Anne fue llevada a urgencias de inmediato y le escayolaron la pierna. Debía quedar en cama todo el fin de semana, lunes y martes, y después usaría muletas 10 días, durante los cuales tendría otra revisión. Dave permaneció a su lado en todo tiempo (menos de noche) y Cezare la visitaba cada día. Luis y Clara también la visitaron. Su madre estaba con ella siempre que su trabajo no se lo impedía. Por las noches, Anne dejó de soñar con el palacio e iba a otros sueños. En ninguno era capaz de andar. El martes, después de marcharse Dave, la madre de Anne entró a su habitación con una visita inusual: Rosalie. Anne palideció. La madre las dejó a solas y le dijo a Anne que tenía que irse. La pobre estaba temblando en la cama como un ratoncito arrinconado.
- ¿Qué más quieres de mí?
- Te he traído la tarea y los apuntes de parte de Cezare.
- ¿Cómo es posible que Cezare te los diera a ti?
- Se me da bien convencer.
- Dime qué quieres.
- Solo disculparme, no esperaba que cayeras fuera del escenario. Era una simple broma, no creí que llegara tan lejos.
- Tengo la pierna escayolada, por tu culpa ahora estoy muy limitada para todas las acciones.
- Encima que vengo a disculparme...
- Es lo mínimo que podías hacer.
- Oye, no me recrimines lo de los sueños, no tengo la culpa de ser la prometida y además fuiste tú la que me pegó.
- ¡Sí! ¡En un sueño! ¡No te he causado ningún daño! Tú lo has hecho en la realidad.
- La intención es lo que cuenta, ¿no? Bueno el caso es que para compensártelo, aparte de traerte la tarea, te voy a contar cómo van las cosas con Edward. Es muy amable y considerado conmigo. Aunque le cuesta lo del romanticismo. Bueno, no importa, está muy ocupado con los preparativos y sus tareas de rey. Tendremos que ir poco a poco. Anoche conseguí que me cogiera de la mano. Mi objetivo principal es conseguir un beso.
- No creo que te lo dé hasta que os caséis o al menos hasta anunciar el compromiso. Y seguro que será por obligación. Mientras no tenga que hacerlo, no lo hará.
- Pues en tu diario pusiste que te besó la segunda noche como señal de lealtad. Me será fácil convencerle de que me bese por cualquier motivo. Pero lo que yo quiero es provocarle para que lo haga por propia voluntad. Entonces te demostraré que me quiere a mí y podrás olvidarte de él de una vez por todas.
Anne miraba hacia otro lado. Se sentía realmente torturada por lo que Rosalie decía. El solo hecho de imaginarse que Edward podía besar a Rosalie le hacía arder el pecho.
- Y aun hay más para compensarte. Le pedí a Edward que fueras mi dama de compañía. Y claro, no puede negarse a ello. Te echó del palacio por mí, pero si yo le pido que vuelvas pues vuelves. Eso sí, ha pedido que no te interpongas en su camino, que te mantengas alejada de él. No quiere tener que verte. ¿Qué, no estás contenta?
- No quiero ser tu dama de compañía ni ir a un sitio donde no me quieren ver.
- ¿Entonces le digo a Edward que rechazas mi oferta?
Anne se quedó pensativa. Estando con Rosalie cerca de Edward daba a Rosalie muchas oportunidades para hacerla quedar mal. Pero quizá ella también podía hacer lo mismo. Y si rechazaba, Edward podría enfadarse de nuevo.
- Pero no puedo caminar ni en los sueños.
- En los sueños puedes hacer cualquier cosa. Ya verás, practicaremos. Hablando de practicar. Te sustituyo en la obra de teatro. Siempre quise ser la protagonista. Hay otra persona sustituyendo a mi personaje.
- Cuando sueñe de nuevo con el palacio, hablaremos.
Rosalie se dio por satisfecha y le agarró la mejilla, moviéndole la cara.
