.

─ La conozco desde que nací, pero te juro que no era así. No sé cómo estás enamorado de ella.

Aquello lo había dicho sin pensar, pero fue suficiente para que Glenn se atragantara con su propia saliva. La verdad es que para Alaska era algo evidente. Es decir, el coreano era bueno con todos, no cambiaba su personalidad para tratar con alguien, excepto con Brooke.

Con ella, Glenn tenía cara de borrego a medio morir.

─ ¿Yo? No. Creo que estás loca.

─ Sí, cómo no. ─Alaska rodó los ojos, y más porque vio a la nombrada bajar las escaleras.

─ Ponte tu chaqueta. Debemos salir a sellar las puertas y ventanas, efectivamente, es una tormenta.

Brooke ya tenía en sus manos un martillo y una cajita con lo que parecían ser clavos. Sin decir nada, Alaska se levantó, se puso su abrigo y salió tras ella y Glenn.

Al llegar afuera, la lluvia comenzó a empaparlos, y el ruido de los árboles chocando sus ramas entre sí la ponía muy nerviosa. Sin embargo, apoyó todo su peso contra la puerta, al igual que Brooke, para que Glenn pudiera martillar tranquilo.

─ Pensé que esto se detendría pronto. ─balbuceó Alaska, mientras se movían hacia la ventana del lado para sellarla igualmente.

─ Estaremos contigo ─aseguró Glenn ─. ¿Verdad, Brooke?

─ Ajá. ─fue lo único que dijo la chica.

Alaska dejó lo que estaba haciendo, se colocó la capucha de su chaqueta y se metió en la casa. Se dirigió a un armario y se encerró dentro. Abrazó sus piernas y comenzó a llorar.

Se suponía que era la única familia que le quedaba.

¿Por qué su hermana estaba siendo tan mala con ella?

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