Capitulo 22: Fantasmas y promesas
Emma lloraba desconsoladamente abrazándose a sí misma, rodeando su abdomen con sus brazos y apretándose tan fuerte como podía intentando contenerse. Pero el dolor por saber que su vida había sido cruelmente arrebatada era tan profundo que se le hacía imposible cesar aquel llanto. Había recordado gran parte de lo que había ocurrido aquella trágica noche, ahora sabía la causa de su cicatriz, sabía que en aquella mansión, había iniciado su vida, una en la cual sentía que había sido plenamente feliz junto a sus padres, sin embargo, aunque recordaba a la perfección sus nombres y cualidades, sus rostros aún resultaban un poco borrosos, al igual que el de su enamorado, aquel hombre por el que su corazón desbordaba amor y seguramente, por quién habría muerto.
—Señorita ¿se encuentra bien?— preguntó Hobson preocupado por el semblante que Emma tenía—
La joven no podía siquiera hablar, el llanto que había contenido por tanto tiempo estaba saliendo y ella no tenía intención de contenerlo. A demás le dolía en lo profundo saber que alguien le había quitado la posibilidad de ser feliz junto a quien amaba, que alguien había tenido el atrevimiento de alejarla de su familia. La tristeza por saber que no iba a recuperar nada del pasado le abrumaban y más aumentaba su llanto
— por favor trate de calmarse, venga conmigo—dijo el hombre tomándola delicadamente por los brazos para ayudarle a ponerse en pie—
—¿Por qué me hicieron esto Hobson?—le preguntó al anciano con la voz débil por el llanto que aún continuaba saliendo fuertemente—¿hice algo malo para terminar de esta manera?
—No señorita, ni usted, ni su familia hicieron nada malo. Solo que la perversidad de las personas envidiosas a veces es tan fuerte que es capaz de destruir el paisaje más maravilloso jamás antes visto—respondió el hombre—
—¿tu sabías esto?—preguntó Emma intentando calmarse—
—Así es —confesó—al igual que muchas personas o cosas que, supongo, han pasado por su vida, yo también estoy ligado a ella. He de deducir que mi misión en este mundo, es cuidar de la familia Lexington junto con la mansión, ahora debo cuidar de usted, como su padre en una vida pasada me lo pidió. Ahora por favor, acompáñeme a la casa, voy a prepararle un té para que pueda calmarse, aún hay varias cosas que debe descubrir
—¿entonces tu también... reencarnaste?—preguntó la joven limpiando sus lágrimas—
—eso parece—dijo el hombre con una pequeña sonrisa—
—¿Cuál es la causa de todo esto Hobson?—preguntó Emma— ¿Qué es lo que debo entender o descubrir?
—ni una cosa, ni la otra, hay algo que usted debe recordar, en el camino de su despertar, usted misma debe darse por enterada de todo, yo podría darle pistas, pero jamás hablarle exactamente de lo que busca
—¿Qué clase de pista podrías darme ahora?—preguntó la joven confundida—.
—bueno, creo que usted está aquí por algo que debe cumplir y al mismo tiempo, algo que debe alcanzar. Ya falta poco, créame señorita, usted es una joven muy sabia, pronto comprenderá todo y entonces las cosas mejorarán—
Emma tomó las manos del anciano y las apretó fuertemente—Tengo miedo Hobson—confesó—
—lo sé—dijo él— pero la peor parte ya pasó, le prometo mi niña que todo va a estar bien—
Al escuchar esto, Emma recordó las palabra de Jacob cuando le decía que todo iba a estar bien y a su amiga Cassie, quien siempre le decía que la cosas iban a mejorar y pensando en ellos, supuso, que al igual que con Hobson, pronto entendería la razón de tenerlos en su vida
—Ahora acompáñeme a la casa, debe tomar algo para calmarse—dijo el hombre caminando junto a Emma por aquel laberinto, mientras la joven cada tanto, volteaba hacia atrás recordando lo que había ocurrido.
Al entrar a la mansión, la misma sensación de calidez que la invadió al tocar el portón, volvió a ella y de a poco, pequeños recuerdos iban llegando a su mente. Como pequeños fantasmas veía imágenes un tanto borrosas pasar frente a sus ojos revelándole su vida. Mientras avanzaba hacia el salón de la chimenea, recordaba a su padre correteándola por los pasillos de aquella enorme casa, a su madre llamándola para cenar, a los muchos bailes que se hicieron en el enorme salón contiguo al comedor y la cantidad de veces que bajó con sus bellos y pomposos vestidos por las enormes escaleras frente a la entrada principal, pero al entrar en el salón y contemplar la chimenea y el hermoso piano junto al gran ventanal, una preciosa melodía invadió sus oídos, como si alguien allí estuviese tocándolo, aunque en realidad no hubiese más que una seda acariciando aquel artefacto.
