3. Hasta que se detenga (Final)

«...Convocamos a una marcha el día sábado 22 de abril, en todas las plazas Bolívar del país el pueblo opositor se reunirá para exigir el cese de corrupción, violación constitucional y elecciones presidenciales. Eso sí, no apoyamos la violencia, yo no lo apruebo.»

Llega el sábado y Delcy se levanta temprano con esas palabras en su memoria parte del discurso pronunciado por un líder político de la oposición. Su determinación a cumplir su derecho de una marcha está presente. Busca una franelilla blanca, color simbólico de la paz; revisa los ganchos del ropero y saca un pantalón jean azul claro y ligero, en caso que tenga que correr.

Siempre hay que ir dispuesto a todo —se dice estando lista.

Luego recuerda algo importante, revisa una gaveta y saca una gorra que se pinta con los colores primarios. Su piel se eriza al tomarla, se detiene ante el espejo y se la coloca, se acomoda la visera y sale del cuarto para avisarle a su madre y buscar a su novio.

—Mamá —le dice cuando la ve sentada seria en la sala mirando por la ventana—, ya me iré.

La madre cambia el semblante y se muestra muy preocupada:

—Hija, no quiero que vayas, por favor...

—Mamá, sé que no quieres, pero mis sentimientos por el país están también allí en la calle ¿Cómo puedo vivir quejándome de lo que pasa en el país si no aporto mi grano de arena? No mamá. No estoy dispuesta a quedarme de brazos cruzados. Nos vemos en la tarde, no me llames porque no estaré pendiente del celular —se despide y sale del apartamento.

Llegando a la puerta de su novio lo ve saliendo al pasillo. Se saludan con un tierno beso que demuestra el cariño que se han tenido por bastantes años. Ella en el fondo espera vivir un excelente futuro junto a él, es su hombre ideal.

—Vamos entonces —le dice ella.

—Espera... —él se detiene antes de siquiera dar un paso para bajar el primer escalón.

—¿Qué pasa?

—Quiero decirte algo. Lo iba a hacer el día del robo. He estado pensando... —se arrodilla, saca un anillo sencillo que su madre le regaló al saber lo que haría— ¿Te quieres casar conmigo?

Ella no sale de asombro, sus ojos emocionados se cubren de lágrimas. El momento que toda mujer siempre espera de algún hombre que ama.

—¡Sí! —dice soltando un chillido y se le guinda(1) al cuello a la vez que planta un beso apasionado. Se prometen un futuro juntos, se dicen tantas cosas con la mirada enamorada que son indescifrable para el resto.



Están en la concentración. Antes que inicie la marcha un diputado levanta su voz con un discurso el cual finaliza con un «¡Y no descansaremos hasta que no se detenga esta situación desastrosa de un país tan rico!». La gente aplaude y la marcha inicia.

Entre la gente se siente una energía que cala los huesos de esperanzas. La sonrisa por compartir, por luchar por un mismo propósito se nota a leguas. Gente desde edificios aledaños los saluda, los graba, los anima. Mientras caminan suena música alegre, grupos levantan consignas alegres que se contagia.

Llegan a la plaza Bolívar de Barquisimeto y allí no cabe un alma(2). Una tarima inmensa en medio de la calle donde hay docenas de personas, representantes políticos, entre esos el alcalde del municipio Iribarren. Alza un gran discurso y la gente aplaude, alza banderas venezolanas, grita, pitan. La emoción no se deja de sentir. Cuando el alcalde está finalizando aparecen centenares de guardias nacionales y sin aparente razón incitan a algunos protestantes, los insultan hasta que comienzan a empujarse. Al tumulto se unen sus amigos y luego más guardias nacionales. El desastre se desata.

Adrián y Delcy se encuentran a metros de la tarima, al pie de esta comienza a ocurrir todo. El alcalde anuncia que se mantengan en calma, que no corran, pero ya es muy tarde, la gente inicia la estampida. Adrián sujeta a Delcy muy fuerte del brazo e intentan buscar la reja que bordea la plaza Bolívar para luego salir con precaución pero todos corren. A ambos se les desboca el corazón. Iban a marchar, en ningún momento esperaban tener que huir para refugiarse. Se escuchan disparos, motos de un lado a otro. La guardia comienza a disparar perdigonazos, lanzan bombas lacrimógenas, una golpea el pie de Adrián que, con valentía, la toma y regresa a donde vienen los guardias; sin querer golpea el casco de uno que nota que se aleja. El guardia corre hasta donde está y lo golpea sin compasión en la espalda tirándolo al suelo, Delcy horrorizada entre gritos, se devuelve para ayudarlo a levantarse pero el guardia arremete contra ella empujándola. Adrián es tomado por un brazo y arrastrado hacia un convoy. Delcy se levanta e intenta regresar pero una guardia femenina le impide el paso, ella grita desesperada, no entiende por qué se lo llevan.

Hay mucha gente resguardada mientras que otras lanzan piedras que van y vienen, se escuchan disparos. Delcy ve gente cayendo; de pronto nota a alguien que se escapa de entre los guardias, corre hacia el lado opuesto y cae por perdigonazos que recibe por la espalda, es Adrián. Ella grita. Nadie la ayuda. Nadie acude a donde está su novio. Sin pensarlo corre hacia él, que está herido e inconsciente, y lo intenta ayudar. Aparecen otros hombres que la ayudan a llevarlo a la acera y justo en ese momento aparece un guardia y arremete contra el grupo que los ayudan. La mayoría huye, solo queda Adrián, ella y otro joven. Pero no tienen oportunidad de resguardarse. El guardia sin compasión alza su arma contra el pueblo: dos personas de pie que cargan un muerto o herido, no le importa, está muy cerca.

—¡Quien los manda a marchar! —grita con ironía. Su dedo índice presiona el gatillo y la detonación resuena.


«Joven pierde a su prometida en marcha pacífica interrumpida por colectivos y guardias nacionales» Publica el periódico regional.


Adrián herido en una silla de ruedas es empujado por su madre sobre césped. Volverá a caminar en los días que siguen. La madre de Delcy llora desconsoladamente abrazando a su hermano. Dentro del cementerio Metropolitano de Cabudare dan santa sepultura a un cuerpo de 26 años; sobre el féretro está una gorra tricolor teñida de carmesí. Nadie quiere creer lo que pasó, se niegan. Lágrimas saladas corren entre todos y, juntas, forman ríos de impotencia que algún día esperan poder consolar con la justicia humana y política.

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La obra contiene 2999 palabras.

GLOSARIO:

• 1. Guindar: Colgar algo.

• 2. No cabe un alma: No hay sitio para nadie más.

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NOTA: La foto que se muestra al inicio del capítulo es la Plaza Bolívar de Barquisimeto el día 19 de abril a las 10:00-11:00am llena de gente a la marcha que tuve oportunidad de asistir. Estaba con unos amigos por las palmeras (troncos) de la izquierda de la foto (que se tomó desde la tarima donde estaban los representantes políticos), por ese mismo lado habían decenas de militares y ocurrió un percance entre guardias nacionales y civiles. Ciertamente la gente comenzó a correr asustada, la situación no pasó a mayores, pero luego tomé igual la decisión de retirarme del sitio previniendo cualquier circunstancia.

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