I. Mission Gone Wrong
Summary. Yaga está seguro que una misión entre estos dos va a salir mal al final incluso si tienen éxito.
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Pertenece a @Pinata09_ en X/Twitter.
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Yaga tuvo una migraña instantánea en cuanto vio el par de nombres en la recomendación de la misión.
Reflexionó seriamente si debía de esperar a Getou Suguru para suplantar al otro hechicero de grado especial a cargo, antes de descartar la idea. Suguru había tenido días apretados con regularidad en los últimos días, el muchacho merecía un descanso. Así que el profesor decidió que él mismo podía soportar el estrés que despertaba el otro lado del Yin.
Pero cuando Gojo atravesó la puerta y entró a su oficina con una sonrisa petulante, seguido de una mirada de ojos duros por parte de la senpai del muchacho, Yaga pensó que era más fácil que fuera él en persona a la misión en lugar de mandar a estos dos juntos. Se había jurado así mismo que la última misión en pareja de Gojo y Utahime era sin duda eso: la última.
Pensó que tras el lastre que estos dos habían acumulado hasta ahora alguien entre los ancianos tendría algo de sentido común y no volvería a sugerirlos como un dúo accesible en una misión.
No ignoraba el hecho de que los ancianos de Jujutsu estaban evaluando el tipo de relación y lealtad que tenían los dos hechiceros. El desprecio hacia la irreverencia y rebelión de Gojo no era nada nuevo, y estaba lejos de disminuir. A los ojos de todos no era un líder confiable y seguramente iba a ser un jefe de clan terrible, pero era osado y poderoso, y si él decidía tomar el poder que Utahime prometía con su propia técnica ritual, el mundo temblaría y se partiría en ínfimos pedazos ante cada despliegue de poder y capricho del único Seis Ojos en más de 400 años. Probaban la lealtad de Utahime y evaluaban si valía la pena mantenerla con vida, o en dado caso deberían amarrarla con cuanta cadena y voto vinculante pudieran o tramar su próximo asesinato.
El desdén de Utahime en todo lo que se refería a Gojo Satoru, para nada impresionada por su poderío de energía maldita y arrogancia, hacía que cada anciano suspirara de alivio y arrogancia en su asiento, pensando que la pequeña Iori estaba totalmente a merced de sus tradiciones y costumbres, una fe ciega en sus superiores.
Yaga vio a la joven hechicera sentándose de manera remilgada en el taburete frente al escritorio, dando una leve reverencia de respeto hacia su profesor. Luego lanzó una mirada arrugada a Gojo cuando se sentó despatarrado, con las piernas abiertas, lanzando un bostezo desvergonzado y exagerado. Ella le dio una palmada en la rodilla y él solo se enderezó con un gesto tan dramático que estaba lejos por verse respetuoso o sincero, y luego mostró sus afilados dientes en una sonrisa cargada de mofa.
El dolor de cabeza solo se acrecentaba mediante los veía. Los ancianos habían perdido la visión sino podían ver el fuego de rebelión en Utahime, uno distinto a las exhorbitantes muestras de lucha de Gojo, pero no por ello menos abrazador. No era algo que a Yaga le preocupaba, tal vez era lo que Satoru necesitaría en el futuro.
Con su fuerza, podría abrirse paso con toda la crueldad y violencia que podía albergar en sus músculos bendecidos de energía maldita. Pero un corazón y una mente bien cimentados en el futuro y en sus convicciones se volverían compañeros leales y necesarios.
Suspiró y empezó a decir las características de la misión. La bien entendida de Utahime asentía y anotaba un par de detalles en una libreta, Gojo por otro lado, estaba viendo el celular y se estaba riendo sin prestar atención realmente sin mostrar ni un ápice de culpa por su irreverencia. Yaga sintió que se le iba a explotar una aneurisma.
No tenía que ver siquiera con que estos dos siempre colisionaban en discusiones avivadas por la descortesía y falta de tacto de Satoru cada vez que se cruzaban. Aquello, extraordinariamente, no interrumpía el resultado de la misión ni ponía en riesgo la integridad de los no hechiceros o los gerentes o de ellos mismos, como había sucedido en algunos casos en que Suguru y Satoru habían ido juntos. Cuando esos dos últimos se juntaban, el sentido de competencia y las bromas alcanzaban escalas peligrosas y letales. Una vez Getou había regreso con un brazo roto y Gojo con un ojo morado y patojo, toda la zona de exorcismo dejada atrás era como si una bomba atómica hubiera azotado a su objetivo, y los dos idiotas volvían riéndose como si hubieran entrado a un concurso de pedos y eructos. Yaga sabía que no los mató en el acto solo porque al solo entrar en el campo de Tengen-sama, Getou se desmayó por la pérdida de sangre y Gojo le siguió no sin antes reírse como una foca con retraso diciendo que había ganado.
