PARTE II: Karina.

—¿Elena? ¿Estás despierta? —Preguntó débilmente Karina. Miraba a su hermana Elena, sabia que se estaba haciendo la dormida —. ¡Vamos a jugar! Sé que estás despierta, no estoy tonta.

—Es muy temprano Karina —Contestó Elena girándose hacia el otro lado de la cama.

Karina quien era un pequeña de cinco años, deseaba ir al arroyo a jugar, tal vez fuera temprano, pero eso a un niño nunca le importa.

—Bien —Contestó Karina. Tomó su peluche de conejo y salió del cuarto, dejando la puerta abierta para que Elena se enojara, detestaba que no cerraran las puertas.

Llevaban en la casa de la tía Socorro tres días, siempre eran las primeras en llegar; después del veinte de agosto la casa estaría llena de niños y el arroyo estaría atestado de familia. Karina era muy pequeña para tener pensamientos negativos sobre las personas, sin embargo, no toleraba a su familia, en especial a los niños, le resultaban extremadamente bobos ya que sus madres los tenían muy consentidos. La única persona a la que toleraba era a Elena, no importaba que nunca quisiera jugar con ella, la amaba por ser tan dulce con ella, le hacía sentirse protegida, en especial cuando mamá y papá peleaban en las noches.

Tranquila, cuando quieres a una persona sueles pelear con ella, es extraño, pero es así. Yo siempre te cuidaré de todo, Kari. Era lo que decía Elena cuando Karina entraba en las noches a su habitación, eso siempre la calmaba, por ello lo tenía memorizado.

Karina recorrió el pasillo que da de su habitación a la cocina, al llegar se percató de que su tía socorro no se encontraba ahí, eso era algo extraño ya que siempre estaba sentada, tomando un café y fumando un cigarrillo, leyendo una y otra vez el mismo libro, como si buscara algo que parece no encontrar pero que sabe esta ahí.

—Karina... —Sonó una voz. Karina se giró creyendo que su tía estaba jugando con ella, pero no fue así. Al girarse no encontró a nadie.

—¿Tía Socorro? ¿Dónde estás?

—Ven a jugar pequeña... —Volvió a sonar aquella voz, parecía provenir del pasillo.

Karina camino hacia el pasillo para descubrir a la persona dueña de aquella voz. Asustada asomó su cabeza y se encontró con el pasillo vacío, la puerta de la habitación que ella recordaba haber dejado abierta ahora estaba cerrada. Se sintió un poco más calmada, ver la puerta cerrada significaba que Elena se había levantado a cerrarla, y como venganza comenzó a hacer sonidos para asustarla. Karina no iba a dejarlo así, por lo que camino hacia la habitación, le abriría la puerta de nuevo a su hermana, y cuando se levantara a cerrarla... ¡boom! ella saltaría para pegarle un susto.

Ella es una bromista de primera, pensó Karina al acercarse.

—Sigue a la mariposa —Murmuro la voz. Esta vez provenía de la cocina, Karina no tenía duda.

—¡Elena! ¡basta! ¡Ya me dio miedo de verdad! —Chilló cubriéndose el rostro con las manos.

Intento no mirar para no asustarse de más, sin embargo, decidió que no tenia por que tener miedo. Bajo lentamente sus manos y giro su cuerpo hacia la cocina, en busca de su hermana. Frente a ella estaba aleteando una mariposa rosa, era realmente hermosa. Karina olvido por completo el miedo y se sintió extrañamente sorprendida. La mariposa que se posaba ahora en su dedo índice izquierdo; era la misma mariposa rosada que durante días volaba a las afueras de su ventana en Dorbent; la podía reconocer porque no era una mariposa cualquiera, ésta emitía un brillo proveniente de sus alas, como en las películas de princesa.

—¿Cómo es que me encontraste? —Preguntó Karina. Le sorprendía mucho ver de nuevo a la mariposa rosada. ¿Y si era mágica? Tal vez la llevaría a un lugar mágico.

La mariposa se alzó en vuelo al escuchar a Karina. Volaba alrededor de ella haciéndola reír. Brillaba con extrañeza, parecía un brillo de felicidad genuina, pero a Karina aquel brillo le recordaba a los ojos de su mamá después de llorar.

También es un brillo de tristeza, pensó sin dejar de sonreír.

—Karina ¿Con quién tanto te ríes? —Preguntó la tía Socorro. Su cabeza se asomaba desde la cocina.

