IV.
Su mirada se perdió en la ventana que estaba cerca de su asiento en el aula, con su barbilla en su mano, sujetándola. Se fijó en un par de aves que transitaron en el patio central del Edén, volando con tanta libertad y sencillez que los envidió, de que todo parecía más fácil para ellos.
En cuando a él, Damian se sentía realmente inquieto y fastidiado.
Todo el fin de semana su mente había sido un martirio continuo, un mar de tortura que sabía que él mismo estaba haciéndose a sí mismo, pero que era inevitable. No después de ver aquello que fue suficiente para despertar sus inseguridades y a causa de una sola persona: Anya Forger.
Él la había visto salir corriendo del salón de clases, sabiendo que su intención era alcanzar el autobús para regresar a casa. Damian realmente había deseado por un instante que perdiera el autobús, él mismo pensó en entretenerla lo suficiente para que lo perdiera y él se ofreciera a llevarla, algo que siempre deseaba pero que decidió mantenerse al margen, al menos un poco. Cuando se quedaban a hacer tarea o estudiar en la escuela él se ofreciera a llevarla por la hora.
Era el placer de Damian, el estar todo el tiempo posible a su lado.
Eso hubiera podido apaciguar un poco las cosas extrañas que habían sucedido en la residencia Forger un día atrás. Ese íntimo y tenso momento donde ambos se dieron maní en la boca y donde él se había dejado llevar por toda la situación. Damian aun no sabía que era lo que había sucedido, todo fue tan rápido y fuera de su completo racionamiento, porque si él hubiera sido más racional sabía que se había alejado tan rápido como pudo, debido a los nervios. Pero por alguna razón él se había quedado quieto cuando Anya se acostó en sus piernas. Él había quedado hipnotizado de verla tan cerca, tan cómoda recostada en su cuerpo y sus labios abriéndose y cerrándose al meter maní a su boca, Damian realmente pensó que estaba soñando, que tenía que ser uno de esos sueños que solía tener.
Se deleitó de ella dándole maní en su boca y sintiendo los suaves dedos femeninos contra sus labios. Él mismo sumido en el momento, se había movido con impulso y le había dado maní a ella en la boca. Pero eso no fue suficiente, porque su propia mano se movió, sintiendo la textura de sus labios por primera vez en todo ese tiempo. Algo que jamás pensó que lo haría y aunque no era la manera en que hubiera querido, se arriesgó a tocarlos y a sus suaves mejillas que ella convertía en pucheros de vez en cuando. Preso de esa atmosfera, de su corazón latiendo fuertemente y de como todos sus sentidos se perdieron y lo único que podía pensar era en ella, se había acercado a ella para ¿para hacer qué? Lo sabía perfectamente, pero no podía concebir que lo hiciera, que casi la besara.
Todo su cuerpo se lo había implorado y más cuando ella no se alejó, simplemente se quedó quieta, dándole una invitación para seguir. Maldito a Loid Forger cuando interrumpió el momento, aunque eso sirvió para que reaccionara de esa sensación embriagante que ella le había dado.
Habían estudiado con normalidad ese día, la señora Forger lo había invitado a cenar y todo pareció tan bien. Hasta que el viernes, ella decidió sentarse con Becky. Él no dejó de darle vueltas en la primera clase ¿Por qué ella había huido de él? ¿Acaso...ella por fin se había dado cuenta de sus sentimientos? Se sentía tan perdido sobre como debería sentirse sobre eso, considerando que llevaba mucho tiempo esperando que ella notara que una parte de su amabilidad y preferencia era por el amor aplastante que le tenía. Sabía que su trato preferencial era por eso, pero también porque disfrutaba de su compañía y quería que ella estuviera bien, de verdad disfrutaba la amistad que tenían. Pero si ella lo estaba evitando ¿eso no significaba que...no correspondía sus sentimientos? O quizá estaba buscando una manera de rechazarlo.
Lo cual lo hacía todo muchísimo peor.
No dejó de pensar en eso en toda la clase, pensando que podría decir o hacer para retirar sus acciones pasadas o restarles importancia. El miedo aplastante de perder su amistad y el hecho de poder estar a su lado lo invadió. Por esa razón no se había animado a decirlo antes, porque si ella no veía esa relación con la misma importancia y peso que él, si ella no lo quería como él a ella, toda esa amistad que habían construido se perdería. Y él prefería conservar esa amistad a perderla, aunque eso significara no tenerla. La idea de que ella lo evitara de ahora adelante lo aturdió, estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para que no sucediera. Por lo que cuando ella salió y tocó su frente con total naturalidad y actuó tan normal con él, le hizo dudar tanto de todo lo que había pensado.
