C10. Cómo en los viejos tiempos.
—¿Qué es lo que hacemos aquí?—pregunto en voz baja. Tommy levanta la mirada y una amplia sonrisa que hace que mi corazón se acelere se abre paso en sus labios.
—Ya lo verás.—responde sin más.
—Oh, vamos.—me quejo.—Me conoces, sabes que las sorpresas no son lo mío, además, que me digas "ya lo verás" sólo hace que mi curiosidad aumente de una manera exponencial...
—Sigues igual de habladora que siempre.—anuncia.
—¿Y eso debería ofender o halagarme?—él se echa a reír y niega lentamente mientras se coloca el cinturón de seguridad. Toma mi mano entre la suya y dejando un beso sobre el dorso, lleva su atención al frente.
—Halagarte, desde luego.—repone encogiéndose de hombros.—Confía en mí ¿de acuerdo? Sabes bien que nunca te haría daño.
—Confío en ti.—le recuerdo.—Sólo que...—comienzo pero su voz me interrumpe.
—Belibú...—suspira.—ni lo intentes, porque no pasará.—me sonríe.—además es un viaje muy pequeño...pasaremos por una pizza gigante de salami con queso extra y te prometo que será increíble...
—¿Cómo en los viejos tiempos, no?—pregunto y él asiente pero no me mira. Sus ojos chocolate están concentrados en el camino frente a él, me quedo en silencio contemplando fijamente la manera en la que luce, su cabello, sus largas y espesas pestañas, su nariz y sus labios. ¡Es Tommy! Es el mismo Tommy del que yo me enamoré.
—También me estás mirando como en los viejos tiempos...—susurra y mi corazón da un vuelco.
—Es que no has cambiado en nada.—añado como si esa fuese una respuesta suficiente para justificar que lo esté mirando como una loca.
—El amor que siento por ti tampoco ha cambiado.—anuncia y una pequeña sonrisa se asoma en mis labios.—No tienes ni idea de la manera en la que late mi corazón cuando estás cerca, Bel...y; realmente espero que lo que te estoy diciendo no sea para ti algo intenso porque...bueno, es lo que siento, y para serte honesto, estoy harto de que las personas se guarden lo que sienten, lo mío no es el desinterés, lo odio de hecho...
—No suena intenso, Tommy.—murmuro sin dejar de mirarlo.—Y el desinterés tampoco es lo mío.
—Me alegra escuchar eso.—me sonríe.—Así que señorita Belibú, pidamos esa deliciosa pizza y vayamos a admirar la jodida ciudad...
(...)
—Madre mía, mi mamá en serio estaba intensa esa noche.—me echo a reír y Thomas se une a mi risa un par de segundos después.—En serio, literalmente me tuvo sentada casi una hora esperando a que le contara que fue lo que hicimos...
—¿Se lo contaste?—pregunta.
—¡Claro que no!—me burlo.—No es que fuese a decirle: mamá, mi novio me folló, por Dios ¿en qué cabeza cabe eso...?—Thomas niega divertido.
—Pero sí lo hice...
—Sí, no es el tipo de charlas que tengo con mi mamá sin que se escandalice o lo que sea.—los dos nos reímos.—Si se lo hubiese dicho, ella seguramente habría conseguido una entrevista con el papa para mí...
Una carcajada abandona sus labios al tiempo que pasa sus brazos por encima de mis hombros para atraerme a su cuerpo. De inmediato el aroma de su loción se cuela por mis fosas nasales y mi corazón da un vuelco dentro de mi pecho, sus labios buscan los míos y las jodidas mariposas de las que todo el mundo habla revolotean sin control alguno en mi estómago.
—Te extrañé.—susurra sobre mis labios.
—También te extrañé, no tienes ni idea de cuánto...
—Hola.—saludo. Automáticamente cada par de ojos en la mesa se posan encima de mí. Me quedo en silencio un par de segundos procesando sus rostros amigables hasta que mis ojos se encuentran con los de Yan que permanece sentada junto a Levi. Una extensa sonrisa se abre paso en sus labios y sus blancas mejillas se tiñen de rojo ligeramente.
—Pensé que no vendrías...—anuncia Khai mientras se pone de pie. Sus ojos me miran fijamente y la sonrisa que adorna sus labios no se marcha en ningún momento.—Es decir, pensé que...ya sabes, no...
—Se me hizo un poco tarde y pido disculpas por ello.—respondo de inmediato.
