I.

Su pierna se movió inquieta ante la expectativa de lo podría suceder, sus ojos verdes viajaban una y otra vez hacia la puerta de salida y de ahí hacia el gran reloj que estaba arriba del pizarrón que los maestros utilizaban para sus anotaciones.

No estaba escuchando nada de lo que el profesor estaba diciendo y no podría importarle menos. Se sentía fuera de si misma, sin poder mantenerse centrada en nada más que salir de ahí. Bajó la mirada hacia sus manos que jugaban con su goma para borrar, despedazándola en pequeños pedazos, hasta que una mano cubrió la suya, evitando que siguiera haciéndolo.

Los ojos verdes se levantaron, encontrando el color ámbar atrapándola.

—Cálmate un poco

—No puedo, la espera es eterna.

Él presionó su mano con la suya, en un gesto de consuelo.

—Todo estará bien.

Anya observó la mano masculina sujetando la suya en un gentil gesto, los dedos entrecruzándose con los suyos. Contempló la mano de Damian Desmond, aquellos que de alguna manera se habían vuelto tan grandes y varoniles. Ese simple gesto logró que ella olvidara el motivo de sus nervios e inquietud.

Ese era el poder que Damian tenía sobre ella desde hace un par de años.

Cuando Anya entró al Edén con la misión de acercarse al segundo hijo del Donovan Desmond, doce años atrás, su objetivo era volverse su amiga, algo que había considerado demasiado complicado al ser una persona inaccesible y complicado con sus acciones y pensamientos. Era eso o centrarse en ser una alumno imperial, algo que a palabras de  Loid, era imposible.

Anya se fijó a si misma a hacer cambiar de opinión a su padre, centrándose en ambas alternativas. Esa es la manera en que un espía pensaba, tener dos planes por si alguno salía bien y había funcionado. Al menos la parte de llevarse bien con Damian. Se habían hecho cercanos con el paso de esos años, siendo compañeros de clase y de alguna manera natural, comenzaron hablar más, relacionándose y se volvieron lo suficiente cercanos para que él ahora se sentaba a su lado.

Su relación se había estrechado de tal forma que esas acciones eran normales en ellos. Cuando Anya estaba nerviosa, triste o sentida por alguna cosa que no podía controlar, Damian siempre estaba ahí, a su lado. Tomaba su mano de esa forma y toda la preocupación que ella sentía, se esfumaba. Solían comer juntos, eran equipo en todas las asignaciones y solían estudiar juntos. Aunque Anya debía admitir que eso había funcionado por el cambio que Damian había sufrido con el tiempo.

De niño tenía aquella actitud contraria entre sus acciones y sus pensamientos que la confundían de sobremanera. Él dejó ir aquella barrera que le impedía a Anya acercarse y su amistad fluyó con facilidad, a pesar de que él aún muy de vez en cuando dejaba en claro que era torpe o atolondrada, siempre haciendo el duro. Aunque en el fondo Anya había conocido a un Damian Desmond muy diferente, amable, cálido y atento con ella, al grado de ayudarla a estudiar en cada uno de los exámenes que tenían. A pesar de que no tenía el tiempo suficiente siendo un alumno imperial desde hace un año atrás, y fue por eso que Anya se aferró a la idea de lograrlo. Damian la había ayudado a estudiar duramente esos últimos meses, consiguiendo un incremento notable en sus calificaciones. Y hoy, saliendo de clases, iría a la administración para saber si había logrado obtener la ultima Stella que le hacía falta para poder ser una alumna imperial.

Anya estaba lo suficiente inquieta, aunque Damian parecía bastante convencido de que no había nada de que preocuparse. Él no sabía que la operación Strix se había quedado detenida por no poder conseguir las stellas a tiempo, algo con lo que Anya tenía que cargar. Aunque no exactamente detenida, porque muchas cosas habían pasado.

