III.

Tomó la charola de su comida y dio la vuelta en su lugar, buscando la mesa en el comedor en la que solía sentarse. Estaba vacía por lo que se acercó, tomando asiento, con aire pensativo. Aún se sentía inquieto por lo que había sucedido el fin de semana, más específicamente en la reunión de Imperiales.

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Había ido al baño un momento ¿y qué fue lo que encontró al regresar? A su hermano Demetrius besando la mano de Anya. Aunque la realidad es que había visto a Anya hablando con Demetrius como si se conocieran de hace tiempo, algo que lo perturbó ligeramente. Sabía que Demetrius hablaba con cualquier persona con facilidad y Anya, era simplemente Anya. Realmente es que podría ser una escena cualquiera, le había restado importancia y se había acercado para poder hablar con Anya, a quien había estado buscando.

Pero sus pies se paralizaron cuando vio a su hermano besar su mano y a Anya sorprenderse por el gesto. Lo llevó a pensar qué demonios es lo estaban hablando para llegar a ese aspecto. Aun así se convenció de que no debía ser nada, que su hermano mayor solía ser de esa forma. Por lo que avanzó hasta encontrarse con ambos. Anya se alegró de verlo, algo que él disfrutó, Damian la tomó de la mano y se alejaron de Demetrius, dejándolo hablar con otras personas importantes.

Una vez que estuvieron lo suficiente lejos, él se había girado para hablar con ella.

—¿Qué se supone que estabas haciendo? —La idea de que alguien más la hubiera tomado de la mano es lo que lo molestaba y aún peor, que la besaran.

Sabía que eran sus celos hablando, porque no había nada un peligro real, solo la idea que se hacía en la cabeza.

—Nada, es solo que lo confundí contigo, pero tú tienes la culpa de esto.

—¿Yo?

—Si, me dijiste que no se parecía en nada a ti y ¡son muy parecidos! El segundo me mintió.

—Realmente pensamos de diferente manera. —Damian se quedó pensando un momento. —Pero que me confundieras con él, demuestra que el verme durante más de diez años no ha servido de nada.

Damian se sentía un poco ofendido al respecto, porque él podría reconocerla en cualquier momento, hasta su voz y sus propias manos.

—Pero yo me refería al físico y sin ver fijamente, si son muy similares. —Anya observó como él seguía sujetando su mano a pesar de que estaban fuera del gran salón. —Pero Anya puede reconocer al segundo en cualquier lugar, desde tu espalda hasta la calidez de tus dedos y tu cabello despeinado. —Bajó la mirada —Solo que me tomó por sorpresa.

Damian simplemente había visto sus manos unidas antes de soltarla y desviar la mirada, ocultando el sonrojo sobresaliente en su rostro. Esas palabras habían sido suficientes para deshacerse de su enojo y ser remplazado por la vergüenza y el anhelo en su corazón.

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El resto de la noche había pasado con tranquilidad, sin contratiempos, hasta había visto al señor Forger en algún momento. Pero las palabras de Anya aún seguían dándole vueltas a su cabeza. Y más de la "no cita" que habían tenido para ir a comprar los chocolates. Las mismas preguntas sacudiendo su cabeza ¿Qué eran ellos? Sabía que no eran lo que él quería que fueran, por su cobardía de decir algo, pero no eran simples amigos. Y ¿esa relación tendría la misma importancia para Anya que para él? No podía saberlo, a menos que le preguntara y eso es lo que lo hacía retroceder.

Si ella fuera más perceptiva no estaría con esa tortura mental.

Todo sería más fácil si ella notara sus intenciones y sus tratos preferenciales, pero era tan atolondrada...lo suficiente para que lo confundiera con Demetrius. A pesar de que decía que lo había visto de reojo y por eso no se detuvo a mirar bien, la idea de que él besara su mano con tanta facilidad y él no, lo frustraba.

Suspiró con desgane, debía dejar de pensar demasiado, no se había concentrado en las clases por eso mismo y Anya estaba tan normal...

—¿A qué se debe ese suspiro Desmond? —Sonrió con la charola en la mano. —¿Qué podría tener preocupado al menor de los Desmond?

Regresó a si mismo cuando vio a Becky llegar a la mesa y sentarse, con Emile y Ewen siguiéndola de cerca. Solían comer juntos en la cafetería pero esos últimos días había estado solo con Anya por su ascenso a erudita imperial.

—No es nada Blackbell. —Sabía que solo quería molestarlo.

