PARTE III: VENANDI FUR ANIMARUM.

Huye, Elena, huye...

La mirada de Elena se veía atrapada en un cementerio sin salida, le rodeaban gran cantidad de tumbas, y los árboles proyectaban sombras aterradoras. El aire era gélido, erizaba la piel de Elena conforme corría; podía sentir el aleteo de aquella criatura sobre su cabeza.

¿Qué ganaba corriendo? Después de todo no sabía dónde se encontraba y muy posiblemente muriera ahí mismo; tomó aire y se detuvo, ya no podía más.

¿Qué demonios es esto?, pensó.

El aleteo desapareció o eso parecía, Elena miraba a su alrededor perturbada. Todo estaba empezando a ser cubierto por una neblina, las tumbas y los árboles se tornaban aún más aterradoras, ya no había rastros de mariposas, sólo inundaba el lugar un silencio cortante e insoportable.

-¡¿Qué quieres de mí!? -Gritó desesperada, sorprendida por el tono tan desgarrado que había salido de su garganta.

Elena sentía como los árboles se mecían de formas irregulares, el aire en ese lugar no provenía de una dirección como tal, golpeaba en todas, y las ramas crujían emitiendo una risa, una carcajada que ocasionaba un eco a través de las tumbas. El aire era caliente, las ráfagas se sentían cada vez con más temperatura. Elena ya no caminaba a la misma velocidad que lo hacía al principio, sus pies se quejaban por lo cansados que estaban, habían corrido por demasiado tiempo, sus pantorrillas estaban a punto de acalambrarse, podía sentirlo. Caminó hasta la tumba más cercana y se sentó, colocó la cabeza en sus rodillas, quería reírse, por un momento le resultó gracioso su situación, jamás se imaginó que un demonio la perseguiría a través de un cementerio lleno de tumbas y árboles que se reían.

La niebla ahora se encontraba un poco más cerca. ¿Qué lugar era ese? ¿Alguna dimensión extraña? ¿el infierno? ¿purgatorio? Era estúpido pensar en esas ideas, en un algún lugar Elena escuchó decir que si buscas una explicación a todo acabaras loco. Y no hacía falta, ya se sentía demencial.

Adentrada en sus pensamientos, percibió el sonido de una persona entre las tumbas que tenía frente a ella. Levantó la cabeza y vio a la distancia, escondido en una tumba, a un niño que asomaba la cabeza con cautela.

-¡Eh! ¡Eh! ¡Ayuda! ¡Ayuda! -Gritó con esperanza, Elena. Corría sin miedo a tropezar, lo único que deseaba era encontrar a alguien más.

Al llegar hasta el lugar donde se encontraba aquel pequeño, quedó petrificada. Frente a ella no estaba un pequeño como parecía a la distancia, sino un ente encorvado con demasiadas arrugas, su piel era grisácea, sin embargo, Elena notó en sus ojos el alma de un pequeño, un niño asustado que estaba siendo consumido por la criatura alada.

-¿Quién eres? -Le preguntó con suavidad.

El ente encorvado levantó la mirada hacia ella, mostraba un brillo escaso, las pupilas pronto perderían su color azul.

-Lo que queda de Emmanuel Langer.

-Esa cosa tan despreciable te ha atrapado, ¿Cierto?

-Sí. Al igual que lo hará contigo.

-Ayúdame a escapar, por favor -Imploró Elena. Sus ojos se inundaron en lágrimas que le hicieron sentir y recordar que aún estaba viva.

-Provienes del mundo mortal, puedo escuchar tu corazón latir en algún lugar lejano. Tendrás que ir al barranco de luz, ahí yace el límite de su mundo y el tuyo.

La voz del ente encorvado parecía distante a pesar de estar a centímetros de Elena.

-¿Dónde es eso?

Elena no podía dejar de ver las pupilas de los ojos que tenía frente a ella, cada segundo que transcurría el azul se convertía en gris, ella presentía que era la última vez que lo vería, finalmente seria consumido.

-Corre hacia al norte. Llega hasta su guarida, y una vez ahí busca a las mariposas azules; ellas siempre están al borde.

Elena miró alrededor, ¿Cómo sabría ir al norte? Ese lugar no podía tener direcciones, era ilógico, lo era, nada de eso podría ser lógico.

-No sé cuál es el norte -Murmuró Elena.

-Sigue a la mariposa, esas malditas siempre te llevan a él.

-¿Qué mariposa...?

