Cuido de un personaje de manga
P.O.V. Laura
Carla y yo habíamos quedado con unas amigas para ir al karaoke. Ella me estaba contando que su hermana se había caído en la cinta de correr del gimnasio delante de un chico que intentaba ligarse, así que las dos nos reíamos con fuerza cuando escuché el pitido de un coche y un fuerte golpe.
Carla y yo nos miramos asustadas y corrimos hasta el lugar del accidente. Como el pueblo era pequeño y, además, era de noche, no había muchos coches, así que me extrañó que alguien fuera atropellado.
Al acercarnos al lugar, las dos vimos que el coche se daba a la fuga y nos acercamos a la persona. Al ver la capa y la máscara, me quedé petrificada. ¿Qué hacía aquí?
Me agaché para tomarle el pulso y vi que aún estaba vivo. Respiré hondo mientras mi amiga llamaba a la ambulancia, pero le quité el móvil de golpe.
—¿Pero qué haces? ¡Tiene que verlo un médico!—me replicó.
Sin hacerle caso, le quité la máscara y pude verificar que era él. Carla, al verlo, se asustó.
—¡Menuda cicatriz!
—¡Cállate! Ayúdame, nos vamos a mi casa.
—Pero tenemos que llevarlo al hospital... y tu madre no creo que...
—Hazme caso, ahora te lo explico cuando lleguemos.
Puse uno de sus brazos alrededor de mi cuello y vi que Carla hacía lo mismo. Por lo que había visto tenía una herida en el costado y otra en la parte trasera de su cabeza.
Intentamos que no nos viera nadie con él y, cuando llegamos a mi casa, lo llevamos al cuarto de invitados, tumbándolo en la cama. Encendí la luz y fui a por el botiquín de primeros auxilios. Le quité la capa de Akatsuki, dejé su máscara en la mesita y pude ver su rostro, pacífico en aquel momento....
—¿Quién es? ¿Por qué lo traes a tu casa?
—Yo... a ver cómo te lo digo. ¿Te acuerdas del día que me llamaste porque lo habías visto y fui corriendo para espiarlo? Bueno, cuando desapareció de tu vista, apareció detrás mía. Carla, él es Obito. El verdadero Obito...
—Venga ya, Laura. Creo que me ves demasiado estúpida. No me voy a creer eso.
—Bien, créetelo cuando te meta en su kamui. Conmigo lo hizo y... seguramente, si no me pareciera a Rin, me habría metido en un genjutsu con su Sharingan...
—¿Te has fumado algo?
—No, Carla. Lo digo en serio. ¿No crees que es mucha casualidad que sus cicatrices sean iguales?
—Ya no sé qué pensar...
—Pues ayúdame a curarlo...
Ella asintió, pero al ver que íbamos a quitarle el traje nos quedamos las dos totalmente quietas. Nos miramos sonrojadas.
—Sólo le vas a quitar la camiseta, así que supongo que no invadiremos su intimidad—dijo ella.
—¿Por qué das a entender que sólo voy a quitársela yo?—dije molesta.
—Entiéndelo, Laura. El ObiRin está siempre presente en mi corazón... quiero verlo con mis propios ojos.
—Baka... Me lo estás poniendo difícil, ¿sabes?
Ella rió y miré a Obito, que estaba aún sangrando. Respiré hondo y le quité la parte de arriba, viendo la herida de su costado. Al parecer no era muy profunda, así que la limpié con agua y jabón y puse unas vendas encima, esperando que cerrara. Lo que si tenía era una enorme contusión que seguro le dolerá.
Luego, con cuidado, lo coloqué de lado, dejando ver la herida de su cabeza. Era una brecha, así que salía aún más grande y, con el pelo, era difícil ver cómo era de grave la herida.
—Mira a ver si hay aguja e hilo... Tendré que hacerle algunos puntos.
—¿Pero acaso saber hacer eso?
—Mi madre me enseñó a hacerlo, no es difícil... Pero hazme caso de una jodida vez y busca. Estoy preocupada de que se nos muera y haya un cataclismo en el mundo de Naruto.
—Sigo sin creerme lo que me dices...—habló mientras buscaba lo pedido.
Ella me lo tendió y en unos pocos minutos le puse unos cuántos puntos nada más limpiarle la herida y ver cómo estaba la cosa. También coloqué una venda en su cabeza y volví a ponerlo derecho antes de taparlo.
Carla y yo fuimos al baño para lavarnos las manos y ella bufó a mi lado molesta.
—Ya me he llenado la blusa de sangre... ¿Cómo le voy a explicar esto a mi madre? Me tendrás que comprar una nueva.
—Te la compro si quieres, pero no podía dejar que se llevaran a Obito al hospital. ¿Cómo crees que reaccionarían los médicos al ver sus cicatrices y sus ojos? ¿Qué harían al ver el Sharingan y el Rinnegan?
