8. La trampa
Entró algo de aire fresco por el hueco de la puerta y ambos sintieron un escalofrío. En sus mentes, Dave y Anne empezaron a hacer planes. Anne sabía que debía avisar a Luisa para ir a la casa de Cezare y Dave estaba preocupado por qué habría pasado en su casa. Fueron al salon y vieron la puerta apoyada en una de las paredes. Suspiraron aliviados. Dave la colocó en su sitio con ayuda de Anne.
- Vaya, sabes de esto- le alabó Anne.
- Sí, ayudé a un amigo con la renovación de su casa una vez a cambio de un favor.
A Anne le picó la curiosidad.
- ¿Qué favor?
- Son cosas del pasado. Algún día te lo contaré, pero ahora hay que ver qué hacemos con esto. Voy a mi casa a echar un vistazo y vuelvo, no voy a dejarte sola esta noche, quién sabe qué más puede pasar. Llegaré sobre la una, así que espérame.
- Sí.
Eran las nueve. Anne calculó en su cabeza el tiempo que le llevaría todo y se dio cuenta de que tenía tiempo de sobra para ir y volver antes de que Dave regresara. En cuanto Dave salió por la puerta, Anne llamó a Luisa y le contó la situación.
En diez minutos, ambas se encontraban en la plaza, desde donde se dirigirían hacia la casa de Cezare. Cuando llegaron, decidieron entrar por la parte de atrás, por donde los sirvientes. Para no resultar sospechosas, llevaban unas bolsas de la compra y entraron con normalidad, como si lo hicieran todos los días, conversando entre ellas.
Afortunadamente, no se encontraron con nadie. Luisa fue al vestuario y cogio uno de los uniformes que había y acompañó a Anne por los pasillos. Anne nunca había estado en la gran mansión de Cezare antes y le parecía un laberinto. Para Luisa, en cambio, no lo aparentaba. Era como si la conociera.
- Oye, Luisa, ¿por qué me da la impresión de que has estado aquí antes?
- Porque así es.
- ¿Y cómo es que...?
- Esta es la habitación de Cezare- avisó señalando la puerta-. Yo iré a la esquina a vigilar que no viene nadie. Date prisa. Y cierra la puerta, si pasa algo y no te da tiempo a salir, escóndete debajo de la cama. Cezare no mirará ahí porque tiene miedo desde que era pequeño, le dieron un susto.
Anne se rió por lo bajo.
- ¿Por los monstruos?
- No. Secuestradores, ladrones, asesinos, ex novias... Ser rico no es fácil.
- ¿Ex novias?
- Bueno, una, pero eso es otra historia.
Anne empezaba a unir las piezas, pero no preguntó más y fue rápido a buscar su diario y a borrar las fotos de la cámara y el ordenador. De hecho no era mala idea incendiar la habitación para destruir pruebas, según Anne, aunque claro, era broma.
- Si tengo la oportunidad de prenderle fuego en mis sueños, lo haré- dijo para sí misma.
Abrió la puerta y miró alrededor. No había nadie. Estaba todo oscuro. Buscó el interruptor con la mirada y acto seguido cerró la puerta. Palpó la pared y cuando creyó que ya estaba cerca del interruptor tocó algo blando. Se quedó helada. Era una persona. Había alguien más ahí.
En el acto, la persona le tapó la boca y la rodeó con los brazos, de modo que ella no podía mover los suyos.
- ¿Quién eres?- susurró una voz en su oído.
- Anne.
- Bueno, no te conozco. ¿Qué haces aquí?
- Vine a recuperar cosas que me pertenecen y que Cezare me ha robado para hacerme chantaje.
- Yo también.
La persona la soltó y vio la silueta de una chica como ella.
- ¿Y tú quien eres?
- Soy Graciela, la prima de Cezare. Me he colado porque el muy idiota me ha tomado una foto vergonzosa para chantajearme. He hecho ya esto tantas veces...
- Pues si encuentras mi foto bórrala también. Mientras, buscaré mi diario.
- Vale. No enciendas la luz, se ve desde fuera.
Empezaron a buscar bajo la luz de la luna que se colaba por la ventana. Graciela borró las fotos y antes de irse le pidió a Anne que no se metiera en líos con su primo, pues no le convenía, que cogiera su diario y no volviera más, y con suerte Cezare se cansaría y la dejaría en paz.
Anne quedó sola. Buscó el diario por todas partes. Quizá Cezare lo tenía con él... ¡Quizá lo estaba leyendo! Al pensar eso se puso roja al recordar que lo último que escribió fue sobre él y cuando la metió en el coche.