Elena se quedó con las palabras en la boca al ver como el pobre niño comenzaba a rasgarse y deshacerse en un polvo negro que emitía un aroma fétido, un aroma que Elena nunca olvidaría.

¿Qué haré ahora?, pensó Elena.

"Sigue a la mariposa" había dicho, ¿pero cuál maldita mariposa? Elena siguió caminando a través de las tumbas, deambulaba con pesar, estaba a punto de caer rendida cuando el brillo verde de una mariposa inundo la oscuridad que le rodeaba, alumbrando su rostro demacrado y sucio. De pronto una sensación de alegría le recorrió el pecho, esa mariposa le guiaría hasta el fin de ese lúgubre lugar.

-Llévame al barranco -Dijo Elena. Por un momento creyó que era una estupidez, pero la mariposa comenzó a aletear mientras su cuerpo brillaba fuertemente. Dio un giro sobre su eje y doblo a la izquierda, Elena la siguió.

El camino se comenzaba a tornar diferente al cabo de un tiempo, las tumbas parecían ser cada vez menos abundantes, los árboles no eran como los de atrás, estos parecían secos y muertos, sus hojas eran negras que liberaban un olor a almizcle que comenzaba a adueñarse de la atmosfera; la niebla comenzaba a disiparse, únicamente un vapor frio emergía del suelo en cada paso que Elena daba sobre él. Pasaron unos minutos, una hora o tal vez días, Elena se sentía cansada, sucia y a punto de implorar por su muerte, cuando frene a ella apareció un campo de lirios.

El campo estaba lleno de lirios en todos sus colores existentes; blancos, morados, anaranjados, azules. Cientos de mariposas aleteaban eufóricas sobre las flores, emitiendo brillos poderosos, se movían de un lado al otro, mecían con su fuerza los pétalos, era tan hermoso. Elena se encontraba excitada ante aquella vista, sus ojos no podían capturar toda la belleza del paisaje; era realmente aterrador ver un campo de lirios ser iluminado por el brillo de las mariposas, entre toda esa oscuridad que parecía ser infinita. En el medio de aquel campo se abría un camino de arena rojiza, como el polvo de los ladrillos; Elena no dudo en atravesarlo y se llevó la sorpresa de un aroma encantador, algo embriagante pero efímero, cada olor que su olfato percibía desaparecía al instante dejando paso a otro aroma más exquisito. Caminó por aquel campo hechizada, hasta que una puerta verde apareció a la distancia.

-Sigue, la puerta te llevará a la salida -Habló una voz empalagosa-. ¡Vamos, abre la puerta! Descubre lo que yace ahí dentro.

-¿Y si está ahí esperándome? -Preguntó Elena temerosa.

-¡Claro que te espera! ¡Te dará caza! -Contestó la voz siendo burlona-. Venandi fur animarum está en todos lados, él te ha querido mantener con vida este tiempo, él es un dios ¿Crees qué escaparas de él?

Elena meditó por un momento, era lógico, entrando o no moriría, pero no sin antes intentar escapar: lucharía, tenía a su hermana, no a ella, esa cosa, demonio, o dios, no podría atraparla, NO.

Corrió hasta llegar a la puerta verde, y se dio cuenta del enorme número cuatro, tallado sobre ella. ¿Qué significaba ello? Era un numero romano en relieve sobre toda la puerta, Elena le dio vuelta para observarla detenidamente. La puerta estaba erguida sobre la tierra sin tener nada que la detuviera a sus espaldas, simplemente levitaba en medio de aquel camino, en el campo de lirios y mariposas, en ese maldito lugar.

Elena miraba detenidamente la gran puerta, era hipnotizadora, se imponía en ese campo, observó que no tenía un cerrojo para abrirla, no había forma de entrar sino tenía un cerrojo o algo para jalar la puerta. Dio un par de vueltas más, intentando entender, sin embargo, no podía, todo era tan irreal.

-¿Ahora qué? -Preguntó al vacío sin esperar una respuesta.

-Lee las palabras.

La voz de Karina retumbó en la cabeza de Elena como millones de fuegos pirotécnicos.

-¡KARINA! ¿Dónde estás? ¿Te ha hecho algo?

Elena alzó la voz. Giraba la vista en busca de su hermana, creyendo ciegamente en que ésta se encontraba escondida en el campo de lirios.

-Lee las palabras.