Pero sus pensamientos regresaron a la mano del Segundo presionando la suya, ese simple gesto llenó su interior de una calidez tranquilizadora y elevó la mirada para poder verlo. Doce años habían pasado, doce años donde se habían vuelto amigos cercanos y donde Damian Desmond había cambiado lo suficiente. Anya aún recordaba aquel niño arrogante, malcriado, presumido y con complejos de superioridad que era Damian. El tiempo había jugado a su favor, dejando atrás gran parte de esos defectos y más aún, aquella imagen que Anya tenía de él, de tonto.

La campana del termino de la clase la hizo saltar en su lugar y darse cuenta que lo había estado viendo fijamente. Desechó la idea y se levantó, adelantándose con rapidez, caminando rápidamente hacia el área administrativa. Estando ahí, ingresó a la oficina correspondiente. Demoró unos largos minutos, pero cuando por fin salió de ahí, pudo divisar a Damian, cerca de la entrada, con los brazos cruzados y mirando a su alrededor, esperándola.

Anya se acercó hacia él con una expresión seria y cuando llegó enfrente suyo, sacando el pecho para que apreciara la octava Stella en su pecho. Aquella sonrisa extraña que la representara inundó su rostro, con tintes de presunción.

—Tendrás que referirte a mi como Starlight Anya.

Damian giró los ojos un instante al recordar aquel apodo que Anya siempre recordaba cuando ganaba una Stella. Aún así sonrió y colocó su mano en el cabello rosado.

—Te dije que no tenías nada de que preocuparte. —Acarició ligeramente su cabello.

Anya le sonrió de manera más normal, mientras salían del área administrativa, caminando uno detrás del otro y sus brazos chocando al caminar tan cerca, pero el tener esa cercanía despertaban una tranquilidad en la fémina, era de esa manera desde hace tiempo. Él siempre caminaba a su lado y hacía ese tipo de cosas como sujetar su mano o acariciar su cabello.

Ella lo observó a su lado, mientras se movían hacia el área de los alumnos imperiales y donde ella asistiría a su primera reunión. Era mucho más alto, en comparación con lo bajo que era a su edad. Sus facciones de niño habían quedado atrás y su rostro se veía más maduro, un par de años mayor de lo que era. Miró a su alrededor viendo como varias alumnas lo veían fijamente ante de reír, pero él solo la veía a ella, mientras hablaba sobre las reglas de los imperiales. Eso sucedía con frecuencia, la atención que Damian reclamaba en todo el Edén. No solo por ser hijo de Donovan Desmond, sino por lo apuesto que era. O eso es lo que Anya solía escuchar del resto del sector femenino del Edén, hasta la misma Becky lo había admitido sin mucho animo cuando le había explicado porque siempre miraban a Damian.

Anya no entendía del todo el alboroto de todas las chicas, ella solo veía a Damian como... Damian.

A pesar de que en ocasiones solían pelear por sus personalidades competitivas, la conexión que tenían y habían desarrollado en todo ese tiempo era algo que era suficiente para Anya. A ella le gustaba tanto eso que tenían y como siempre podía contar con él a pesar de lo que sucediera.

Sabía que él estaría a su lado y eso era algo con lo que Anya contaba.

Jugueteaba con el bolígrafo en el papel, garabateando alguna cosa sin sentido, solo podía pensar en que tenía hambre, solo podía escuchar de fondo la voz del titular de los eruditos imperiales. Anya prestaba la atención necesaria, pero esperaba otro tipo de información.

Los eruditos imperiales tenían reuniones de estudio, para hablar sobre diferentes eventos o situaciones en la escuela Edén. Ante el ingreso de los nuevos estudiantes, solía hacerse una reunión para las presentaciones y remarcar cada uno de sus obligaciones y beneficios. En esa ocasión hablaron de la reunión que tendrían y donde ex eruditos imperiales asistía, donde se suponía que debía hacerlo Donovan.

