Capítulo 4: un hermoso día de verano
La estadía de la familia Chadburn en la mansión Lexington fue más que exquisita, todos los miembros compaginaban bien unos con otros, sus amenas charlas, las tardes de juegos y las historias contadas al calor de la fogata hacían que la unión se fortaleciera cada vez más, pues ambas familias convenían en que dicha unidad no debía ser netamente una alianza, sino más bien el lazo que formaban un par de familias, convirtiéndose muy pronto en una sola.
Mientras tanto August y Elizabeth disfrutaban cada vez más su compañía, el conocerse y saber mucho más el uno del otro. El cortejo por parte de August no se hizo esperar y los presentes y las cartas no quedaron en el olvido, aunque estuvieran bajo el mismo techo, el joven amaba tener detalles con la que sería su esposa, era feliz viéndola sonreír cada vez que recibía un ramo, o cada que su doncella le llevaba una pequeña nota.
— espero mi Lady que las rosas que le envié en la mañana hayan sido de su completo agrado— dijo August mientras caminaba con Elizabet tomados del brazo por los extensos jardines de la mansión mientras la mañana avanzaba—
—me encantan —respondió la joven sonriendo— aunque no tanto como a Margaret, que se emociona como una niña cuando los recibe y me los entrega en la habitación —dijo volteando a ver a su doncella, quien hacía de chaperona en cada uno de sus paseos—
—tu también sonríes como pequeña— Dijo August deteniendo el paso para voltear a mirar a Elizabeth— te veo cada día al recibirlo, no me pierdo esa cara por nada del mundo, verte sonreír es medicina para mi alma — confesó—
Elizabeth no hizo más que sonreír con las mejillas tan rojas como una manzana mientras avanzaba para llegar hasta la entrada al laberinto
— ¿has vuelto a tener algún sueño?— preguntó la curiosa señorita—
—No, desde que estoy aquí no he soñado nada, debe ser porque mi sueño se hizo realidad —respondió acariciando delicadamente el rostro de la joven— ¿tu volviste a soñar? — preguntó él—
—No, igual que tú, desde que estás aquí no he vuelto a soñar con nada. En ocasiones pienso que la vida me estaba diciendo a través de esos sueño, que confiara en el destino, ahora que estás aquí, conmigo, que mi sueño se ha hecho realidad, ya no hay nada que temer
—tienes razón— concordó August con lo que ella decía— parece que todo el miedo que antes sentíamos ha desaparecido
— Señorita Elizabeth, joven August, es es hora de volver a la mansión, ambos deben prepararse para la hora del almuerzo —Dijo Margaret sugiriendo volver a la casa antes de que el medio día los alcanzara—
— te invito a dar un paseo por el parque hoy en la tarde— propuso August a Elizabeth emocionado, pues sería su primer paseo juntos frente a toda la sociedad— ¿te parece?
—estaría encantada —respondió la sonriente joven llena de emoción, pues sentía dicha al saber que pronto todos la verían tomada del brazo de aquel al que tanto había comenzado a querer —
Después de la invitación, caminaron de nuevo regreso a la mansión, ambos emocionados por prepararse para lo que sería una tarde juntos
—¿tienes idea de qué voy a ponerme—preguntó Elizabeth a su doncella entrando en una crisis de moda— debo verme deslumbrante Maggie, ninguna otra chica puede verse tan hermosa como yo — decía angustiada mientras caminaba de lado a lado por toda su habitación— por favor trae a mi madre, dile que es una urgencia, solo ella puede ayudarme a elegir el vestido perfecto—suplicó a la mujer, quien la miraba con asombro, pues nunca, en los diez años que llevaba junto a ella había visto tal comportamiento—
—claro que sí señorita Beth, permítame ir por su madre, no tardo— dijo apurada la doncella para luego salir rápidamente en busca de Joanne—
No solo para Margaret era confuso ver a Elizabeth comportarse de esa manera, incluso ella misma se extrañaba al verse tan preocupada pensando en qué ponerse. Nunca le había inquietado tanto el hecho de no saber que vestido usar para dar un paseo por el parque, normalmente tomaría el primer vestido que viera, que no fuese tan llamativo y que le permitiera caminar con tranquilidad, pero esta vez era diferente, esta vez no se arreglaba para ella, ahora tenía alguien por quién verse mucho más hermosa
—Señora, su hija, la señorita Elizabeth requiere de su presencia urgentemente en la habitación— dijo Margaret apurada interrumpiendo la conversación que sostenían en ese momento en el salón de juegos, Rose y Joanne —
—¿ocurrió algo?— preguntó angustiada la madre de Elizabeth—
—la verdad no, pero la joven Beth requiere su ayuda con un pequeño asunto— respondió la doncella para dar un poco más de calma a la mujer—
Las tres mujeres caminaron rápidamente hasta la habitación de Elizabeth y al verla, todas se sorprendieron, pues había desocupado por completo un baúl tratando de encontrar un vestido adecuado para su ansiado paseo. La joven estaba sentada en el suelo junto con sus mil vestidos mirando uno a uno, que detalle llamaba más su atención. Rose y Joanne se miraron y sonrieron al ver la angustia en el rostro de la joven y ambas con un par de palabras trataron de brindarle tranquilidad
—¿Qué es lo que ocurre mi querida Elizabeth? —preguntó Joanne acercándose a ella y tomando un par de vestidos entre sus manos
—madre, August me ha invitado a dar un paseo por el parque esta tarde y no tengo idea de qué ponerme, no quiero que vea a otras chicas, quiero ser la mujer más hermosa que sus ojos puedan ver —soltó la joven sin percatarse aún de la presencia de su futura suegra dentro de la habitación—
