Hear the Sea
Presenciaban los últimos días de vacaciones de verano, el haberse mostrado desde los primeros días molestos por haber sido excluidos hasta aquella parte del país ahora los ponía a reír con vergüenza de su propio comportamiento.
Durante poco más de tres semanas fueron capaces de formar un profundo lazo que sobrepasó la amistad una calurosa noche en que desde la cima de la enorme rueda de la fortuna confesaron sus verdaderos sentimientos mutuos, primerizos y llenos de honestidad.
No les había hecho falta el tiempo para llegar a conocerse a profundidad, pudieron comprenderse casi a la perfección, era como si el simple hecho de mirarse a los ojos los hiciera darse cuenta lo que cruzaba por sus cabezas.
Y tal vez había sido la mágica temporada la que los había hecho caer, quizás fue lo inestable de sus inexpertos sentimientos o fue realmente la conexión que estaba destinada a ser.
Tratándose del último día del verano ambos chicos decidieron poner en marcha el plan que habían estado deseando realizar desde que pisaron aquel sitio, pero por cuestiones externas a ellos jamás habían podido llevarlo a cabo. Y una despedida parecía ser la situación perfecta para hacer la actividad.
Habían quedado de juntarse después de las seis de la tarde para caminar juntos desde el muelle principal y rodeando toda la orilla hasta la laguna que desembocaba en el mar. Y con pulcra puntualidad el más alto encontró a su enamorado debajo del muelle, recargando su espalda sobre uno de los gruesos postes de madera, perfectamente vestido y con la mirada baja observando la pantalla de su celular con esa peculiar mueca; el labio inferior ligeramente más abultado que el superior y el ceño ligeramente fruncido.
El menor caminó con prisa, pero sin dejar que la ansiedad lo carcomiera, se reunió finalmente con el mayor y lo saludó con una sonrisa de por medio —Hola, JunMyeon.
El mencionado elevó la mirada apenas un par de milímetros y sus ojos pudieron captar la brillante imagen del menor, se enderezó y se posicionó frente a él para rodear su torso en un fuerte abrazo, apretando su cuerpo por debajo de sus brazos —Hola, SeHun.
SeHun rodeó sus hombros por encima y separándose de él, observó sus ojos encantado con la atractiva imagen ofrecida, sujetó su mano entre la suya y decidieron partir.
En medio de una amena caminata sobre la arena, sus pies descalzos se llenaron de fina arena, los últimos rayos de sol bañaban sus perfiles dándoles un adorable aspecto. La apariencia externa y las facciones físicas de ambos chicos les conferían el bien atinado título de chicos apuestos.
Caminaron poco más de quince minutos por el borde de la bahía que lentamente dejaba de solo albergar arena y se incorporaba al camino pasto de largas hojas de un color sepia, se pusieron los zapatos cuando la vegetación empezó a ser verde y la arena se convirtió en lodo. Llegaron entonces hasta una franja de tierra que dividía la laguna de cristalina agua turquesa del mar de azul intenso.
SeHun soltó la mano de JunMyeon y se acercó hasta la orilla más cercana a la laguna para meter la mano en el agua, estaba fría y se sentía fresca. Todo el verano había hecho un horrible calor y ese lugar parecía el más indicado para refrescarse.
Con el sol ocultándose por el borde más lejano del mar ambos decidieron despojarse de todas sus prendas y sumergirse en el manto acuífero. Rodeados de un extenso pastizal y enormes helechos tenían la seguridad de que no iban a ser molestados en todo el tiempo que estuvieran ahí. Los dos nadaron para divertirse, de extremo a extremo, sumergiendo sus cuerpos por completo, aprovechando de la propiedad dulce del agua, la sensación de tener el cuerpo sumergido en un agua tan pura los relajó por completo. El agua de la laguna era de un tono tan hermoso que podían ver las rocas al fondo, sin ningún tipo de fauna pudieron estar seguros de que no estaban disturbando ningún tipo de vida.
La actividad recreativa se extendió hasta que la luz amarilla del ambiente fue sustituida por la patinada luminiscencia lunar, las miles de estrellas adornaron el manto y las luciérnagas del prado empezaron a revolotear por los alrededores.
Decidieron que era tiempo de regresar a tierra firme, se pusieron la ropa de nuevo y se sentaron sobre la arena de la franja de tierra que daba hacia el mar, aquel sitio podía considerarse peligroso por la insospechada profundidad que las aguas alcanzaban en esa zona, el profundo y abismal negro del mar se los advirtió.
—Voy a extrañar todo esto— mencionó JunMyeon con la mirada fija en el horizonte, viendo como las olas se alzaban y se desvanecían en espuma, el sonido tranquilizante de la marea lo hizo empezar a tararear una melodía dulce.
—Siempre podemos regresar— añadió SeHun con las piernas cruzadas en un moño, alejando sus pies ya secos de la orilla del mar —¿No?
—Por supuesto— asintió JunMyeon cerrando los ojos, haciendo un recuento de todos los días pasados. Había pasado innumerables momentos de diversión al lado del menor, su verano se resumía en una sola palabra y magia era lo que describía todas sus vacaciones de principio a fin, se sentía dichoso de haber conocido a la persona perfecta que hiciera de sus días mucho más disfrutables.
—¿En qué estás pensando? — preguntó el de menor edad con curiosidad, sus mejillas estaban rojas de haberse expuesto al sol toda la tarde y de haber nadado sin cesar parte de la noche.
—En todo— sonrió, dirigiendo la mirada hasta el de mayor altura. SeHun frunció los labios confundido, pero casi de inmediato sonrió.
En medio de un tierno e inocente beso, se despidieron del verano en su última noche juntos, con el sonido de las olas chocar en la bahía amenizando. No sabían qué les deparaba el futuro, pero estaban felices de haber podido coincidir en ese momento y tiempo.
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