XII.
Sus dedos acariciaban su cabello en círculos de forma tierna y relajante, sumiéndola en un estado de absoluta confianza. Tenía cerrados los ojos, disfrutando de aquella caricia que ella jamás había dicho pero que él había adivinado que le encantaba, porque siempre que estaban en su lugar y ella recostaba su cabeza en sus piernas, él lo hacía.
Una caricia delicada y cálida que ella añoraba tantas veces.
Abrió los ojos encontrándose con la mirada ámbar mirándola desde arriba, con esa sonrisa torcida, juguetona y esos ojos que podrían levantar envidia al sol mismo por el calor que emanaba y revoloteaba en su estómago. Con una sola mirada él era capaz de alterarla o calmarla, las dos cosas al mismo tiempo, era una caricia a su alma.
Una mirada que era solo suya y que ella había comprobado que fuera así.
Desde que aquellos momentos en el jardín juntos empezaron, ella observó detenidamente cada una de sus interacciones para ver si él le dedicaba a alguien más esa mirada. Porque ella era egoísta, la quería solo para ella, que esa mirada le perteneciera exclusivamente. Y había comprobado que fuera así, sintiendo un gran alivio.
Y ahora él estaba ahí, mirándola de esa forma, sonriéndole de la manera en que lograba un golpeteo en su pecho. Esos habían sido los momentos más pacíficos y felices que había tenido. Se aventuró a levantar la mano y tocar su cabello, oscuro y suave, enredándolo entre sus dedos. No hablaban de nada, no pensaban nada, solo en la presencia del otro, eso era suficiente para ambos, siempre había sido así, eso era todo lo que había necesitado.
Cerró los ojos de nuevo, sumiéndose en ese momento perfecto, hasta que dejó de sentir los dedos en su cabello. Cuando los abrió para saber que sucedía, su corazón se detuvo.
La sonrisa torcida que tanto le gustaba desapareció y aún más doloroso, aquellos ojos llenos de luz cálida, se convirtieron en frialdad pura.
Anya se levantó abruptamente de su cama, sentándose y respirando agitadamente con esa ultima imagen en su cabeza y sintiendo una presión dolorosa en su pecho. Se llevó una mano a su frente en un intento de calmarse y darse cuenta que ese no era un sueño. Sino su oscura realidad.
Aquello que ella había arruinado por fin se había presentado en sus sueños.
Hace una semana que había tenido aquella discusión con Damian en el almacén deportivo. Y utilizaba la palabra "discusión" porque no sabía que otro calificativo utilizar. La realidad es que ella le había pedido hablar y él simplemente la había dejado sola. Becky había llegado al rescate pero fue la primera vez que Anya se detuvo a pensar en lo que había hecho.
Ella le había roto el corazón a Damian.
Anya jamás pensó que aquello fuera posible. Si tomaba en cuenta el inicio de su relación, le resultaba imposible. Él la odiaba, o mejor dicho la veía hacia abajo, subestimándola y tratándola como una plebeya. Jamás la tomó en serio, él era un niño demasiado arrogante y engreído, un completo idiota. Si no fuera por la misión Strix jamás se hubiera acercado a él, aunque mejor dicho jamás lo hubiera conocido.
Pero la misión la llevó a relacionarse y al inicio lo hacia "obligada" porque era lo de su padre esperaba de ella. En algún momento a Anya le pareció tan confuso relacionarse con Damian por que decía cosas hirientes y pensaba cosas completamente diferentes. Con el paso del tiempo eso cambió. Damian dejó de ser tan incongruente con sus pensamientos y comenzaron a llevarse mejor, al menos como amigos. Jugaban en deportes o comían juntos, de esa forma su relación se desarrolló durante unos años, se volvieron bastante cercanos. Hasta que unos años atrás, su relación se estrechó aún más.
