Capítulo dos |IRENE MATTHEWS|
Irene Matthews
Poco después, un médico entró, un hombre de rostro cansado, con un maletín y varios equipos esenciales en sus manos. Me miró por arriba de los espejuelos viejos, claramente incómodo con la situación, pero también profesional en su enfoque.
Permanecí en silencio mientras él colocaba sus herramientas sobre una pequeña mesa al lado de la silla en que estaba atada. Sentí el frío metal de su estetoscopio rozar mi piel al revisar mis signos vitales, pero mi mente estaba en otro lugar.
—Voy a revisar la gravedad de tus heridas—anticipó, mientras abría el resto de mi camisa.
Asentí débilmente, fingiendo un dolor más grande del que realmente sentía. El médico comenzó a revisar las vendas con cuidado, buscando señales de infección o heridas graves, haciendo caso omiso a las que se reflejaban en mi rostro con obviedad.
—Doctor... —murmuré con voz quebrada, como si el dolor me estuviera venciendo—, creo que tengo una fractura en el brazo. Apenas puedo moverlo, duele demasiado.
Levantó la vista, notando por primera vez que mi brazo estaba mal posicionado, aparentemente más tenso de lo normal. Se inclinó para examinarlo con suma cautela, pero mi camisa y el gabán le estorbaban la vista.
—Necesito ver si hay alguna movilidad. Sea sensata, por favor. No intente nada que pueda perjudicarle. Tenga presente que no estamos solos—sentenció, mientras soltaba la cuerda que ataba mi brazo a la espalda—. Intenta estirarlo y haz algunos movimientos lentos.
Sentí cómo el lazo se aflojaba, y por un breve segundo, la libertad de mi brazo fue como una descarga de adrenalina. Moví el brazo como me pidió, despacio, fingiendo dolor. Mientras tanto, presencié cómo sacaba de su bolsillo un bolígrafo con el que anotaría sus observaciones y probablemente medicamentos para tratar mi situación.
—Le quitaré el gabán, ¿de acuerdo? Necesito su cooperación aquí.
Mi mano se movió con la rapidez de un rayo, atrapé el bolígrafo que sostenía y, sin dudarlo, lo clavé en la garganta con toda la fuerza que tenía. Abrió los ojos con sorpresa, su grito sofocado por la sangre que rápidamente comenzó a llenar su boca.
Lo atraje hacia mí, amortiguando su caída con mi cuerpo para evitar que hiciera ruido al desplomarse y alertara a los demás. La libreta cayó sin hacer un sonido, y él quedó inmóvil sobre mi pecho. La sangre caliente manchó mis vendajes.
Con la mano libre desaté la otra, liberando completamente mi cuerpo superior. Alcancé la cuchilla oculta en el interior del gabán, la hoja afilada me ayudó a cortar las sogas que ataban mis pies, al mismo tiempo que empujaba el cuerpo sin vida del médico hacia un lado, cuando escuché las primeras detonaciones a la distancia, seguidas a gritos y un frenesí de pasos apresurados. Algo estaba sucediendo ahí fuera, y no era para nada bueno.
Me moví con la misma agilidad que había perfeccionado por años. Me escondí detrás de la puerta, la respiración controlada, los músculos tensos como un resorte a punto de soltarse. Sabía que alguien vendría a revisar la habitación después de esas detonaciones y tendría que estar preparada para lo que fuera. No tenía visibilidad del exterior, ni ventanas o grietas, debía abrirme paso yo misma.
Apreté la cuchilla, mi única arma, contra mi pecho, mi cuerpo en alerta máxima. La puerta se abrió de golpe, y sin pensarlo, me lancé con toda mi fuerza sobre la figura que entraba. Lo atrapé desprevenido, empujándolo contra la pared con tal violencia que el aire salió de sus pulmones en un jadeo. Puse el filo de la cuchilla contra su cuello, lo suficientemente cerca como para sentir su pulso acelerado bajo la hoja. Pero justo en ese momento, algo frío y metálico se apretó contra mi sien, mi cuerpo se congeló al reconocer el cañón de la pistola. Era Killian, mi jefe, el último hombre en la tierra al que esperaba ver.
¿Cómo había dado con la ubicación de este lugar? ¿Por qué se expuso en venir por una simple empleada como yo?
Mi primer impulso fue abotonarme la camisa tan rápido como mis manos lo permitieran, ocultando las vendas antes de que pudiera darse cuenta. Por suerte, lo hice justo a tiempo.
—Ian, ¿estás bien? —su tono, aunque cargado de su habitual dureza, dejaba entrever una preocupación que rara vez mostraba.
—Sí, estoy bien, señor. No soy digno de su preocupación.
—No digas pendejadas.
—¿Qué hay de Jedik? ¿Lo atrapaste?
—¿Es Jedik Marcone quien está detrás de todo esto?
—Sí.
Sus ojos se oscurecieron con una furia que no me ayudó en nada.
—El resto de nuestros hombres fueron tras él. No irá muy lejos.
¿Cómo iba a dejar que se escapara?
Jedik era un riesgo demasiado grande. Si hablaba, todo lo que había trabajado con los Burton se iría al infierno. No era justo que después de todo lo que había soportado para ganarme la confianza y un lugar en esa maldita familia, un tercero que no tenía nada que ver con mis planes pudiera destruirlo.
—Yo me encargo de esa lacra—el dolor en mis costillas me hizo tambalearme. Por un momento, todo a mi alrededor se volvió borroso y tuve que agarrarme de la pared para no caer.
