Epílogo

—Me encanta esa foto —dijo Eleonora mientras observaba a su hija colocar el retrato en su mesa de luz. Andrea se giró, con una sonrisa nostálgica—. Saliste con una sonrisa hermosa.

, pensó la muchacha, porque en aquella foto habían dos sonrisas, la suya y la de Eusebio. Aunque la de él, más linda que la suya, no se podía apreciar.

—¿Vamos?

—Sí, ma.

Salieron de la casa sin apuro. Las hojas de los árboles estaban más verdes que nunca, surgiendo en masa gracias a la llegada dela primavera. Otorgaban un poco de sombra en los días más cálidos, en las veredas que conducían a la casa de su tía y su abuela. Andrea no había pisado aquel lugar desde el día en que había salido corriendo, pero le pareció que debía enfrentar sus miedos si quería preservar a los que más quería consigo.

Francisco estaba también en la casa de Eliana, listo para la merienda. Siempre estaba metido o en la casa de Emiliano, o en la de Andrea, así que casi era parte de la familia. También estaba allí porque sabía que habían cosas que Andrea debía enfrentar y quería estar con ella cuando el momento llegara.

La muchacha saludó con timidez, aún sin adaptarse a la comodidad de la familia, y se quedó en la cocina junto a Pancho.

Desde la ventana, podía ver su propio asunto pendiente, pero no tenía apuro para resolverlo.

El pozo la saludó con sus susurros. 

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