Había sido su mente que le hizo ver cosas donde no las había, como siempre.
Todo parecía estar normal entre ellos, aunque Damian aun tenía cierta dudas de la tensión del día anterior, por eso quería llevarla él mismo a casa y comprobar que ese tiempo solos era tan normal como siempre. Por desgracia se había entretenido con el profesor de matemáticas y por eso no pudo interceptarla. Sin embargo, logró cortar la plática pronto con el profesor con el fin de alcanzar a Anya, cuando divisó su cabello en la entrada del Edén, sus pies se paralizaron.
Al ver como Demetrius estiró una mano y le quitó un mechón de cabello de su rostro y a ella sonrojándose por el acto.
Todo el interior de Damian se había estrujado, con gran desagrado ante la cercanía alarmante de Demetrius. Podría ser una persona carismática, lo cual lo había llevado al estatus donde estaba, demasiado amable y atento, ganándose el cariño total de su padre. Pero jamás había visto que fuera atento con una mujer, no le había conocido ninguna novia, por lo que desconocía su comportamiento con las mujeres. Pero el verlo haciendo eso, alertó todo su organismo.
¿Qué pretendía al hacer eso? Y más importante ¿qué había ido a buscar al Edén? Sabía que su ocupada agenda le impedía el dar un viaje sin objetivos a algún sitio, por lo que su presencia era tan fuera de lo normal. Eso solo había despertado su sentimiento de alerta e inquietud sobre que es lo que rondaba la mente de su hermano, algo que jamás había entendido. A pesar de que antes solía idolatrarlo al ser tan perfecto... también había despertado un sentimiento de competencia al siempre vivir a su sombra. Demetrius ahora mismo estaba tan ocupado y la situación en su familia le habían ayudado a dejar un poco atrás esas cosas. Aún sentía cierta inferioridad y el no poder llenar las expectativas de su padre, pero más que nada sus prioridades habían cambiado. A pesar de eso se esforzaba para mantener el gran estatus de los Desmond.
Aunque dejando de lado a su enigmático hermano, lo más inquietaba no era eso sino ... ¿Por qué ella se había sonrojado por eso? Damian no recordaba ni un solo momento donde ella se hubiera sonrojado con él, en todos los años que habían estado juntos. Lo cual había sido un golpe duro a su autoestima y todo lo que podría pensar en su relación-no relación que tenían. Damian estaba realmente seguro de que eso era algo importante para ella. Y sus comportamientos gran parte del tiempo le hacían pensar o lo invitaban a aferrarse al hecho de que quizá ella si correspondía sus sentimientos. O al menos sentía algo más fuerte por él que una simple amistad.
La pregunta que no había dejado de torturarlo era ¿Por qué? Solo había visto a Demetrius una vez, en la reunión de inicio de los imperiales, donde él le restó importancia a pesar de que vio a Demetrius besando su mano. Pero solo habían cruzado un par de palabras más, ¿qué pudo decirle él para sonrojarla? ¡Él jamás lo había logrado, él nunca había besado su mano o quitado un mechón de su cabello!
La realidad de su molestia más que nada era el hecho de que Demetrius lo había hecho con tanta facilidad y él no había podido intentar nada en esos diez años. Se sentía tan frustrado consigo mismo y la facilidad con la que Anya lo había permitido. A él solía golpearlo en juego cuando la molestaba. El pensar en eso lo había mantenido de un pésimo humor todo ese tiempo, aún en ese momento.
¿Qué es lo que debería hacer?
—Segundo
Él giró su rostro para ver a Anya llegar a su lado y quitar su bolsa de su espalda, mirándolo con esos ojos esmeralda curiosos. Damian no dijo nada, solo la miró y volvió a mirar a la ventana, el solo verla lo tenía irritado, irritado sobre todo consigo mismo, porque si él se hubiera animado a decir algo, nada de eso estaría pasando.
—¿Sucede algo?
—No es nada
—Bueno... por cierto casi me he terminado los chocolates.
Eso llamó su atención y alivió un poco la tensión en Damian quien recordó aquella salida de ambos una semana atrás.
