Capítulo 44: Jamás muere el amor, por un olvido

Después de años de soledad, de angustia, de preguntas sin respuestas, incluso después de haber vivido en carne propia la muerte y haberla derrotado en el sucio juego del destino, Emma y Jacob cumplieron al fin su promesa. Esa que hicieron una oscura noche de fiesta, donde juraron encontrarse a través del tiempo, entre los sueños, donde prometieron ser el uno del otro para siempre. La vida se había encargado de reunirlos nuevamente, esta vez, para que pudieran terminar, lo que en otra vida, no les fue posible. Su amor creció sin limites con el paso de los años, al igual que su familia, pues permanecieron unidos casi hasta el final de sus días.

Pasaron perdidas enormes, como la muerte de Hobson, su gran amigo y casi un padre para ellos, también con dolor tuvieron que darle el adiós a Sarah y George, quienes murieron en una cálida mañana veraniega, tan tranquilos como quisieron, en la paz de su hogar, después de años y años de haber compartido con sus amadas hijas y con sus nietos, porque sí, Alex, Emma y Cassie se convirtieron en las niñas de sus ojos; al regresar de Alemania no solo ganaron una enorme familia, sino también, tres hijas a las que amaban con todo su ser, al igual que a Harry y a Jacob. El dolor de su partida dejó en la mansión un hueco enorme, imposible de llenar jamás, sin embargo el tiempo fue sanando ese vacío con risas y nuevos integrantes.

Vieron pasar frente a ellos miles de cambios en el mundo, al igual que en su familia. Después de la muerte de sus padres, Cassie salió del calor de su casa con la intención de tener nuevas experiencias. Por diez años estuvo viviendo en Francia, dónde conoció a Vincent, el amor de su vida y con quien tuvo dos hermosos hijos, Joanne y Nicholas; antes de que los nenes cumplieran un año de edad, Cassie regresó a Castle Combe y con ella, Vincent y sus pequeños, quienes se unirían a la enorme familia Lexington. Alex y Harry tuvieron un par de niñas más, Abigail y Marina, en honor a su hermana a quien tanto amó en su vida pasada y de quien jamás supo. y un hermoso varón a quien le dieron el nombre de Hobson, tal como lo había prometido aquella vez, junto a la tumba de quien fue su suegro; Mientras Emma y Jacob trajeron al mundo a Margaret, su tercera hija. En cantidad, la familia Lexington era la más grande de todo el pueblo y no solo eso, era también la mas querida. Todos los años tuvieron las puertas abiertas para que el pueblo entero viviera en carne propia la magia que transmitía cada rincón del jardín. El restaurante se convirtió en uno de los más reconocidos, no solo de Castle combe, sino de todo Londres, pues al quedar a las afueras de la ciudad,  las personas buscaban ir a pasar sus descansos lejos de la agitada vida citadina, por lo que le dieron a Castle Combe mucho más reconocimiento. El pueblo se volvió turístico, comercial y el restaurante, el punto perfecto para pasar el rato.

Harry continuó durante toda su vida, con el legado que había dejado su padre, el cuidado de la mansión Lexington era su prioridad, obviamente después de su familia. Amaba cuidar de los jardines y con ayuda de Alex, enseñaron a sus hijos el arte del servicio. Así, transmitirían de generación en generación, el amor por aquel lugar que se había convertido en su calurosa hoguera, su verdadero hogar.

Con los años, la vejez se apoderó de cada uno de ellos, así como las enfermedades, que llegaron a adueñarse de sus veteranos cuerpos. A mediados de los años 2000, entre sus cincuenta y tantos años, Emma y Jacob tuvieron que tomar la triste decisión de abandonar la mansión. El ir y venir de la ciudad hasta el pueblo, para poder asistir a las citas con el especialista que trataba la artrosis severa que tenía Emma, se estaba volviendo desgastante y agotador, salir entre semana tres y cuatro veces era un trabajo extenuante, por lo que de nuevo regresaron a Kensington, para tratar de tener una vejez tranquila en medio de la agitada ciudad. Sin embargo la costumbre de volver a Castle Combe cada fin de semana perduró hasta el ultimo día de sus vidas.