—querida, no te preocupes— dijo Rose acercándose también junto a ella y haciendo que la joven se sobresaltara—
—oh, señora Rose, le pido disculpas, es una vergüenza que vea todo el desastre que he causado — dijo apenada Elizabeth al observar con detalle el tiradero en el que había convertido su alcoba—
—No querida, no te preocupes, todas en algún momento pasamos por esta misma situación, ¿verdad Joanne?—dijo con confianza Rose para brindarle calma a la joven— Pero no tienes por qué esforzarte tanto Elizabeth, eres hermosa tal y como eres, y mi hijo no tiene y te aseguro que no tendrá ojos para ninguna otra señorita diferente a ti
—¿me lo asegura? — preguntó dudosa la angustiada Beth—
— ¿no has visto como te mira o la manera en que te habla? — preguntó— si no ha confesado que te ama es porque no quiere parecer un completo atrevido, quiere tomarse su tiempo y ganarse tu corazón, aunque por lo que veo— dijo con un deje de complicidad— ya lo ha logrado
—no quiero verme como una mujer normal, por favor —suplico— ayúdenme a prepararme, jamás he salido a dar un paseo con alguien que no sean mis padres, es la primera vez que todos me verán caminando del brazo de alguien más, los nervios me comen, temo caerme, tropezar
—tranquila hija— dijo Joanne abrazando a su pequeña— juntas vamos a encontrar el vestido perfecto, ya verás, vas a ser la flor más hermosa de todo el jardín—
Mientras las mujeres se disponían a buscar juntas la pieza perfecta para aquel anhelado paseo, August pasaba una crisis similar
—que voy a ponerme esta tarde— se preguntaba caminando de lado a lado en su habitación mientras llevaba sus manos a la cabeza, buscaba en su Baúl entre la cantidad de trajes que había decidido llevar pero casualmente y al igual que Elizabeth, ninguno se ajustaba a lo que quería—
—Hijo —Escuchó del otro lado la voz de su padre—¿ podemos hablar?— preguntó—
—¡padre! —respondió feliz, como salvado por la campana— por favor entra, necesito que me ayudes a encontrar algo adecuado para esta tarde —dijo abriendo la puerta y casi halando a Edward del brazo —
—¿Qué ocurre? —preguntó el hombre preocupado—
— he invitado a Elizabeth a dar un paseo por el parque hoy en la tarde pero no tengo la más mínima idea sobre qué ponerme, quiero que me vea como el hombre de sus sueño, que si algún caballero intenta acercarse a ella, no dude un segundo en rechazarlo, quiero que solo me vea a mí padre
—¿tanto te gusta la chica? -preguntó el hombre—
—sí padre, Elizabeth es la mujer que amo y por eso quiero ser el único a quien ella mire—respondió seguro de cada uno de sus sentimiento, pues aunque pareciese mentira, a su edad, August no había querido comprometerse tanto con alguien, Elizabeth había cambiado todo en él, se metió en sus sueños y ahora estaba metida en su corazón, ella se había hecho dueña y señora de cada parte de él
—pues en ese caso hijo mío, agradezco a la vida por haber logrado esta alianza —respondió Edward poniendo una mano sobre el hombro de su hijo— me alegra saber que tu corazón ama a una joven tan buena como Elizabeth y sé que ella corresponderá a tus sentimientos de la misma manera— dijo el padre del joven sintiéndose feliz al ver a su hijo lleno de tanto amor—
—por favor ayúdame a encontrar un buen traje —suplicó—
—por su puesto, no tienes que pedirlo—respondió el padre feliz al ver a su hijo—
Pronto el gran momento llegó, era hora de partir a dar el tan deseado paseo. Era innegable el nerviosismo evidente en cada uno, estar juntos bajo la presión y la mirada de la sociedad era intimidante, pero nada llenaba más de orgullo a August que mostrarse tomado del brazo de la hermosa joven con la cual esta comprometido. Amaba a Elizabeth, lo había confirmado después de la noche en la que tocó el piano, quien dudaba de la existencia del amor a primera vista, jamás había conocido entonces a alguien tan hermosa como ella. La joven de negros cabellos y ojos azules había robado su corazón desde el día uno, y ahora estaba dispuesto a luchar una guerra él solo, si tenía que hacerlo, por defender su amor.
—jamás mis ojos habían visto tanta hermosura reunida en una sola mirada— dijo August a Elizabeth mientras la veía descender por las escalas principales, las cuales se volvieron eternas, pues el joven no veía la hora de poder por fin, disfrutar una vez más de su compañía.
Los nervios carcomían a Elizabeth, pero razón tenía August al decir que toda la belleza se había reunido en una sola mirada. Llevaba un hermoso vestido lila con pequeñas mangas en encaje, adornado con unas cuantas diminutas mariposas que le daban al vestido un toque primaveral, su capa en color blanco con detalles en el mismo tono del vestido, par de guantes y su abanico. Su rostro dulce como siempre, hermosos labios en color rosa y un recogido al medio eran el complemento perfecto para hacer de Elizabeth, la señorita más anhelada por los codiciosos caballeros Londinenses.
—debo reconocer que tengo un poco de miedo—dijo Beth al llegar al final de la escalera tomando el brazo de su prometido—
—¿Qué es lo que la inquieta mi Lady? —preguntó August sorprendido—
—es usted un caballero tan guapo y distinguido que temo que alguna otra mujer me robe la poca atención que he logrado ganarme —confesó—
—jamás mi adorada Elizabeth, no hay ojos que quiera mirar más que los suyos y no hay compañía que pueda disfrutar más que la suya, ni todas las mujeres del mundo unidas, podrían hacerme sentir lo que usted
La joven se sonrojó inevitablemente y del brazo del joven y junto con su doncella, salieron entonces dispuestos a pasar una tarde más que agradable
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