Por un minuto Elena creyó que se había vuelto loca, la voz de Karina no parecía provenir de ningún lado, sin embargo, la escuchaba. Aterrada decidió darle un último vistazo a la puerta, giro sobre sus talones, sin esperanza, y descubrió que la puerta ahora era vieja, estaba despintada, varios pedazos de madera parecían podridos. En la parte de arriba, donde el color verde aún era presente, se comenzaba a formar un tallado con letras. Esperó asombrada a que las letras terminaran de ser talladas y entonces leyó.

"ROAMZA LIMRA AMCREOS".

¿Qué quería decir aquello? Elena pronunció detenidamente aquellas palabras y en un parpadeó apareció frente a ella un cerrojo dorado brillante.

-Elena... -Habló Karina-. Cuidado con lo que veas dentro; él que roba almas te espera dentro.

Antes de poder contestar Elena sintió como su mano se movía a voluntad propio, giró el cerrojo y una mano la tomó del cuello arrojándola dentro.

Cayó en un piso negro que reflejaba la lis de un candelabro enorme, encima de él. Elena levantó la mirada de forma apresurada, frente a ella, a pocos metros de distancia brillaban unos ojos verdes.

¡Es él! ¡Es él! Pensó Elena llena de pánico. Intentó levantarse y correr, pero su cuerpo estaba pegado al suelo. La criatura comenzaba a notarse un poco más. Su cuerpo era demasiado alto y sus ojos aterradores no parecían parpadear, su piel gris se mostraba blanquecina bajo la luz del candelabro. Caminaba lentamente, certero de su victoria; una sonrisa macabra se formaba en su rostro conforme avanzaba. Elena lo miraba, no podía despegar la vista de tan horrible cosa.

-¿Qué eres? -Preguntó Elena. Su voz era ronca, sus ojos estaban inundados en miedo-. ¿Qué quieres de mí?

Los ojos de la criatura emitieron un brillo cegador y después se tornaron negros, acto seguido, Levantó su cabeza hacia el techo. Su cuerpo temblaba, la cabeza se le movía de un lado a otros, de arriba abajo; todo el lugar también había comenzado a temblar, el suelo se zarandeaba en forma de ondas, Elena gritaba mientras su cuerpo subía y bajaba, un sonido similar a un silbido le perforaba la cabeza, todo parecía nublarse, entonces una voz habló en su cabeza.

"Soy un ser como tú. Nuestra diferencia reside en ese envase de carbono, del cual tu alma es prisionera, e ignorantemente llamas cuerpo. Soy un Dios olvidado, nombrado demonio hace mucho tiempo. Un ladrón, un portador, el que lleva el cuatro sobre su espalda y labrado en su sien. Un jugador, un cazador, un embustero, un rey y un mendigo; soy todo lo que viste aquí, todo lo que escuchaste y todo lo que temiste. Soy quien nombro a la mentira; soy el que reto a las virtudes. Un esclavo de la gran prostituta, un rey sobre ustedes. Un viajero del tiempo y el espacio, uno de los ocho tronos. Tu civilización me adoro en algún lejano tiempo, después me dio la espalda y escupió en mi nombre. Soy la mariposa que purga el campo que ustedes intoxican, el que vuela sobre el túnel de lo que, inocentemente, llaman vida. Soy el que roba..."

Elena sintió como un líquido denso, proveniente de sus oídos y nariz, fluía en abundancia. Cuando la voz calló todo volvió a su lugar, y la criatura ya no estaba ahí. Elena se levantó tambaleándose, tocó con miedo sus oídos, descubriendo que era sangre, al igual que el líquido proveniente de su nariz. Agotada y confundida se dejó caer en una pared. Elena había podido sentir en una conexión cuando la voz profunda y aterradora le habló, una imagen asociada a una tribu que colocaba diamantes brillantes a los pies de una estatua esculpida en el interior de un templo, ellos creían que esa criatura alada era buena, lo idolatraban como un Dios único y verdadero. De pronto asaltó la idea a Elena de que tenía que salir de ese extraño cuarto, tal vez todo era una trampa, y si seguía ahí la cazaría.

Buscó una forma de salir con la mirada, todo lo que tiene una entrada, tiene una salida. Se levantó de donde yacía y comenzó a tocar las paredes en busca de una puerta oculta.

-La puerta es la misma. Por donde entras sales.

Sonó la voz de Karina en el cuarto, haciendo eco en todas las paredes.

-Bien.

Elena caminó hasta la puerta por donde la habían arrojado, giró el cerrojo pensando en lo que se podría encontrar. Al abrir la puerta un campo de flores marchitas rodeado de una niebla verde se presentó ante ella.