Anya no podía saber en que momento, solo sucedió, el contacto físico empezó y ella no fue consciente de que forma. Solo podía recordar en los momentos en que había estado nerviosa, ansiosa o preocupada, Damian comenzó a sujetar su mano y ella sentía que todo estaba bien. Y aquel lugar en el jardín del Edén se convirtió en su lugar, donde ambos escapaban y podían refugiarse en el otro, reconfortándose.
Aquel sueño era un recordatorio de esos momentos, lamentablemente.
No podía recordar que día en especifico porque no era algo que había sucedido una vez, sino en múltiples ocasiones, era algo que solían hacer ambos. Anya se recostaba en sus piernas y él acariciaba su cabeza, no tenían que decir nada porque no era necesario. Ese era su lugar seguro, donde sentía que podía estar toda una vida ¿Y ahora se había ido?
Becky se lo había dicho una semana atrás, que Damian la había querido desde niños y que a eso se debía el cambio de su comportamiento. Ella se lo había atribuido a que él por fin había descubierto lo fabuloso que seria ser su amigo. Nunca se detuvo a pensar demasiado en eso, para ella su relación había fluido tan bien, que nunca consideró que podría deberse a algo más.
Aunque... debió tener una pista cuando se dio cuenta que él no trataba a nadie más como a ella. Había sido tan ingenua y atolondrada, algo que su propio padre siempre le repetía. Ahora reconocía que así era, porque por no detenerse a pensar había jodido las cosas en grandes.
Damian no había querido hablar con ella en todo ese tiempo, sin ningún éxito. Él la ignoraba, pasando por completo de su existencia, algo que era sumamente doloroso para Anya. Y cuando ella lo encaraba de frente, él le dedicaba una mirada que jamás pensó ver, tan fría que lograba congelarla en su lugar y no lo seguía cuando se iba.
Todo eso la estaba atormentando.
Ella quería recuperarlo, recuperar aquello que tenían, aquello que jamás se había detenido a apreciar. Sin embargo ¿era lo correcto? Becky se lo había dicho, que todo el Edén daban por hecho que salían por la forma en que se comportaban ¿su relación que habían tenido...eso significaba? Ella no podía recordar ninguna cosa que significara eso.
Su alarma sonó atrayéndola a la realidad, se había levantado antes de tiempo, pero no había podido dormir bien desde hace un tiempo. Se levantó como pudo y se colocó la ropa de manera automática, para salir al comedor encontrando con su madre sirviendo la comida que su padre había cocinado. Se sentó sin decir nada y jugueteó con su comida, realmente no tenía hambre, ese sueño, más bien recuerdo, había hecho un hueco en su estómago.
—Anya ¿todo en orden?
La voz de su padre atrajo su atención, por lo cual lo miró con el periódico en las manos. No supo que decir, de pronto tenia un nudo en la garganta, no era algo que podría decirles a sus padres, además que no quería admitirlo en voz alta.
—Todo esta bien —Decidió decir para calmarlos.
Loid levantó una ceja ¿de verdad su hija quería ser un espía? Era demasiado mala mintiendo o mejor dicho, era demasiado mala ocultando sus sentimientos, era bastante transparente y era evidente que algo la estaba perturbando.
—¿Todo bien con Damian?
Anya se quedó quieta de pronto con el tenedor en la mano y sintiendo como ese nombre y la pregunta de su padre se clavaban fuertemente en su interior. ¿Cómo su padre había llegado a esa conclusión? Era un hombre bastante astuto pero aún así, le sorprendía demasiado en ocasiones.
—Si ¿Por qué no lo estaría? —Decidió fingir al respecto.
Yor solo miraba a su hija jugar con la comida y llevarse algunos bocados a la boca. De pronto Anya se levantó.
—Me iré a la escuela.
Tomó sus cosas y salió del departamento antes de que sus padres notaran algo más en ella, ya tenia suficiente con lo que lidiar.
Llegó al Edén sin darse cuenta en el autobús y se adentró por los pasillos, se sentía inquieta y atrapada en ese sitio. Porque se sentía presionada al ser consciente de que las cosas estaban realmente mal. Había conservado la esperanza todo ese tiempo de que las cosas podrían resolverse, pero mientras más tiempo pasaba, parecía que todo iba terriblemente mal.
