Capítulo 11
La habitación del departamento era de color marrón con dorado, decorada de una forma bastante masculina, probablemente idea de su madre.
– Solo porque no vayamos a hacer el amor esta noche, no significa que no podamos disfrutar un poco. Si quieres, claro. Debes estar bastante cansado. – Magnus le dijo, pasando su dedo por el abdomen de Alec.
Claro que estaba cansado, pero nunca iba a dejar pasar una oportunidad así.
– Si estoy cansado, pero de todas formas no creo poder dormir por pensar en la pelea con mi madre, –
Magnus comenzó a besarle el pecho, haciendo que Alec temblara.
– Bebé, para cuando termine contigo, no recordaras ni el nombre de tu madre. –
Alec se quedó ahí parado, nervioso e inseguro de que hacer, dejando que Magnus tomara el control.
– Creo que lo primero es deshacernos de toda esa ropa, – dijo Magnus, lanzando la camisa de Alec al suelo, y comiéndoselo con la mirada. – Mucho mejor, aunque no es suficiente. –
Suavemente besó el cuello de Alec, chipando de forma que después se formaría una marca. Alec gimió, inclinando la cabeza para darle más espacio, lleno de placer.
– Tienes el pecho más sexi del planeta. Y lo mejor es que es todo mío. –
Magnus continuó besándole todo lo que tuviera a su alcance, mientras que no dejaba de acariciar con sus manos el cuerpo del otro. Bajó su boca hasta llegar a su clavícula, donde pasó su lengua y después dio una mordida, haciéndole gemir a Alec. Ese hombre realmente era talentoso.
Justo cuando se sentía desmayar, Magnus continuó bajando aun más. Alec sabía que los pezones eran un área muy sensible en las mujeres, pero nunca pensó que sería lo mismo con los hombres.
Sentir el dedo de Magnus acariciar su pezón le hizo gemir sin control. Dios, ese hombre iba a matarle. Su polla brincó dentro de sus pantalones, endureciéndose. Cosa que Magnus sonrió al notar.
– Parece que alguien ha despertado y quiere jugar, ¿eh? –
Magnus sonrió juguetón y lamió su pezón, haciendo que Alec gritara y viera las estrellas, mientras que el continuaba jugando con sus pezones, lamiéndolo.
– Dios Magnus, no se cuanto más podré aguantar, – Alec se quejó
Magnus soltó una risita. – Creo que te sorprenderás de lo mucho que puedes aguantar, bebé. Veamos, ¿aun recuerdas tu nombre, guapo? –
Alec giró los ojos. – Claro. Alexander Gideon Lightwood, ¿feliz? –
– ¿Gideon? ¿De verdad? – Magnus rio.
– Así se llamaba mi tátara abuelo. Así que si. Y ni hablemos de nombres. ¿Magnus? – Alec arqueó una ceja
Magnus sonrió de forma atrevida, y le habló al oído. – Vas a amar mi nombre cuando te haga gritarlo de placer, – le susurró.
Alec dejó de sonreír, tragando con fuerza.
– Bueno, ahora que tengo tu atención, volvamos a lo que estábamos. –
Magnus regresó su atención a sus pezones, esta vez los mordió, haciendo que Alec se pusiera aun más duro en un segundo, sacando sonidos que ni siquiera él sabía que podía hacer. Magnus continuó succionándolos sin compasión
– ¿Cerca, bebé? –
Magnus bajó la mano y acarició el gran bulto en los pantalones de Alec, haciendo un sonido de aprobación, y haciendo gemir a Alec por el toque.
– Mierda Alexander, ¿Qué te daban de comer? Sabía que me había ganado la lotería contigo. Mira ese monstruo que me estás escondiendo. –
Magnus continuó acariciando su erección mientras hablaba, y Alec no podía dejar de temblar. Magnus continuó repartiendo besos en sus pezones, pecho, y abdomen, mientras que con sus manos comenzó a bajar el cierre del pantalón de Alec, de forma lenta y sin dejar de acariciarle por encima del pantalón.