-Elena, él te espera en la niebla. Tienes que ir directo, el borde para salir está escondido entre esa putrefacta niebla.

-Karina, por favor- Elena se dejó caer sobre sus rodillas, llorando sin encontrar razón alguna-. De verdad siento haberte descuidado ese día en el arroyo, y lamento con todas mis fuerzas no poder hacer nada para sacarte de aquí. Él no te dejara ir jamás...

-Para mí es tarde, hermana. Para ti no lo es. Te amo y lo haré por toda la eternidad.

Las palabras de Karina penetraban cruelmente el alma de Elena, lloraba sin poder frenar; realmente se sentía desesperada, quería rendirse y quedarse ahí. Ya no lo sentía como un sueño, sabía que todo, absolutamente era realidad, toda esa mierda era real.

Tan real como ella, tan real como él.

Tengo que salir de aquí...

Tengo que salir de aquí...

¡Tengo que salir de aquí!...

Elena se levantó del suelo y comenzó a correr, adentrándose en el campo de flores muertas. Corría rápido y sin miedo, tenía que salir de ahí, lo lograría. El campo crujía tras las pisadas de Elena, las flores marchitan emitían risas burlonas, sus tallos secos y amarillos se enredaban en el suelo para intentar derribarla. Sin embargo, Elena brincaba para no tropezar, llegaría a la niebla, nadie se lo impediría, y una vez ahí buscaría el borde.

Sus ojos se agrandaron al ver la niebla cada vez más cerca. Sintió un escalofrió recorrer su cuerpo al pisar el suelo cubierto por el vapor verde; Karina había dicho que ahí estaba él esperándola. Tomó un respiro muy grande y penetró la niebla. El olor era fétido, calaba en las fosas nasales de Elena, había millares de mariposas muertas en el suelo, no podía caminar sin aplastarlas y escuchar cómo se reventaban bajo sus pies.

Caminó cautelosa por unos minutos, lo hacía con cuidado pues desconocía que otra clase de horrores residían en ese lugar. De pronto un aleteo poderoso despertó al máximo el sentido auditivo de Elena, quien escuchó atentamente.

Es él, se dijo.

Elena se echó a correr para no ser atrapada. El aleteo sonaba detrás de ella, por lo que corría cada vez más rápido, sin dejar de ver el suelo. Podía sentirlo volar encima de ella, el sudor le recorría el cuerpo causándole incomodidad. Elena sintió de repente como unas garras se cerraban por detrás de su blusa, alzándola en vuelo. Sus pies se alejaban del piso a rápida velocidad. Finalmente la habían atrapado y la llevaban a su destino final.

La criatura volaba con sus enormes alas, siendo escoltada por un enjambre de mariposas azules que rompían la oscuridad con su brillo. Elena veía el suelo cada vez más lejos, tenía que hallar una manera de liberarse; asustada comenzó a golpear la pata que la mantenía presa, pero era inútil, la cosa no sentía nada.

Quítate la blusa...

Elena reacciono de inmediato ante la voz de niña que le hablaba. Con su mano izquierda tiró del pecho rasgando la blusa, con la derecha jaló hacia el lado opuesto.

¡Más fuerza!

Tiró con todas sus fuerzas y de pronto se vio cayendo al suelo. Cubrió su cabeza con los brazos y se hizo bolita para el impacto. Al caer su cuerpo crujió, su mente parecía querer desmayarse, Elena se comenzaba a desvanecer en una densa oscuridad.

Elena, no...

No te desmayes...

Es la oportunidad para salir de aquí...

¡Elena! ¡Aquí viene!...

-Nunca escaparás -Sonó una voz gruesa desde la niebla.

Elena reaccionó al escuchar como unos pies caían a un lado de ella. Levantó su mirada débilmente y vio a la criatura en su forma entera. Sus ojos brillaban y sus alas estaban extendidas. La respiración de la criatura alada era pausada, tranquila.

La criatura miraba profundamente el cuerpo de la chica en el suelo, podía ver su alma llena de vida. Sería un placer devorar su último aliento de vitalidad. Esa mortal era valiente y virtuosa. Un millar de imágenes pasaron a través de los ojos de la criatura, un futuro y un pasado, decisiones ajenas a los humanos y profecías que había olvidado.

¿Qué planes tienes para tu vida, mortal? ¿Qué valor le darás a tu don? Dijo la criatura riendo de tan patético ser.

Caminó a lado de la chica y posó su pata izquierda sobre su espalda desnuda. Ella lloraba, su mente se imaginaba el final más desgarrador, por ello no abría los ojos.