Ella siempre había dado por hecho que la relación que ambos tenían seria algo que jamás se rompería, pero en ese momento fue que comprendió que esa línea era más frágil de lo que pensaba, una línea en la que habían estado caminando sin darse cuenta, y que en ese momento entendió que ella tenía la ultima palabra sobre si se reforzaba o se extinguía. Ella la había roto sin darse cuenta.
¿Por qué todo esto estaba afectándole tanto? Si Damian quería tirar esa amistad a la basura por eso, era su problema. Ella había intentando resolver eso, realmente lo había buscado en cada momento que podía y él seguía ignorándolo. Había querido aclarar que no lo había rechazado como tal, al menos ella no lo había entendido de esa forma pero... ¿tenia sentido aclararlo? ¿Si le decía eso...ella debería darle una respuesta a su confesión? ¿Qué respuesta le daría si eso fuera así? No estaba segura de eso. Y era algo que Becky no dejaba de mencionarle.
"Si tú hablas con él, lo fuerzas a escucharte y le dices lo que sientes, todo podrá arreglarse."
¿Qué es que Anya realmente sentía por Damian? No lo sabía. Jamás se había detenido a pensar y aún en esos momentos, su sentido común le decían que ella siempre le había ofrecido una amistad, que nunca fue más allá, pero una pequeña voz en su interior le decía que estaba mintiendo.
Y cuando se lo decía a Becky, ella siempre se reía.
"¿Realmente piensas que los amigos actúan de la forma en que tú y Damian actuaban?
Esa pregunta no había dejado de darle vueltas a la cabeza ¿Cómo debían comportarse los amigos? Y fue cuando comenzó a evaluar aquello. Había desechado a Becky por ser una mujer, quería centrarse en alguna otra amistad con un hombre. Para su desgracia ella no tenia demasiados amigos y... lo más cercano era Damian, pero dejándolo de lado estaban Emile y Ewen. Bromeaba con ellos en el descanso y hablaba de vez en cuando con ellos, pero siempre de forma superficial.
Pensó en Becky y Damian, no eran los mejores amigos y Becky solía hablar mal de él en ocasiones, pero sabía que en el fondo eran una especie de amigos, a pesar de que se trataran de forma cordial, hablándose por su apellido y molestándose de vez en cuando. Había estado pensando en todo eso en la semana pasada y no había llegado a nada. Su prioridad nunca había sido una relación y no sabía si eso que Damian le hacia sentir podría ser algo diferente a una amistad.
Sacudió la cabeza, jamás llegaba a nada y sentía que debía hacer algo al respecto.
Mientras caminaba percibió algunas miradas mientras caminaba y podía sentir algunos susurros mientras pasaba. Inconscientemente su habilidad se activó de forma automática, impulsada por su curiosidad de saber si se estaba perdiendo algo.
"Ella terminó con Damian Desmond" "¿Ella habrá terminado con él o él por fin se dio cuenta que no vale la pena?" "Pensaba que estaba lo suficiente enamorados" "Sabía que no durarían"
Anya inmediatamente detuvo su habilidad y se sostuvo de la pared del pasillo abrumada por tantos pensamientos a la vez. Por supuesto que estaban hablando de ella, era cuestión de tiempo. Era por completo evidente su distanciamiento con Damian, antes estaban siempre juntos, él la esperaba en la entrada de la escuela en ocasiones, por lo que el que ese comportamiento desapareciera de pronto sería evidente aún para los alumnos torpes del Edén y más cuando estos estaban sedientos de noticias.
Suspiró cuando el aturdimiento por las voces desapareció y decidió que debía ir rápidamente al salón de clases y fingir que nada estaba sucediendo. Caminó rápidamente, pero alguien surgió en la intersección de pasillos, por lo que se detuvo abruptamente. Con los labios entreabiertos observó a Damian Desmond, quien se había detenido al igual que ella cuando estuvieron por colisionar.
