II.
Los ojos ámbar viajaron a través de la habitación una vez, percibiendo algunas miradas encima de ella. El que pensara la gente de él o de su actuar en el Edén era algo que lo tenia por completo sin cuidado. Aunque era difícil el pensar que alguien podría pensar algo malo de él o decirlo en voz alta considerando el renombre de los Desmond en el sector político.
Aunque realmente ser el centro de atención era algo que disfrutaba en pequeños momentos cuando lo felicitaban o destacaban como alumno. Pero en esa ocasión era vergonzoso.
—¿Por qué haces esa cara tan extraña? —Damian estaba tan acostumbrado a ver ese gesto —Deja de hacerlo, todos están mirando.
Anya sonrió un poco más antes de sentarse enfrente de Damian del salón asignado a las reuniones de eruditos imperiales. Todos estaban estudiando, pero el hecho de que la fémina caminara, abriendo la puerta sin ningún tipo de cuidado y se acercara hacia él, con ese gesto extraño, era algo que había llamado la atención de todos.
—Ya lo tengo.
—¿Qué cosa? —Damian tomó siguió escribiendo en su libreta, intentando restarle importancia al asunto y que los alumnos a su alrededor perdieran interés.
—Lo que quiero por lograr ser una erudita imperial.
Damian siguió escribiendo el ensayo que tenían que entregar la siguiente clase en historia, hasta que su bolígrafo desapareció de su mano. Al levantar la mirada lo vio en la mano de Anya, quien tenia un ligero puchero en la cara al no ser escuchada.
—¿Escuchaste?
Él estiró la mano, pero ella se hizo para atrás evitando que él alcanzara el bolígrafo, pero Anya no contaba que él era lo suficiente alto y con extremidades largas para estirarse un poco más y tomarlo entre sus manos. Aquel gesto lo hizo percatarse de lo cerca que estaban por la posición y Damian se aclaró la garganta, evitando que el ligero aleteo en su estómago aumentara. Se sentó, ignorando todo su alrededor al imaginar como todos estaban atentos a ese intercambio entre ellos. Suspiró cerrando los ojos un instante, Anya realmente no necesitaba nada para llamar su atención, pero ella parecía pensar que la ignoraba.
—¿Y qué es lo que quieres?
Anya simplemente sonrió sin responder y se centró en terminar el ensayo, basándose en el que Damian estaba haciendo. No era muy buena en historia y él era el mejor de la clase. Aunque lo más indicado era decir que él era bueno en todas las materias, de otra forma no sería un erudito imperial. Por eso siempre solía pedirle su ayuda en tareas y desde hace un par de años que estudiaban juntos para los exámenes.
Cuando la campana sonó para indicar el descanso, salieron de la sala especial dedicados a los imperiales, se dirigieron hacia el patio trasero y tomaron asiento debajo del árbol más alto del jardín. Ese árbol que los había acogido tantas veces y que se había vuelto parte del ritual. Su ritual, de ambos.
Todo había iniciado tres años atrás, cuando Anya estuvo a punto de reprobar y recursar un año. Algo que cuando Damian se enteró, no podía permitir. Por si sucedía, ella terminaría en otra clase. Por lo que sabía que debía ayudarla y darle una buena motivación. Le había ofrecido una buena comida y chocolates si lograba salvar la materia, algo que fue suficiente para que ella se motivara.
Damian pensó que había terminado ahí, pero cuando ella sugirió que comieran en el término de los siguientes exámenes ahí, volvieron a repetirlo y una vez más, y otra, hasta que sin tener que decirlo, en cada termino de etapa de exámenes hacían esa especie de picnic. Solían sentarse y compartir la comida que compraban en la cafetería o que traían de casa, esto ultimo de parte de Anya.
Un ritual que sus propios amigos respetaban y no se acercaban a ellos, como lo hacían en el comedor.