Tan deliciosa, tan virtuosa... maldigo el día en que los ocho tronos juntaron su destino con ustedes.

Enterró su garra en el dorso de Elena y la hizo dar vuelta. Se aproximó a su pecho y con su lengua azulada la lamio hasta la barbilla, ésta gemía y su corazón bombeaba esa sangre tan sucia de una manera veloz. Tomó el brazo izquierdo de la chica y con su uña marcó el símbolo que quería para ella, tenía planes, claro que los tenía.

-¡HUYE! -Le gritó.

Elena abrió los ojos horrorizada y sin pensarlo corrió, adentrándose en el lugar. Corría y corría, su respiración hacia saltar su pecho, el aire cortaba su piel desnuda. La cara y el cuerpo le ardían de lo caliente que estaban.

Elena, detente...

Frenó de golpe y sus ojos se toparon con un acantilado lleno de luz. Ese era el borde, era la salida de aquel terrible lugar. Elena comenzaba a sentir un miedo a saltar, temía que todo fuera una trampa. Un juego para hacerle tener esperanza y después burlarse de ella.

No tiene sentido, la criatura alada te ha dejado ir, pensó Elena.

-¡Te amo, Karina!

Pisó el borde sintiendo el calor que emanaba esa luz tan blanca y saltó.

Conforme caía, Elena sentía una fuerza de atracción proveniente de abajo, algo la estaba jalando al fondo. Cerró los ojos y deseo con todas sus fuerzas que finalmente la pesadilla terminara. Fue casi de inmediato cuando Elena sintió un golpe en su espalda, un golpe que la sumió en un sueño.

Ha terminado...

Abre los ojos...

Aquí termina...

Elena despertó en el baño de la funeraria con la garganta seca y su cuerpo pegajoso de estar sudando sobre las baldosas del baño. Sus articulaciones crujían en cada movimiento que intentaba dar; no podía creer que finalmente estaba en casa. Al levantarse se miró en el espejo, su cuerpo protestaba, aún se encontraba en un estado de perturbación, pero comenzaba a adaptarse a la realidad que le correspondía.

¿Por qué esa cosa la había dejado huir? No lo sabía, y no le importaba. Le alegraba estar en el lugar donde todo es normal, donde las mariposas no emiten brillos radiantes; donde Karina estaba muerta y existía un cielo en el cual ninguna criatura podía hacerle daño.

-Elena... -Sonó una voz del otro lado de la puerta-. ¿Estás ahí?

Elena brincó y dio un suspiro, necesitaba calmarse. Talló sus ojos y abrió la puerta con delicadeza, intentando parecer normal.

-Me sentía mal, madre.

-Ve a despedirte. Tenemos que irnos.

La madre de Elena la miró con recelo antes de seguir su paso y desaparecer por el pasillo.

-Sí, madre.

Todos se habían retirado, la familia de Elena era la última. Caminó con miedo a través del lugar hasta llegar al ataúd donde la tan amada tía Socorro yacía descansando. Elena sentía una vibración muy extraña en el lugar, la luz era débil pero suficiente. El cadáver se veía tan vacío, como un cascaron, su color era pálido, y su rostro tenía un gesto de tristeza.

-Te amo, gracias por todo, tía. Absolutamente todo, nunca pude entender por qué eras tan amable con todos, siendo que muchos te veían por conveniencia...

Elena se interrumpió de momento, su cerebro lanzó una pregunta silenciosa que no pudo ser ignorada, ¿Por qué todo había ocurrido en el funeral, y no tiempo antes? Karina había fallecido cinco años atrás, y el puente o entrada, como fuera que se llamara, se había abierto justo en la muerte de la tía Socorro. Entonces Elena recordó un domingo en la tarde, su tía le había dicho que odiaba a las mariposas, la fastidiaban con sus colores tan llamativos, y no lograba comprender porqué de un momento a otro esos insectos poblaban su jardín...

-Elena...

Los vellos de la nuca se le erizaron al escuchar una voz a su espada. Elena se giró temblando e imaginando una terrible visión. Sus ojos se dilataron y su boca emitió un chillido al ver una mariposa azul volando sobre el lugar.

-No, no, por favor -Murmuró Elena, articulando cada palabra con dolor-. ¡Ella no!

La mariposa voló hasta el ataúd siendo seguida por la mirada petrificada de Elena. Voló hasta llegar al cadáver y se posó en la boca irradiando un brillo que Elena ya conocía... y temía.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top