Se habían presentado y ahora decían los pormenores de la siguiente reunión. Anya bostezó mientras seguía dibujando a Bond, hasta que sintió una patada en su pierna. Cuando levantó su mirada hacia Damian que estaba a su lado, miró a su alrededor encontrando al titular observadora con una expresión severa.

—La sesión concluye por hoy, Forger limpia la pizarra antes de salir.

Sin esperar una respuesta el titular salió por la puerta y Anya frunció el ceño ante la tarea. Sabía que había sido descubierta con su rostro de aburrimiento y al estar perdida en sus pensamientos. Pero ¡solo era porque tenía hambre! Todo eso era de vital importancia para la operación Strix, pero no había alcanzado a comer, todo buscar unos libros en la biblioteca para una tarea que debían entregar al día siguiente. Damian había insistido para ir y ella no pudo negarse, porque por culpa suya se habían atrasado con la tarea.

Anya se levantó con pesadez de su asiento, algunos eruditos habían salido, pero otros seguían ahí, conversando sobre cualquier banalidad. Tomó el borrador de la pizarra y obedeció aquella especie de castigo por su desinterés. No volvería a saltarse el almuerzo y menos cuando había una junta de eruditos imperiales. Borró todo lo que pudo a su altura y se estiró para intentar alcanzar las letras más altas, pero aún no alcanzaba, por lo que saltó ligeramente para borrar lo que faltaba.

Pronto una mano le quitó el borrador de su mano y sintió un cuerpo detrás suyo. Anya observó la mano borrar lo que ella no había alcanzado y cuando miró hacia atrás se encontró a Damian detrás suyo, terminando de borrar la pizarra.

—¿Qué, porque haces esto? —Era una tarea suya a fin de cuentas.

—Tú jamás notas estas cosas.

—¿Qué? —Anya realmente no entendía a que se refería.

Damian borró la última letra y dejó el borrador en su sitio y giró el rostro hacia atrás, levemente, lo suficiente para hacer contacto visual con el resto de los eruditos masculinos que quedaban en la sala y les dedicó la mirada más mortífera que pudo.

Anya era lo suficiente distraída para no saber el efecto que ocasionaba en el sector masculino. Damian lo había notado cuando entraron juntos, las miradas dirigidas a Anya. Era demasiado linda para pasar desapercibida. Por lo que cuando ella obedeció aquella orden del titular antes de irse, Damian observó las miradas animadas y atentas del resto de los hombres a sus movimientos y a como se levantaba su falda al ser tan imprudente para saltar.

La ira lo llenó lo suficiente para acercarse y cubrir con su libro la parte trasera de Anya sin que lo notara y terminó de borrar el pizarrón.

Ella jamás había sido consciente de las miradas que atraía y lo atractiva que era. Algo de lo cual Damian era muy consciente desde niños. Era una de las cosas que había desatado ese amor infantil que se había incrementado con el tiempo. De alguna manera y con el paso del tiempo su relación se había estrechado al grado que siempre estaban juntos, algo que aliento aquellos sentimientos que ella despertaba en él.

Disfrutando todo el tiempo que pasaban juntos y el regocijo de sus dedos entrelazados cuando Anya estaba inestable. Damian disfrutaba de sobremanera la forma en que su expresión se tranquilizaba ante ese pequeño gesto. Y el que su relación fuera lo suficiente estrecha había facilitado las cosas, el que nadie se acercara a Anya, más específicamente el sector masculino.

Todos parecían entender que él estaba interesado en Anya desde hace un tiempo, todos menos Anya. O eso creía Damian, era eso o fingía lo suficiente bien para no darse cuenta de sus sentimientos. Sentimientos que él había intentado trasmitir en todo ese tiempo, sin éxito. Siempre que pensaba en hacerlo o cuando estaba por decir algo, sucedía algo que terminaba arruinando el momento. En esos instantes Damian siempre se decía que lo haría la próxima vez, de una mejor forma. Todo el tiempo se excusaba de esa forma, aunque él mismo aceptaba que había demasiadas cosas que lo detenían, una de ellas era la duda sobre qué era lo que Anya podría sentir por él o la manera en la que percibía esa relación.