Unas llaves en la puerta me alertaron, al igual que a Carla. Las dos salimos del baño y nos dirigimos a la entrada para ver que era mi madre. Tragué con fuerza sin saber qué hacer y fingí una sonrisa de oreja a oreja.
—Mamá... ¿No era que tenías turno de noche en el hospital?
—Sí, pero un compañero se ha peleado con su mujer y me ha pedido que le cambie el turno de esta noche y a mí me ha venido de fábula para descansar, así que...
—Oh, entiendo. ¿Y no vas a cenar con tu novio Roberto? Te preguntó si querías salir hoy.
—No, ya es muy tarde. ¿Qué me estáis ocultando, chicas?—me preguntó de brazos cruzados y con cara de molestia.
—¡Nada! ¿Por qué íbamos a... ocultarte algo?
—Porque se coge antes a un mentiroso que a un cojo, Laura.
Miré a Carla y suspiré. ¿Por qué siempre me pillaba? Nunca podría esconderle nada, pero lo bueno es que no se enfadaba conmigo... Al menos, no la mayoría de las veces.
—Es un tema muy complicado. La cuestión es... que hemos visto cómo han atropellado a una persona y el conductor se ha ido a la fuga. Como no había nadie cerca y el móvil de Carla no tenía batería para llamar a la ambulancia, lo hemos traído a casa.
—¿Y tú móvil?
—Mamá, ayer lo llevé a que lo arreglaran, ¿te acuerdas? La he llamado con el teléfono fijo.
—Cierto, cierto. Pues, a ver, enséñame a esa persona—dijo un tanto molesta.
La llevé hasta el cuarto de invitados y ella suspiró. Se acercó para revisar sus constantes vitales y asintió, relajada.
—Él está bien. Sólo ha sido el golpe que lo ha dejado aturdido.
Suspiré aliviada y me senté en la silla que había allí al lado.
—Pero eso no significa que no tendrás castigo por traer a casa a un herido de atropello, ¿entiendes?
—Sí, mamá.
—Bien. Ahora, le darás una camiseta a Carla para que su madre no vea la sangre y la llevaré a su casa. Cualquier cosa, me llamas.
—Sí, mamá—repetí mientras me dirigía a mi habitación para darle una blusa parecida a Carla. Ella se cambió a mi lado y me tendió la blusa manchada—. La lavaré y te la devolveré.
—Sí... Bueno, supongo que tendremos que llamar a las demás para avisarles de que no vamos...
—Yo no tengo móvil—la avisé.
—Bien, lo haré yo. Pero si despierta, mañana me llamas para presentármelo si dices que es el verdadero Obito.
—Intentaré que se quede, pero no prometo nada.
—Puedes seducirlo como si fueras Rin.
—Él sabe quién soy, así que no.
Después de lo dicho, su sonrisa pícara se había agrandado considerablemente. Su mirada daba miedo y tenía una leve sospecha de lo que iba a preguntar.
—¿Me estás diciendo que si no supiera que no eres Rin, si lo harías?—preguntó con una sonrisa de oreja a oreja.
—Yo no he dicho eso.
—Por favor, Jashin-sama. Que pierda la memoria, que la pierda...—susurró mientras rezaba al cielo.
—Eres idiota, dobe.
—Pero así me quieres, teme—dijo sonriendo antes de salir de mi cuarto y yo la seguí—. Ya sabes, cuéntamelo todo.
—Sí, mamá—le dije de broma, a lo que ella me dio un golpe en la nuca, por lo que me quejé—. Bruta.
Ella se despidió de mí, al igual que mi madre y las dos se marcharon. Así, me dirigí al cuarto de invitados y lo vi tumbado bastante tranquilo. Me senté en la silla, recostándome en el respaldo para estar más cómoda, y bostecé cansada.
Sin embargo, no podía dormirme. Tenía que velar porque estuviera bien. Decidí traer un barreño con agua y una toalla pequeña por si tenía fiebre. Con cuidado, puse mi mano sobre su frente y vi que la temperatura era alta, pero no tanto. Aun así, remojé la toalla y la doblé para ponerla en ella.
Volví a sentarme, cuando vi la capa de Akatsuki. Y pensar... que Akatsuki era un grupo de bien antes de que él interfiriera... La cogí y comencé a doblarla, viendo que estaba manchada de sangre y tenía un rasguño por el mismo lugar. Podría arreglarla y lavarla, para devolvérsela.
Entre pensamiento y pensamiento, decidí probármela. Me acerqué al espejo de cuerpo entero que había a un lado y me la puse, viendo cómo me quedaba. Quizás un poco grande, pero sonreí como una niña.
—Te queda bien—oí detrás en un susurro.
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Buenaaas, ya empezamos con los primeros votos y estoy ilusionada. Gracias por votar, espero que os guste cómo va la historia.
Sin nada más que decir, aquí se despide Luthien. Ciao!
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