38. La graduación

Al despertar, Anne se miró las manos. El anillo había desaparecido. Fue a la cocina y se encontró a Dave.

- Parece como si todo hubiera sido un sueño- comentó ella.

- Es que ha sido un sueño- rió Dave.

- Sí pero ya sabes... El anillo era una de las cosas que me hacían ver que de verdad ocurrió.

- Ocurrió de verdad en un sueño- siguió bromeando Dave.

- Ya sabes a qué me refiero.

- ¿Y qué tal el retrato de tu habitación? También es una prueba de que fue real.

Anne fue corriendo a su habitación. Sentía la necesidad de ver el cuadro para asegurarse de que era real. Pero cuando llegó y miró, no estaba. En la pared no había nada. No podía creérselo.

- Anda, ¿y el cuadro?- se extrañó Dave, detrás de ella.

Anne le miró preocupada y triste.

- Venga, que hoy es la graduación, hay que darse prisa, luego vemos qué ha pasado.

- Pero si queda mucho...

- ¿Tienes ya la ropa para el baile y la cena de graduación?

- No...

- ¿Ves? Vamos a desayunar. Ayer llamé a mis padres para que cuando vengan a la graduación, te traigan algo para ponerte.

Dave no parecía darle la importancia al asunto que Anne le daba, lo cual la molestaba y le hacía dudar de lo que realmente había pasado.

- Además, mis padres vienen a ver el asunto de mi nuevo piso.

- Oye y... ¿qué pasará con Rosalie?

- Pues aunque en el mundo de los sueños nos casemos pronto, en la realidad vamos a ir despacio. Voy a quedar con ella algunos días a ver qué tal congeniamos antes de pedirle salir.

- ¿Tú cómo te sientes respecto a esto?

- Desde luego es mejor tener mi mente ocupada con ella que estar lamentando que mi hermano me robara la novia.

- Dave...

- En los últimos días la vi más de seguido y he empezado a simpatizar con ella. Creo que no será tan malo...

Sonrió y consiguió una sonrisa por parte de Anne.

- Todo irá bien, Anne. Le verás- la aseguró.

Fueron a desayunar y después salieron a recibir a los padres de Dave.

- Es un placer conocerte- dijeron ellos.

- Igualmente- contestó ella y le susurró a Dave al oído-. ¿Qué les has dicho de mí?

- Que eres su futura nuera.

- ¿Qué?

- Es broma. Eres una amiga y compañera que muy amablemente me ha acogido en su casa a pesar de los problemas que le he ocasionado por culpa de la colección de armas de mi padre.

- Confiamos en tu discreción frente a ciertos asuntos- dijo el padre.

- Por supuesto, señor. No podría ser de otra forma.

- Subid al coche, vamos a llevaros al nuevo piso de Dave.

- ¿Cómo? ¿Ya lo habéis comprado? Pero si no sabéis lo que me gusta- se escandalizó Dave.

- Yo creo que sí- dijo la madre.

Fueron al piso y se encontraron con que estaban en el mismo barrio, no muy lejos del antiguo domicilio de Dave. Cuando entraron a verlo, se quedaron sorprendidos.

- Es igualito- dijo Dave boquiabierto.

- Hemos hecho todo lo posible por que se parezca al que tenías antes. Hemos comprado cosas como las que tenías en la habitación y la biblioteca, aunque claro, no todo fue posible encontrarlo- explicó el padre.

- No pasa nada, esto es genial. Gracias.

Dave se veía muy contento. Era como si hubiera recuperado su piso. Fue a su habitación y vio que era muy parecida a como la recordaba. Sin las armas, claro.

- Anne, para ti también hay algo. Ve a la habitación en la que has dormido cuando has estado aquí- le dijo la madre.

Anne no se paró a pensarlo dos veces y fue a la habitación. Sobre la cama había un vestido precioso y en una caja junto al vestido, unos zapatos a conjunto. Era perfecto para la graduación.

La invitaron a comer en un restaurante y después fueron a un parque donde habían quedado todos antes de la graduación para una sesión de fotos. Cezare fue a saludarles y a averiguar qué pasó al final con todo eso de los sueños.

- Estás mirando al nuevo rey- dijo Dave orgulloso.

- ¿Qué dices? ¿Tú?- se burló Cezare.

- Edward abdicó para regresar a la realidad. Como soy su hermano pues me toca a mí y puse una ley para poder regresar cuando quiera.

- ¿Ah sí? ¿Qué ley?- tuvo curiosidad Luisa, que les había oído.

- Que mientras yo sea rey las leyes dependen de lo que yo diga. Y yo digo que puedo regresar al mundo real o invitar a quien quiera a venir a mi mundo.

- ¡Qué listo!- se rió Cezare.

- ¿Y qué pasa con Edward?- preguntó Luisa.

- Aún no lo sé... Si despierta nos lo hará saber... Espero- dijo Anne cada vez en voz más baja.

- Seguro que a ti la primera- la tranquilizó Luisa.