Karina se asustó al escucharla, buscó a la mariposa con su mirada, pero está ya había desaparecido.

—Nadie, tía —Contestó. Sabia que mentía y eso le hacia sentir mal—. Te busque, tía Socorro. Me levante esperando encontrarte en la cocina y no te halle.

—Eso es mentira, cariño. He estado en la cocina horneando unos deliciosos panqueques desde las seis de la mañana. ¿Por qué no vienes ah comer uno?

Karina se río creyendo que su tía bromeaba, pero al llegar a la cocina un aroma a pan recién horneado inundo sus fosas nasales; la mesa se encontraba llena de trastes y cacerolas sucias, la estufa tenia el horno encendido y la taza de la tía Socorro estaba a la mitad. Una sensación de susto invadió por un momento a Karina, pero no le tomo importancia, ignoró la situación como cualquier niño de cinco años olvidaría cualquier cosa si tiene frente a él un delicioso panqueque de chocolate.

Al atardecer Karina finalmente había convencido a Elena de ir a jugar al arroyo, irían a jugar a las sirenas por lo que llevaban puesto dos vestidos ligeros para simular la cola de pescado. Elena con diez años disfrutaba todavía de esos juegos, sin embargo, no le gustaba del todo el arroyo, siempre creyó que era viejo y putrefacto, aparte emitía un aroma extraño, y en Halloween podía jurar que luces extrañas entraban y salían de ahí.

—Bien, pero vayan con cuidado —Dijo la tía Socorro ante la petición de ir a jugar.

—Sólo iremos una hora, tía. No me gusta estar ahí —Dijo Elena. Tomó a su hermana pequeña de la mano y emprendieron camino rumbo al arroyo.

Durante el camino Elena se sintió extraña: una necesidad de proteger a Karina le invadió de momento. Miraba de reojo a la pequeña niña castaña que iba a su lado y un amor le hacia sonreír. Amaba demasiado a su hermana, daría todo por ella, y una vez que fueran adultas ambas se fugarían de Dorbent, irían a cualquier otro estado que no fuera Texas, estaban cansadas de lo mismo.

—¿En qué piensas? —Preguntó Karina mirando a su hermana.

—En lo mucho que te amo —Contestó Elena.

—Yo también te amo.

Karina sonrió de oreja a oreja y dejó a la vista de su hermana sus dientes de leche.

El arroyo de Lionock se encontraba sumamente tranquilo, se escuchaban unos pocos pájaros cantando y el agua se movía de manera lenta. Por primera vez en todos los años que Elena recordaba había mariposas alrededor del arroyo; mariposas rosas, verdes, azules, eran realmente hermosas e hipnotizadoras. Elena las observo por un momento, era extraño ver mariposas en Lionock, con tantas aves rondando en esa época de año, y eso sin hablar de las arañas escondidas entre los arbustos.

—¡VAMOS, ELENA! ¡EL AGUA NOS ESPERA! —Gritó Karina mientras se lanzaba al agua sin pensarlo.

—No te vayas a la orilla, Karina. Ahí hay corrientes y está muy profundo, puedes ahogarte —Respondió Elena, pero no obtuvo respuesta, Karina ya estaba jugando en el agua.

Elena se alegro de ver a su hermana tan feliz y también se lanzó al agua sin pensarlo; realmente le gustaba estar en Lionock, se sentía libre y disfrutaba su vida de niña, cosa que en Dorbent no podía hacer.

Duraron jugando en el arroyo alrededor de cuarenta minutos, Elena se sentía con las manos de abuelita y esa sensación le disgustaba, por lo que decidió salir y comer uno de los bocadillos que les había echado la tía Socorro. Salió del agua vigilando que Karina se quedara en la orilla, después camino hasta la cesta y comió tres bocadillos de atún. Se encontraba observando a Karina en cada mordisco que daba; pero estaba bien, Karina era una niña muy inteligente para tan corta edad, se encontraba jugando con una mariposa y daba unas carcajadas muy sonoras. Déjala en paz un segundo, esta feliz, se dijo Elena y se levantó para sentarse en una roca a lado de las flores.

—Elena... —Sonó una voz a su espalda.