Becky observó el aspecto afligido de Damian y a pesar de su negativa sabía que es lo que lo tenía de esa forma.

—¿Te asusta que alguien más te quite a Anya? —Sonrió con descaro.

Damian elevó la mirada de su comida y le dedicó una mirada dura a Ewen, era un traidor. Les había contado en las habitaciones sobre lo que había sucedido con Anya en confidencialidad y Ewen había abierto la boca. Sabía que su amigo salía con Becky, pero esa era alta traición. El rubio simplemente desvió la mirada al verse acorralado.

—No sé de qué hablas.

—Vamos Desmond —Becky rodó los ojos con cierto fastidio. —Todos en el Edén dan por sentado que ustedes están saliendo, actúan como novios, todos lo saben excepto Anya.

Ewen y Emile se rieron de aquella situación que era una versión oficial, Anya tenía novio y ella era la única que no lo sabía. A ellos mismos les tomó un par de años el notar el interés genuino de su amigo. Considerando que solía actuar tan confuso, primero insultándola pero luego siendo amable con ella. Todo fue claro cuando él dejó aquella actitud grosera y comenzó a dedicarle gran parte de su tiempo a Anya y a compartir tiempo con ella.

Tenían la gran sospecha de que Damian sentía algo por la que en algún momento llamó Plebeya, lo daban por hecho y lo aceptaban, pero cuando le preguntaban, él se negaba. Hasta que ambos lo vieron con sus propios ojos o al menos uno de ellos y terminó contándole al otro.

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Dos años atrás cuando habían salido del salón antes que Damian, quien dijo que en un momento los alcanzaba. Pero Ewen había olvidado su libro de historia y regresó sobre sus pasos. Cuando entró en el salón pudo verlo.

A Damian sujetar el brazo de Anya y mirarla de una manera que Ewen jamás había visto. Tan transparente, vulnerable y con tanta devoción que fue vergonzoso el estar presente.

—¿Qué es lo que quieres Segundo? Podríamos hablar mientras comemos con los otros.

—No, solo necesito un segundo, quiero decirte...

—¿Qué cosa?

—Yo quiero... a mi tú me.

Aquellas palabras fueron suficientes para que Ewen notara todo el peso de la situación y la tensión golpearlo en la cara, al ver el nerviosismo en el rostro de Damian. Intentó irse, pero terminó chocando con una silla y llamó la atención de ambos.

—¡Lo siento, sigan en lo suyo!"

Había corrido lo más rápido que pudo, pero luego se enteró que había matado el momento.

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Por supuesto que Ewen le había contado a Emile cuando lo vio llegar pálido y eso confirmó lo que ya pensaban ellos y el resto del Edén. Que el gran y orgulloso Damian Desmond estaba enamorado de Anya Forger, que a palabras suyas era una plebeya. Algo a lo que ambos no tenían ningún problema, de niños siguieron ese juego por ganarse la simpatía de Damian, pero el estatus social de Anya no era algo que les preocupara. Además eran niños.

Aunque si les pareció curioso el saber que el comportamiento de Damian en la infancia fue por miedo a admitir sus sentimientos.

Actualmente ambos no entendían porque, a pesar del avance de su relación y que básicamente su comportamiento era de una pareja, Damian no se había confesado. El hecho de que aquel chico de gran estatus que admiraban fuera un cobarde era algo que se negaban a aceptar, aunque todo parecía indicar eso. Emile en algún momento se había quedado despierto y se había encontrado con Damian inquieto en su cama, sin poder dormir y fue cuando admitió que dudaba tanto por miedo a arruinar las cosas con Anya.

Ambos sabían que el principal problema era que Damian pensaba demasiado las cosas y eso le impedía avanzar, hacer lo que todos daban por hecho, que estaban saliendo.

El propio Ewen se había arriesgado con Becky y todo funcionó mejor de lo que esperaba. Vieron a Damian mirarlos duramente y dejaron de reír. Damian podía tener un malhumor cuando se lo proponía y más cuando el tema involucraba a Anya. Se había mostrado tan frustrado por la situación con Demetrius.

—Blackbell tú...—Damian estaba dispuesto a ponerla en su lugar.

—¿Qué es lo que todos saben menos yo?

Damian se paralizó cuando escuchó la voz detrás de él y sus ojos furiosos se transformaron en unos de sorpresa. Un nudo se formó en su garganta viendo de reojo como Anya se sentaba junto a él con una charola de comida en las manos.