¿Era importante para ella? ¿Tenía relevancia? ¿De qué manera lo percibía, un amigo?

Su sentido común y el tiempo de conocerla le dejaba en claro que ella era la única que aún no se había dado cuenta de sus intenciones. Era lo suficiente atolondrada para no notarlo, aun cuando él no se esforzaba en reprimirse u ocultar el trato especial que le daba sobre cualquier otra persona. Le dedicaba gran parte de su tiempo, se sentaba a su lado siempre y hacia equipo con ella antes que sus propios amigos. Siempre tenía la esperanza que en algún momento ella terminaría sumando dos más dos y lo notara, aunque no podía saber con claridad cuando sería.

Sin embargo, Damian se aferraba al hecho de que aquella "amistad" que tenían, esa relación era lo suficiente especial o importante para Anya para que la atención o los gestos entre ellos fueran correspondidos. Esa era su vaga esperanza.

Caminaron fuera por los pasillos del Edén, hasta que él la sujetó de la mano, deteniéndola. Anya giró hacia él con gesto confundido.

—¿Qué sucede Segundo?

Damian extrajo algo de su mochila y se lo ofreció. Anya observó la caja de chocolates costosos que ella conocía bien, ya que era un regalo frecuente que él le daba cuando ella lograba aprobar sus exámenes con un sobresaliente. Observó a Desmond desviar la mirada hacia la ventana que estaba a su lado, con indiferencia.

—Por convertirte en una erudita, aunque demoraste demasiado.

Anya los observó fijamente en la mano extendida de Damian.

—Pero esos son por aprobar mis exámenes con una nota sobresaliente, ahora me he convertido en una erudita, la recompensa debería ser más grande.

Damian levantó una ceja ante la astucia de la fémina enfrente suyo y la vio sonreír de esa manera tan particular.

—¿Y qué es lo que quieres?

Anya se llevó una mano a su mentón en señal de pensamiento, vio como él estaba dispuesto a guardar los chocolates, pero ella los tomó antes.

—No dije que no los quería, solo que no sería suficiente. —Sonrió de aquella forma extraña —Pero déjame pensarlo, debe ser algo super especial al tratarse de mí.

Damian emprendió la caminata y ella lo siguió de cerca, caminando hacia la salida donde el transporte la llevaría a casa. Él se encontraría con Jeeves en la entrada esperándolo.

—No te emociones tanto con eso.

—Tal vez una fábrica de maní, aunque aún no es suficiente. —Ella avanzó con aire ausente, mientras abría la caja de chocolates cuando estaban a unos pasos de la entrada.

Damian levantó una ceja, no era un secreto la mente despierta y extraña que la fémina ante sus fantasías. Aunque él no dijo nada, sabía que solo estaba jugando, pero muy en el fondo él sabía que cualquier cosa que ella le pidiera, él terminaría dándoselo. Solo debería fingir un poco de que no era así.

Cuando llegaron a la entrada, Anya se giró ante él.

—Tengo que pensarlo, pero estaré esperando algo grandioso. —Ella se llevó uno de los chocolates a la boca y lo mastico. El sabor del chocolate y el interior de maní la tomó por sorpresa, además que tenía algo más en su interior, algo que no podía determinar que era—¡Es demasiado bueno!

Damian sonrió ante su reacción, era un chocolate nuevo en la tienda y pensó que podría gustarle al contener maní.

—Pruébalo.

Anya se acercó, se colocó de puntas para poder alcanzarlo y acercó el chocolate a la boca de Desmond. Acto que lo tomó desprevenido y retrocedió un poco, aturdido, nervioso y confundido de la acción tan impulsiva de Anya, cerrando la distancia de manera abrupta.

—¿Pero qué haces?