Se giró espantada creyendo que Karina le hablaba para pedir ayuda, pero eso no era así. En su lugar vio a un montón de mariposas volando alrededor de la cesta de comida. Elena se preguntó si podría acercarse a ellas y tocarlas como Karina hacia con la mariposa del arroyo, se acercó sigilosamente a la cesta para no espantar a las mariposas y poder tocarlas, antes de que se acercara las mariposas emprendieron vuelo alrededor de ella, postrándose en sus manos, nariz, cabeza y hombros.

¡Que hermosas son!

¡Son bellísimas!

Elena ignoraba que las mariposas la estaban haciendo caminar lejos del arroyo, la llevaban al otro lado de los arbustos sin que se diera cuenta.

Elena no lo recordaría jamás.

Karina vio a su hermana alejarse del lugar donde habían dejado las cosas, mientras muchas mariposas emitían su brillo característico sobre ella.

—¡ELENA! ¡ELENA! ¿¡A DONDE VAS!? —Gritó con todas sus fuerzas, pero Elena no le hizo caso. Seguía caminando hacia los arbustos.

Frente a Karina la mariposa rosada también había comenzado a emitir un brillo, un brillo exagerado y cegador; Karina tuvo que cubrirse los ojos con las manos para protegerse. Cuando intento quitar las manos para ver que ocurría, un golpe la empujo sumergiéndola en el agua. Abrió los ojos asustada y vio que la mariposa volaba dentro del agua; intento gritar, pero no podía, su garganta estaba cerrada, su cuerpo estaba tenso e inmovible, estaba siendo atrapada por algo. La mariposa voló hasta Karina y se posó en su pecho. Karina sintió como si le colocaran una piedra gigante, su pecho se sintió aplastado y su cuerpo comenzó a sumergirse hasta al fondo. Sentía sus pulmones arder, el pánico se hacia dueño de ella, y cuando menos lo pensó se encontraba cayendo.

No podía gritar ni hablar; no podía mover su cuerpo, pero si podía ver. Estaba cayendo a lo profundo de un largo túnel, estaba oscuro, aunque una luz blanca proveniente del fondo iluminaba ligeramente, lo suficiente para que Karina se diera cuenta que no era la única que caía, sobre ella venían más cuerpos, cuerpos adultos y de niños. No tenía idea de lo que estaba pasando, pero si sentía miedo, mucho miedo, aquello se parecía a las pesadillas que la asaltaban por las noches. La luz ligera que iluminaba el túnel, por el cuál Karina parecía descender, se vio ahogada de manera repentina y repentinamente un extraño sonido de aleteo inundo el lugar, parecía provenir del fondo.

Son las mariposas, pensó Karina asustada, vienen por mí.

El sonido parecía más y más próximo. Karina pensó en rezar para alejarlas de ella cuando una a una se comenzaron a posar en su cuerpo, haciéndola sentir que la velocidad a la que caía empezaba a disminuir. Estas mariposas eran de un azul rey extrañamente fuerte y emitían un potente brillo blanco.

¿Me salvaran? ¡Me salvaran!, Karina sentía como su cuerpo estaba flotando hacia arriba, alejándose cada vez más del fondo.

—Karina... —Sonó una voz desde lo alto del túnel.

Esta voz fue reconocida por Karina, era profunda y de hombre. Aquella voz le había hablado a Karina en sus sueños, tiempo después de haber comenzado a notar la presencia de la mariposa rosada. ¿Qué había dicho? ¿Qué palabras recito en aquel terrible sueño donde su hermana gritaba su nombre?

Karina alzó la vista para observar la oscuridad de arriba y un brillo verde esmeralda apareció entre la penumbra, se aproximaba hacia ella, podía reconocer la silueta de unas alas en la oscuridad. Asustada cerró los ojos, deseando que Elena apareciera para salvarla y protegerla, pero incluso a sus cinco años sabia que era imposible, eso no era un sueño, no se sentía como uno. Las mariposas del arroyo, las mariposas estaban ahí para distraer a Elena... para que no me protegiera, pensó Karina antes de sentir una respiración helada en su rostro. Con miedo abrió lentamente los ojos y vio a una criatura mirándola, poseía unos ojos completamente verdes que emitían un brillo estremecedor. Él miraba a Karina con deseo, le sonreía mostrando sus enormes dientes en forma de púa y manchados de sangre.

Esa voz había hablado en mis sueños, estábamos en un lugar extraño, oscuro y lleno de tristeza. Esa voz había dicho...

El vendrá por ti...

Lo último que sintió Karina en aquel túnel fueron las garras de esa criatura cerrarse en su cuello. 

Esta historia continuará...

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