—Si alguien me dijera que tendría que pasar por lágrimas, risas y sufrimiento, para poder llegar hasta este punto de nuevo contigo, lo haría sin dudarlo—Dijo Emma tomando la regordeta y arrugada mano de su amado esposo, mientras contemplaban las estrellas arrojados en el suelo del jardín—

—Ha valido la pena cada segundo que hemos compartido hasta ahora—Respondió Jacob con su ronca voz— te amé desde el primer instante en que te vi, cuando saliste por la puerta que daba al jardín luciendo ese hermoso vestido azul, que linda, pensé en mi mente cuando mis ojos se cruzaron con los tuyos

—¿Todavía recuerdas la ropa que llevaba hace un siglo?— preguntó la vieja Emma sonriendo ante aquel recuerdo—

—Lo recuerdo todo mi amor, desde la primera vez en que soñé contigo—contestó Jacob, volteando su cabeza de lado para admira el rostro de la mujer que amaba— Siempre te voy a amar Emma, más allá del tiempo

—Fuiste la mejor promesa que pude haber hecho y el sueño más lindo que pude tener—declaró la anciana, mientras una lágrima caía por su mejilla, al traer a su memoria cada uno de los recuerdos construidos con su amante—

—Sabes qué—dijo Jacob— descubrí un lugar en Kensington que sé que vas a amar ¿te gustaría ir conmigo a tomar una copa?—preguntó el anciano enamorado a su esposa

—Claro que sí mi querido August, contigo iré a hasta el fin del mundo—respondió Emma sonriente—

—Tu mi querida Elizabeth, eres mi mundo entero— declaró el hombre—

Después de pasar la noche en la mansión, junto con sus hijos y sus nietos, Emma y Jacob muy temprano emprendieron marcha de regreso a Kensington. Después de su cita con el reumatólogo,  el par de ancianos enamorados irían al bar del que Jacob había hablado la noche anterior

—Oh cariño, este lugar es fascinante—dijo Emma emocionada al entrar a aquel bar, adornado con mesas de madera, candelabros y una larga barra donde servían tragos— escucha no más la música que ponen, es como volver cien años en el tiempo, ya hoy en día no se puede escuchar nada diferente a eso que escuchan los jovencitos, solo NSYNC y Britney, nadie sabe de buena música en estos años—suspiró Emma—

—Por eso te invité, sabía que amarías venir aquí— aseguró Jacob—

De momento, comenzó a sonar aquel vals que tanto amaban, ese que habían bailado una vez, aquella noche en la que anunciaron su compromiso ante todo el pueblo, en el bar, sonaba Waltz in A minor  de Fryderyk Chopin, aquella sonata que danzaron juntos al compas del piano en 1870

—Baila conmigo Elizabeth—pidió Jacob a su amada extendiendo su mano—

Sin decir nada Emma tomó la mano de su esposo aceptando la invitación para hacer aquella danza, la que recordaba a la perfección. Sin importar quien les estuviera mirando, Emma y Jacob cerraron sus ojos y se dejaron llevar por el delicado sonido de aquella melodía, evocando a su mente la noche del baile, una noche llena de amor y de felicidad. Durante un par de minutos fueron jovenes de nuevo, llenos de sueños y energía dando vueltas por un enorme salón, rodeados de miles de personas vestidas con elegantes trajes y ostentosos vestidos, por un par de minutos, fueron de nuevo Elizabeth y August, la hermosa pareja que estaba por casarse

—Mi sueño hecho realidad eres tu— Dijo Emma al oído de su amado, para sellar aquellas palabras con un tierno beso en su mejilla

17 años después

La vida se había encargado de proveer a Emma y a Jacob la felicidad que una vez les fue robada. Incluso en su vejez disfrutaron de cada día. Sus hermosos paseos al recorrer Hyde Park llenaron su álbum de mágicos recuerdos. No hubo un solo día que no quedara registrado en fotografías, días soleados, días lluviosos, incluso aquellos días en los que el viento casi se llevaba su paraguas quedaron gravado para el recuerdo imborrable de su paso por el mundo, al igual que lo hicieron en la memoria de aquellos que los conocían.

Durante años visitaron juntos el bar que estaba cerca a su casa, ese lugar tan especial, alejado del ruidoso mundo, ese que los hacía rejuvenecer un par de siglos mientras escuchaban sus vals y compartían una copa de brandy. La mesa del rincón estaba siempre reservada para la pareja de ancianos que iba cada martes y jueves desde hace diecisiete años. Sin embargo el día más triste y el menos deseado llegó, y de la nada, aquella curiosa pareja, simplemente, ya no apareció, el vals sonó pero nadie bailó y la mesa del rincón no se ocupó.