—Pensé que ya te los habías terminado.
—No, estoy intentando que me duren lo suficiente hasta el siguiente examen, pero es tan difícil, son tan deliciosos.
Damian la observó sonreír y fantasear con el chocolate y como sus ojos brillaban al imaginarlos.
—No tienes que restringirte, si se terminan puedo darte otros.
Anya lo observó fijamente en búsqueda de alguna trampa en sus palabras, Damian recibió su mirada y presó de sus pensamientos anteriores, levantó su mano y sus dedos apartaron su flequillo ligeramente, algo a lo que ella se quedó quieta.
—¿Qué haces?
Damian observó a la fémina con aquella expresión extrañada y confusa, lo cual solo hizo que su irritación volviera.
—Nada.
La campana de inicio de clases sonó y el profesor ingresó dando inicio a las clases de aquel día.
La semana avanzó con normalidad y tranquilidad, con las diferentes materias, tareas, proyectos y sobre todo con las juntas de los imperiales que alargaban las tardes para los eruditos.
—De saber que ser un erudito imperial era tanto trabajo, hubiera desistido. — Anya solo podía pensar en que debía llegar a casa y seguir haciendo tarea, a pesar de que había adelantado lo más posible.
—El hecho de ser los mejores alumnos del Edén pudo darte una pista.
Anya lo observó de reojo, el como desde hace unos días el Segundo se notaba un poco... extraño. No podía decir que cosa, pero lo sentía irritado o un poco distante. Ella consideró si había hecho algo que pudiera molestarlo, aunque nada vino a su mente. ¿Hizo algo malo sin darse cuenta? Recordó que había chocado con él cuando corría en un intento de llegar a la clase, él la había sostenido antes de que cayera al suelo. Pero su esfuerzo por llegar fue para nada porque el profesor no había ido a clases.
Ella en ocasiones no podía entenderlo y las ganas de leer su mente la superaban, eso podría ayudar a entenderlo aunque... la realidad es que podrían confundirla aún más. Por que entender la mente desastrosa, intensa y confusa de Damian siempre era un reto. De niño era demasiado ruidoso, a pesar de que los años habían pasado, él pensaba tantas cosas a la vez que a Anya le costaba seguir una sola idea. Además que le había prometido a Loid no hacerlo a menos que fuera necesario.
—Hablando sobre eso, la siguiente semana empezaran los exámenes bimestrales ¿estudiaremos juntos el fin de semana?
Era uno de esos rituales que ambos tenían desde hace un tiempo y que habían ayudado a que Anya llegar a ser una erudita. El hecho de estudiar no era algo que la entusiasmara, podría hacer cualquier otra cosa si fuera posible, pero si ella sacaba malas notas y perdía el título, su padre realmente la mataría. En la siguiente reunión quizá podrían ver a Donovan y si ella dejaba pasar esa oportunidad, todo por lo que habían trabajado durante todo ese tiempo se vendría abajo.
Sabía que no debería ni preguntarlo, ellos siempre se veían en la biblioteca de la ciudad o en casa de Anya para estudiar, pero estaba intentando entablar una conversación en un terreno conocido.
—Esta vez no, tengo unas cuestiones familiares.
Anya lo observó totalmente conmocionada por esa negativa, algo que no recordaba que hubiera sucedido en un tiempo, era su ritual a fin de cuentas. Damian captó la mirada confundida.
—¿Sucede algo?
—No, no es nada.
Ambos caminaron hacia la salida y Anya se esforzó en intentar pensar si había hecho algo verdaderamente malo para molestar a Damian. Aunque a palabras de Becky, él jamás podría enojarse con ella, algo en lo cual ella estaba bastante segura, por lo que decidió desechar la idea. Quizá se estaba alarmando demasiado. Solo debía dar su mejor esfuerzo por los exámenes.
La indecisión la llenó al darse cuenta que no había estudiado sola en un largo tiempo... y que quizá podría estar en problemas.
Damian abrió los ojos y se quedó recostado durante un rato, observando el techo de su habitación. Pasó su mano por su cabello, despeinándolo más de lo que ya estaba al despertar, hasta que finalmente se levantó. No podía quedarse descansando, no si quería estudiar lo suficiente y adelantar lo más que pudiera las materias.