Unos momentos donde Damian se sentía tan especial y pleno, donde podía estar con Anya y no compartirla con nadie más. Se había visto obligado siempre a estar con Blackbell rondando a Anya, pero de esos momentos solo estaban ellos, sus hombros juntos y donde podía ser encantado únicamente con la voz femenina. Ella recostó su cabeza en su hombro y Damian sintió el calor agitándose en su interior y el martilleo incesante de su pecho. Era tan ruido que en cualquier momento ella podría escucharlo.
—¿Y entonces que cosa es? —Habló con la idea de disfrazar su nerviosismo.
—¿Qué cosa? —Anya había vuelto a la realidad con sus palabras, el hombro del Segundo siempre era tan cómodo.
—Lo que quieres.
Anya recordó la plática que había quedado pendiente en el salón de los imperiales, se incorporó y lo miró con aquella sonrisa astuta en su rostro.
—Oh sobre eso, ¿estas seguro de que quieres saberlo? —Ella estaba tomándose su tiempo.
Damian no era una persona que se describiera como paciente, por lo que frunció el ceño. Gesto que Anya identificó como aquella impaciencia del segundo hijo de los Desmond, lo conocía tan bien, al derecho y al revés que era fácil leer las emociones en su rostro. O casi siempre.
—Quiero ir a esa tienda donde compras los chocolates y que me compres todos los que quiera.
Damian la observó, pensó que le pediría algo diferente, pero eso era lo que él siempre le daba. Había supuesto que sería más ambiciosa, siempre solía fantasear con cosas extrañas como castillos. Tal vez sus pensamientos extraños no le habían permitido encontrar algo sensato o creíble para pedirle.
—Podemos ir ahora.
—No, hoy no —Anya pensó que Loid no la dejaría ir, no después de no limpiar su habitación como había prometido. —El fin de semana.
—Pero el fin de semana es la reunión de imperiales. —El recibimiento a nuevos miembros.
—Si, por eso iremos el viernes por la tarde, el sábado es la reunión
Él simplemente asintió y después de estar un poco más en silencio y juntos debajo de aquel árbol, regresaron a clases y el día finalmente terminó con tranquilidad. Aunque debajo de la expresión tranquila de Damian, se encontraba un disturbio en su interior. Vería a Anya fuera del Edén y solamente ellos dos, sin incluir a sus amigos como la gran mayoría del tiempo, era un placer oculto. Intentó no hacerse ideas equivocadas o emocionarse, pero fue inevitable.
Por lo que una vez que llegó a la mansión Desmond, más específicamente a su habitación, se recostó en la cama con el brazo cubriendo sus ojos y dejó salir un suspiro cansado y ruidoso, haciendo eco a su corazón emocionado.
—No es una cita —Él tendría que haberle confesado sus sentimientos antes de que lo fuera, algo que por miedo no había hecho. —No lo es.
Existían otras cosas, pero ese era el principal de los problemas. El que el decir algo, terminara por hacer su relación extraña. No había duda de lo que él sentía, pero él dudaba sobre cada una de las acciones de Anya. A fin de cuentas Anya era Anya, tan extraña, haciendo esas caras o dándole chocolates en la boca y no percatándose del efecto que ocasionaba. El hecho de que ella no pareciera afectada por sus interacciones ¿era algo bueno o malo? En el peor de los casos podría no reaccionar al no ver las cosas de la manera en que él lo hacía, podría catalogarlo como un simple amigo y por eso siempre parecía tan segura. Y eso es lo que lo detenía.
Si las cosas eran de esa forma y él decía algo, Anya podría confundirse, rechazarlo y toda la amistad que tenían se vería afectada de manera permanente. Eso era lo que solía pensar la mayoría del tiempo, que ella solo veía lo suyo como una amistad.
Pero...ella solo actuaba de esa forma con él. Siempre buscando tomar su mano cuando lo necesitaba, buscaba algún tipo de contacto al caminar, compartían tantas cosas juntos, que era imposible que él no se hiciera ideas equivocadas. Se terminaba esperanzando, porque muy en el fondo, sabía que su relación era especial. Había algo más que simples amigos y era algo que siempre tenía presente.