– ¡Mierda! ¡Por favor, apresúrate! No creo poder aguantar más. – Alec gimió, apretando los dientes.
– Alguien está impaciente y necesitado, ¿verdad? Me preguntó si aun podré jugar un poco más, –
Finalmente, Magnus le tomó de las manos, y le llevó a la cama, mientras le besaba de forma dura y sucia. El beso no era como ningún otro, este era lleno de pasión y necesidad, haciéndole gemir dentro de su boca, mientras Magnus metía su lengua a su boca.
De repente le empujó contra la cama, haciendo que Alec cayera y Magnus se quedara parado observándole. Le quitó los zapatos y calcetines, y finalmente le quitó los pantalones de un jalón. Magnus no podía dejar de ver el gran bulto de Alec debajo de sus bóxer.
– Creo que es hora de que te conozca completamente, ¿no crees? – Magnus gimió, colocándose entre las piernas de Alec.
Tomó los bóxer de Alec y los bajó lentamente. Magnus le miraba la entrepierna como un hombre hambriento.
– Bebé, eres un regalo del cielo. Y estoy seguro que sabrás delicioso. –
Un segundo después, Magnus le abrió las piernas y se hinco entre ellas. Con una mano tomó su polla, y la apretó, para después lamer la punta. En el segundo en que Alec sintió el contacto, gimió de placer.
Sin detenerse, Magnus metió la polla a su boca. Alec cerró los ojos y gritó, agarrando las sábanas entre sus manos para intentar controlarse. Alec no podía dejar de gemir, y ya no le importaba, se sentía tan cerca y Magnus no dejaba de chupar su polla.
– Magnus... no puedo... no puedo contenerme más...– gemía, con el rostro sonrojado y lleno de placer.
Magnus sacó la polla de su boca, y la lamió lentamente.
– No quiero que te contengas, bebé. Quiero todo de ti, – le digo, nuevamente metiéndose la polla hasta la garganta.
Y Alec se dejó ir, gritando sin control mientras su cuerpo temblaba por un placer que nunca antes había experimentado. Y a Magnus le encantó, comenzó a lamer y chupar con más ganas, más rápido, más fuerte, sin control, haciendo que Alec se perdiera en el placer, hasta que finalmente Alec se corrió, fuerte, gritando el nombre de Magnus.
Y entonces, Magnus sonrió. – Entonces, ¿Cuál era el nombre de tu madre? –
– A quien mierda le importa... no puedo pensar en nada más...–
Magnus rio, subiendo por su cuerpo, hasta llegar a la altura de su rostro.
– Te lo dije. Dios, eres algo más, Alexander. Creí que me ibas a ahogar. Nunca había visto tanto semen en mi vida...–
Magnus le besó, sin esperar respuesta. Era obvio que Alec no iba a ser capaz de formular ninguna oración coherente en un buen rato, después de tan buen orgasmo. Así que continuó besándole su cuerpo, mientras Alec volvía en si.
No recordaba haberse dormido, hasta que abrió los ojos. La habitación aun estaba oscura, solo iluminada por una pequeña lámpara al lado de la cama. Magnus estaba dormido sobre él y Alec amó la sensación de tener a Magnus contra su cuerpo. Hacía un poco de frio, por lo que con cuidado, para no despertar a Magnus, les cubrió con el edredón de la cama.
Magnus se quejó un poco por el movimiento, pero Alec solo le besó suavemente la frente.
– Shh, esta bien bebé, vuelve a dormir, – le susurró, abrazándole de nuevo, y cerrando los ojos, con una sonrisa en los labios.
La alarma de su teléfono fue la que le despertó esta vez. Alec frunció el ceño y tomó el celular para apagarlo. Pero no encontró nada. Abrió los ojos y se encontró con la habitación poco familiar, haciendo que su mente recordara todo. Su madre. su pelea. Dejar su casa. Magnus. La mejor noche de su vida. La mejor.