Anya aprovechó eso para meterlo a su boca, sus dedos chocaron con los labios masculinos y él simplemente por la impresión cerró la boca. Se quedó estático, viendo a Anya sonreír enfrente de él. Su corazón latía fuertemente y sin ningún control y sus mejillas se sonrojaron al sentir los dedos contra sus labios. Pudo ver la mirada esmeralda resplandecer de aquella forma particular y como ella le dedicaba la sonrisa más dulce. Damian sentía que estaba a punto de colapsar ante ese acercamiento abrupto de parte de la fémina. Ella siempre hacia esas cosas, sin ser consciente del efecto que ocasionaban en él y todo lo que despertaba, ese sentimiento sin control que había cultivado desde los seis años.

Damian simplemente mordió el chocolate, con los aleteos en su estómago y sin percibir el sabor ante los nervios que lo embriagaban,

—Es muy bueno ¿no? —Anya desvió la mirada y vio el autobús cerca. —Tengo que irme.

Salió corriendo, alcanzando el autobús y subiendo con el resto de alumnos y sentándose en la parte trasera, viendo como el autobús se alejaba y viendo la figura del segundo alejándose. ¿Por qué no se había ido aún? Damian en ocasiones era tan extraño que no lograba entenderlo, por eso solía leer su mente antes, pero hace un tiempo que no lo había hecho.

Se preguntó qué cosa podría ser lo suficiente buena para pedirle. Quizá dos cajas más de chocolate con maní o quizá le pediría que fueran a esa tienda y ella podría elegir todo lo que quisiera. Si, esa sonaba una opción más interesante. Siguió comiéndose los chocolates y antes de llegar a casa ya se los había terminado.

Por su parte Damian se quedó estético, hasta que la voz de Jeeves llamándolo lo despertó de su ensoñación. Se subió al auto de forma automática y el auto avanzó por las calles. El mayordomo lo vio atreves del retrovisor.

—¿Qué tal el día, Damian?

—Bien

—Algo bueno debió sucederle. —Jeeves había trabajado con la familia Desmond lo suficiente para conocer cada una de las expresiones de Damian, a fin de cuentas él lo había criado ante la indiferencia de sus padres.

Él simplemente se quedó callado, con el mentón apoyado en su mano y mirando por la ventana, con una expresión seria en su rostro. Aunque su interior estaba hecho un caos, rememorando los dedos femeninos contra sus labios, su corazón latía fuertemente y emocionado.

Algo más que bueno había sucedido, algo que lo animaba a intentar algo más.

No había podido confesar aún sus sentimientos por ella, pero hasta ese momento, esa relación peculiar que tenían era suficiente.

Anya cerró la puerta detrás suyo, avanzando con gran decisión el tramo que la alejaba de la entrada hasta la sala. Se detuvo enfrente del sillón, con las manos en la cintura y con una sonrisa arrogante en los labios y observó fijamente a Loid Forger, su padre, enfrente suyo, jugando con Alain, su hermano de siete años que era idéntico a su padre y que no habría dudas de que es su progenie. Lo único distintivo eran los ojos carmesí de su madre.

Alain se había unido a la familia a los tres años de iniciar la operación Strix, cuando la relación falsa de sus padres se transformó en algo real. Algo que alegró mucho a Anya. Siempre se había pensado que toda esa familia se terminaría separando una vez que la misión Strix se terminara. Algo que no había sucedido y que por eso Anya temió cuando la misión quedó detenida por su ineficiencia de conseguir stellas. Que Loid se iría cuando esa misión terminara en un fracaso. Por suerte las cosas habían sido diferentes, él se había encariñado con ambas, se enamoró de Yor y todo el miedo desapareció.