Intentó tranquilizarse y se centró en su tarea, para dejar el fin de semana libre, restándole importancia a lo que sucedería en unos días, algo que logró o eso pensó. La semana pasó con rapidez, hasta el día esperado. Se vistió de manera casual o lo más casual que tenía, una camisa de manga larga y botones, aunque siempre se terminaba arremangando las mangas a los codos y unos pantalones oscuros. Estaba realmente inquieto, por lo que metió sus manos en sus bolsillos, en un intento de tranquilizarse. Fue en ese momento que la vio llegar a la fuente del centro de la ciudad. Ese era el sitio de encuentro que tenían desde hace años con sus amigos, pero en esa ocasión el se maravilló de verla llegar con un vestido rosado que iba a juego con su cabello.
Damian se recordó a si mismo que debía respirar, que debía guardar la calma, pero no podía dejar de pensar en lo linda que se veía. Debería ser una especie de crimen que se viera tan bien, pero verla avanzar hacia él había sido totalmente un placer demoledor.
—Siento llegar tarde, Loid no estaba dispuesto a dejarme salir si no limpiaba mi habitación.
Anya se detuvo enfrente suyo, recuperando el aliento al tener que caminar rápido para llegar al sitio de encuentro.
—Eres tan desordenada. —Él hizo sonar su voz con tanta despreocupación, algo que estaba lejos de lo que pensaba en realidad.
—Pero lo he hecho —Anya admitió, aunque la realidad es que había sobornado a Alain con unos chocolates si le ayudaba a limpiar.
Damian dio la vuelta, incapaz de seguir viéndola de esa forma sin que su corazón se saliera de su lugar. Se cubrió la boca con la mano, en un intento de disimular la manera en que su rostro lo exponía ante su nerviosismo. Se reprendió mentalmente y se prometió que el efecto que ella tuviera sobre él no terminaría por arruinar ese momento.
—Estamos cerca, vamos.
Anya vio la espalda de Damian alejarse y se adelantó, él siempre era tan poco amable, siempre la dejaba atrás. Observó su espalda mientras intentaba alcanzar los largos pasos del Segundo. Estaba familiarizada con ver su espalda, cuando él siempre la dejaba atrás, por lo que podría reconocerla con facilidad. Su espalda era grande y amplia. El verlo con otra ropa fuera del uniforme escolar siempre era tan confuso, porque se veía tan varonil que parecía un hombre más entre la multitud. Y la palabra hombre no era un calificativo que Anya solía usar con él. Por que Damian era Damian. Aunque debía admitir que era demasiado bien parecido, algo que jamás admitiría en voz alta.
En ocasiones ella olvidaba que el niño que había conocido años atrás ahora era todo un hombre.
La idea desató un ligero cosquilleo en su estómago, algo que ella adjudicó a que tenía hambre. Se adelantó alcanzándolo y sujetándolo del antebrazo para evitar que avanzara tan rápido. Caminaron por la zona exclusiva de la ciudad, hasta que llegaron a una tienda que se veía demasiado elegante. Él le abrió la puerta y Anya entró, quedándose fascinada de ver estantes llenos de cajas y cajas de chocolate.
Animada se adentró, siendo recibida por un empleado y se dispuso a curiosear todos los estantes, con el fin de elegir a lo que había ido. Miró a su espaldas viendo a Damian observar los productos del mostrador. Ella se animó a seguir en los suyo y tomó uno de frutos rojos, giró la caja en su mano hasta que vio la pequeña etiqueta que decía el precio del producto. La sonrisa en su rostro desapareció ¿era una especie de broma? ¿Alguien realmente podría pagar por una caja de esos? Todo el dinero que tenía era a cuentas de Loid y él disponía del dinero de WISE, sabía que su matricula era lo suficiente costosa.