La idea de estudiar ese día realmente no le entusiasmaba aunque sabía que era su responsabilidad. Pero esa vez tendría un sabor diferente al no hacerlo con Forger. Sabia que era su culpa, por esa irritación que se quedó consigo toda la semana sobre todo ese tema de Demetrius, cosa que no pudo controlar a pesar de que así lo quiso. Era tan difícil controlar sus sentimientos y pensamientos tantas veces. Estaba siendo un idiota, por lo que reconsideró llamarla para verla mañana. Sabía, sin alardear, que ella estaría perdida sin alguien que la guiara.
Se levantó deteniendo sus pensamientos e ingresando al baño para darse un ducha y conseguir la mejor apariencia que su tiempo en casa podría tener. El ser un Desmond no le permitía el andar con pijama todo el día o no tomar una ducha. Eran demasiadas responsabilidades aún en casa, el mantener en alto el nombre de los Desmond, pero era algo con lo que había aprendido a lidiar.
Una vez que terminó, que se vistió con unos jeans y una playera gris, se encaminó para conseguir algo para comer. En la cocina encontró a Jeeves y se quedó ahí más tiempo del que hubiera querido, siempre la compañía del hombre mayor era la más agradable de la casa. Era el único que parecía interesarle que era lo que tenía para decir, un sentimiento que él no solía experimentar con frecuencia en la residencia Desmond. De niño había sido demasiado duro esa indiferencia de sus padres, algo que quizá se puso apaciguar si su hermano hubiera estado con él, algo que tampoco sucedió. Actualmente Damian había dejado todo eso atrás lo mejor posible, aunque en ocasiones aquella sensación volvía. Jeeves era su salvación cuando quería hablar o distraerse.
Una vez que se tomó la segunda taza de té que Jeeves le había servido, supo que no podría alargar más el momento, no cuando una hora atrás ya había dejado su plato vacío. Se levantó, preguntándose si ese día cenarían con su madre, era algo en lo que últimamente había insistido ante la ausencia de su padre. Melinda Desmond era tan extraña en ocasiones, podía ser amable y hasta algo atenta con él, pero el peso de sus apellidos o quizá su cierto parecido con su padre era algo con lo que no le gustaba lidiar. Pero seguían fingiendo que eran una familia modelo.
Recordó la cena con los Forger y como ahí todo parecía tan diferente, tan genuino y feliz, que Damian en esos momentos donde había compartido mesa con los Forger se sintió tan cómodo. Además que tenía cierta envidia, mínima, por Anya y que ella hubiera tenido una vida más feliz. A pesar de que mucha gente lo admiraba y lo envidiaban por ser hijo del antiguo líder del Partido de Unión Nacional, el renombre de su apellido que abría demasiadas puertas, la realidad es que su vida en familia era tan... complicada. Le hubiera gustado tener una vida más normal, aunque eso significara ser un plebeyo, podría haber disfrutado y sentir el amor de sus padres.
Debía dejar de pensar en eso y concentrarse en los exámenes, debía estudiar. Iba tan distraído que terminó chocando con alguien y casi derribándolo, estiró la mano para sostener y evitar que cayera. No había visto a la mujer del aseo ahí...
—Lo siento
—No, yo... —Las palabras de Damian se atoraron cuando escuchó la voz y se fijó realmente en la mujer enfrente de él que sujetaba. —¿Anya?
Anya Forger se recompuso y le dedicó una de esas miradas extrañas que la representaban.
—Segundo
—Tú... ¿qué haces aquí? —Damian consideró que la idea de pensar tanto en ella lo estaba llevando a alucinar pero había sentido su mano cuando evitó que se cayera.
—Bueno necesitaba estudiar, sabes que no puedo hacerlo sola, porque me cuesta concentrarme —Anya miró a su alrededor con aire ausente.
Damian puntualizó, aunque ¿ella estaba ahí para convencerlo de estudiar? ¿Anya había ido a buscarlo para verlo? La idea agitó ligeramente su pecho y se sintió realmente tonto por haberse negado por sentirse irritado, algo que estaba fuera de si mismo. No quería arruinar las cosas con ella y esto podría hacerlo.
—Entonces... —Damian quería escucharlo al menos de ella, que lo admitiera, si ella decía que fue a verlo...
—Demetrius se ofreció a ayudarme y él fue un alumno imperial a una corta edad, así que...