Eso no sucedía con Utahime. Ya sea porque Gojo era lo suficiente consciente como para no perder el juicio de su fuerza con ella presente, o porque sus peleas nunca alcanzaban tales escalas de despliegues de poder. Utahime no competía con la fuerza de Gojo y Gojo no intentaba someter a Utahime con su energía mortal natural. Dicho margen de convivencia era una barrera que naturalmente ninguno tenía interés de cruzar o demostrar al otro. El conflicto de ellos siempre se inclinaba a otro tipo de índole que aunque la misión se completara con éxito, siempre había algo que salía mal.
No era nada que pusiera en peligro mortal a alguno de ellos o en tela de duda la lealtad de Utahime. Pero siempre era algo que le subía la presión a su profesor y le entraban ganas de colgarlos a ambos hasta que se comportaran; lo sentía un poco por Utahime, ella siempre había sido su favorita, pero se volvía una total amenaza cuando algo involucraba a Gojo Satoru en la ecuación. Siempre que ella tenía problemas con la autoridad o la sistemática de una misión, el nombre del heredero Gojo aparecía en kanjis enormes de color rojo, escritos con furia y frustración.
Le bastó dos incursiones a Utahime para que ella dejara de poner empeño en las misiones donde era emparejada con Gojo. El tipo terminaba haciéndolo todo por su cuenta, saltando y riendo, de alguna manera presumiendo todo su poder, fuerza y habilidad mientras Utahime ponía el velo y se aseguraba de que no hubiera civiles Érica que podrían terminar involucrados. A veces ella le gritaba que tuviera cuidado, pero la misión terminaba pronto y con éxito. Luego, Gojo la arrastraba a una ciudad cercana y empezaban a comer cualquier golosina que se le pasara enfrente.
La primera vez que escucho el informe del gerente no le había creído la mitad, ese donde decía que Utahime terminaba cediendo, disfrutando de las salidas y retrasando también el regreso a la escuela mientras arrastraba a Gojo a un matsuri de turno o Gojo la empujaba a un restaurante de comida rápida o antigua. Utahime casi siempre volvía con recuerdos que repartía a los gerentes, sus compañeros de clase e incluso sus profesores. Yaga tenía a Ebisu impreso en una taza en el escritorio, presente de la chica, hasta hace un tiempo después se dio cuenta que el objeto había sido comprado con el dinero viejo de Gojo.
Siempre pensó que Utahime era de la clase de alumnos que cumplía las normas al pie de la letra, en especial con lo estricto que había sido el templo de donde provenía.
El señor Iori era un sacerdote que caminaba con un bastón y estaba medio ciego, pero era alto e intimidante, e imponía su presencia. Utahime siempre se había esforzado por manifestar la misma presencia de solemnidad y control. Que ella consintiera y gozara de esas escapadas con Gojo lo desconcertaba, pero nuevamente, no era un peligro real. Gojo siempre estaba con lanzas apuntando a su cuello y Utahime había sido demasiado reprimida en su infancia, era de lejos la mejor influencia, pero la libertad de Gojo equilibraba la falta de ella en Utahime.
Cuando actuaban así le recordaba lo jóvenes que eran ellos y como su vida podría terminar en un suspiro abrupto. Le irritaba el retraso, pero podía vivir desviando la mirada de los informes siempre y cuando se mantuvieran seguros, y Gojo se asegurase que Utahime volviese en una pieza y a salvo.
Un retraso en la misión. Si tan solo fuera eso lo que tuviera que preocuparse.
En los días realmente malos, uno de ellos era afectado por la técnica de una maldición, la misión completa, pero no sin daño colaterales. Todavía recordaba cómo Gojo había atormentado al conejito de indias de pelo morado oscuro en el que se había convertido Utahime cuando Gojo activó el Infinito y la técnica le rebotó a ella. La lanzaba al aire, la apretaba con una mano, le intenta de dar comida cuestionable para su estado en el cuerpo de animal, tomaba miles y miles de fotografías mientras se reía como si hubiera perdido el juicio. Utahime solo chillaba como si la estuviera matando, le mordía la mano, le rasguñaba la cara y mordisqueaba todo a su paso con puro resentimiento. Cuando ella volvió en sí, ella calentó el agua del baño de los niños con temperaturas alarmantes y se cayó al suelo carcajeándose cuando escuchó el grito de Gojo, y luego lo vio salir todo rojo como una langosta. Lo disimulaba bien, pero Utahime podía ser igual de mezquina que él.