¿Damian siempre gastaba tanto cuando le regalaba cajas de chocolate?
De alguna manera ese hecho la hizo retroceder de su plan, podría sugerir algo más.
—¿Esa es la que quieres?
La voz masculina cerca de su oreja la hizo estremecer hacia la medula, su corazón se agitó fuertemente, estaba demasiado cerca y la había asustado.
—Pensé que podríamos hacer otra cosa.
—¿Otra cosa? —Damian estaba confundido.
—Si, en vez de comprar estas excesivas cajas de chocolate, podrías hacer algo más.
Damian contempló el rostro femenino y como de pronto parecía dispuesta a salir de ahí lo más rápido posible. Analizó sus palabras ¿excesivas? Él en alguna ocasión le había mencionado que era chocolate fino y ella siempre solía jugar con que era lo menos que merecía, ¿y ahora estaba asustada por el precio?
—O podríamos comprar el chocolate y hacer algo más.
—No creo que...
—Prometí una recompensa digna si lograbas conseguir la octava Stella y ser una erudita imperial. —Él estiró la mano y recuperó la caja de chocolates, golpeándola ligeramente con la caja en la frente, en un intento de relajar el ambiente tenso entre ellos. —Toma lo que quieras y no te preocupes de cosas sin importancia.
Anya asintió, sabía de la importancia de los Desmond pero el permitirse esos lujos sin pestañear o que les afectara le hizo tener una nueva visión sobre las cosas. Anya realmente debió pedirle la fábrica de mano. Tomó un par de cajas con total confianza, siendo seguida por Desmond, finalmente él terminó pagando y salieron de ahí.
Terminaron comiendo en una cafetería cercana donde Anya pidió hamburguesa. Observó a la gente a su alrededor y como todos parecían comer cosas más elaboradas. El mismo Damian había pedido pasta que ella no conocía.
—Segundo ¿No crees que este lugar es demasiado?
Damian dejó el tenedor que había tomado y miró a su alrededor una vez y regresó hacia ella.
—¿Por qué lo sería?
—Bueno, no sabía que vendríamos aquí y pude haberme preparado mejor.
No es que fuera sencilla, tampoco es como que los Forger tuvieran una vida mal, pero en comparación a lo que muchos del Edén tenían, como los Blackbell cerrando tiendas para que solo ellos compraran o yendo a cruceros con facilidad cuando ellos solo se habían ganado boletos, era evidente la diferencia. Damian la miró una vez más, recuperó el tenedor en su mano.
—Tú siempre estas perfecta y linda así que...
Anya abrió los ojos por completo y el propio Damian soltó el tenedor ante la sorpresa de lo que había dicho. Se suponía que eran sus pensamientos pero habían salido de su boca.
—Yo, me refiero a que no hay nada mal contigo, no te preocupes por esas cosas.
Anya observó a Damian maldecir e intentar recuperar su tenedor del suelo con gran torpeza. Ella simplemente desvió la mirada a su comida e intentó entender porque esas palabras habían alterado los latidos de su corazón. Ella había escuchado tantas veces sus pensamientos pero escuchar algo así de sus propios labios había sido...realmente abrasador.
Sentía sus mejillas calientes, por lo que decidió centrarse en su comida. Estuvieron en silencio un rato, incapaz de mirarse a la cara, algo que Anya no entendía del todo ¿Por qué se había sentido nerviosa? Decidida a recuperar el ambiente levantó el rostro y vio como él comía aquella pasta que había pedido. Observó como se la llevaba a la boca y un poco de salsa se quedaba en sus labios, esa fue la primera vez que ella se fijó en esa zona en específico, parecían delgados y suaves. Él se limpió con una servilleta y pronto sus ojos se encontraron.
—¿Qué sucede?
—¿Esta rico?
—Si, supongo.
Damian enredó un poco de pasta en su tenedor y cuando estaba a medio camino, Anya se inclinó hacia él y logró atrapar el tenedor entre sus labios, comiéndose la pasta. Saboreó lentamente y asintió.