- ¿Ves cómo nos entendemos muy bien? Volveré otro día para contarte más.
Y dicho aquello, se dirigió a la puerta, pero antes de irse, se paró a mirar el retrato. Anne tuvo miedo de lo que Rosalie podía llegar a hacer.
- ¿Y esto? Parece de parte de Edward, pero es imposible que salga de los sueños.
- Salió igual que el anillo.
- Bueno, supongo que no pasa nada por que tengas un dibujo de él, al fin y al cabo, el de verdad es mío. Además, si tienes novio y pasas página seguro que no lo necesitarás más y a tu novio tampoco le haría gracia. Así que para el poco tiempo más que lo vas a conservar no me molesta. De paso, cada vez que lo veas te recordará que ya no eres tú la que está a su lado, sino yo.
- Edward nunca me quiso, no te preocupes. Me dijo que solo jugó conmigo porque era más interesante que las mujeres de los sueños que le obedecen en todo.
- Todavía mejor me lo pones. Gracias.
Cerró la puerta tras ella y Anne suspiró. Por fin se había ido. Al menos sabía que Rosalie no era capaz de matarla, al menos no intencionadamente.
Una semana más tarde, Anne soñó con el palacio. Aguantó mucho tiempo sin pasar por ahí, pero finalmente sucedió. Estaba sentada en la hierba, al pie de las escaleras a la entrada del palacio. Todavía no conseguía tener tanta confianza como para andar ni siquiera en sus sueños. Edward la vio por la ventana y se preguntó qué le habría pasado. Olvidando su orden de que no mostrara más su rostro ante él, salió para ir a verla. La había echado mucho de menos y no pudo evitarlo.
Bajó las escaleras y quedó cerca de ella. Anne inclinó la cabeza, en señal de reverencia. No se atrevió a alzarla ni a mirarle. Edward se agachó delante de ella para quedar a su altura y le alzó la barbilla. Anne fijó sus ojos en él con miedo, pero entonces vio que la miraba con ternura. Su vista se emborronó por las lágrimas.
- ¿Qué te ocurre?
- Hace mucho que no me miras así- susurró tratando de contener las lágrimas-. Creí que me odiabas.
- Yo nunca podría odiarte. Pero has de entender que hay cosas que no puedes hacer. No puedes manchar el nombre de la realeza por un ataque de ira.
- Lo sé pero...
- Dime, ¿por qué estás aquí sentada?
- No puedo andar.
- ¿Y eso?
- En la realidad me rompí la pierna al caer del escenario en clase de teatro y en mis sueños mi cerebro ha bloqueado la opción de mover las piernas.
- ¿Te caíste tú sola?
Anne no quiso contestar, pero Edward se dio cuenta de que había algo más en esa historia.
- Alguien te ha hecho caer, ¿verdad? ¿Quién?
Anne permaneció callada. Bajó la cabeza y miró a otro lado.
- Anne...
- Perdóname por eso que te grité la última vez que estuve aquí... No era verdad, yo tampoco podría odiarte.
- Estás perdonada, pero dime por favor quién ha podido hacerte algo así.
- Te lo pido, no me preguntes más.
Edward suspiró y dejó de preguntar. Se levantó y justo en ese momento, Rosalie apareció ante ellos, entrando al mundo de los sueños. Anne hizo una reverencia, manteniendo la cabeza agachada y Edward retomó la mirada fría que ponía al verla. No podía evitarlo. Intentaba que Rosalie le gustara, pero no le inspiraba confianza. Sus ojos seguían brillando solo para Anne.
- ¿Qué hace ella aquí? Creí decirte que no quería verla.
- Pero te pedí que fuera mi dama de compañía.
Edward empezaba a ver por dónde iba aquello. Seguramente Rosalie aprovecharía para intentar poner celosa a Anne. O quizá tenderle alguna trampa para que pareciera que Anne le hizo daño y que luego él se viera obligado a castigarla, ya que debía darle crédito principalmente a la futura reina.