Anne sonrió esperanzadora. Fueron a hacerse las fotos y se dirigieron todos al salón de actos del instituto para dar comienzo a la ceremonia de graduación. Todo transcurrió con normalidad. La cena era en el pabellón donde hacían educación física, pero estaba todo decorado. Las mesas estaban dispuestas a lo largo de la pared para que el centro quedara libre para quien quisiera salir a bailar. Anne estaba sentada con Dave, Rosalie, Luisa y Cezare. "Ojalá Edward pudiera estar aquí" pensó ella al ver tantas parejas a su alrededor. Terminó de cenar y salió fuera para tomar el aire. Se apartó aún más del pabellón y gritó:

- ¡No puedo estar sin ti! ¡Hazte realidad o conviérteme en sueño!

- Espero que te refieras a mí- se oyó una voz a sus espaldas.

Anne se dio la vuelta estupefacta y sin podérselo creer. Ahí estaba Edward, ante sus ojos.

- Ed...ward...- murmuró, incrédula.

Él sonrió. Estaba vestido de traje y llevaba un ramo de rosas, que le ofreció con una reverencia.

- Mi querida Anne, me alegro de volver a verte. Estás preciosa.

- ¡Edward! ¡Edward!- exclamó entre lágrimas y corriendo a sus brazos.

El ramo cayó al suelo. Ambos se abrazaron. Anne lloraba de alegría; era un sueño hecho realidad. Edward también derramó alguna lagrimilla. Era la primera vez que se encontraban cara a cara fuera de los sueños. Tenían mucho de qué hablar y muchas cosas por vivir. Su vida juntos estaba apenas comenzando.

- ¿Sabes de qué tenía muchas ganas cuando regresara a la realidad por segunda vez?

- ¿De qué? ¿Espera, por segunda vez?

- Tengo ganas de hacer lo mismo que hice la primera vez que volví.

Y dicho eso, le cogió la cara y la besó. Desde luego era diferente a los besos de los sueños. Era un sueño hecho realidad. Ambos disfrutaban de ese momento como si fuera el mejor de su vida. Y seguirían viviendo muchas otras experiencias que se superarían la una a la otra. Cuando se apartó, Edward la miró a los ojos y decidió contestarle por fin.

- La primera vez que volví fui a tu casa para darte el cuadro de nuestro retrato. Te vi ahí dormida y no pude resistirme a darte un beso. Era tu cumple. Debes de acordarte porque despertaste. Me fui justo a tiempo de que no me vieras.

- ¡Ah, sí! ¿Fuiste tú?- Anne estaba sorprendida. Jamás se le hubiera ocurrido que él estuvo en su habitación esa noche.

- Esta vez te lo daré en persona- dijo sacando el cuadro de detrás de un arbusto, envuelto en papel de regalo-. Para esto he colaborado con Dave, que escondió el cuadro para que no lo encontraras y luego yo fui a recogerlo y envolverlo. ¿Sorprendida?

- Sí... Mucho.

- Perfecto- sonrió y recogió el ramo de rosas para entregárselo-. Hay tantas como meses han pasado desde que te conocí.

Anne pensaba que no podía ser más feliz. El Edward de la realidad era tan guapo y amable como el de los sueños. No podía haber imaginado un novio mejor. Entraron y dejaron las cosas en un lado para bailar con libertad.

- ¿Cuenta esto como primera cita?- preguntó Anne.

- Cuenta como reencuentro. Tengo otros planes para la primera cita- dijo Edward guiñándole un ojo.

Después Edward fue a saludar a los demás. Cezare le miró con recelo, pero el resto se alegró de verle. Mientras Edward la acompañaba a casa, Anne se hizo otra pregunta.

- Si cuando te haces príncipe puedes dar una ley... ¿tú qué ley diste?

- Lo siento, mi princesa, pero ya es tarde por hoy. Si quieres te contestaré en nuestra primera cita.

Le besó la mano y la dejó frente a su casa. Anne aún tenía muchas preguntas, como dónde vivía, qué haría, cómo sabía dónde vivía ella... Cuando parecía que se iba a marchar, él se dio la vuelta y le dio otro beso en los labios.

- Ahora eres mi novia. Un beso en la mano no bastará. En el mundo de los sueños no bastaba, aquí menos- y al ver que había conseguido su objetivo de hacerla sonrojar, añadió-. No me canso y nunca me cansaré de mostrarte mi amor. Compensaremos todo ese tiempo perdido. A partir de ahora pondré mis esfuerzos en hacerte feliz. ¿De acuerdo?

Anne asintió sonriendo. No podía esperar a la primera cita y volver a verle.

- ¿Y cuándo será la primera cita?

- Mañana estaré ocupado, tras varios años durmiendo cuando uno despierta tiene muchos asuntos de los que ocuparse- bromeó él-. Pero no puedo esperar a verte, así que pasado mañana tendremos la cita, ¿vale?

Le dio un beso en la mejilla al obtener su confirmación y le dio las buenas noches. Anne caminó hacia la puerta de su casa, soñadora, llevando el ramo y el cuadro. Se preguntó qué soñaría esa noche, ya que el mundo de los sueños ya no sería su destino.

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