Anya se quedó quieta conteniendo la respiración al ser estudiada por aquellos ojos que se habían vuelto fríos y vacíos.
El interior de Anya se agitó y un pequeño grito interno se incrementó a la par que la opresión de su pecho crecía. Esto no podía estar pasando, no, Damian no era de esa forma, ella lo conocía perfectamente, había visto cada una de sus facetas, cada una de sus miradas, cuando algo le molestaba, ellos estaban unidos y ¿todo se había acabado de esa forma?
Algo había salido realmente mal, ella lo había arruinado. No tenía ni idea de porque había hecho eso con Demetrius, realmente su presencia en su vida no era más que su preocupación y deber por la misión, realmente fuera de eso no le importa, no tenía ni idea de absolutamente nada. Y a pesar de eso, un pensamiento fuerte y rotundo se alzó con fuerza en su cabeza, podría no estar segura de absolutamente nada, pero de algo podía estar segura. En ese instante ella quería a Damian Desmond.
Quería que volviera a dedicarle aquella mirada, quería escuchar su voz llamándola, sus dedos en su cabello y en su rostro, lo quería todo. Lo sabía, quería creerlo, que él no se había ido, que ellos podrían arreglar eso, que él no la había dejado.
Él apartó la mirada y aquel desplante fue suficiente para que Anya sintiera algo cortando su interior, presionó los labios y siguió caminando sin mirar atrás.
¿Por qué su indiferencia y frialdad la hacia colapsar? Y ese momento lo supo, entendió cada palabra de Becky, comprendió todo lo que había ignorado hasta ese momento y cada gesto, palabra y mirada cobró sentido.
Porque ella estaba enamorada de Damian Desmond.
Observaba el techo como si fuera lo mas fascinante del mundo, con una cara carente de sentimientos, evitando a toda costa su tarea de matemáticas que no entendía y no quería entender, era demasiado complicado.
En otro momento hubiera pedido ayuda a Damian que era muy bueno en eso, pero... las circunstancias la tenían ahí, en su cama, con ninguna motivación para hacerla. Solo quería dormir adecuadamente, algo que no conseguía en esos ultimo momentos.
El teléfono de la casa sonó, por desgracia su madre estaba en el baño y su padre en una misión, por lo que debía moverse. Se levantó como pudo, tomó el teléfono y contestó sin mucho ánimo.
—¿Hola?
—¿Anya?
Los ojos de Anya se abrieron al reconocer la voz al otro lado del teléfono y se movió inquieta, porque sabía que a pesar de estar evitando aquello, en algún momento debía suceder.
—¿Quién habla? —Decidió hacerse la tonta, para extender el momento, algo que sabía que le daría unos segundos, consideró colgar, pero no podía hacerlo.
—¿Acaso no reconoces mi voz? —Su risa agradable sonó en su oreja.
—Demetrius, lo siento, estaba distraída. — Se mordió el labio inferior. —Es agradable escucharte.
Anya había estado huyendo de Demetrius en la última semana con maestría. Para su buena suerte después del baile de beneficencia Demetrius había salido de viaje a los distritos cercanos, algo que los candidatos solían hacer para lograr simpatizantes. Anya había comprado un poco de tiempo con eso, pero él había regresado unos días atrás. Había llamado a la residencia Forger en dos ocasiones, pero Anya había logrado salvarse de hablar con él.
Había fingido dormir y se había metido al baño para evitarlo y su madre le había dicho que le llamaría después, algo que no había hecho.
Anya no sabia realmente que hacer con Demetrius, algo que no se había detenido a pensar porque la situación con su hermano menor la perturbaban aún más. Pero sabia que no podía seguir huyendo, aunque lo había intentado. Se reprendió por responder el teléfono.
—Te he extrañado, ha sido un largo tiempo desde que no te veo. —Su voz sonaba más profunda de lo que era en realidad. —Quiero verte.
Anya dudó mientras enrollaba el dedo en el teléfono, considerando que responder.