Y cuando Utahime volvió con un caracol en una palma y la ropa del hechicero de grado especial en la otra mano, Yaga casi se desmayó de la cólera si no fuera porque Utahime estaba con una cara brillante como si se hubiera ganado la lotería. Debió haber dudado de ella cuando se ofreció para cuidar de Gojo hasta que el efecto pasara. Pero no pensó mucho en ello, intentando digerir alguna excusa para ocultar que el heredero Gojo se había convertido en una babosa por tiempo indefinido. Utahime había tomado fotografías del estado penoso de Gojo, se burlaba de él, a veces lo dejaba atrás y veía lo lento que se movía, lo pinchaba y lo levantaba, lo dejaba en el agua y lo veía retorcerse mientras se reía, un deleite malévolo de poder cobrárselas todas de una vez.
Cuando Gojo volvió en sí, la escuela tuvo que reponer todas y cada una de las ventanas, porque Gojo había levantado a Utahime con su Infinito hasta la máxima altura que él manejaba y la hacía girar en el aire. Sus gritos amplificados haciendo añicos toda el área circundante, algunos alumnos y auxiliares desmayados en el piso, convulsionando por la resonancia de la voz de horror de Utahime.
Y ni hablar cuando los dos habían traído una maldición «adorable» con apariencia de felino alado que ninguno de los dos quería exorcizar y habían tratado de convencer a Getou que la conservara. De alguna manera, las misiones donde ambos terminaban de acuerdo de algo eran las peores, porque nunca antes había visto lo peligroso que era Gojo cuando en lugar de frenarlo, Utahime lo animaba, el mocoso era imparable.
Así que con la promesa de un posible derrame cerebral o un paro cardíaco por la presión alta, el director Yaga los despidió esperando que la misión resultara con alguna tontería menor donde Gojo presumiera sus poderes o Utahime fingiera darle una empuje mientras balbuceaba un canto inútil, o donde Gojo levantara a Utahime y le mostrara desde un mejor ángulo la potencia de su poder. Cosas pequeñas y tontas, dignas de un par de adolescentes tontos y despreocupados.
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Se había encontrado con Getou Suguru en la entrada y luego le había invitado un jugo de naranja para disminuir el sabor de la maldiciones mientras caminaban para la oficina a recibir el informe cuando Utahime se cruzó en su periferia. Venía sola y caminaba con una amplia sonrisa, de inmediato sintió que las alarmas de activaban y empezó a buscar al mocoso de pelo blanco por puro nervio de su corazón. Getou a su lado no sintió ningún peligro y levantó la mano para saludar a su senpai.
Utahime se fijó en ellos y sus ojos se entrecerraron como medias lunas con una sorna nada propia de la chica, una sonrisa lobuna que anunciaba problemas, como el gato de Chechire enrollando su cola en su presa. Corrió hacia ellos con las manos en el aire.
"¡Profe! ¡Suguru!", exclamó con una alegría desbordante.
Apenas tuvieron un momento de reaccionar ante la forma inusual de Utahime de nombrarlos, antes de que ella les diera un efusivo abrazo, parecía tener dificultades para abarcarlos a ambos con sus delgados brazos, pero esta era Utahime, la confiable senpai, así que Getou le dio una palmada en el hombro a modo de saludo, un poco incómodo por la bienvenida extraña.
Utahime se liberó de ellos, sus ojos castaños brillaban con travesura y deleite, y algo se retorció dentro de Yaga porque no se miraba como Utahime, más bien se sentía como-
"¡Voy a casarme con Satoru-kun!", ambos hombres se congelaron en acto, mirando a Utahime con horror. "¡Estoy tan feliz que Satoru-kun me acepte! ¡Me convertiré en la señora Gojo!".
Yaga tosió al estarse ahogando con su propia saliva de la incredulidad. Sus oídos sin duda jugándole la broma más espantosa que hubiera escuchado en su vida.
Utahime parecía realmente encantada por gritarlo, ella siguió parloteando sobre la gracia y el orgullo de portar el nombre de una familia tan antigua y venerada como la de Gojo y por supuesto, el honor de ser la única esposa del maravillosos Seis Ojos nacido en 400 años. Estaba extenuaste y exclamaba agradecimientos, sin embargo, tenía un brillo malicioso en el borde de sus ojos que no concordaba del todo con sus palabras.
Getou la detuvo de los hombros y le tomó la temperatura con una mano, había una sonrisa suave en su semblante y un pequeño ceño fruncido de preocupación en las esquinas de sus cejas.
"¿Estás borracha, senpai? ¿Necesitas que te lleve con Shoko?", el chico realmente creía que su senpai tenía zafado un tornillo y estaba seguro que su amigo era el responsable del estado actual de locura de Utahime.
"¿Dónde está Satoru?", se unió su profesor, con la expresión amarga y arremangándose la camisa, si Gojo tenía algo que ver el trastorno de Utahime le iba a sacar la verdad a puñetazos.