Anya miró al Segundo, esperando alguna respuesta y cuando no la obtuvo, él había huido de su mirada, observó a Becky.

—Del examen sorpresa de historia que habrá el viernes. —Ella dijo lo primero que se le ocurrió.

Anya palideció y dejó caer el tenedor de su mano.

—¡¿Hay un examen sorpresa?!

—Si, el profesor lo insinuó en clases, pero tú estabas distraída. —Becky siguió con su mentira con sencillez, viendo a Desmond relajarse en su sitio. —Ustedes dos deberían estudiar juntos si es que quieres conservar tus Stellas, Anya.

—Si, Segundo, tienes que ayudarme

Damian observó a Becky quien sonreía con las palabras "de nada" escrita en la frente por dirigir la conversación a un tema seguro. Él simplemente desvió la mirada, tomó su tenedor y picó la comida que seguía intacta desde que se sentó en la mesa.

—Bien, lo que sea.

Anya sonrió mientras se centró en su comida con felicidad sin notar la tensión que flotó en el ambiente unos minutos antes de que Emile mencionara un programa en la televisión.

Anya ascendió por la escalera del edificio de departamentos donde vivía de forma rutinaria, llegó al departamento donde vivía y utilizó su llave para abrir la puerta. Una vez que escuchó el clic la empujó y estiró el brazo de forma teatral.

—La casa de Anya.

—Si, he venido antes.

Anya observó al segundo hijo de los Desmond con una expresión indiferente. Por supuesto que había ido antes, cuando tenían trabajos en equipo que no podían terminar en la biblioteca o en su cumpleaños pasado él había asistido. Ingresó luego de dedicarle un puchero, desapareció en su habitación para quitarse los zapatos y ponerse algo más cómodo. Una vez que regresó a la sala vio a Damian sentado en el sillón.

—No es nada educado el dejar a la visita solo en la entrada.

—Tú lo dijiste, has venido antes, no necesitas toda esa educación.

Se sentó a su lado con pesadez, él observó a su alrededor como si estuviera buscando algo.

—¿Necesitas algo?

—¿Y tus padres?

—No han llegado del trabajo —Anya se levantó, yendo a la cocina por un poco de jugo y maní para compartir.

Sabia el lugar donde Loid ocultaba todas las bolsas de maní, no podía esperar que teniendo la habilidad de leer su mente pudiera ocultarlas con facilidad.

—¿Y Alain? —Damian había visto al menor en sus visitas anteriores.

—Mamá lo trae a casa después de salir del trabajo —Anya volvió sobre sus pasos y se recostó en el sofá grande, recostando su cabeza en las piernas masculinas, con la bolsa de maní en las manos.

Si llegaba lo suficiente temprano del Edén tenía un poco de tiempo para estar sola en casa. Pero considerando el transporte de la escuela y que se quedaba casi siempre a hacer tareas en equipo o a platicas de imperiales, no sucedía con frecuencia. Ese día había quedado con Damian para estudiar en su casa, por lo que el auto personal que él usaba los había llevado hasta ahí, dándoles un margen para estar solos, aunque lo que menos quería hacer.

—¡¿Qué haces?! —Él se removió incomodo.

La fémina observó el rostro masculino desde abajo, detallando sus facciones y como en esa posición sus mejillas parecían rojas. Nunca había recostado su cabeza en el regado de Damian, pero en ese momento fue tan sencillo, siempre las cosas con él parecían fluir con facilidad.

—No quiero estudiar. —Tomó un maní de la bolsa y se lo llevó a la boca.

Aunque incomodo no era la palabra exacta que describía los sentimientos abrasadores que llenaban el interior de Damian, que podía escuchar su corazón a punto de salirse de su lugar. Era tan ruidoso que su propio pecho dolía. La imagen de ver a Anya recostada en sus piernas era demencial. Ella hacia eso con tanta facilidad, destruir el espacio entre ellos y acercarse tanto sin saber los estragos que ocasionaba en él. Su propio cuerpo reaccionaba a su cercanía, su mano picaba por intentar algo y él batallaba por convencerse de no hacer nada.

Observó a Anya llevarse maní a la boca, como abría sus labios rosados e introducía la semilla a su boca. Se preguntó a qué sabrían ¿de verdad tendrían el sabor al maní que tanto comía? Lo dudaba tanto, había fantaseado tanto con eso, con el sabor que sus labios podrían saber y la textura. Cuantos sueños no había tenido con ellos.

