Capítulo 2

—¿Ustedes se conocen? —interrogó   Rachel con curiosidad.

—Katherine es mi alumna —respondió Aiden con una sonrisa irónica.

Katy bufó, sintiendo que el profesor Ramírez se estaba burlando de ella. No iba a disimular su desagrado hacia él, poco le importaba lo que pudiera pensar de ella. La tristeza que había sentido las últimas semanas se transformó en enojo, por culpa de ese idiota estaba pasando por el peor momento de su vida.

—De hecho, el señor Ramírez es el responsable de que tenga que repetir el año —confesó con sarcasmo, cruzándose de brazos.

Nadie dijo nada. Todos se quedaron en silencio, demasiado incómodos con la tensión del ambiente. Katherine y Aiden se miraban fijamente, como si se retaran a ver quién aguantaba más.

—Bueno, creo que ya es hora de irnos a descansar —intervino Rachel, tratando de romper el hielo—. ¿No crees Katy?

—Sí, claro —asintió Katy, aprovechando la oportunidad de escapar de esa situación.

—Espero que nos volvamos a ver pronto. Seremos vecinos por un tiempo.

Rachel sintió una oleada de felicidad, le sonrió a Aiden y le prometió que se volverían a cruzar. Katy, en cambio, no cambió su gesto hosco hasta que entraron a la casa. Era pequeña, pero estaba impecable. Era el lugar perfecto para pasar las vacaciones.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué te portaste así con él?

Rachel se acomodó en el sofá del salón y observó a su amiga con interés. Katherine se sentó a su lado y soltó un resoplido de disgusto.

—El señor Ramírez es el que imparte cálculo, la materia que tendré que repetir el próximo año.

Su amiga estalló en carcajadas. Katy la miró con enfado, sin comprender qué tenía de gracioso su desdicha.

—Perdona, es que me hace gracia que le digas señor Ramírez como si fuera un anciano. —se disculpó su amiga entre risas. —De seguro todas las alumnas de tu facultad andan suspirando por él y tu lo andas tratando como si fuera tu abuelo.

—El nos exigió que lo trataramos de usted —se justificó. Sintió un calor en las mejillas, sin saber si era por la vergüenza o por el enojo —. El primer día de clases llegó al salón con una actitud arrogante y odiosa, y nos dejó claro que, aunque fuera joven, no era nuestro amigo y debíamos tratarlo con respecto. Mejor cuéntame cómo es que ustedes dos se conocen.

—Esta casa fue el escenario de mis veranos de infancia. Mis padres la compraron cuando yo tenía siete años y nos traían aquí cada año. Aiden era el nieto de los vecinos y se llevaba muy bien con mi hermano, que tenía su misma edad. Yo los seguía a todas partes, fascinada por Aiden. Él fue mi primer amor, aunque nunca me hizo caso. Para él, yo era solo una niña molesta. Cuando crecimos, mis padres dejaron de venir a esta casa, pero no la vendieron porque a mi hermano le encantaba. Así que perdí el contacto con Aiden y nunca más lo volví a ver.

Katherine no podía creer lo que escuchaba. ¿Cómo era posible que Rachel nunca le hubiera mencionado a ese Aiden? Ellas eran mejores amigas y se suponía que no tenían secretos entre sí.

—No entiendo, Rachel. ¿Por qué me ocultaste algo tan importante? ¿Acaso no confías en mí?

—Claro que confío en ti. Pero no era algo tan importante, te lo juro. Fue hace mucho tiempo. Solo fue un amor platónico, nada más.

—¿Un amor platónico? ¿Estás segura de eso? Porque por la forma en que lo miras, parece que todavía sientes algo por él.

Rachel suspiró y se mordió el labio. No quería mentirle a su amiga, pero tampoco quería complicarse la vida.

—Mira, Katy. Te voy a ser sincera. Aiden fue un amor de la infancia, y nunca lo olvidé. Siempre estuve pensando en que había sido de él y ahora que lo he vuelto a ver, me he dado cuenta de que sigue siendo tan guapo y encantador como antes. Pero se que no tengo ninguna posibilidad, lo más probable es que el me siga viendo como una hermana y yo tengo novio.