Aunque eso dejó en evidencia los secretos que cada uno guardaba. Él confesó el hecho de ser espía y explicó él porque estaba ahí. Algo que Anya ya sabía pero que tomó por sorpresa a Yor, pero aún podía recordar la sorpresa e incredibilidad presente en el rostro de Loid cuando se enteró que la mujer que había elegido como esposa era una asesina a sueldo. Anya había leído divertida los pensamientos contradictorios y como eso había sido un golpe fuerte para el ego del espía, se suponía que era el mejor y no se había dado cuenta de que un asesino vivía en su casa. Cuando Anya quería molestar a su papá solía traer a colación su torpeza al no notar algo tan importante.

Por su parte Anya terminó revelando la verdad sobre sus poderes años después, algo que sus padres no se creyeron al inicio pero que demostró. Eso igual había sido un golpe duro para el espía al pensar en lo que eso podría haber facilitado las cosas en la misión. Ahora era una familia como las otras o algo así, si la otras familias tenían una asesina, un espía y un esper entre sus miembros.

Ambos la observaron con la misma expresión, parecía su reflejo.

—¿Qué sucede? —Su hermano habló, dejando el juguete en el suelo.

—¿Acaso no notan algo especial en la grandiosa Starling Anya?

Ella infló el pecho con arrogancia y con la mano pasó su cabello detrás de su espalda. Loid observó a su presumida hija enfrente, notando con facilidad a que se refería.

—No se a que te refieres. — Loid quiso jugar con la paciencia de su hija un poco

—¿Acaso la nariz te creció? —Alain se unió al mismo pensamiento que su padre.

Anya infló los cachetes y la sonrisa se borró de su rostro, se inclinó y apuntó su pecho.

—Conseguí la octava Stella, ahora soy una alumna imperial.

Loid se levantó, colocando su mano en su hombro con una sonrisa.

—Buen trabajo, aunque te tomó diez años. —Pudo ver el rostro de enojo de su hija ante su broma. —Pero es una buena noticia para la operación Strix.

Alain decidió levantarse e irse a jugar a su cuarto cuando notó la mirada de petición de su padre.

—Ahora solo queda esperar una reunión donde Donovan asista, si eso es posible. —Su expresión de preocupación fue evidente para Anya.

A pesar de que Loid había jugado sobre su tardanza para obtener una Stella y que ella misma pensaba que toda la operación estaba detenida por su culpa, la realidad es que no era así. La operación Strix si se había retrasado por no conseguir ser una alumna imperial pronto, sin embargo, la razón por la que se había detenido es porque Donovan Desmond había enfermado y se había tomado un descanso como el líder del Partido de Unión Nacional. Desapareció de toda aparición pública, aún del Edén y ante eso, no había nada que hacer.

En esos doce años hubo otros presidentes que tomaron el control del partido, pero WISE sospechaba, casi aseguraba, que la influencia de Donovan aún estaba vigente y que quizá el estaba manejando los movimientos del partido en su anonimato. Y no solo eso, muchas cosas habían cambiado en esos doce años.

Cuando Loid había tomado la operación Strix existía una paz frágil entre Ostania y Westalis, que aún estaba siendo forjada. Paz que WISE se había esforzado mantener y gracias a esos esfuerzos ambas naciones se habían unificado, formando Ostalis. Una gran victoria para los que querían que la paz y las disputas entre ambas terminaran. Todo había marchado como se suponía debía ser, pero nada podía ser perfecto. Había personas que no estaban de acuerdo con esa unión. Ante eso varios grupos rebeldes, mercenarios y la más importante, el Partido de Unión Nacional, el partido radical que más que la paz, buscaba la supremacía de Ostania.

Esos doce años ha sido una guerra de poder, entre los que quieren proteger Ostalis y quienes buscan desunificar ambas naciones. Siendo los primeros interesados PUN, quienes han mostrado su inconformidad con movimientos radicales. Sobornos, intentos de asesinatos a candidatos o gente importante de Ostalis, ataques informáticos o físicos, todo con el fin de acabar con esa paz. Por suerte WISE y Garden han logrado frustrar la mayoría de sus planes. Ahora las cosas en Ostalis eran demasiado delicadas, la tensión era palpable y un solo descuido podría desatar una segunda guerra.