Ella tomó otro maní y estiró la mano hacia él, invitándolo. Sus miradas se encontraron con fijación, sin que ninguno de ellos pudiera apartar la mirada. Damian observó la acción, con la expresión más indiferente pero con los latidos de su corazón acelerados. Por alguna razón ese momento se sintió tan irreal y fuera de sí mismo. Abrió los labios acercándose lo suficiente y atrapó el maní. Anya sintió sus dedos tocar la boca masculina, casi como un susurro. Su propio interior se sacudió con ese gesto tan íntimo. Fue cuando ella consideró que quizá estaba yendo lejos. Pero con él se sentía siempre tan cómoda que jamás media sus acciones.

Damian introdujo la mano en la bolsa de maní sin dejar de mirarla y acercó su mano a los labios femeninos. Ella automáticamente abrió la boca, él le dio el maní y ella cerró la boca, pero Desmond no apartó los dedos. Estos se aventuraron a tocar sus labios con la yema de los dedos, tan ligeramente pero que despertó descargas en el cuerpo de Anya. Él tocó los labios y sus caricias subieron por sus mejillas, que acarició con los nudillos, sintiendo la piel de su rostro. A la par y encapsulado por la situación, Damian se inclinó, acercándose hacia ella.

Ambos corazones latieron fuertemente, sin poder dejar de mirarse a los ojos y sin pestañear.

La cerradura en el departamento los hizo salir de aquella burbuja donde solo habían existido ambos. Anya se sorprendió por la situación y se levantó abruptamente, golpeando con su cabeza la frente de Damian, que se quejó, pero ella logró sentarse antes de ver aparecer a Loid en la sala.

El rubio observó a ambos estudiantes imperiales, a Anya con una posición despreocupada o eso era lo que intentaba transmitir y a Damian con la cabeza hacia adelante y una mano en su frente, como un gesto de dolor. El mejor espía de WISE levantó una ceja ante esa situación.

—Chicos, pensé que llegaríamos antes. —Anya le había avisado un día antes de la presencia de menor de los Desmond en su departamento para estudiar y él había arreglado las cosas en el hospital para poder llegar a tiempo.

—Acabamos de llegar.

Loid observó a su hija un poco más antes de perderse en su habitación para cambiarse para hacer la cena. Yor los saludó con cortesía antes de desaparecer para ocuparse de arreglar a Alain.

Anya mientras tanto intentó controlar los latidos fuerte de su corazón y de sentir las mejillas calientes, mientras las preguntas se repetían en su cabeza una y otra vez ¿qué era lo que había sucedido? ¿Y porque su corazón latía tan fuertemente? ¿Qué es lo que pensaba que iba a suceder? ¡Ni ella misma lo sabía! De alguna manera la situación simple se había cargado de tanto...tanto que no sabía ni que cosa.

Una vez que Damian se recuperó del golpe en su frente, extrajo las libretas de su mochila y las extendió en la pequeña mesa de la sala.

—Creo que deberíamos empezar. —Su voz sonó menos segura de lo que pretendía.

Anya simplemente asintió mientras se acercó lo suficiente para seguir las palabras de Damian, aunque no pudo concentrarse en nada más que en recordar los dedos del Segundo sobre sus labios y como con ese simple gesto todo su cuerpo se estremeció.

El viernes llegó con rapidez aquella semana y para sorpresa de Anya, cuando terminó la clase de Historia, esta giró en su asiento para encarar a Becky que estaba a su lado. Aunque se suponía que Anya y Damian se sentaban siempre juntos desde hace un tiempo, esta vez la aspirante a Espía buscó a su amiga para compartir asientos de nuevo.

—No hubo examen como dijiste

Becky se encogió de hombros, por supuesto que no habría, porque esa había sido su excusa para que Anya no se enterara de la peor manera de una situación que era sumamente evidente, que Damian estaba perdidamente enamorado de ella. Algo que ella notó desde su primer año en el Edén y que se divirtió de notar las diferentes situaciones donde el segundo de los Desmond intentaba ocultar sus sentimientos por su atolondrada amiga. Era tan divertido aquel juego que solía hacer para parecer tan indiferente aunque Becky no podía saber si era más divertido eso o el ver como él admitió sus sentimientos. Su comportamiento cambió y fue más sincero con el trato especial que le ofrecía a su amiga, pero aún no se había atrevido a confesarse.