Mientras, Luisa vigilaba. Pasados unos minutos, oyó la puerta y vio a Graciela. La reconoció y ésta le dijo que Cezare estaba cenando. Luisa se quedó en su sitio después de que Graciela se fuera y después decidió ir a vigilar el comedor, y así saber cuándo acabaría para ir a avisar a Anne. Cuando llegó, el comedor estaba vacío. Luisa se asustó y al retroceder, se topó con un mayordomo. Trató de huir, pero la sujetó. Estaba en pánico y olvidó actuar.
- ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?
Ella no contestó, trataba de zafarse del fuerte agarre. Entonces, Cezare vino por otro pasillo y la vio. Sonrió con ironía.
- Sujétala bien.
El mayordomo obedeció. Luisa palideció. Se había metido en problemas, y lo peor era que no podía avisar a Anne.
- Pero mira quién está aquí... Seguro que no vienes sola, ¿verdad? No te hubieras atrevido a venir sola después de lo que pasó... - mientras hablaba, le agarró la cara con una mano y se acercó, mirándola fijamente-. Te saludaría con un beso como solía hacer pero, una pena, ya no me gustas- dijo con tono de lástima fingida-. Te desprecio.
- Igualmente.
- Mentira. Si vienes a vengarte es que aún no te has olvidado de mí. Pero yo estoy interesado en otra persona...
- Y yo.
Cezare empezaba a irritarse y la expresión de su rostro cambió, volviéndose más feroz.
- Que no vuelva a verte la cara. ¡Ay de ti si vuelves por aquí!- la amenazó, tras lo cual pareció calmarse y volvió a su expresión irónica-. Y ahora, si me disculpas, iré a recibir a mi invitada que no tuvo la cortesía de entrar por la puerta principal y saludar.
El mayordomo la llevó a la salida mientras Cezare se iba en la dirección contraria.
- Es admirable cómo se ha controlado el señorito. Creí que explotaría como la última vez- comentó el hombre.
- Veo que ha cambiado su mala costumbre de no controlar la velocidad de sus manos.
- Sí, pero no hacia los chicos. Desde que murió su madre decidió no volver a usar la violencia sino para defenderse o proteger aquello que le importa.
- Creí que vería la huella de su palma en mi mejilla por el resto de la semana. Como la que yo le dejé hace un año.
- Ahh... Tú eres la chica que fue su nov....
- Adiós.
Luisa devolvió el uniforme y salió. Se sentó en los escalones de un edificio público que había en frente del edicificio y empezó a recordar esos tiempos. Si Cezare había dejado la violencia pero se había convertido en un obsceno tampoco suponía un gran progreso. No temía tanto por Anne como antes, pero era capaz de muchas cosas... Si Anne no salía en dos horas, no saldría mas. De camino, Luisa se lo había advertido y Anne le dijo que a las doce, si no salía, se marchara y se olvidara de ella.
Cezare era retorcido. No necesitaba los métodos tradicionales violentos para torturar a alguien. Con exponer una foto de Anne, perfectamente podía arruinar su vida para siempre. Tenía contactos en los medios de comunicación, en la mafia, en lo legal y lo ilegal... Al fin y al cabo todo lo mueve el dinero. Aun así, se valía de sus propios métodos y ya eso era aterrador. Sólo esperaba que no fuera Anne quien había captado su interés, ya que en tal caso, no se libraría de él nunca.
***
Dave caminaba hacia su casa preguntándose cómo sabría Cezare dónde vivía él. Entonces, sintió que alguien le seguía. Era una trampa para ver dónde vivía. Decidió dejar su casa para luego y fue corriendo hacia la persona, derribándola. Lo sujetó contra el suelo y comenzó el interrogatorio.
- No te tengo que decir nada, después de todo, tú no eres nuestro objetivo, sólo era para mantenerte alejado de ella.
Dave se dio cuenta entonces de que nunca debió dejarla sola.
- ¡Aaarg! ¿Cómo no me di cuenta? Seré idiota... Entonces en mi casa nada pasó y si voy al teatro no sabré nada sobre mi hermano y el diario...
- Exacto. Cezare no piensa devolvértelo, yo sólo me encargaba de vigilar que estuvieras lejos. Hace un minuto recibí un mensaje de que la presa está entre las garras del depredador. Es demasiado tarde.
- No lo es. Dime la dirección.
- De nada servirá.
- ¡Que me la digas!
Finalmente, el espía cedió y Dave lo soltó. Corrió lo más deprisa que pudo hacia su casa, la vio desde lejos, todo parecía estar bien, y desde ahí, llegó en media hora a la casa de Cezare. Miró el reloj. Eran las once y media. Quizá todavía no era demasiado tarde. La nota decía antes de las doce por una razón. Cezare siempre iba a dormir a las doce. Hacía un año que llevaba ese horario. A las doce se dormía y a las ocho despertaba. Por mucho que quisiera modificarlo no podía. Era prisionero del mundo de los sueños. Y lo que le esperaba a Anne, nadie se lo imaginaba. Estaba en peligro.
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