Utahime abrió la boca sin intimidarse, pero un chillido para nada femenino, pero todavía chirriante, interrumpió sus palabras. Corriendo por el pasillo, con Shoko levantada como un saco de papas sobre su hombro, el susodicho de grado especial entraba con una expresión de terror puro. Yaga y Getou se detuvieron a mirarlo con curiosidad y un poco de nerviosismo, pues nunca habían visto tal expresión en el albino.
"¡GOJO!", Gojo gritó, tomando del hombro a Utahime y bajando a Shoko, luego sacudió a la chica de coletas. "¡CIERRA LA BOCA, MALDITO!".
Mientras ellos dos seguían discutiendo, Yaga le lanzó una mirada a Shoko que era la única que no parecía congelada por el intercambio. Ella captó la mirada ansiosa de su compañero de clase y su profesor y se encogió de hombros.
"Han cambiado de cuerpos", explicó como si fuera lo más normal.
"Ah, eso", como si eso fuera suficiente para entender la rareza frente a él, toda la preocupación de Suguru se desvaneció, sonriendo como si todo esto fuera una broma.
Yaga no estaba para nada divertido y la migraña lo azoto de regreso.
"¡Explícate, Satoru!", grito el profesor, sosteniendo por el cuello a Gojo y levantándolo en el aire.
Solo que Gojo no estaba en su cuerpo, si no que estaba Utahime, quien aterrada por la expresión de su maestro, empezó a retorcerse, disculpándose al borde del llanto mientras intentaba mantener los lentes en su lugar.
Yaga nunca había sentido pena por Gojo, pero mirando el estado de colapso que Utahime estaba teniendo en su cuerpo, decidió bajarlo con cuidado mientras ella trataba de explicarse y evitar a la vez tener un ataque de hipo.
Utahime, es decir, Gojo en el cuerpo de Utahime, ladeó la cabeza en su dirección con una expresión para nada impresionada y un poco aburrida. "Cielos, contrólate, Utahime. Vas a hacer que tenga un paro cardíaco con tu histeria".
Yaga tuvo el impulso ahora de alzar a Utahime en el aire, pero cuando quizo hacerlo solo pudo ver a su pequeña alumna que se esforzaba siempre cada día y le saludaba con respeto y admiración, y se limitó a lanzarle una mirada cansada a quien estaba seguro que era Gojo, quien correspondió encogiéndose de hombros y riéndose. Si, definitivamente era Satoru.
"Por eso deberías casarte conmigo, me aseguraré de mantenerte a salvo de tus nervios. Además que la histeria no es atractiva, pero lo soportaré. ¿No soy el mejor?".
Gojo, bueno, Utahime en su cuerpo, giró la cabeza hacia donde estaba el espíritu de Satoru y le lanzó una mirada odiosa que podría haber atravesado a cualquiera, pero luego sus ojos se humedecieron y empezó a temblar. "¡Gojo, ya basta! ¡Arreglemos esto!", sollozo la chica en el cuerpo del albino, apretándose los ojos con furia.
Gojo intentó quitarle las manos de la cara, diciendo que debía de tratar sus ojos con mayor cuidado y amabilidad, pero Utahime estaba teniendo una crisis donde temblaba y hiperventilaba. Shoko le puso la mano en la espalda con una expresión plana, de seguro le resultaba extraño consolar a su amiga en el cuerpo de su molesto amigo pálido, o tal vez estaba evitando reírse a carcajadas de esto y no hacer sentir peor a Utahime.
"¿Al menos la misión salió bien?", preguntó Getou con una sonrisa lobuna y bastante despreocupada, captando la atención de su amigo en el cuerpo de su senpai.
Gojo levantó el dedo pulgar, todavía con una mano intentando evitar que Utahime se sacara uno de los preciados Seis Ojos del clan Gojo.
"¡La misión fue un total éxito!".
Yaga entrecerró los ojos viendo el desastre en que ambos estaban convertido. Con Gojo opinando que el cuerpo de Utahime era tan pequeño y enclenque que no entendía como ella podía estar viva, si incluso sus canicas Kaguya pesaban en sus brazos. Y con Utahime calmando su llanto diciendo que sentía que la cabeza le iba a explotar si seguía recibiendo señales sensoriales por todas partes y que los ojos le ardían demasiado.
Un completo éxito mi trasero.
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Al principio iba a escribir algo trágico y dramático de esto, pero no tenía la idea fija y pues para alrededor de cuando todavía estaba tanteando sobre que escribir, ocurrieron los eventos del infame 261 y lo único que mi alma quería eran tonterías y fluff GojoHime 🥹💜. Así que me decidí a escribir esto a raíz de una lluvia de ideas de las ilustraciones de Pinata09.
Esperemos que en las próximas entradas haya más cosas románticas GojoHime. Hehe 🤭. ¡Gracias por acompañarme en esta semana Gouta para nuestro querido barco! 💜
Por cierto, les sugiero que escuchen todas las canciones, y lean sus letras, seguro que la inspiración GojoHime desciende~
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