—Es realmente lamentable que estes demasiado ocupado con las elecciones.
Él rio en el teléfono con aquel aire agradable que lo rodeaba.
—Si, pero hoy es un día especial... por lo que te hago una extensa invitación para cenar en la mansión Desmond.
Anya se quedó callada pensando ¿Qué debería hacer? Podría excusarse con su padre, esa seria la mejor manera de dejar pasar eso.
—Yo no creo que mi padre me deje, estamos a jueves y mañana debo ir a la escuela.
—Yo podría hablar con él.
—Pero él no esta y...
—Estoy en casa
La voz detrás suyo y tan cerca resonó fuertemente y Anya se sobresaltó al ver a su padre a su espalda. Maldijo una y otra vez, porque estaba bastante segura que Demetrius lo había escuchado.
—¿Puedo hablar con él?
Anya intentó pensar alguna manera de salirse de todo eso pero no se le ocurrió nada. Por lo que le pasó el teléfono a su padre. Lo vio hablar unos momentos, en todo momento Loid no dejó de observar a su hija mientras escuchaba la voz al otro lado del teléfono.
—No creo que haya problema. —Fue lo único que su padre dijo y Anya sabía que había sido condenada.
Se dejó caer de cara al sillón ante esa respuesta y Loid colgó el teléfono.
—Demetrius dijo que enviará un auto más tarde para recogerte.
Anya se levantó motivada por la traición de su padre.
—Pero...hoy es jueves, tú dijiste que...
—Sé lo que he dicho pero... necesito información Anya, sospechamos de aquel viaje de Demetrius y necesito que me des alguna pista, sabes que no te pediría esto si no tuviera a Silvia encima.
Anya se quedó observando a su padre y sin decir nada dio media vuelta y regresó a su habitación. Una vez ahí se dejó caer en la cama, pensando en la razón por la que todo eso había sucedido.
Ella había decidido acercarse a Demetrius no por decisión propia, sino porque eso era lo que requería WISE. Esa había sido la única forma para poder despejar dudas o asegurar las sospechas de que Demetrius podría estar apoyando e implicándose en los planes de su padre. Anya había decidido hacer eso para evitar un posible golpe de estado.
Su padre se lo había dicho en algún momento: "Lo más importante es la realización de la misión, los sentimientos o pensamientos innecesarios deben desecharse"
Ella había rechazado a Damian sin proponérselo, porque su lugar en ese momento era a un lado de Demetrius, había obtenido información importante después de regresar con él. Había logrado leer la mente de algunos invitados, que habían asegurado la llegada de un funcionario importante y buen amigo de Donovan, eso había sido suficiente para alertar a WISE y rastrearlo ante futuros movimientos.
Ella estaba junto a Demetrius porque la misión así lo indicaba y sabía que si quería evitar que todo lo que conocía desapareciera, debería seguir a su lado. A pesar de que sabía que eso podría anteponerse a sus propios deseos. Solo un poco más, solo debía terminar con eso y podría arreglarlo, ella solo debía resistir.
Pero ¿y si era demasiado tarde para ese entonces? Con un nudo en la garganta decidió arriesgarse.
Anya se quedó quieta unos segundos dentro del auto que habían enviado por ella unas horas después y observó la mansión que estaba ante ella. Era grande y no era la primera vez que estaba ahí, razón por la que se había pensado en venir.
Las veces que había estado ahí en el pasado habían sido para ver a Damian, para hacer alguna tarea o proyecto, aunque Damian siempre insistía que fueran a su casa, pero a Anya le gustaba ir a la mansión Desmond porque sentía que su sueño de niña de tener un castillo de alguna manera se hacia real. Algo tonto y absurdo y que jamás diría en voz alta, pero le gustaba hacerse ideas.
Las ultimas veces que había venido, por su desgracia, habían sido con Demetrius, por eso pensaba que el mayor no veía problema de invitarla ahí, aun así se le hacia raro. Hubiera preferido salir a algún restaurante o algún otro lugar. ¿Por qué específicamente en su casa cuando sus recuerdos no dejaban de atormentarla?