Bajó la mirada y Magnus seguía entre sus brazos, con su rostro en el pecho de Alec, quien sintió una sensación cálida en su pecho al verle. Podría despertar así el resto de su vida. Le encantaría. Acarició el cabelló que caía en la frente de Magnus, aprendiéndose su rostro, viendo las largas pestañas, la forma de sus ojos, sus perfectas y elegante cejas, con una pequeña cicatriz en la esquina derecha. Y su parte favorita. Los labios de Magnus, perfectos, abombados y rosados. No pudo evitar recordar la forma en que esos labios habían tomado su dura erección y la habían lamido. Su polla comenzó a despertar al recordar. Pero tenía que controlarse. Iba a ser un día muy largo.
– Se que me estás comiendo con la mirada, Alexander. Y puedes decirle a ese monstruo tuyo que no tenemos tiempo para eso ahorita. – Magnus abrió un ojo, y le sonrió.
Levantó el rostro un poco para besar suavemente los labios de Alec.
– Hola, guapo, ¿dormiste bien? – le preguntó, sentándose entre las piernas de Alec.
– Nunca había dormido tan bien. Tu también te veías bastante cómodo, – Alec dijo, tomando la mano de Magnus.
Magnus tomó sus manos entrelazadas y las besó.
– Bueno, es que eres una excelente almohada, bebé. Pero es hora de comenzar el día. ¿Quieres acompañarme a la ducha? Doy unos excelentes baños de esponja, – le sonrió, moviendo sus cejas de forma sugestiva.
Alec soltó una carcajada, pero le siguió al baño.
Hasta que llegaron al baño, se dio cuenta de que Magnus aun tenía sus pantalones. Y mientras se los quitaba, Alec no podía quitarle los ojos de encima. Cuando se quitó el bóxer, Alec pudo apreciar su trasero bien formado, y no pudo evitar sonrojarse.
Magnus se giró, sonriendo de forma pícara. – ¿te gusta lo que ves? Porque es todo tuyo. –
Magnus caminó hacía el y le abrazó de la cintura, haciendo que Alec jadeara al sentir su polla contra la de Magnus. Magnus le besó, de forma dura, tragándose el gemido de placer de Alec.
– Dios. Me muero de ganas por sentir eso dentro de mi. Cada centímetro, abriéndome, – le dijo Magnus, contra la boca de Alec, haciendo que este enrojeciera aun más.
Entraron a la bañera y abrieron la llave. Magnus no dejaba de lamer el agua sobre su cuerpo, hasta que se hincó frente a Alec y le tomó en su boca una vez más. Alec tuvo que agarrarse de la pared para no caer, gimiendo el nombre de Magnus sin control.
– Creo que tengo que ayudarte con este problemita, señor Lightwood. Además, no puedo ir a trabajar sin antes desayunar primero, – Magnus sonrió, lamiendo su polla
– ¡Magnus! – Alec intentó fruncir el ceño, – Realmente eres una mala influencia. –
– Pero así me amas, – Magnus sonrió, y luego su sonrisa cayó, dándose cuenta de lo que había dicho.
Alec se quedó en shock por un segundo y Magnus se levantó asustado.
– Mierda, bebé, lo siento, era solo...–
– Pero tienes razón. Te amo, – Alec dijo, con su corazón latiendo a mil por hora.
Magnus sonrió, con lágrimas en sus ojos, y Alec le besó, un beso lleno de amor y con todo lo que sentía.
– Yo también te amo, bebé, – Magnus le dijo, y le besó de nuevo, sintiendo como el mundo desaparecía alrededor de ellos.
Treinta minutos después salieron de la ducha, porque al parecer confesar su amor les puso más calientes y no pudieron quitarse las manos de encima por un buen rato. Una bastante buena forma de iniciar la mañana.
Volví!! Y espero que por un buen rato.
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