6

No volvió a ver a Eusebio después de la discusión que tuvieron el viernes en el patio trasero. Era increíble lo mucho que le dolía que el fantasma la ignorara cuando ella solamente quería que él estuviera bien. También no lograba entender cómo se había encariñado tanto con un muerto, cuando todos esos años los había evitado con tanta vehemencia.

La mancha que tanto la aterraba tampoco apareció, aunque eso no la tranquilizó en absoluto. Aquella cosa estaba aferrada a aquel lugar porque quería proteger a alguien, a su "tesoro", como lo llamó. Temía que fuera Eusebio, aunque no lograba encajarlo en aquel puzzle que tenía que ver con la casa y la familia Terra.

Ese lunes amaneció frío y gris, y Andrea apenas tenía ánimos de comenzar las clases, y más aún en un liceo nuevo, con gente nueva y fantasmas en los rincones de un edificio que seguro era tan antiguo como el pueblo mismo. Estaba tomando café con mucha parsimonia cuando un golpeteo tímido hizo que su madre atendiera la puerta.

Emiliano y Pancho surgieron en el umbral, con las mochilas a cuestas y los ojos adormilados.

—Mi madre nos mandó aquí —dijo su primo mientras se inclinaba para saludar a Andrea con una mano, parada detrás de su madre con la taza de café en la mano—. Dijo que teníamos que acompañarla.

—Sí, yo le pedí porque Andy no sabe dónde está el liceo.

—¡Mamá! —se quejó la muchacha—. Tengo google maps, puedo llegar sola.

Eleonora no dio lugar a negativas, diciéndole que los muchachos ya estaban allí y no los iba a dejar plantados, qué iba a decir su tía. Andrea rodó los ojos y fue por su mochila arrastrando los pies. Cuando llegó a su dormitorio, un libro le llegó desde la habitación vacía, golpeándole la cabeza por detrás.

—¡Eusebio! —exclamó emocionada, muy por encima de la molestia que tenía porque él había dejado de hablarle—. ¿Donde estuviste?

Él apareció en el pasillo, con los brazos cruzados y un mohín chistoso en los labios. Se alzó de hombros, empecinado en su molestia con ella.

—Por ahí, haciendo cosas de fantasmas.

Miró hacia el techo. Las pecas en sus pómulos y nariz parecían más acentuadas y él soltó un suspiro que movió los rulos de su cabeza, flotando en el aire con suavidad, ajenas a la gravedad.

—Perdón. —Eusebio estiró los labios, murmurando—. Pero es que no quiero irme, no ya. Me...

Hizo una pausa. Andrea esperó con paciencia, sintiendo las dudas que él tenía palpables en el aire. Tenía ganas de abrazarlo si no fuera porque aquello era imposible e intentarlo la haría parecer una tonta.

—Me aterra, en realidad.

—¿El qué?

—El más allá.

Ella soltó una risa, pero solo recibió una mirada de reprimenda.

—Pero si estás muerto, Euse.

Él se movió por el aire, molesto, girando y haciendo gestos con la boca. Entonces dejó caer los hombros y se paró delante de ella, casi a su altura, como una persona viva y normal salvo por la transparencia de su cuerpo. Andrea retuvo el aire, nerviosa, aferrando el asa de la mochila con ambas manos.

—Sí, ya sé. Estoy muertito pero sigo acá, atorado en este mundo que conozco y no tengo la más pálida idea de lo que viene después, si es bueno o es malo. Me llena de incertidumbre y de miedo. Estar muerto a medias me da mucho miedo. Y hay muchas cosas que tengo acá que no quiero perder —añadió, desviando la mirada hacia el rellano de la escalera.

—¿Cómo qué? —se atrevió a preguntar ella, soltando el aire despacio mientras el corazón le latía en los oídos.

Eusebio volvió a mirarla.

—También quiero descubrir quién soy, quién fui. Cómo morí. También me gusta asustar a la gente, lanzar libros (se me da muy bien, es lo único del plano material que puedo tocar) y —volvió a desviar los ojos, rascándose el cuello— y tú.

Las cosquillas en el estómago hicieron que pasara una mano por la panza, llena de una emoción que no sabía explicar. Él seguía sin mirarla, moviéndose suavemente como mecido por el aire.

—¡Andy! ¿Qué estás haciendo? ¡Van a llegar tarde por tu culpa!

El ambiente se rompió y Andrea aprovechó para alejarse y bajar las escaleras de dos en dos. Llegó hasta los muchachos con la respiración agitada y reteniendo los nervios que la habían tomado completamente por sorpresa.

Al parecer, la primer declaración de amor que recibía en su vida era de un muerto que apenas conocía hacía unos días. No sabía si eso era suerte o era una total desgracia.

👻

El verdadero nombre de Pancho era Francisco y hablaba hasta por los codos. Todo el trayecto había preguntado por su vida y en cómo era vivir en la casa embrujada del pueblo. Incluso indagó si había visto fantasmas o al menos las cosas moverse solas, pero Andrea, sumida en sus pensamientos, apenas respondió que no, que no había nada extraño salvo las cosas abandonadas en el depósito del fondo. Preguntó si alguien sabía sobre los Terra que habían vivido allí y el único que supo responder algo fue justamente Pancho, diciendo que su abuelo había sido amigo de Baltasar Terra, el que le daba nombre a la calle y había sido el dueño de la casa.

—¿Y Braulio quién era? —tanteó.

Pancho se pasó el índice y el pulgar por el mentón.

—Le pregunto al abuelo si quieres. ¿Por qué quieres saber?

Le contó de las facturas que había encontrado y le dijo que le daba curiosidad conocer más de su nuevo hogar. Él le dijo que quizá podía preguntarle al cura de la ciudad, quien era un hombre anciano que todos adoraban y conocía a cada familia que vive y vivió en Palmar Chico.

Ella agradeció cuando llegaban al edificio liceal. Era pequeño en comparación al que iba en Montevideo, pero le pareció acogedor. Al menos no tenía rejas para evitar que malas influencias se colaran en el recreo y la vistosa fachada de ladrillos a la vista le daba un aire más serio.

Se separó de su primo y su amigo, a lo que ellos le dijeron que la iban a esperar a la salida, y presentó en la adscripción y allí le indicaron el salón de sexto de medicina al que tenía que asistir. Tenía apenas cinco compañeros de clases, al menos en las materias específicas, y unos treinta en las materias del tronco común.

Se mantuvo de perfil bajo, apenas presentándose cuando se lo pidieron los profesores, y el resto del tiempo se pasó haciendo los apuntes y pensando en todo lo que tenía que enfrentarse cuando volviera a la casa. Tenía que contarle a Eusebio de la mancha que vivía con ellos y que sospechaba que tenía que ver con él.

Y también debía pensar en cómo volver a hablarle después de la inesperada declaración. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top