Pedacitos de ti


Por fin se atrevió a sacar el tema. Estaba convencida de que a su compañero le resultaría repentino. Lo tenía más que meditado. Había ensayado conversaciones desde hacía casi dos semanas. Cómo comenzar le daba pavor, pese a haber pensado en distintas frases introductorias en los pasados días. No quería mostrar titubeos. Las dudas, frente a algo tan serio como eso, no estaban dentro de sus planes. Ella, tan meticulosa como era, que apuntaba todo en una agenda y jamás improvisaba sobre la marcha, en realidad tampoco estaba tan segura de desear aquello que defendería. No por ello apretaría con menor tesón. Con miedo o sin él, era lo que le correspondía defender. El camino a seguir.

—¿No has pensado nunca en ir a un banco de esperma? —Preguntó ella inquisitiva al pasar por el salón.

—¿Para qué? —Consultó él contrariado, cerrando las hojas del "Última hora".

—Quién sabe si te hará falta en el futuro —respondió la mujer encogiéndose de hombros de espaldas al televisor.

—Siempre produciré esperma en el más que improbable caso de que este fuera necesario para algo —replicó el hombre, tratando de acomodarse de nuevo en su butaca, para continuar con la lectura del periódico.

—Cada vez lo tendrás de peor calidad. Escaseará y no valdrá para nada. Todo se deteriora con el tiempo, no te creas ahora por encima de todo ello —comentó ella, interrumpiéndole una vez más en su lectura.

—¿Pero a ti qué te ha dado hoy? Si quieres que seamos padres, hay mejores maneras de proponerlo. Podemos probar primero por la manera tradicional y si vemos que no funciona, entonces ya acudimos al especialista. Es que tú te has ido al último paso directamente.

—Es que no es lo que quiero. Estamos bien así ya. Tú, yo y Periquito.

—Pues entonces ya está todo hablado.

—No, todo no. Porque no te cuesta nada ir al médico y tener ahí una reserva de tu semen, por si acaso.

—¿Por si acaso qué? Si tanto te preocupa cambiar de opinión sobre algo en el futuro, la que tiene una fecha de caducidad cercana eres tú. ¿Por qué no te congelas un par de óvulos?

—Que tengo 22 años nada más. Aún me faltará para eso.

—Ya y en lo que pestañees tendrás 50. El tiempo vuela y cada vez parece ir más rápido porque tenemos menos primeras experiencias, más rutina y menos ilusión.

—Vale, ¿y qué?

—Que si tanto crees que en un futuro pudieras querer ampliar la familia, quizás sería demasiado tarde para ti y deberías ir yendo cuanto antes, por si acaso —remató de manera socarrona remarcando esa misma expresión que ella había utilizado antes con él.

—¡Pero bueno, que no es lo mismo! —Expresó ella algo irritada por ese comentario de su compañero y eso que, en cierto modo, lo había podido imaginar en sus simulaciones. «La vida real, te lleva por derroteros distintos y lo que se siente en el momento tampoco tiene que ver con cómo se cree que lo hará». Se dijo a sí misma.

—Vaya que no.

—Pero que tú te metes en el baño un momento y metes tu semen en un botecito y ya está. Lo mío sería mucho más complicado.

—Ya, bueno. Varían los procedimientos, pero la finalidad es idéntica.

—A ver, Lolo, ¿por qué no quieres?

—¿Por qué quieres tú que quiera?

—No me líes. Yo solo he pensado que estaría bien tener eso ahí como si fuera un plan de pensiones o algo.

—Pues el plan de pensiones ese más que ser un colchón económico a largo plazo, sería un drenado importante de cuartos. Al menos durante sus primeras dos décadas.

—Tienes razón. Más bien es un plan de vida —rectificó la mujer, dándole otra definición, que no otro rumbo—. Mira, ¿hacemos una cosa?

—¿Qué? ¿Olvidarlo todo y pasar la tarde en paz? —Respondió irónico y cansado él.

—No. Si voy yo, ¿vas tú? ¿Es o los dos o ninguno? Porque bien que me has tirado la pelota para desentenderte tú.

—Vale, venga —concedió desganado su marido, al asumir que la insistencia de su mujer no iba a cesar.

A los pocos días ya estaban en consulta cumpliendo con su acuerdo. Escasos meses después, ella se despertó con lágrimas en los ojos, teniendo un sueño más nítido aún el que le había hecho realizar esa petición tan extraña. Ahora no le cabía duda de que no solo se trataba de un destino insorteable dispuesto ahí por alguna entidad superior. Ocurriría pronto.

Cada vez que estaba a solas, lloraba. Si Lolo se dormía antes que ella, le resultaba imposible reprimir el llanto. Le caían silenciosas lágrimas por el rostro, mientras le daba la espalda en la cama. Él no llegó a presenciar la sexta mañana desde ese segundo aviso onírico. Durante la noche que daría paso a ese nuevo día, sufrió un infarto cerebral. El forense dictaminó que había sido tan letal como rápido, que se había ido sin sufrimiento. Las lágrimas derramadas antes del suceso no evitaron nuevas e intensas jornadas de desconsuelo. Nunca más tendría ningún otro compañero. Su luto por el que consideraba el amor de su vida sería eterno. Así como lo enterró, acudió a hacerse una in vitro. De ese embarazo deseado para que junto a ella hubiera, de algún modo, fragmentos de Lolo por herencia genética, nacería Yaiza. La niña, al igual que ella, se criaría sin una figura paterna.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top