—Si, es muy bueno.
Damian se quedó paralizado ante la cercanía femenina y como pudo percibir su olor característico. Su corazón estaba a punto de salirse pero más que nada porque ella había comido de un tenedor que él ya había usado. Muchas ideas vinieron a su mente y podía escuchar los latidos de su corazón en su oreja y como podía salirse en cualquier momento.
¿Qué tan mal se vería si él se llevaba el tenedor a la boca?
—Lo siento Segundo, ensucié tu tenedor. —Ella tomó el suyo y se lo ofreció. —Toma.
Él simplemente lo aceptó por inercia y una sensación de decepción se extendió en su interior.
Avanzó rápidamente la distancia que la separaba para llegar al edificio donde se llevaría a cabo la reunión de los nuevos imperiales. Se le había hecho tarde con el fin de planear con Loid sobre qué haría si ahí se presentaba Donovan. Debía estar alerta y mantenerse lejos, mientras Loid actuaba por su parte. Esa noche podría definir el destino de Ostalis, la misión Strix podría volver a entrar en vigor
Por lo que tuvo que correr para llegar a la reunión, abriendo las puertas y entrando sin ser percibida. Cuando ingresó pudo ver una gran cantidad de personas en todo el salón con decoración elegante, lo cual no era una sorpresa para Anya, por el estatus de la escuela. Todos en ese salón eran la gente más importante de Ostalis, Loid no dejaba de repetirlo al recordarle que debía comportarse.
—Recuerda que...
—Si, me lo has repetido.
Ambos Forger miraron en todo la sala de manera superficial pero no podían ver a Donovan por ningún lado. Anya miró a su padre.
—Haz tu parte.
Loid desapareció entre la gente, su intención era averiguar lo mejor que podía toda la información sobre el partido de Unión Nacional y si sabían del paradero o la situación de Donovan. Aunque la situación no parecía alentadora al no ver al Donovan por ningún lado.
Anya se centró en su misión, que era actuar normalmente y averiguar con discreción con Damian sobre el paradero de su padre. Era un tema que Anya solía evitar de hablarlo directamente, además que considerando la escuela, no era un tema que saliera con facilidad o de manera fluida. Cuando sucedía, ella preguntaba, pero muy en el interior Anya solía evitarlo lo más que podía, porque no le gustaba ese sentimiento de estar usando a Damian solo para obtener información de su padre.
Sabía que ese había sido el objetivo al entrar en el Edén y al inicio se centró en eso, pero cuando Anya conoció realmente a Damian y el chico profundo y amable que podía ser, Anya solía evitarlo a menos que fuera muy necesario. Ella disfrutaba genuinamente de la compañía de Damian y se había vuelto indispensable en su vida. Siempre lo buscaba con la mirada y esos momentos juntos solos en el jardín del Edén y ella había sentido demasiado natural el recostar su cabeza en su hombro.
La quietud y el calor en su interior de aquella escena la hacia sentir tan bien.
No quería arruinar esa amistad por la misión Strix aunque la verdad era difícil el saber que era lo que sucedería cuando todo saliera a la luz. Aunque sabia que Damian no era demasiado cercano a su padre, solo cumplía lo que esperaban de él. Además que era muy dejado de lado al no ser el primogénito, algo que Anya agradecía, porque de otra manera hubiera hecho las cosas más complicadas.
Avanzó cuidando que su capa de erudita imperial no se atorara al pasar a través de los cuerpos en el salón, hasta que percibió a quien había estado buscando. Aunque más específicamente visualizó su espalda de reojo, varonil y con el porte que representaba a los Desmond. Sonrió de forma extraña y se acercó rápidamente, evitando hacer ruido.
Una vez que estuvo a su espalda, se puso de puntas en un intento de alcanzarlo ya que estaba alto, estiró sus manos y cubrió sus ojos con sus palmas.