Sabia un poco de los tormentos mentales que sufría por Anya gracias a Ewen, por lo que en ocasiones sentía cierta pena de verlo tan afligirlo. Le gustaba molestarlo, pero en ocasiones lo había ayudado. Como el sugerir que estudiaran juntos, algo que sabía que habían hecho el día anterior.

Lo cual desataba la pregunta que había rondado la cabeza de la heredera de los Blackbell todo el día ¿qué había sucedido? El hecho de que Anya la hubiera buscado para sentarse, lo cual era totalmente extraño en los últimos meses, dejaba entrever que quizá algo había sucedido. Becky se llevó la mano a la boca ¿acaso lo había hecho, se había confesado por fin? No, de otra manera Anya le hubiera contado antes o Damian se vería demacrado por ser rechazado, aunque dudaba que eso sucediera. Él solo debía hacer la pregunta y...

—Becky

Regresó de sus ensoñaciones para encontrarse con los ojos esmeraldas fijos en ella.

—¿Qué?

—¿Crees que el maestro de historia no puso el examen porque pronto vendrán los exámenes bimestrales?

—Quizá, no lo es, pero aún más importante ¿qué sucedió con Desmond?

Anya que parecía animada giró su rostro para acomodar su bolígrafo en la mesa.

—No sé de qué hablas.

—Bueno, estas aquí sentada, cuando hace mucho tiempo que te sentabas con Damian, el cambio me pareció desconcertante, porque no pude sentarme con Ewen. —Eso último fue más que nada una estrategia para relajar la pregunta.

Anya se quedó quieta un segundo antes de mirarla de nuevo.

—Anya solo quería sentarse con Becky hoy —Era parte de la verdad. —Además que quizá que el Segundo este enojado conmigo.

Becky esperaba cualquier cosa, menos una confesión como esa ¿Damian enojado con Anya? Algo total e indiscutiblemente imposible, pero ¿qué era lo que llevaba a su amiga a pensar en algo tan inverosímil?

—¿Por qué lo dices?

—Bueno... fuimos a casa a estudiar, pero yo no tenía ganas de estudiar, por lo que pensé que un mejor plan era relajarnos y comer maní —Becky aguardó un suspiro, por supuesto que eso era la prioridad de Anya, tomó su botella de agua para dar un trago antes de que el siguiente profesor llegara. — recosté mi cabeza en sus piernas y comimos maní juntos, lo normal. —Becky se atragantó con su agua y la bajó rápidamente, mirando a su amiga con total detenimiento. —Él se acercó hacia Anya y...

—¿Y? —El corazón de Becky latía fuertemente ¡¿acaso por fin Desmond...?!

—Llegó mi papa y Anya se levantó abruptamente por miedo a que me vieran holgazaneando y le di con la cabeza en la frente, pero le di tan duro que se quedó adolorido durante un rato antes de empezar a estudiar. —Anya se llevó la mano en el mentón.

Observó a su amiga en ese momento, que tenía la mano cubriendo su boca y una sonrisa reprimida que le recordó a cuando solía contarle de los programas de amor que contaba en la televisión, lo cual no tuvo ningún sentido para Anya.

Becky había observado el amorío de ambos durante todos esos años y había sido muchísimo mejor que sus telenovelas. Y esto, esto era algo muy grande, un gran avance de Damian, si el padre de Anya no hubiera llegado ¿de verdad Desmond se hubiera atrevido a besarla? La simple idea la emocionó enormemente, que hubiera disfrutado estar ahí para ver el momento, ellos eran su pareja favorita, sobre cualquier pareja de sus programas. Y aunque Damian no era su persona favorita y ella era su querida amiga, sabía que no habría nadie que pudiera quererla más que Desmond.

A fin de cuentas él aún sin un compromiso real había hecho tanto por su amiga, por lo que no podía imaginarse cuando tomara el valor de confesarse y de por fin hacer oficial su relación y él dejara de contenerse todo lo que sabía que se contenía.

—Becky, ¿crees que debería disculparme?

Blackbell simplemente se rio antes de sacudir la mano hacia su amiga.

—Damian no está enojado Anya, es justamente lo contrario, debe estar realmente emocionado. —Aunque Becky sabía que la palabra correcta era avergonzado, porque se había dejado llevar al menos un poco y Anya, al recostarse en sus piernas le había dado el mayor regalo. —aunque quizá este frustrado por la llegada de Loid...

—¿Frustrado?

Anya realmente no estaba entendiendo, algo que Becky no estaba esperando.

—No importa, lo único que debes saber es que no está enojado, solo trátalo con normalidad.