—Señorita ¿todo bien? La están esperando.
Anya reaccionó cuando vio un hombre enfrente suyo abriéndole la puerta. Estaba demasiado perdida en sus pensamientos, por lo que por fin descendió, era mejor terminar eso lo antes posible. Demetrius dijo que quería verla, que era un día especial, no sabia a que se refería exactamente que quería decir con eso, pero esperaba que fuera rápido.
Ese sitio le traía malos recuerdos, recuerdos que antes fueron buenos y que ahora solo estrujaban su pecho dolorosamente.
Por suerte era jueves, por lo que no había ningún peligro, Damian vivía en los dormitorios del Edén, algo que había visto como beneficioso en ese momento pero que en el pasado solía quejarse de ese hecho. Era curioso como cambian las cosas, pero no podía hacer nada al respecto, ella necesitaba...
Caminó hacia la entrada de la mansión y cuando estaba cerca se abrió, ella ingresó pensando como sabían que estaba ahí ¿acaso la estaban esperando? No lo dudaba de Demetrius. Caminó por el recibidor viendo la escalera elegante de madera que conducía al segundo piso y justo cuando estaba por subir vio a alguien bajar y pasar a su lado.
Él ni la miró, pero Anya giró su rostro ligeramente, era un hombre de edad avanzada con lentes redondos y un bigote pronunciado, siguió subiendo pero observó como el hombre salió de la casa. Llegó al segundo piso donde se dirigió hacia la oficina de Demetrius, que conocía de cuando había ido a estudiar con él meses atrás.
Abrió la puerta encontrándose a Demetrius detrás del teléfono con una expresión fría, pero al verla sonrió, colgó el teléfono y se acercó hasta ella. Antes de que Anya reaccionara él la rodeó entre sus brazos y la estrechó con cariño. Ella se quedó quieta hasta que él la soltó, con un color carmín en sus labios.
—Lo siento, ha sido imprudente pero ha pasado un tiempo.
—Si, aunque me ha sorprendido que quisieras vernos aquí, podríamos haber salido a algún sitio, solo los dos.
Demetrius la observó, sus ojos se agudizaron y una sonrisa arrebatadoramente atractiva se formó en sus labios.
—Es difícil resistirse cuando estoy contigo.
Anya sonrió y sintió un estremecimiento en su cuerpo cuando lo vio acercarse a ella. De alguna manera las cosas con él eran tan... sencillas, como si encajaran de alguna forma. Siempre la hacia sentir bien con sus palabras y acciones.
—Que más desearía que un momento a solas contigo.
Él se inclinó hacia ella, era mucho más alto que Anya, quizá un poco más que Damian. Y su nombre surgiendo en su mente le nubló la mente un instante, por lo cual cuando Demetrius colocó su dedo debajo de su barbilla y alzó su rostro, Anya reaccionó más tarde de lo que lo haría de forma normal. Lo vio acercarse hacia ella y sintió un nudo en su garganta, entendiendo que era lo que él quería.
Lo había hecho antes sin avisar y era evidente que no se conformaría con una sola vez.
Anya cerró los ojos queriendo desaparecer en ese momento y aparecer en... el color ámbar vino a su mente y la idea de que el que estuviera ahí fuera Damian y no Demetrius se aferró a ella, ella deseaba que él estuviera en su lugar. Quería estar a solas con Damian... como aquella vez en su departamento cuando ella se recostó en sus piernas y él se acercó más de la cuenta ¿en ese momento había querido besarla? Ella se había sentido realmente nerviosa y muy en el fondo había deseado que lo hiciera, aunque en ese momento no lo había pensado demasiado.
La idea de que Demetrius la besara la perturbó, a pesar de eso de alguna manera podía sentir aquel magnetismo, algo que aún en ese momento no podía explicar y que fue la principal razón por la que había aceptado aquel beso en el baile. Debía hacer algo, ella debía...
—¡Ah! ¿qué es eso?!
