Capítulo 3


– Sabía que tenia razón sobre ti, Alexander, – Magnus dijo, suavemente

En un ligero movimiento, Magnus se inclinó hacía delante, cerrando sus ojos. Los pechos de ambos se tocaron, y sintió que iba a estallar. Mientras los labios de Magnus tocaban los suyos, sus ojos se cerraron. Fue como ver fuegos artificiales, y sintió como si estuviera volando. Nunca había experimentado nada como en ese momento.

Era surreal. Los labios de Magnus comenzaron a moverse, y Alec no pudo evitar corresponder el beso. Y fue como si una puerta que había estado con candado se abriera, y su cuerpo tomara vida propia. Se inclinó aun más hacía Magnus, sintiendo la firmeza de su pecho contra el suyo. Subió su mano y acarició el cuello de Magnus.

La cálida lengua de Magnus tocó su labio inferior, y Alec quería gritar por la increíble sensación. La otra mano de Magnus le tomó de la cintura, justo arriba de sus pantalones, haciendo que su piel ardiera en ese lugar. Alec abrió la boca, permitiéndole el paso a la lengua de Magnus, y profundizando aun más el beso. Era el mejor sabor de la vida, como si toda su vida hubiera estado esperando sentir eso.

Se escuchó un ruido detrás de ellos y Magnus rompió el beso de forma abrupta, haciendo que Alec se encontrara persiguiendo sus labios.

Pero la realidad le golpeó de nuevo, haciendo que Alec sintiera nuevamente pánico. El rostro de Magnus seguía a centímetros del suyo, y Alec rápidamente dio varios pasos alejándose de él, abrazándose a si mismo. Su respiración era errática, ¿Qué mierda acababa de pasar?

Magnus simplemente le miraba, con una sonrisa en sus labios, viéndose bastante satisfecho. Alec comenzó a ver alrededor, con miedo de que alguien pudiera haberles visto. Pero parecía que todos estaban demasiado ocupados en sus asuntos.

– No puedo creer que hicieras eso, ¿Qué mierda me hiciste? – Alec jadeó.

– Nada que no estuviera ya ahí, Alexander. Lo sentí y actué. No tengo nada de que avergonzarme, – Magnus dijo, con voz suave pero firme,

Alec negó varias veces. – No, no. Este no soy yo. Algo me hiciste. Yo tengo novia, por dios. Esto esta mal, muy mal. –

Alec tenía pánico, de alguna forma quería alejarse de Magnus, pero al mismo tiempo volverse a acercar.

– No, no lo esta, Alexander. No hiciste nada que no quisieras, aunque estuviera muy en el fondo de ti. Se que soy bueno, pero no tan bueno como para convertir gente. Simplemente ayude a sacar algo que ya existía en ti, –

– ¿Qué? ¿Estas diciendo que soy gay? Porque no lo soy. Nunca lo he sido y nunca lo seré, – Alec le miró mal, alzando la voz.

– Nunca dije esa palabra. Yo no te puedo decir lo que eres. Solo digo que no hay nada de malo en sentir atracción por un hombre, –

– No siento ninguna atracción hacía ti, Bane. Si le dices a alguien sobre esto, me conocerás, – Alec le soltó.

– Claro LIghtwood, como digas. Y no te preocupes, no ando por ahí contando a quien beso. Y puedes mentirte todo lo que quieras, pero tu también me besaste Alexander. Piénsalo. Y no te preocupes, vuelve adentro con tu novia, y cuando estés listo, búscame. –

Magnus se giró y caminó hacía la puerta.

Alec se quedó ahí con su cabeza dando vueltas y sintiéndose enfermo. ¿Qué diablos había hecho? ¿Por qué había besado a Magnus Bane? De todas las personas había besado a Magnus Bane. era una locura.

Debía regresar con Lydia, y rogó porque Magnus cumpliera su palabra y no le diera a nadie. Eso podía ser un desastre.

Mientras caminaba dentro del salón, se preguntó como mierda iba a actuar como si nada hubiera pasado. Sabía que no iba a poder. Así que decidió buscar a sus padres y decirles que se sentía mal, e irse. Sabía que nadie iba a estar feliz, pero no era del todo mentira como se sentía.

Dentro de salón, todo era demasiado ruidoso. Las conversaciones, la música. No terminó de llegar a su mesa cuando Lydia apareció frente a él.

– ¿Dónde diablos estabas? Te he estado buscando por todos lados, – Lydia le dijo, enojada.

Pero cuando le vio bien, el enojo se convirtió en preocupación. Alec miró alrededor de la habitación, diciéndose a si mismo que estaba buscando a sus padres, pero en el fondo sabía que en realidad estaba buscando a Magnus.

– Alec, ¿te sientes bien? Te ves pálido, ¿estás enfermo? – Lydia preguntó, poniendo su mano en la frente de Alec para sentir su temperatura.

– Si, – Alec tomó la escusa. – No me siento bien, ¿te importa si nos vamos? Lo siento. –

Le tomó la mano, e inmediatamente pensó en las palabras de Magnus; "Si tienes doce años". Inmediatamente soltó la mano de Lydia como si le quemara.

– Está bien. Pero tenemos que decirles a tus padres, – ella dijo, llevándole hacía una dirección del salón.

Si Lydia notó su rechazo, ella no dijo nada.

Les tomó un minuto encontrar a Maryse y Robert, quienes hablaban con otra pareja en la pista de baile. Justo cuando estaban llegando, Magnus remplazó a la pareja con la que hablaban. Alec se congeló. Lydia, que no lo notó, continuó caminando hacía sus padres. Magnus iba al lado del hombre serio con el que había entrado, quien también sonreía. Mierda ¿le estaría diciendo lo que pasó con Alec? El estómago de Alec dio un brinco, y caminó más rápido, dispuesto a interrumpir.