—No te preocupes, toma asiento.—inquiere señalando un lugar a su lado.—Chicos, él es Aarón Silvetti, y Aarón, ellos son mi prima Gala y sus amigos, Noah y Sharyl...
—Es un placer conocerte.—anuncia el chico. Lo contemplo un segundo antes de tomar la mano que él me ofrece.—Soy Noah.
—Aarón.—pauso.—Y también es un placer conocerte.—respondo sincero, antes de que él pueda decir algo más o que si quiera yo pueda hacerlo, la voz de Khailani se hace presente una vez más.
—Ven, toma asiento y comamos antes de que la pizza se enfríe.—musita sin perder la sonrisa bonita de los labios. Obedezco y disimuladamente llevo mis ojos hasta Yanelis que evita a toda costa encontrarse con mis ojos pero aún así, puedo darme cuenta de cómo por el rabillo de su ojo está al pendiente de mí. Y yo de ella.—Espero que te guste la pizza de peperoni...
—Es mi favorita.
La velada no va tan mal después de todo. O al menos eso quiero convencerme a mí mismo. Gala, Sharyl y Noah parecen ser bastante divertidos aunque por más que lo intento. Cuentan chistes malos. Se ríen. Beben refresco. Podría pasar por una reunión de amigos bastante divertida.
Mastico lentamente mi última rebanada de pizza y cuando levanto la mirada me encuentro con un par de ojos negros que me observan fijamente. Bajo la mirada de nueva cuenta y cuando la levanto una vez más una pequeña sonrisa aparece en los labios de la chica llamada Sharyl. Le sonrío también.
—¿Eres el hermano de Danna, verdad?—pregunta finalmente. Aprieto mis labios, quiero negar pero termino asintiendo.—No soy su fan.—añade.—Es decir, me gusta su música pero si te lo pregunto no es porque quiera sonar pesada ni porque quiero acercarme a ti para llegar a ella...—me informa.
—No entiendo...
—¿Ella es tu novia?—cuestiona señalando disimuladamente a Khai que permanece inmersa en una conversación con Gala y el resto de los chicos.
—No...—niego.—mira, realmente no entiendo que es lo que está pasando pero...
—Belenn.—anuncia sin más. Mi corazón da un vuelco dentro de mi pecho apenas el nombre de Belenn sale de sus labios.
—¿Qué?
—Ella...—comienza pero el sonido de mi celular la interrumpe. Lo tomo del bolsillo de mi campera y la miro un momento.
—Dame un momento, tengo que atender.—murmuro al tiempo que me pongo de pie. Cada par de ojos se posa en mí de nueva cuenta pero ignorándolos a cada uno de ellos me retiro de la mesa.
—¿Aarón?—me llama Khailani.
—Ya vuelvo...—miento y luego simplemente me marcho.
(...)
—Lamento interrumpir tu noche...—me dice la voz de Danna apenas deslizo mi dedo pulgar en la pantalla de mi móvil.—es sólo que yo...yo...
—¿Danna?—la llamo.—¿Qué pasa, hermanita?—pregunto en voz baja.
—Es una tontería.—responde de inmediato.—Buenas noches.
—No me cuelgues, Pulga.—me quejo llevando mi atención al ventanal de la pizzería. Puedo ver a los chicos riéndose entre sí, parecen divertidos y aunque cada uno de ellos ha estado haciendo intentos casi desesperados por adaptarme al ambiente que se ha creado en la mesa –completamente ajeno a mí- nadie lo ha logrado todavía.
Tener a Danna en el teléfono es una especie de tabla de salvación que no sabía que necesitaba tanto hasta que vi su nombre en la pantalla y a la que por supuesto, no pienso renunciar tan fácilmente. No por los próximos diez minutos al menos.
—No quiero incomodarte o interrumpirte ni nada que se le parezca...—susurra.
—Deja de decir boberías, niña.—refuto mientras tomo asiento en un ancho y grande tronco de madera.—Dime qué es lo que pasa, porque es obvio que algo pasa, sino...tu voz no se escuchase como si tuvieses horas llorando.—comento.—Espera, ¿has estado llorando, verdad...?
—No...
—Te conozco, pulga.—le espeto.—Puedes mentirte incluso a ti misma si quieres pero no a mí, así como también sé perfectamente bien el motivo por el cual estás llorando...—agrego.—¿Qué ha pasado con Christopher ahora...? ¿Lo volviste a buscar...?
—No...—repite.