Demetrius se distrajo de sus acciones volteando detrás suyo, donde Anya estaba apuntando, pero no había nada.
—¿Qué cosa?
—Me pareció ver como una abeja enorme con trompa de elefante intentando pararse en tu cabeza.
Demetrius volteó hacia todos lados en búsqueda de... ¿una abeja con trompa de elefante? Levantó una ceja ¿Qué cosa? ¿si quiera existía algo así? Observó a Anya, que miraba alrededor en búsqueda de aquella cosa, pero después de unos segundos levantó sus hombros en señal de rendición.
En ese momento tocaron la puerta, era una sirvienta con una charola de té, que le sirvió a ambos y que sirvió de acompañamiento para ponerse al día y hablar del viaje de Demetrius en los distritos.
Anya respiró profundamente ante ese cambio de escena, había dicho la primera estupidez que se le había venido a la mente, pero al parecer había funcionado. La tarde transcurrió de forma tranquila, hasta Anya había aprovechado a llevar las anotaciones de su tarea que no había entendido y él le ayudó con amabilidad y paciencia.
Volvieron a tocar la puerta y una sirvienta apareció.
—Todo está listo.
Sin decir nada más la mujer se retiró, Demetrius se levantó colocándose el saco que se había quitado para estar más cómodo con Anya, recuperando su apariencia impecable y le extendió la mano. Anya lo observó un momento sin entender.
—¿A dónde vamos?
Él simplemente sonrió, tomó su mano y salieron de la oficina, guiándola por la casa, descendiendo por la escalera y entrando a un gran salón, con una gran mesa en el centro con muchas sillas, el comedor de la casa, un lugar donde ella no había estado. Y que en ese momento hubiera deseado no estar.
Al final de la mesa divisó a Melinda Desmond levantarse y adquirir una expresión de sorpresa, fue un simple gesto que duró unos segundos antes de sonreír en señal de reconocimiento, pero su mirada se centró a su lado un instante. A su lado estaba el menor de sus hijos Damian Desmond que dejó ver una expresión de sorpresa igual que su madre, que permitió ver el dolor atravesar su rostro, traición y finalmente su rostro se endureció y desvió la mirada.
Anya podía apostar que por su mente cruzó el huir.
Por qué es lo mismo que ella estaba pensando, en dar la vuelta y salir de ahí tan rápido como podía, sin embargo, la mano de Demetrius en su espalda le dio un pequeño empujo para que avanzara y se detuvo cuando Demetrius recorrió la silla enfrente de Damian y él se sentó enfrente de su madre. Anya solo pensaba que quería desaparecer.
La servidumbre apareció con los platos de la entrada para cada uno de ellos y los sirvió. Anya no podía tener menos ganas de comer, inevitablemente miró de forma discreta enfrente suyo y vio a Damian observando su plato como si fuera lo mas interesante del mundo, tomó su cuchara y comenzó a juguetear con la crema que les habían traído.
Sabía que estaba realmente incomodo, pero pronto lo vio comer con indiferencia.
—Es una verdadera sorpresa el verte aquí Anya —Melinda habló después de un largo momento en silencio, atrayendo la atención de Anya, quien soltó su cuchara y un poco de crema salpicó en su rostro.
Demetrius estiró su mano con un pañuelo en su mano y limpió su rostro en un gesto íntimo, algo que despertó un golpe fuerte en el estomago de Anya, queriendo apartar la mano, por lo que ella misma tomó su servilleta y se limpió, recuperando la compostura. Debía tranquilizarse y dejar aquella actitud de intrusa, aunque era imposible.
—Si, es agradable verla.
—Cuando Demetrius me dijo que traería a alguien a cenar, realmente esperaba... —Melinda observó al menor de sus hijos un instante. —Aun así es bueno verte.
Anya se sentía traicionada por el mismo Demetrius, exponiéndola de esa forma a un momento por demás incomodo con su hermano menor ¿Qué era lo que se proponía? Le había dicho que la invitaba a cenar pero jamás mencionó al resto de su familia ¡No esperaba ver a Damian ahí! Era jueves, no debería estar ahí.