Damian pudo ver como Anya sonreía y fue consciente de como su pecho se estrujó dolorosamente al escuchar eso. Todas sus ideas se evaporaron, la absurda idea de que ella fuera a verlo a él, que lo necesitara.
—¿Demetrius? —Su voz salió asfixiada al repetir el nombre de su hermano. —¿Has venido para estudiar con Demetrius?
—Si, acabo de decirlo.
Él dio un paso hacia atrás sintiéndose superado por el mar de emociones negativas que brotaron en su interior, emociones que pensó que había dejado atrás. Aquella irritación que había desaparecido se incrementó, además de la ira, junto con la frustración y la propia desesperación ¿qué estaba pasando? ¿Por qué sentía que se había perdido de algo importante?
Anya observó a Damian que se había quedado callado de pronto, parecía que estaba... ¿enfermo? No podía asegurarlo, quizá por eso se había negado a estudiar.
—Bueno, tengo que regresar a la biblioteca, Demetrius me espera...
Ella dio media vuelta para regresar por donde había venido, la realidad es que se había perdido en su ida al baño o esa era la excusa que daría cuando regresara de su ida al baño. Pero una mano apresó su antebrazo y ella subió la mirada, viendo a Damian con el ceño fruncido.
—¿Qué se supone que estás haciendo?
—¿De qué hablas?
—Con Demetrius, que estas haciendo aquí.
Damian no podía encontrar las palabras adecuadas para demostrar toda su frustración. Anya intentó liberarse de su agarre pero él no cedió.
—Te lo he dicho, necesitaba estudiar. —Era la tercera vez que se lo repetía, por lo que Anya estaba convencida de que si estaba enfermo y no la estaba escuchando.
—¿Estudiar con Demetrius? —Él no podía concebir aquello. —¿Por qué necesitarías eso? ¡Tú me tienes a mí, yo podría ayudarte a estudiar, siempre ha sido así, nosotros siempre hemos estudiado juntos! —Su voz salió más colérica de lo que pretendía.
Odiaba la sensación que le dieron esas palabras al pronunciarlas, como si tuviera que recordarle de su existencia y que él siempre había estado para ella, al grado de ayudarla a convertirse en una erudita imperial.
—¿Qué sucede contigo? —Anya tiró de su mano liberándose y lo miró fijamente. —¡Tú me dijiste que no estudiaríamos juntos! Yo solo actué ante tu negativa.
Damian retrocedió como si hubiera recibido un golpe en la cara. Anya lo observó un momento antes de dar media vuelta y alejarse, para encontrar a Demetrius en la biblioteca, sentado observando las libretas en la mesa.
—Siento la demora, me perdí un poco.
—Pensé que habías venido antes a la mansión Desmond, al ser amiga de mi hermano.
—Si, un par de veces, pero Anya siempre se pierde al ser una mansión tan grande.
Demetrius sonrió antes de regresar su atención a los problemas de matemáticas que se había visto impulsado a volver a recordar para ayudarla a darle tips para poder hallar la respuesta con una operación más sencilla.
Anya siguió las palabras del mayor de los Desmond en los problemas, tenía una técnica similar a Damian, a pesar de que él solía hacer operaciones más pequeñas o sencillas para llevar al resultado. Damian era más metódico con sus operaciones, paso a paso.
Recordó al Segundo al verlo tan afectado, como si algo le molestara, algo que no entendía del todo. Ella se había comportado adecuadamente con él ¿acaso era su ego que lo tenía molesto del hecho de que ella no dependiera de él? No le extrañaba, siempre era muy engreído con sentirse superior.
Aunque la verdadera razón por la que Anya había ido ahí no precisamente era para estudiar, que un porcentaje era así, para aprobar sus materias. Pero la razón más grande era el hecho de ir a la residencia Desmond. Recordó a Demetrius, en el Edén que le había dicho que cualquier cosa que necesitara estaría para ella y le había dado su número de teléfono. Anya decidió aprovechar esa invitación para matar dos pájaros de un tiro.
Estudiar para sus exámenes y dos, para comprobar si los rumores sobre Donovan eran ciertos.