- Me opongo rotundamente. Que esta sea la última vez que la vea antes del baile.
Dicho eso, se marchó rodeando el palacio, haciendo como que iba por la puerta trasera, cuando en realidad se escondió tras las escaleras para escucharlas.
- Vaya, te hice venir aquí para nada y además se ha enfadado. Se ve que no quiere verte- trató de atormentarla Rosalie.
- Entonces si no te importa me gustaría quedarme sola. Puedes ir a hacer tus cosas.
- Y yo que esperaba darte el honor de hacerte testigo de mi primer beso con Edward...
Anne apretó los dientes con rabia. Deseaba que se marchara y la dejara sola.
- Ya me has dado el honor de saber lo que es no caminar. Bastante has hecho.
- Pero te dije que te compensaría... Si no puedes ser mi dama de compañía pues ya te iré contando mis progresos con Edward para que tengas parte de nuestra historia.
La miró una vez más, asegurándose de que había causado el efecto que quería y subió las escaleras, dejándola atrás.
Anne deseó no volver al palacio la siguiente noche, pero desgraciadamente así fue. Una y otra noche, Rosalie iba a torturarla psicológicamente y se iba cuando quedaba satisfecha. Incluso intentó hacer que se levantara para "ayudarla" a caminar, pero eso no era más que sufrimiento para Anne. Edward las observaba a escondidas y mientras pensaba en algo que pudiera hacer por Anne sin comprometer su orden de que Anne no volviera a encontrarse ante él. El día de la función de teatro, le quitaron la escayola. Dave tuvo que ir a actuar y luego ir a contarle cómo fue. Regresó a tiempo de acompañarla fuera del hospital.
- Ya caminas bien- sonrió.
- Sí. Por fin me pasa algo bueno. Rosalie no ha dejado de torturarme y de hacerme la vida imposible. ¿Y tú cómo es que no te vi más en los sueños?
- Estuve evitando el palacio. No quiero pisar más por ahí.
- Yo tampoco lo haría pero no se cómo salir de ahí.
- Ahora puedes andar, ¿no? Debería serte más fácil.
Anne sonrió. Por fin era libre.
- ¿Y cómo fue la función?
- Perfecta. Para qué engañarte.
Anne deseó haber estado ahí. No le hacía gracia que Rosalie fuera la protagonista que estaba enamorada del chico protagonista (Dave).
- ¿Y la escena del beso?- preguntó ella algo preocupada.
- Fingido. Por nada del mundo mis labios tocarían los de alguien como ella.
Anne no pudo evitar alegrarse. El poder caminar le estaba dando confianza y nuevas fuerzas. Tenía un buen presentimiento en cuanto al sueño de esa noche. Como todas las noches, apareció sentada al pie de la escalera. Rosalie fue a molestarla pero ella se levantó y se marchó. Rosalie se quedó de morros y fue a su habitación. Anne fue a rodear el palacio y se encontró a Edward paseando por ahí. Al ver a Anne, se alegró de que ya pudiera caminar y fue a darle un papel enrollado sellado con lacre.
- Tienes una misión. Para que nadie sepa que te lo he dicho en persona, aquí tienes el mensaje escrito. El ladrón de los sueños ha vuelto y necesito que vayas a por él. Eso te evitará tener que estar por aquí y ver a quien no quieres. Recuerda que te di esas esposas que anclan al ladrón al sueño en el que se encuentre. Necesito que lo atrapes antes del baile de compromiso.
Puso el papel en sus manos, aprovechando para tocarlas una vez más. Le besó el dorso de su mano derecha e hizo una reverencia.
- Cuento contigo, princesa. Nunca olvides lo que eres.
Miró a los lados y se marchó como si nada hubiera sucedido. Anne se quedó un momento en trance, recordando por un momento más la verdadera personalidad de Edward que solo mostraba cuando estaban solos. De pronto se dio cuenta de su misión y despertó del trance. ¿Cómo iba a atrapar al ladrón en una semana?
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