Había pasado por alto ese pequeño detalle, Rachel tenía una relación. Era un asunto delicado que evitaban mencionar porque cada vez que lo hacían, acababan en una pelea. El novio de Rachel le parecía detestable desde que se lo presentó, era un tipo grosero y con muchas actitudes tóxicas que solo su amiga no podía ver. Durante el viaje, habían tenido discusión por teléfono porque Rachel había elegido pasar sus vacaciones con Katy y no con él y terminaron cortando.

Sabía que esa ruptura no duraría mucho, después de todo se habían pasado los últimos dos años así. Paul metía la pata, Rachel lo dejaba y sufría, a Katy le tocaba consolarla y darle palabras de aliento y finalmente lo terminaba perdonando y creyendo en sus promesas de que cambiaría. Era un ciclo sin fin.

—Así que puedes aprovechar la oportunidad si quieres intentar algo.

Katherine la miró con incredulidad.

—¿De qué estás hablando? —preguntó, confundida.

—Vamos, Katy, no te hagas la tonta. Aiden es todo un bombón y tú tienes cara de que necesitas una buena follada. —sugirió su amiga con picardía.

Katy rodó los ojos. No podía creer que su amiga estuviera pensando en tantas estupideces.

—Pues a mí me da igual que sea un bombón o un pastel. Lo único que me importa es que me ha reprobado y ahora tendré que aguantar otro semestre sus clases soporíferas. Prefiero que se mantenga alejado de mi —se quejó Katy.

—Ay, Katy, no seas tan amargada ¿Acaso no te exita la idea de tener un romance prohibido con tú profesor?

—Con lo amargado que es, me resulta difícil encontrarlo exitante —se puso de pie y arrastró su maleta hasta una de las habitaciones —. Mejor vamos a descansar, el sueño está afectando tus neuronas.

«¿Cuántas horas he dormido?» Fue lo primero que se preguntó al abrir los ojos. Las cortinas bloqueaban la luz del sol que intentaba entrar a la habitación, así que tuvo que buscar su celular a tientas, sin recordar dónde lo había dejado exactamente. Después de un rato de palpar sobre la cama, logró encontrar el aparato. Le sorprendió ver que ya eran las 6:30 de la tarde. Había dormido más de 10 horas. Tenía varios mensajes de su madre, preocupada por si habían llegado bien y cómo había sido el viaje. Katherine los respondió todos y volvió a dejar el móvil sobre el colchón.

Salió del cuarto para buscar a Rachel, pero ella seguía durmiendo plácidamente. No tenía ganas de quedarse sentada y aburrida esperando a que su amiga despertara. Regresó a la que sería su habitación, abrió su maleta y sacó uno de sus bikinis junto con un vestido blanco. Se cambió con rapidez y se dirigió a la puerta. Antes de salir, dejó una nota en la nevera: "Fui a la playa. Besos, Katy".

Rachel le había comentando que se podía ir a la playa en tan solo diez minutos caminando, le resultó fácil llegar siguiendo las instrucciones del Google maps. El aire estaba cálido y húmedo, y se escuchaba el sonido de las olas rompiendo en la arena. El mar era de un azul turquesa, el cielo estaba despejado y el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte. Había muy pocas personas en ese lugar, así que el ambiente era tranquilo. Katherine buscó un lugar donde dejar sus cosas y se acercó al agua. Se mojó los pies y sintió el agua fresca y cristalina. Sonrió y caminó,  alejándose un poco de la orilla.

Se quedó un rato disfrutando de la frescura del agua y del sonido de las olas hasta que finalmente se aburrió y decidió regresar hacia el lugar donde había dejado su bolso. Para su sorpresa, había alguien esperándola junto a sus cosas.

—Nos volvemos a ver, Katherine.

El profesor Ramírez estaba sentado junto a su bolso. El sol del atardecer le iluminaba el rostro y hacia que algunos mechones de su cabello castaño brillaban con un tono dorado.

—Curioso. ¿No le parece demasiadas coincidencias para un solo día? —replicó ella con ironía.