—Mi querida Elizabeth, que puedo hacer por ti para sanar tu dolor— dijo el viejo Jacob a Emma, quien luchaba fuertemente con el dolor que su cuerpo le provocaba debido al reumatismo severo que había destrozado cada una de sus articulaciones

—Ya hiciste mucho mi amor—Respondió Emma con su voz desgastada por los años y los achaques— me has hecho la mujer más feliz durante cuarenta y siete años, sin contar que tuvimos una vida pasada y que en ella, también fui feliz. Son siglos de amor y alegría a tu lado, pedirte más sería codicia

—No quiero que me dejes — pidió Jacob tomando  la arrugada y chueca mano de su esposa— eres mi mundo, no sabría que hacer sin ti—dijo con sus ojos empañados por las lágrimas

—Mi adorado August, debes recordar que incluso aunque yo muera, seguiré siendo tuya. Donde sea que quede la eternidad, estaré esperando por ti, y desde ahí estaré cuidando de ti, seguiré siendo tu fuerza incluso aunque no me tengas a tu lado, hasta que llegue el momento de reunirnos nuevamente—respondió Emma con las lágrimas rodando por su arrugado rostro— ya he vivido mucho aquí y a donde sea que vaya, hay gente que espera por mi, mi hermana, mis padres—mencionó, recordando el fatídico día un año atrás, en el que le anunciaron que su adorada hermana Cassandra había muerto a causa de un paro respiratorio, después de haber contraído una bacteria en el estómago en un corto viaje a sur américa—

—Pero quedaré solo, sin tu belleza, sin tu amor, esta cama estará fría y solitaria—dijo el viejo Jacob llorando como un niño—

— Mi presencia siempre estará contigo August— respondió ella—pero prométeme algo— pidió la mujer— pase lo que pase, por lo que te resta de vida, serás feliz, continuarás con nuestras visitas a la mansión, porque aunque vayas solo, mi espíritu estará a tu lado, seguirás paseando Hyde Park aunque conozcamos de memoria cada rincón y verás las estrellas recostado en el cálido pasto de nuestro jardín en Castle Combe, te prometo que estaré en la estrella más brillante que jamás hayas visto en el firmamento.

—Ay mi Elizabeth— suspiró Jacob en medio del llanto— Aunque me duela, te lo prometo, porque sé que cuando sea mi momento de partir, tu estarás esperando por mi y nos volveremos a ver

—Dame un beso y recuéstate a mi lado, quiero dormir abrazada a ti—Pidió Emma a su adorado esposo sin saber que aquel beso sería el ultimo y que aquel sueño sería eterno

Al despertar a la mañana siguiente, después de llamarla varias veces, Jacob comprendió que su amada esposa había partido y que aquella conversación no había sido más que su despedida. Con dolor en su corazón y en compañía de sus hijos y nietos dieron el último adiós a Emma, dejando su cuerpo en el profundo pozo del cementerio, con metros de tierra sobre ella y una fría lápida que llevaba escrito su nombre "Emma Taylor Sra, de Williams 1945 -2017" y una frase que decía "El amor y el recuerdo no terminan con la muerte, tu amado esposo, tus hijos y nietos te guardaremos siempre en nuestra memoria"

Tanto la vida como la muerte, están compuestas de instantes. En un momento estás dentro de un vientre y un instante después las luces de un quirúrgico están alumbrando tu rostro dándote la bienvenida a un nuevo mundo, así mismo en un momento respiras y un instante después tu alma abandonó tu cuerpo dejando en una cama, el frío ser que guardaba tu espíritu.

—Papá, por qué no vienes con nosotros a la mansión, acá estarás solo y no podremos cuidarte como queremos— Dijo Rose a Jacob, su padre, en un intento de súplica porque este volviera al pueblo para terminar de pasar su vejez junto a su familia—

—No puedo hacerlo, no puedo dejar a tu madre aquí, sola y abandonada—Respondió Jacob señalando la tumba en el cementerio— estaré aquí un tiempo más y cuando yo lo considere prudente regresaré a la mansión

—Prométenos que llamarás ante cualquier situación, por lo que sea que necesites—pidió Maggie a su padre mientras acariciaba sus arrugadas manos—

—Lo hare hijos, estaré bien mientras no me aleje mucho de su madre, ustedes vayan con cuidado, les llamaré si necesito algo—respondió Jacob a su adorada familia

Despidió a sus hijos y sus nietos y después de darle un adiós a Emma en su tumba, fue al viejo bar que solían frecuentar, a la mesa del rincón, dónde se solían sentar y pidió el vals que con su amada esposa solía bailar, recordando lo feliz que fue y la fortuna que tuvo al casarse con ella.