—Dan...—comienzo pero un sollozo de su parte me interrumpe.—hey...no llores...sabes que odio cuando lo haces, y odio mucho más que lo hagas cuando no estoy cerca para poder abrazarte...
—Es más difícil de lo que pensé...—susurra.—Tal vez ni siquiera debí volver a Westfield jamás...
—No digas eso, Dan.—me quejo.—Claro que tenías que volver, es tu casa, haya pasado lo que haya pasado; en cuánto a Christopher, no...sabías de antemano que fácil no iba a ser...pero si te sirve de consuelo, él está bien. Lo está llevando bien y Teenie parece ayudarlo...—hago una pausa.—quién no lo está llevando bien eres tú...
—Me duele el corazón cada vez que lo pienso...—confiesa en medio del llanto.
—Dime dónde estás—pido.
—Nueva York...
—Te veré más tarde.—decido poniéndome de pie.
—¿Qué?—susurra.
—No puedo estar lejos de ti si siento que te me estás muriendo de dolor, pulga.—respondo sincero.—Además, es mucho mejor que estar sentado en una mesa repleta de gente que parece haberme comido una fábrica de azúcar, prefiero pasar el tiempo sentado en un avión para ir a ver a mi hermana...
—Pero...—comienza pero yo la interrumpo de golpe.
—Nada de peros.—replico de inmediato.—Te veré esta noche.—decido sin más.
Cuelgo la llamada antes de que Danna pueda decir algo, inspiro con fuerza y cierro mis ojos un largo segundo. Salir a cenar con Khai y su familia definitivamente no fue la solución en absoluto ni mucho menos la cura para la enfermedad crónica que me aqueja que yo necesito. Esa enfermedad llamada "Hazel y sus ojos jodidos ojos" que no me puedo sacar de la cabeza desde la primera vez que la vi. Pero estar tan jodido por una chica a la que seguramente no vería nunca más es una mierda.
Nueva York definitivamente era una buena idea. Danna era una buena compañía incluso cuando estaba rota, es el tipo de persona con la cual te puedes acurrucar en un sofá o sobre la superficie de un colchón y su compañía y su silencio era beneficioso. Y eso era lo que yo necesitaba.
Necesitaba a mi pulga.
—¿Aarón?—la voz de Khai me trae de vuelta a la realidad. Abro los ojos de golpe y me encuentro con ella, que ahora se encuentra de pie delante de mí contemplándome fijamente con una pequeña sonrisa tirando de la comisura de sus labios.—Lo lamento, no quería asustarte...
—No me asustas.—respondo de inmediato.—Lo siento, es que estaba hablando por teléfono...
—¿Todo bien?—pregunta.
—Sí.—asiento.—De verdad me la pasé increíble pero debo irme ahora mismo, tengo una emergencia familiar...
—Te acompaño.—anuncia.
—No.—niego.—Iré fuera de la ciudad, así que está bien, no te preocupes. Estaré bien.—pauso.—En verdad, muchas gracias por invitarme, Khai. Eres un amor, pero en serio debo irme.
—Ten un buen viaje...—susurra cuando me acerco a ella para depositar un pequeño beso sobre su mejilla derecha.
—Gracias.—murmuro.—Ten una buena noche...
Mi vuelo no es la locura que normalmente es cuando las personas se dan cuenta que soy el hermano de Danna –lo cuál de alguna manera agradezco mucho porque lidiar ahora mismo con las personas realmente no está en la cima de la lista de mis cualidades a corto plazo-, alrededor de las dos de la mañana –y con menos sueño que en toda mi jodida vida- atravieso las puertas de cristal del hotel, camino directamente al ascensor para ir junto a mi hermana pero cuando este llega al piso trece y las puertas de metal se abren, mi corazón da un vuelco enorme antes de comenzar a latir desenfrenadamente dentro de mi pecho.
Porque la última persona a la que esperé ver, está aquí.
Con los pies descalzos. Un pijama ridículo. Y el cabello revuelto.
Hazel está aquí. Siendo la chica más jodidamente hermosa sobre la faz de la Tierra.
Siendo la misma chica que no ha salido de mi jodida cabeza ni un solo momento desde que la vi el primer día.
—Hazel...—la llamo. Su boca se abre un poco como si quisiera decir algo pero luego vuelve a su estado natural. Sus preciosos ojos me observan un par de segundos y luego niega.
—¿Tú...?
—¿Emocionada de verme?—cuestiono dedicándole una amplia sonrisa.—¿Me echaste de menos, Hazel?
—No tienes tanta suerte, Aarón Silvetti.
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