El profesor de matemáticas ingresó en ese momento y Anya giró el rostro para ver a Damian en el fondo del salón, con la mano recostada en su mentón. Sus miradas se encontraron un momento y Anya pudo confirmar que era cierto lo que Becky dijo, no parecía enojado con ella.

Por eso cuando salió del salón de clases encontró a Damian recargado en la pared, junto con Ewen y Emile. Becky se adelantó tomando Ewen del brazo y se adelantaron, con Emile siguiéndolos por detrás. Anya se paró enfrente de Damian.

—Tú... —Damian se aventuró, sin saber realmente que decir.

Anya estiró la mano, tocando la frente de Damian, colocándose de puntas.

—¿Te duele aún?

Damian la observó un instante, intentando saber que era lo que llenaba la cabeza tan extraña de la chica de cabello rosado.

—Como te dije ayer, necesitarías más para causarme algún daño. —Anya solo podía recordar lo adolorido que estaba ayer.

Él dio media vuelta y se encaminó hacia el comedor, Anya observó la espalda alejándose y sonrió mientras corría, alcanzándolo y cruzando su brazo con el del Segundo. Comieron junto con el resto en el comedor y pronto regresaron a sus clases que pasaron con rapidez.

Pronto llegaron al final de las clases, se había demorado más de lo que pretendía, por lo que se había despedido de Damian, quien se quedó hablando con el titular. Había dejado atrás a Becky hablando con Ewen, pero no quería regresar caminando a su casa.

Avanzó de prisa hacia la puerta del Edén y cuando estuvo cerca divisó un auto negro en la entrada y una figura, detuvo sus pasos cuando estuvo lo suficiente cerca con el fin de pasar a su lado pero aquello llamó la atención del hombre, que giró en su sitio y reveló su rostro.

—Anya Forger

Aunque para Anya no era necesario verlo, porque pudo reconocerlo antes de que dijera su nombre y girara para verla. Ella se detuvo enfrente del hombre.

—Desmond.

Él levantó su ceja al escuchar su apellido y sonrió ante el reconocimiento.

—Puedes llamarme Demetrius.

Anya observó al primogénito de los Desmond con cierta curiosidad de verlo ahí, antes del día de la fiesta no recordaba nunca haberlo visto pero en un corto tiempo lo había visto en dos ocasiones.

—¿Cómo es que recuerdas a Anya?

Él simplemente sonrió, dio un paso hacia ella y se inclinó ligeramente.

—La verdadera pregunta es ¿cómo podría olvidarme de ti?

Anya vio como él estiró su mano y apartó uno de los mechones de su cabello de su rostro y el simple hecho desató un cosquilleo en su estómago, ante la cercanía y el acto, sintiendo su rostro caliente.

—Yo...

—Demetrius

El primogénito de los Desmond desvió su atención de la figura femenina para capar a su pequeño hermano detenerse a un lado de Anya, casi, aunque estaba un poco más adelante, como si quisiera demandar su atención. No estaba sonriendo, algo que de niño era bastante común ya que solía idolatrarlo, parecía más que nada, enojado.

—Damian, ahí estas.

—¿Qué haces aquí? —Damian fue directo al grano y olvidando sus modales.

—He venido por ti, para cenar en familia a petición de nuestra madre.

Damian lo observó un instante considerando sus palabras, sabía de la cena especial con su familia, pero no contaba que alguien diferente a Jeeves fuera a buscarlo. Sin esperar más tiempo y sin girarse para despedirse, se encaminó al auto e ingresó en la parte trasera, esperando que Demetrius lo siguiera inmediatamente, pero se quedó hablando un poco más con Anya antes de dar media vuelta e ingresar al auto, que se puso en movimiento enseguida.

—Tú jamás habías venido por mí al Edén. —Su tono era mucho más tosco del que pretendía.

Demetrius, quien hasta ese momento miraba el cristal, contempló a su hermano sentado a su lado.

—Siempre hay una primera vez, además que ha sido una ocasión importante.

Damian consideró sus palabras, antes de dirigir su vista en la ventana, perdiéndose en sus pensamientos.

Por su parte Anya se quedó quieta viendo como el auto desaparecía y se preguntó cómo es que ambos hermanos podían ser tan contrarios. Damian ni se había despedido de ella, mientras que Demetrius se disculpó por el comportamiento tosco de su hermano antes de irse.

Anya nunca entendería como podían ser hermanos y ser tan diferentes

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