Así lo hizo durante un año, recorriendo solo los caminos repasados de Hyde Park, viendo las estrellas en el firmamento cada fin de semana desde los jardines de la mansión junto con sus amados nietos y tomando en la mesa del viejo bar una copa de brandy en memoria de su adorada Elizabeth

Londres, Inglaterra año 2018

—¿Entonces usted es un alma reencarnada?—Preguntó atónito el joven que se había sentado aquel día en la vieja mesa del rincón a compartir una amarga copa con el anciano, al que veía seguido desde que había comenzado a trabajar allí, mientras atento escuchaba la hermosa historia que él le había acabado de contar—

—Lo soy—Respondió Jacob— una muy afortunada por cierto, porque no cualquiera tiene la posibilidad de recordar su vida pasada y terminar algo inconcluso.

—Es una pena que su esposa Elizabeth haya muerto, lo lamento mucho—dijo con pena el jovencito —

—No hay por qué sentir pena muchacho, sé que donde sea que quede la eternidad, ella me está esperando— Dijo Jacob levantándose de su mesa con el paso tembloroso que los años le habían dejado—

—¿A dónde va?— preguntó el joven al ver que el hombre se iba sin decir más—

—A ver al amor de mi vida, debe estarme esperando—Respondió en anciano mientras continuaba caminando hacia la salida del bar—

—Yo quería seguir escuchando historias señor, no se vaya—pidió el chico—

—Encárgate de escribir tu propia historia, pero asegúrate de que sea tan buena como la mía, haz que tu paso por este mundo valga cada instante y recuerda, mantente abierto a cualquier cosa, uno nunca sabe. Puede que un amor del pasado esté por ahí esperando por ti, anda muchacho, sigue tu propio camino—gritó Jacob desapareciendo por la puerta del bar, alejándose del lugar—

Después de salir de allí,  una vez más fue a la tumba de su adorada esposa, llevó las rosar rojas que solía llevarle cada día y limpió un poco la lápida, para que continuara viéndose impecable

—pronto nos volveremos a ver mi amor—dijo el hombre con una sonrisa en tu rostro—y espero que me des todos los besos que en un año has dejado de darme— mi momento ha llegado, espérame Elizabeth

Jacob tomó un taxi hasta Castle Combe y mientras avanzaba en el camino, veía con atención como cada lugar había cambiado, la ciudad y el pueblo eran totalmente diferentes, pero le hacía feliz haber hecho parte de ese cambio

—Cuantas cosas han pasado—decía con su vista perdida hacia el horizonte mientras el taxi llegaba a la mansión— y cuantas pasarán

—Señor, hemos llegado—Dijo el Taxista—

—Muchas gracias jovencito—respondió Jacob dándole el pago al taxista y bajando del auto— que tengas suerte en tu vida muchacho

Al entrar de nuevo a la mansión, un recuerdo llegó a su mente, el primer día en el que había bajado de su carruaje en compañía de sus padres, para conocer a su prometida

—Todo sigue tal cual como aquel día—dijo respirando profundamente el aroma particular que la mansión conservaba al pasar los años

—Mamá mira quien llegó— dijo su pequeña nieta a Rose mientras corría a abrazar a su adorado abuelo— mi abuelo está en casa

—Hola pequeña—dijo Jacob abrazando a la niña— cuanto has crecido, eres tan hermosa como tu madre

—Papá, que sorpresa tenerte aquí un día de semana—Dijo Edwar al entrar a casa después de haber podado un par de flores en el jardín— 

—quise venir a pasar un par de días con ustedes—respondió— espero no ser una molestia

—jamás lo serás padre—contestó Edward abrazando a su viejito adorado— amaremos tenerte aquí cuanto tiempo desees quedarte

El viejo Jacob sonrió ante las palabras de su hijo, y con su paso lento entró a saludarlos a todos, recorrió cada rincón de la casa y dio un largo paseo por el jardín hasta llegada la noche. Pero  después de tanto caminar, decidió parar y recostarse junto al lago a contemplar una vez más el cielo estrellado 

—Vaya, hoy brillas más que nunca mi querida Elizabeth— dijo el hombre, al ver en el cielo el destello de un lucero— parece que estás feliz, aunque yo estoy cansado. Hoy recordé mucho y también caminé como hace tiempo no lo hacía, llené mis pulmones de todo el aire de este lugar para llevar conmigo toda esta esencia. Ahora estoy listo, iré a ti con los brazos abiertos Elizabeth

Jacob cerró sus ojos por última vez y ante la titilante estrella soltó su último suspiro cediendo ante el llamado de la muerte que lo cobijaba con sus frías manos, sabiendo que ese sueño esta vez, sería eterno.


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Nos leemos en el capítulo final <3


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