—Adivina quien soy —Pegó su cuerpo para lograr cubrir bien sus ojos. — La más fabulosa del lugar.
Sintió el cuerpo moviéndose con la intención de girar y retrocedió un paso para darle oportunidad, con una sonrisa juguetona y preparándose para responder su comentario de enojo fingido. Al girar él tomó su mano por la cercanía y de forma instintiva. Pero la sonrisa de Anya desapareció de sus labios y fueron remplazados por uno de sorpresa, con los labios entreabierto y los ojos totalmente abiertos al ver que ese no era Damian.
Es decir... se parecía demasiado. Su estatura, porte y varias facciones de su rostro, pero era clara la diferencia. Su cabello peinado hacia atrás, sus ojos eran de color negro y un poco más rasgados y su rostro mas afilado.
—Coincido con eso, eres encantadora.
Anya intentó retroceder pero él sujetaba su mano, el calor se extendió en su rostro, la vergüenza alzándose con fuerza. Además que una especie de halago que incluyera la forma en la cual ella misma magnificaba su presencia, era vergonzoso con un extraño.
—Yo...lo siento, te confundí con. —No podía encontrar su voz, solo podía pensar en dar la vuelta y salir de ahí lo más rápido posible.
—Estoy bastante seguro con quien me confundiste. —Él le sonrió ligeramente, sin soltar su mano. —Mi pequeño hermano.
Anya que había estado mirando alrededor en búsqueda de alguna manera de salirse de aquella vergonzosa situación ¡Quería desaparecer! ¿Cómo podría haber confundido la espalda de Damian con la de alguien más? Ella siempre la había observado cuando se adelantaba y caminaba enfrente suyo, lo cual lo hacía inaceptable. Aunque en su defensa, solo lo había visto de reojo y supuso que era él, porque no esperaba para nada encontrar a alguien tan parecido... las palabras del hombre enfrente suyo atrajeron su atención.
—¿Hermano?
—Soy Demetrius Desmond —Él tiró de su mano, Anya simplemente se dejó llevar y él se llevó su mano a los labios, besándola. —Y tú debes ser Anya Forger.
Anya observó aquel gesto y el asombro de aquel acto caballeroso y repentido hizo que el calor se intensificara en su interior. ¿Él era el hermano de Damian? Claro que había escuchado hablar de él, desde pequeña sabia que él no era el primogénito de la familia Desmond. Con los años había escuchado a Damian hablar de su hermano, que siempre había sido el ejemplo a seguir del segundo hijo de los Desmond pero de igual forma la sombra que Damian no podía pasar. Anya aún recordaba cuando le había preguntado al respecto.
—"¿Y cómo es él? El hecho de escucharlo hablar de ese hermano que fue un alumno imperial a temprana edad y que era perfecto, había desatado su curiosidad.
Damian había estado hablando de como debía ir a casa temprano ante la llegada de Demetrius de un viaje que había tenido en el exterior. Aunque más que nada Anya sabia que debía averiguar de Donovan, decidió no hacerlo.
—"No sabría como decirte"
—¿Se parece a ti? —Anya más que nada se refería al físico, no podía imaginar al hermano mayor del Segundo.
—Para nada.
Anya siempre atribuyó aquella negativa en lo físico, pero quizá se refería a todo sentido.
Eso es todo lo que Anya había sabido de Demetrius Desmond a palabras de Damian, pero el hombre enfrente suyo era tan similar a Damian que no había duda de que eran hermanos. No eran dos gotas de agua, pero se notaba el gran parecido. Solo que Demetrius era todo un hombre, con gestos y ademanes elegantes. Pero había una cosa que había despertado la curiosidad de Anya.
—¿Cómo sabes quién soy?
Demetrius soltó su mano y la observó con una ligera sonrisa en los labios, lo cual detonaba su amabilidad.
—¿Cómo podría no saber de ti?
Anya pudo sentir sus mejillas calientes ante la intensidad de su mirada que la atrapó y la hundió en un oscuro descenso.
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