CAPÍTULO TREINTA Y UNO: JEDIK MARCONE
Jedik Marcone
Horas de angustia y ansiedad pasaron. Cada minuto que pasaba sentado en esa maldita sala de espera sentía como si me arrancaran el alma. La había traído al hospital tan débil, con su cuerpo temblando entre mis brazos. La sangre... esa imagen no salía de mi cabeza. ¿Qué demonios le había pasado? ¿Por qué estaba así?
Finalmente, el doctor apareció. Me llevó a su oficina sin decir palabra, y antes de que pudiera contenerme, exploté.
—¿Qué le sucedió?
Él me miró por encima de sus espejuelos con una expresión de clara molestia, casi exasperación, como si estuviera a punto de soltar una bomba.
—¿De verdad no sabes lo que has hecho o simplemente te estás haciendo el desentendido, Marcone? —me lanzó, su tono seco y acusador.
Su pregunta me descolocó, pero mantuve mi compostura, aunque no pude evitar que la incertidumbre me invadiera. ¿Qué demonios estaba insinuando?
—No sé qué está pasando con ella —respondí, tratando de mantener la calma—. Jamás vi que entre los síntomas del virus hubiera algo así, mucho menos un sangrado tan fuerte.
El doctor chasqueó la lengua con fastidio, abrió un cajón de su escritorio y sacó un sobre de papeles. Lo lanzó hacia mí, haciendo que cayera justo frente a mis manos.
—Revisa esto con atención. De nada sirve que te dé advertencias si siempre las ignoras. Para prueba basta un botón, pero parece que no aprendiste la lección.
Levanté los documentos y comencé a leer en silencio, pero antes de avanzar mucho, mi paciencia se agotó. Solté los papeles sobre el escritorio con un golpe.
—¡No he vuelto a tener ningún acercamiento con ella! —dije, aunque la imagen de lo que sucedió hace dos noches pasó fugazmente por mi mente. Claro, no había sido sexo como tal... pero...
Ladeó la cabeza, su expresión se tensó aún más.
—No puedo ser tu doctor si me vas a mentir en la cara—espetó, cruzando los brazos frente a su pecho—. Las pruebas son claras. Te advertí que no debías tener relaciones con ella, y parece que te importó un carajo. No me vengas con excusas.
¿De qué estaba hablando? La penetración había sido un accidente, un momento impulsivo que apenas duró… bueno, toda una noche… Apreté los puños y fruncí el ceño.
—No hemos tenido sexo, al menos no del todo. Solo la penetré sin querer... fue un accidente... es difícil de explicar.
Me miró como si mi respuesta fuera lo más ridículo que había escuchado.
—Con haberla penetrado "sin querer", acabas de embarazarla... de nuevo.
Me quedé helado. Sus palabras me cayeron como un balde de agua fría. Otra vez... ¿Cómo era posible? Apenas había podido mantener en secreto a los tres bebés anteriores, y ahora esto... Este embarazo sería imposible de ocultar.
—Tres bebés más, Marcone.
No podía haber un peor momento para esto.
—¿Y qué piensas hacer ahora? ¿Seguir haciéndole hijos en secreto? ¿Volveremos a repetir el mismo procedimiento que la vez anterior?
Sabía que tenía razón. No había forma de ocultar esto. No esta vez. No podía seguir postergando la situación como si no existiera.
—No voy a huir de esto. Sé que no puedo seguir escondiendo todo, no ahora. Esta vez voy a asumir las consecuencias.
Levantó una ceja, esperando que continuara. Sabía que había llegado el momento de poner a prueba a Irene, de enfrentar su reacción al enterarse de lo que realmente estaba sucediendo. No podía seguir navegando en la incertidumbre, preguntándome cómo lo tomaría. Debía averiguarlo.
—Voy a ponerla a prueba. Necesito saber cómo reaccionará al enterarse, solo así sabré a qué atenerme... si debo revelarle lo del primer embarazo o mantenerlo en secreto para siempre. No puedo seguir cargando con esto solo.
Suspiró y sacudió la cabeza, claramente insatisfecho con mi respuesta, pero también sabía que, en el fondo, era lo único que podía hacer. Tomar una decisión y enfrentar lo que viniera después.
—Si no la hubiera llevado a mi apartamento esa noche... Si no la hubiera puesto a prueba, nada de esto estaría pasando—admití, la culpa pesando en cada palabra. Era mi responsabilidad, lo sabía, y debía aceptarlo—. ¿Sabes a qué se debió el sangrado?
—Es por el esfuerzo que su cuerpo está haciendo. Lleva tres fetos dentro, Marcone. Nuevamente tres. Su cuerpo no está en condiciones óptimas para esto, y menos cuando no ha pasado mucho tiempo desde la primera cesárea. El virus ayudó a que la herida sanara más rápido, regenerando los tejidos con una velocidad que sería imposible en una persona normal. Pero eso no significa que esté cien por ciento recuperada. No es un cuerpo completamente inmune al desgaste, y ahora con tres fetos más... está forzándolo más allá de lo que puede soportar.
—Maldita sea, no hago más que meter la pata.
—No fue la pata lo que precisamente metiste.
—A este nivel, no podré siquiera mirarla porque me tomo el riesgo de embarazarla.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top