Especial de Halloween
Nota de El Desconocido: La idea original de esto es que no tenga peso en la historia. Veamos que es lo que resulta.
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En un pueblo en medio de la nada, en los límites de la marca de Valdas, la luz de la luna se filtraba por una ventana rota de madera mientras los gritos ahogados de una pequeña niña que veía, desde una trampilla en el piso, a sus padres tirados en el suelo, desangrándose.
El culpable ya no se encontraba ahí, había salido del lugar en cuanto sus victimas dejaron de responder ante sus actos.
Niña: N-no... e-esto... n-no puede estar pasando.
Decía la niña entre lágrimas y sollosos. Los que la cuidaron toda su vida y siempre estuvieron ahí para ella, ahora llacían inertes tirados en el piso.
La misma escena se repetía en las casas al rededor. Adultos desangrandose por cortes en puntos específicos para que la muerte sea lenta y dolorosa, todo para la diversión del él.
Las horas pasaron y al llegar el amanecer, el pueblo se hallaba en silencio. El olor a sangre que se sentía haría vomitar a quien no estuviese acostumbrado a su olor. Varios cadáveres se hallaban tirados en las calles, casas y techos. Algunos ahorcados, otros con la cabeza o extremidades en posiciones innatulares. Todos eran adultos, todos estaban muertos, todos estaban vacíos.
Los días pasaron, los varikes y jacas se daban un festín con los cadáveres de las víctimas. Los pueblos cercanos empesaron a notar el repentino silencio del pueblo, ahora deshabitado por seres pensantes, empezando a circular varios rumores que se propagaron como el fuego sobre paja seca.
Al enterarse, el Marqués envió un pequeño batallón, de no más de 100 soldados ligeros, a investigar el pueblo. Solo uno regresó 2 años después.
Estaba loco y hablaba solo incoherencias. No dejaba de repetir: "Él viene, escondanme por favor, él viene". Nadie sabía a qué se refería, cuando se le preguntaba él solo respondía: "El demente viene, el demente..." y entraba en una crisis nerviosa.
Pocos días después, el propio marqués fue a preguntarle por la identidad del tal "demente" que decía. Al entrar en la torre donde hospedaba al pobre soldado, él solo pudo quedarse atónito.
Al abrir la puerta, se encontró con un charco de sangre y al soldado, apenas consiente, desangrandose mientras repetía: "El demente viene, El demente...- pero esta vez si terminó la frase-... viene por ti" acto seguido, perdió la conciencia, había muerto por los numerosos corte en su cuerpo.
El gobernante del lugar solo atinó a irse del lugar tan rápido como pudo pero al llegar a la mitad de la escalera presenció a todos sus guardias tirados, desangrandose, algunos inconsientes por el dolor, otros con sus cabezas volteadas 180°, unos cuantos, colgados y con sus extremidades inutilizadas esperando su lenta muerte.
Unos pocos que conservaban el don del habla decían: "Hulla de aquí... mi señor, él viene... por usted"
Cubriéndose la boca y nariz, salió corriendo por la única puerta que había al final de las escaleras en aquella torre. Una lluvia de sangre que escurría por los bordes de la escalera en caracol le caía en la cabeza mientras bajaba, poco le importava mientras lograse salir de aquél lugar maldito.
Cuando salió de aquella torre, cerró la puerta con llave y corrió hacia la entrada del pequeño castillo. Corrió hasta quedar sin fuerzas y agotado con la esperanza de que el culpable de aquél genocidio no lo encontrase.
Grande fue su esperanza al ver su caballo fuera del establo. Siempre le decía al cuidador que no deje el establo abierto en la noche pero esta vez se lo agradeció de todo corazón.
Montando sobre su caballo, cabalgó hasta la zona popular de la ciudad. Era muy tarde, casi media noche, pero aún así había demaciada tranquilidad. Entró en un bar cercano, el cantinero actuaba raro, sudor frío escurría de su frente, pero aún así se acercó a él, haciendo una reverencia y preguntando con voz temblorosa qué se le ofrecía de aquél humilde lugar. El marqués pidió la mejor cerveza que tuviera, para ocultar su propia angustia, alegando que pronto la zona popular tendría un gran cambio y que por eso estaba ahí.
El cantinero aceptó y fue a la parte interna del bar a través de una puerta. Los minutos pasaron y el cantinero no volvía.
Desconcertado, el marqués fue a revisar por qué tardaba. Al pasar por la puerta de madera vió al cantinero desangrandose en el piso, el charco de sangre a su alrededor indicaba que había estado un buen rato en ese estado, sus brazos y piernas habían sido torcidos y su boca había sido tapada. El olor de la sangre se mezclaba con el de la cerveza derramada a su costado.
El lord salió corriendo, montó su caballo y cabalgó en dirección a la entrada del pueblo. El olor de la sangre y de la muerte lo invadía. Trató de convencerse de que solo eran sus ropas que habían absorbido el olor de la sangre pero en el fondo él conocía la verdad, aquella verdad que no quería aceptar. Una vez llegado a la entrada de la ciudad-fortaleza pensó que se había salvado. Su esperanza seguía en aumento.
Pensando que ya había logrado escapar, empezó a reir y regocijarse ante su glorioso escape de la muerte.
Pero cuando las cosas parecen ir bien es cuando el mundo voltea a verte y te da un golpe directo en la cara.
Al llegar a la entrada vio a los vigilantes muertos y desangrados. El culpable por fín pudo se divisado. La tenue luz de la luna llena y de unos pocos faroles en la entrada de piedra revelaron la figura del genosida. Fue ahí que él supo que no tenía escapatoria. Su destino estaba sellado y solo había prolongado su agonía con sus acciones.
Paso a paso se acercaba. Poco a poco, la campanada final de su vida, llegaba. Ya no se resistiría, sabía que ya no tenía esperanza. En plena noche de luna llena, una dinastía finalizaba.
A la mañana siguiente, unos soldados mandados por el propio rey llegaban a cobrar los impuestos al marqués. Esperaban llegar y ser recibidos por el Marqués como era costumbre.
Solo encontraron un mar de sangre, y una nota esceita en sangre que decía: "El demente viene, el demente va, a los hombres da caza, a las mujeres, piedad. El demente a los niños con vida deja, pero cascarones vacíos es todo lo que hallarán. Al demente no lo engañas, él te engaña a ti, si en el piso te escondes, completo no vas a salir. Las calabazas odia y los dulces igual, la sangre de los adultos es su mayor manjar.".
Desde ese día, nació la leyenda de El Demente. Un ser inhumano que adora torturar a sus víctimas desangrandolas mientras veía sus caras de dolor. Así cada trigésimo primer día del mes de la masacre, antes llamado mes de la música, se celebra la fiesta de El Demente. Calabazas adornan la ciudad y dulces se reparteen sin dudar.
Pasaron los años y la gente olvidó el origen de la festividad y la leyenda de El demente como un cuento de tradición para las fiestas llegó a parar. Pero siempre El demente al acecho está.
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Bueno amigos, hasta aquí el especial. Es la primera historia de "miedo" que hago así que tenganme paciencia si no les hizo temblar.
¿qué les pareció? ¿los llegó a asustar o rieron sin parar?
Nos vemos en el siguiente capítulo que algún día llegará.
P.D.: No sé si sea necesario agregar que esta historia la hice yo en una o dos horas que me tomó escribir y hacer que paresca coherente la historia. La historia es 100% ficticia y mia así que cualquier parecido con la realidad o con otra historia es pura coincidencia. Con esto aclarado, me despido.
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