Desde que se retiró por enfermedad de la presidencia del Partido de Unión Nacional y fue a un centro especializado para sus cuidados, siempre existieron los rumores sobre que él seguía liderando el partido y que seguía en la residencia Desmond. Anya siempre solía preguntarle a Damian por su padre y él solo decía que estaba igual que siempre, aunque no solía verlo con frecuencia. Las ocasiones en el pasado, contadas, que había ido a la mansión Desmond, no lo había visto. Además que las reuniones que solían hacer entre sus amigos lo hacían en una casa que los Desmond tenían en el centro de la ciudad. Anya no había ido tantas veces como quisiera a la mansión principal.
Por eso había usado la excusa del baño para recorrer la casa con cautela, si lograba encontrar algo podría decirle a su padre. Él no sabía que había ido ahí, solo estaba enterado que estaría estudiando con Desmond, aunque Loid pensaba que con Damian ¿Por qué pensaría otra cosa? Sin embargo, Anya no había encontrado a Donovan ni una sola pista, aunque había sido interrumpida a media misión por Damian, un Damian enojado del que ella no entendía nada.
Estudiaron un par de horas más hasta que la cabeza de Anya no podía seguir almacenando información y Demetrius la llevó a casa. Había aprendido mucho, totalmente, pero no había obtenido información de Donovan. Esperaba pronto que eso se repitiera y en esa ocasión tener algo de suerte.
Demetrius caminaba por los pasillos de la mansión con aire ausente, por supuesto que recordar sus clases del Edén y servir de tutor no eran los planes que había hecho para ese sábado, pero cuando escuchó la voz de Anya y su petición, no pudo negarse.
Eso había hecho su fin de semana más interesante.
Su mirada oscura se centró en la figura apoyada fuera de su habitación y levantó una ceja, curioso de la situación y sin entender bien que sucedía.
—Damian ¿sucede algo?
—¿Qué es lo que pretendes?
—No se de que me estas hablando —Él estaba tan tranquilo, relajado.
—¿Ayudar a Forger a estudiar?
—Bueno, me lo ha pedido porque tú no tenias tiempo, lo cual me resultó curioso porque sabía que estarías en casa todo el día. —Ese fue un golpe bajo para Damian. —Solo quise ayudarla.
Damian observó a su hermano y sus palabras, además que no recordaba cuando fue la última vez que él fue amable con alguien, considerando que su prioridad siempre era su trabajo. Nunca lo había ayudado a él a estudiar más que unas cuantas preguntas rápidas, pero jamás había dejado su trabajo de lado por ayudarlo a él que era su hermano ¿Y a una amiga suya sí? Eso no tenía el menor sentido, por lo que esa actitud extraña de su hermano es lo que le causaba inquietud.
—¿No estas lo suficiente ocupado, o qué es lo que te interesa de todo esto?
Demetrius observó a su pequeño hermano, la manera en que fruncía el ceño y sonrió con cierta diversión de ver a su hermano preocupado por una amiga, algo que jamás pensó ¿o quizá el hecho de que le quitara el protagonismo por ser su tutor lo estaba molestando?
—Bueno, me atrapaste. —Admitió con el mismo de tono relajado y amable. — ¿Mi interés? Anya, sencillamente eso.
—¿Qué? —Damian no esperaba ese tipo de respuesta por lo que lo tomó por sorpresa y como que su propia cabeza no entendía sus palabras.
—Tú amiga es realmente encantadora y única, por lo que me sorprende que no tenga pretendientes en el Edén, pero esos son buenas noticias para mí. —Demetrius caminó hacia él, pasando a su lado. — Deberías descansar, no te ves nada bien.
Sin esperar a comprobar si su hermano menor tenía algo que decir, Demetrius entró a su habitación.
Damian se quedó quieto, sin poder moverse, mientras las palabras de su hermano resonaban fuertemente en su cabeza, recordando las veces que los había visto juntos. Como había besado su mano y como él había ido al Edén a buscarlo, aunque sabía que esa no había sido la razón, por supuesto que no. Él había ido para verla de nuevo.
Demetrius estaba interesado en Anya Forger, la chica de la cual había estado enamorado durante diez años.
¿Por qué ella no tenía pretendientes? Por que él y su abrumador interés había mantenido a todos lejos de Anya en el Edén, él siempre la había mantenido lejos de todos. Él mismo había espantado a chicos que estaban interesados en ella con una simple mirada, aún en el salón de los imperiales, él siempre los alejó de ella. De todos, menos de su hermano, algo que aunque quisiera, no podía evitar.
Y la simple idea de que se la estuviera entregando en bandeja de plata, provocó que le fuera difícil respirar.
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