Se acercó a su bolso, sacó una toalla y comenzó a secar su cuerpo sin apartar la mirada del profesor Ramírez.

—Oh, esta vez no se trata de una simple coincidencia. Te vi saliendo de la casa y decidí seguirte.

Katherine levantó una ceja ante su confesión.

—¿No le parece esa acción algo acosadora? No sabía que era ese tipo de persona, profesor Ramírez.

Él soltó una carcajada, era la primera vez que oía su risa. En clases siempre se comportaba como un hombre frío, severo y algo arrogante. Pero su risa era sincera y dulce, lo hacía parecer una persona más cálida. El profesor Ramírez alzó sus manos para mostrarse inofensivo.

—No te preocupes, no tengo malas intenciones. Solo quería hablar contigo.

—¿Hablar de qué? —preguntó ella con curiosidad. Después de todo, ellos no tenían ningún asunto pendiente del que hablar.

—Sobre lo que dijiste esta mañana. ¿Piensas que te reprobé a propósito?

Ella se sintió avergonzada. La única responsable de haber reprobado era ella misma por haber preferido salir de fiesta y postergar el estudio hasta el último momento. Estaba enojada por haber sido una irresponsable y descargó esa ira con alguien que no tenía la culpa de nada.

—Lo siento, profesor. No debí haber dicho eso —murmuró Katherine, sentándose junto a él en la arena —. Sé que usted es justo y que yo no estudié lo suficiente. Estoy muy frustrada conmigo misma y no supe cómo manejarlo. Nunca fui una mala estudiante, estaba acostumbrada a ser la mejor de mi clase. Ahora me siento tan decepcionada de mí misma.

—Te entiendo, Katherine. Los jóvenes tienen una idea muy equivocada de la universidad por culpa de las películas. Piensan que todo será fácil, se alocan con las fiestas, descuidan sus estudios y es entonces que vienen las malas notas. En lo personal, no considero que seas una mala estudiante. Solo que no supiste administrar tu tiempo y no estabas aplicando un método de estudio adecuado.

El profesor Ramírez le sonrió con amabilidad y le acarició las mejillas para limpiarle las lágrimas que empezaban a brotar de forma descontrolada de sus ojos. El roce de los dedos hizo que su piel ardiera. Se sintió avergonzada de nuevo, pero también aliviada de poder expresar sus sentimientos.

—Gracias —murmuró Katherine con la voz quebrada.

—No tienes que agradecerme nada, Katherine. Mi deber como educador es guiarte para que puedas explotar tu potencial. Además, ¿Cuánto tiempo planean pasar Rachel y tú en Bahía de las Perlas?

—Estaremos todo el mes de agosto.

—Perfecto, ¿qué te parece si aprovechamos el tiempo que estarás aquí para darte unas lecciones privadas? No solo repasaríamos el contenido, sino que también te enseñaría algunos métodos de estudio y cómo administrar tu tiempo.

Katherine lo pensó, era una oferta bastante tentadora. La ayudaría a prepararse para cuando tuviera que recursar la materia de cálculo, pero estaba en ese lugar para disfrutar del verano y olvidarse de la escuela. La idea de pasar sus vacaciones estudiando no le parecía tan buena.

—No lo sé, vine a este lugar a divertirme...

—Prometo que no te quitaré muchas horas al día, podrás salir y disfrutar de tus vacaciones mientras te preparas recursar cálculo. ¿Qué dices?

—Está bien

El profesor Ramírez se levantó y sacudió la arena de sus pantalones. Le dedicó una sonrisa a Katherine mientras le tendía una mano para ayudarla a levantarse.

—Es mejor que regresemos. Mañana iré a verte y te explicaré cómo podemos manejar las lecciones para que no afecten tus planes de verano.

Katherine asintió con la cabeza, agradecida por la oferta del profesor. Se sintió más tranquila luego de esa charla y se prometió a si misma que no se dejaría vencer. Esta vez lo intentaría con todas sus fuerzas. Quería demostrarle a él, y sobre todo a sí misma, de lo que era capaz.

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