Melinda le preguntó algo a Demetrius sobre su viaje y ambos hablaron durante un rato, desapareciendo el silencio incomodo que parecía flotar entre ellos.
—¿Y que tal va la escuela? —Melinda observó a Anya un instante y luego centró su atención en Damian a su lado.
Él levantó su rostro centrándose en su madre.
—Bien. —Ambos lo dijeron a la par y después no dijeron nada.
Anya se sorprendió de escuchar su voz, algo se removió en su estómago, aquella voz era más profunda y fría de lo que ella estaba acostumbrada. Se removió en su asiento justo en el momento cuando los platos fueron retirados y el siguiente plato fue servido.
—No lo suficiente bien hermano, Anya ha acudido por un poco de ayuda con matemáticas, pensé que le brindabas esa ayuda al ser un alumno imperial desde hace más tiempo... aunque quizá no estas a la altura. —Demetrius sonrió en aire juguetón.
Pero Anya pudo detectar aquello como un fuerte golpe silencioso, tragó saliva y observó a Damian presionar su mandíbula, señal de que estaba conteniéndose demasiado.
Damian levantó su mirada hacia su hermano y Anya pudo ver el color ámbar endurecido y oscuro. No tenia ni una expresión en su rostro y simplemente le dedicó la mirada más afilada que pudo a Demetrius.
—Sé perfectamente que no estoy a la altura.
Anya incapaz de seguir mirándolo desvió su vista hacia los cubiertos que tenia enfrente, de pronto se sentía enferma y maldijo a su padre por impulsarla a ir a ese sitio. Intentó recordar que estaba ahí por una misión, que debía controlar aquel doloroso martilleo en su pecho.
Todo se quedó en silencio de pronto, por lo que Melinda decidió relajar el ambiente que no entendía porque se había tensado tanto.
—Ha pasado un tiempo pero como esta tú madre... —De pronto Melinda se interrumpió. —¿Eso que traes en el cuello...
No terminó la frase, pero Anya entendió que le estaba hablando a ella. Alzó el rostro viendo a Melinda con una mano en su propio cuello señalando con aire ausente.
—Esto...
—Se le he dado madre, espero que no sea un inconveniente pero me pareció que le iría perfectamente. —Demetrius atrajo su atención y le sonrió.
Melinda observó el collar en su cuello y finalmente coincidió.
—Si, es adecuado para ti.
Anya sonrió por compromiso, se había puesto el collar porque pensó que solo estaría con Demetrius, pero en ese momento lo lamentó. Su mirada se dirigió hacia Damian que estaba enfrente suyo y que por primera vez en un par de semanas la miraba directamente o mejor dicho, observaba el collar en su cuello con gran fijación.
Anya sintió un nudo en su garganta, sorpresivamente Damian se levantó bruscamente en señal de que no se quedaría más tiempo ahí sentado.
—¿Damian, a dónde vas?
—He terminado madre. —Él observaba un punto inexistente en la pared, dio media vuelta para irse y comenzó a caminar.
Anya sentía una presión más asfixiante en su estómago, quería levantarse y acercarse a él, decirle que todo estaría bien. Lo conocía al derecho y al revés, por lo que sabía que todo eso, toda esa situación lo tenia enfermo y lo más agonizante era que ella era la responsable.
—Vamos Damian, aun no hemos terminado. —Demetrius motivó a su hermano menor a sentarse.
Damian se detuvo a meno camino, aunque no volteó hacia atrás.
—Damian, hazlo por tu hermano, a fin de cuentas es su cumpleaños.
Anya se sorprendió de escuchar eso y observó a Demetrius a su lado, con una sonrisa, entendió en ese momento a que se había referido con que era un día especial, era su cumpleaños ¿Por qué no se lo había dicho antes? Pero eso no era lo relevante, cuando giró su rostro para ver a Damian, se dio cuenta que ya se había ido.
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