Era un esfuerzo constante y demandante, por lo que a pesar de que lo había considerado, Loid no se había retirado como espía. Estaba más activo que nunca, deteniendo ataques terroristas o intentando obtener información del Partido de Unión Nacional. Y ahora que Anya había conseguido su Stella, quizá podría facilitar las cosas.

El problema era ¿Donovan asistiría a alguna de esas reuniones? WISE sabía que el partido había estado lo suficiente callado, sin movimientos o acciones, lo cual solo podía dejar en claro que estaban planeando algo. Se creía que podría ser el regreso de Donovan, por lo que Anya fuera una alumna imperial no podría ser más conveniente.

—Podríamos forzarlo a salir, hay una reunión para recibir a los nuevos miembros la siguiente semana.

—Esperemos la reunión y de ahí podremos determinar nuestros próximos movimientos. —Loid acarició su cabeza de forma fraternal. —Necesito que estes alerta.

Anya asintió mientras Loid desaparecía en la cocina para realizar la cena antes de que Yor regresara de su encargo, un corrupto que estaba dispuesto a pasar información importante del gobierno. La fémina vio desaparecer a su padre y se preguntó que estaría pensando.

Cuando sus padres se enteraron de sus habilidades, Loid le hizo prometer que no podría leer su mente algo a lo que Anya se negó encarecidamente, pero que después de un tiempo terminó aceptando. Más que nada porque no quería saber lo que sus padres pensaban cuando estaban juntos. Pero Loid les enseñó a solo utilizar sus habilidades cuando era necesario. Algo a lo cual Anya no hizo mucho caso en su infancia, pero con el paso del tiempo decidió respetar. Entendía que había ocasiones donde la gente no quería que nadie supiera los pensamientos vergonzosos que tenían, ella misma los tenía, por lo que decidió obedecer.

Aunque de niña solía leer más los pensamientos de su padre para saber las misiones asombrosas que hacia y para copiar en los exámenes. Leer la mente de Becky o de Damian había sido su salvación para no perder los exámenes. Becky solía pensar demasiado en los programas que veía y en Ewen, su actual novio, por lo que su mente fue fácil de ignorar. Había decidido dejar de leer la mente de Damian al encontrar pensamientos que la avergonzaban. Pensamientos que tenía desde niño, donde la halagaba, a pesar de insultarla en la realidad. En las pocas ocasiones que se había metido a su mente por curiosidad, él solo pensaba en lo bien que ella se veía. Algo que provocaba un calor en las mejillas de Anya, por lo que decidió mantenerse lo más lejos posible de su mente.

Se dejó caer en su cama cuando llegó a su habitación y pensó en aquellos chocolates que Damian le había dado y en sus mejillas sonrojadas. Se miró los dedos recordando la calidez de los labios masculinos y no pudo evitar sonreír.

¡Hola queridos!

No podía dejar pasar la nueva temporada de Spy x Family sin una historia de alguno de los personajes. El año pasado fue Aware (si no lo has leido te invito a hacerlo) y ahora traigo un poco de Damianya. Sé que acabo de terminar corazón de hierro y ceniza y que quizá era el turno del Twiyor, pero esta historia se me ocurrió desde el año pasado y ha esperado demasiado en el tintero, por lo que es hora de dejarla ver la luz.

Se viene cosas GRANDES, y bajo advertencia no hay engaños, que el título explica un poco de hacia donde va todo, pero de verdad sé que valdrá la pena. Estaré actualizando cada sabado como la serie, perooo me tomará más tiempo el terminar de publicar, asi que esta historia va para largo.

Igual quiero agradecer a    por su gran ayuda  en esta historia, de escucharme hablar y hablar de esto y por tus sugerencias y opiniones ¡Gracias! 

Espero que la historia sea bien recibida, estaré pendiente de sus comentarios. 

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