Sentí la mano de Killian en mi brazo, sujetándome con fuerza, mientras su expresión se endurecía aún más.
—¡Estás malherido! —vociferó, en esa voz firme que usaba cuando no admitía objeciones—. Necesitas atención médica. No seas necio. Tendremos tiempo de sobra para ajustar cuentas con Marcone.
Lo miré fijamente, sabiendo que no tenía opción. No podía permitir que el médico de los Burton me revisara. Si descubría mi secreto, sería el fin.
—No—respondí, esforzándome por mantener la calma—. Conozco un médico de confianza. Necesito ir a él.
Era arriesgado, pero era la única opción que tenía. No iba a arriesgarme con nadie más.
Me miró durante lo que pareció una eternidad, antes de asentir con la cabeza.
—Está bien, pero no intentes nada estúpido, Ian. Vamos a asegurarnos de que salgas de esta.
∞
Cuando llegamos a la sala de emergencia, Killian se mantuvo a mi lado, su rostro serio mientras esperaba la llamada que le confirmaría el estado de sus hombres. Se mostraba ansioso por recibir noticias sobre Marcone, pero por ahora, su prioridad era asegurarse de que yo recibiera atención médica. Mientras él se quedaba en la sala de espera, aproveché mi tiempo a solas con el doctor para moverme rápido.
Me acerqué al doctor de turno, un hombre de mediana edad que parecía más preocupado por el papeleo que por los pacientes. Era perfecto. Le hice un gesto para que se acercara y, con voz baja y contundente, fui directa al grano.
—Necesito que esto se mantenga entre nosotros. Voy a pagarte lo suficiente para que no digas una sola palabra sobre lo que veas.
El doctor me miró, parpadeando, pero asintió lentamente cuando saqué un fajo de billetes y lo metí en el bolsillo de su bata.
—No se preocupe—expresó, con voz cargada de profesionalismo, a pesar de la transacción ilegal que acababa de ocurrir—. Todo quedará entre nosotros.
Luego de una breve evaluación y de tener en sus manos los resultados, me explicó lo que iba a suceder a continuación.
—Tiene dos fracturas en las costillas. No son mortales, pero necesitará cirugía para estabilizarlas y evitar que le causen más daño. Va a ser doloroso, pero con la medicación adecuada, estará bien.
Le pedí que me sedaran, pero sin dejarme completamente inconsciente. Necesitaba estar consiente, ser capaz de reaccionar si algo salía mal o si alguien intentaba algo durante la cirugía. El doctor aceptó sin discutir, reconociendo que tenía mis motivos y que no servía de nada oponerse.
La cirugía fue rápida, o al menos, eso pareció. El dolor era intenso, pero no insoportable, y me esforcé por mantener la mente enfocada en cada paso que el doctor daba. Sentía el tirón de las suturas, la presión de los instrumentos, pero estaba decidida a no mostrar debilidad.
∞
Cuando todo terminó, me trasladaron a una habitación. El doctor volvió para darme las indicaciones.
—Tendrás que descansar al menos dos semanas para que las fracturas comiencen a sanar correctamente. Evita cualquier esfuerzo físico y mantente en reposo absoluto. Te recetaré analgésicos fuertes para el dolor, pero asegúrate de tomarlos según las indicaciones. Las costillas sanarán, pero tomará tiempo.
Asentí, aunque sabía que no podía permitirme el lujo de descansar tanto tiempo. Necesitaba recuperarme rápido y eso significaba seguir las instrucciones del doctor lo mejor que pudiera, pero también mantenerme alerta en todo momento.
∞
Rato después, escuché la puerta abrirse suavemente. Era Killian. Entró con su típico aire de seriedad, aunque su rostro reflejaba una preocupación que intentaba ocultar. Se acercó a la camilla y me observó con esos ojos azabaches que siempre parecían leer más allá de lo evidente.
—¿Cómo te sientes? El doctor me puso al tanto de la cirugía y de las recomendaciones que debes seguir.
¿Habría mencionado el doctor algo sobre mi condición?
Pero antes de que pudiera dejarme llevar por la paranoia, Killian prosiguió.
—Voy a estar observándote de cerca. Me aseguraré de que sigas al pie de la letra las indicaciones del doctor. Te voy a dar descanso hasta que vea que estás mejor de salud. Te conozco lo suficiente para saber que con lo trabajólico que eres, echarás todo a perder si no te echo el ojo.
—No se preocupe por mí. No merezco tantas molestias. Tan pronto me sienta mejor, me pondré al corriente. Es mi deber como su empleado cuidar de usted.
Apretó la mandíbula, evidentemente molesto por mis palabras.
—No eres solo un empleado, eres como un hermano para mí—agregó cortante—. Eres tú quien está para que lo cuiden en estos momentos. ¿Te has visto?
—Siento mucho causarle tantas molestias. Debí estar más alerta y no dejarme atrapar tan fácilmente. Subestimé al enemigo, pero no volverá a ocurrir, le doy mi palabra.
—¿Realmente crees que se trata de eso?
—¿Tiene noticias de Marcone?
Su reacción fue inmediata.
—Escapó... —admitió amargado, pude ver que el orgullo le dolía más que la pérdida misma—. Pero te aseguro que voy a encargarme de que pague por lo que te hizo.
El enojo y la impotencia volvió a atenazar mi pecho, no solo por el hecho de que Marcone seguía suelto, sino porque ahora él tenía algo que podía arruinarme, pero no estaba dispuesta a dejarlo pasar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top