Magnus le lanzó una mirada casual, mientras que Alec se veía realmente alterado.

– Alec, te ves bastante pálido, ¿te sientes bien? – Magnus le preguntó cuando Alec llegó a su lado. ¿De verdad se preocupaba?

Alec quería golpearle. Bastardo. Si estaba así era por si culpa. Realmente Magnus era un buen actor.

– No, de hecho, no. Mamá, papá, me voy a retirar. ¿Quieren que me lleve a Max? –

Alec intentó ser lo más rápido posible. La mirada de Magnus en él le estaba volviendo loco. ¿Qué no le importaba que su cita estuviera a su lado? Rápidamente descartó el sentimiento que se estaba formando en él al pensar en el hombre al lado de Magnus, no podían ser celos.

– Está bien. Espero que no sea una excusa para irte. Aunque realmente te ves enfermo, Alec. – Maryse le miró, aunque sin mucha preocupación.

– ¿Algo te cayó mal, Alec? – Magnus le preguntó, mirándole inocentemente.

Alec no pudo evitar recordar sus cuerpos presionados en el jardín. Tuvo que cerrar los ojos por lo mareado que se sintió. Realmente este hombre le iba a volver loco.

– Buenas noches, mamá, papá, Bane, – Alec simplemente dijo, antes de darse la vuelta.

– Espero que te recuperes pronto. Estoy esperando trabajar contigo. –

Alec prácticamente huyo, preguntándose como iba a poder trabajar con Magnus sin volverse loco.

Encontró a Max solo en la mesa, encimado en su teléfono. Aliviado cuando le dijo que lo iba a llevar a casa. El chico rápidamente se levanto y caminaron sin parar hasta al valet parking para que les trajeran el coche.

Alec respiró el aire fresco. Por primera vez nuevamente, pudo respirar. Estaba determinado a olvidar lo que había pasado con Magnus Bane, pero su mente pensaba lo contrario.

El coche llegó y los tres subieron al auto. Lanzó una mirada a Lydia, quien había estado bastante callada. No se veía impresionada porque Alec la hubiera sacado del evento, pero si molesta.

– Podías haberte quedado si querías, no me hubiera importado, – Alec le dijo.

– Esta bien. No podías evitar enfermarte, – Lydia le contestó, sin verle.

– Hey, me prometiste comida de verdad, ¿recuerdas? – Max le recordó, sin darse por enterado de la tensión entre la pareja.

Alec agradeció que Max estuviera ahí, y como prometió, se detuvieron en un McDonalds para comprar comida para llevar.

Media hora después estaban en la casa de los Lightwood. Max terminaba de comer su comida, mientras se bajaba del carro, antes de que el chofer pudiera abrirles la puerta. No podía culparle, el ambiente en el coche era pesado.

– ¿Quieres pasar? – Alec le preguntó, y finalmente ella le miró.

– No, creo que me iré a casa. La próxima vez que tus padres te obliguen a ir a un lugar donde no quieres ir, no esperes que yo también vaya contigo. De todas formas, es como si yo fuera sola, – ella le contestó.

Alec no pudo evitar sentir culpa. Tenía razón, y no tenía forma de justificarse.

– No puedes culparme por sentirme mal, Lydia, –

– ¿Desde que llegamos te sentías mal? Porque desde el inicio quedó claro que no querías estar ahí, – ella le soltó.

– Tienes razón, no quería. Pero estaba dispuesto a poner mi mejor cara por ti y mis padres. Tu sabes que esos eventos nunca han sido lo mío. –

– Bueno, eso quedo malditamente claro. No puedes pasar el resto de tu vida en sucios bares con tus compañeros de trabajo, Alec. Eres mejor que eso. Eres el jefe. Necesitas atender a esta clase de eventos. Esta gente es importante para los negocios. No querrás que esa gente piensa que no te agradan, – Lydia le dijo.

No podía creer que Lydia le estuviera diciendo esas cosas. Era como si su madre fuera la que estuviera hablando.

– ¿O sea que no puedo convivir con mis compañeros de trabajo? ¿Los que realmente hacen que nuestra empresa sea lo que es? No tenía idea de que fueras tan clasista Lydia. Claramente tenemos diferentes puntos de vista de lo que es importante. Dios nos salve de que esa gente estirada piense que no me agradan. Que gran catástrofe sería. –

Alec cada vez se sentía más y más enojado. Al igual que Lydia, quien le veía con fuego en los ojos.

– Nuestras familias son parte de esa gente "estirada", como tu les dices, ¿o se te olvida? ¡Y eso también me incluye! ¿O también soy otra persona a la que tienes que soportar por tus padres? – su voz sonaba llena de veneno, y Alec estaba demasiado cansado como para lidiar con ello.

– Mira, creo que ya estamos bastante cansados por hoy. No me siento bien y no puedo pensar claramente. Vamos a dejarlo aquí y hablar cuando estemos más tranquilos, – Alec dijo.

Lydia se sentó lo más lejos posible de Alec, sin querer verle.

– Bien. Buenas noches Alec, – ella soltó, dejándole en claro que quería que Alec se fuera.

Alec abrió la puerta y salió, queriendo golpear la puerta, pero controlándose. El chofer le cerró la puerta y espero hasta que Alec entrara a la casa para irse. Max le esperaba sentado en la escalera de la puerta, a que le abrieran.

– ¿Porqué te tardaste tanto? ¿No podías dejar de besar a tu novia? – Max bromeó.

Alec solo le lanzó una mala mirada.

– Buenas noches, Max, – Alec le dijo, caminado hacía habitación, demasiado cansado como para prestarle atención.

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