— me imagino que lleva años allí sin que nadie lo toque—preguntó acercándose al piano para quitar la seda y acariciar con sus manos la teclas de este—
—En efecto señorita, después de su... partida, el piano no fue tocado por nadie más—respondió—
—Es una pena que algo tan hermoso quede perdido en el tiempo—respondió admirando la belleza del mismo—
—Sí, era una fantasía escuchar las melodías que salían de él— respondió Hobson— ahora vuelvo, iré por el té—dijo el hombre para retirarse y dejar a Emma a solas con los recuerdos que poco a poco llegaban a ella—
Con delicadeza, la joven tocó las teclas del piano, emitiendo un dulce sonido que estremeció sus fibras y que a su vez, le hizo sentir el calor de una mano sobre la suya. La melodía de nuevo se instalaba en su memoria y al mismo tiempo Emma recorría despacio cada rincón del salón, descubriendo poco a poco los muebles cubiertos por las sedas para darle un poco de vida al lugar, pero al llegar a la chimenea, el cuadro colgado y cubierto, el único que faltaba por develar, provocó un leve revolcón en su corazón. La joven tomó aire y tiró de la seda que colgaba del cuadro para revelar la ficha final que le enseñaría a su familia
Tan pronto como lo vio, Emma quedó atónita. En el cuadro estaban pintados su padre Nicholas, su madre Joanne y una joven, a la que no recordaba de una vida pasada, sino más bien, de su presente, Cassandra se encontraba allí, pintada junto a sus padres. Sus ojos de nuevo se llenaron de lágrimas al reconocer por fin el rostro de quienes le habían dado la vida, Joanne y Nicholas no eran otros más que Sarah y George, aquellos que en esta vida, también le habían dado el privilegio de vivir. Por fin comprendía la historia que su madre le había contado, ella era la hija que su madre había perdido una vez y ahora entendía quien era la segunda pequeña que Sarah había visto en la regresión, su hermana en la vida pasada no era otra más que Cassie, su mejor amiga, a quien adoraba con todo su corazón, por fin tenía sentido la necesidad de querer protegerle
—Señorita, le traigo su té—dijo Hobson interrumpiendo los pensamientos de Emma—
—Te agradezco—respondió la joven limpiando sus lágrimas y recibiendo la taza de té—
—Esa era su familia, aunque usted no conoció a su hermana Emilie—dijo el anciano—
—No la conocí en ese entonces, pero la conozco ahora. Se llama Cassandra y es mi mejor amiga—contó Emma mientras con Hobson miraban conmovidos el retrato—agradezco a la vida que mis padres sean los mismos antes y ahora y que pueda tener a mi hermana como antes no lo hice.
—¿eso quiere decir que el señor Nicholas y la señora Joanne también regresaron?—preguntó el hombre emocionado—
—Regresaron—respondió Emma—pero no recuerdan nada del pasado. Mi madre tuvo una hipnosis regresiva hace tiempo, y por poco se acerca a su despertar, pero finalmente decidió solo continuar con su vida, solamente sabe que perdió una hija, y que tuvo otra, recuerda que en el pasado mi padre fue también su esposo, pero solo eso.
—entiendo—respondió el hombre comprensivo— de cualquier modo me alegra saber que están con usted del mismo modo que antes
—¿puedo recorrer las demás habitaciones?—preguntó Emma—al menos quisiera ir a mi cuarto—dijo—.
—claro que sí—contestó el hombre— es su casa señorita, puede ir si así lo desea
Emma le brindó una cálida sonrisa al hombre y caminando lentamente se dirigió hacia la que había sido su habitación. De nuevo subió por las enormes escaleras principales, acarició el pasamanos que las adornaba y recordó la mano de un hombre posada sobre su hombro, aquel por el que sentía que su corazón desbordaba amor. Al llegar a su cuarto, destapó cada mueble allí cubierto, su enorme cama estaba como la última vez que la había dejado antes de partir de esa casa y de esa vida, con su cubrelecho azul floreado y un par de cojines blancos que hacían juego, el espejo estaba intacto, aunque un poco empañado por el pasar de los años, los baúles guardaban aún los vestidos que alguna vez había llevado y su tocador tenía encima los pequeños perfumes que alguna vez utilizó para cautivar a los caballeros que intentaban pretenderla. Sobre su mesa de noche había un lindo cofre bañado en oro con pequeños zafiros y diamantes incrustados que guardaba dentro suyo la joya más preciada, aquella que más valor tenía por sobre cualquier mueble que hubiese en la mansión
—parece mentira que todo esto haya sido mío—se dijo a si misma sosteniendo el cofre en sus manos— siento que estoy soñando, que nada de esto es real
Delicadamente Emma abrió el cofre y vio con ternura el anillo de bodas que allí se encontraba. Una pequeña lágrima rodo por su mejilla al recordar el momento en el que ese anillo se puso en su mano el día de su boda. Aunque no lograba recordar el rostro de su amado, sentía en lo más profundo de su ser, que había sido la mujer más feliz del mundo durante el poco tiempo que estuvo a su lado
—prometo que voy a encontrarte—dijo—aunque sea lo ultimo que haga en esta vida
Emma dejó el anillo puesto en su mano y colocó de nuevo el cofre en su lugar. Aunque la mansión llevaba un siglo sin ser habitada, la calidez de hogar no se había disuelto, el lugar no daba miedo y continuaba siendo tan hermoso como lo había visto el último día de su vida.
Ahora era momento de regresar a la realidad, su realidad y enfrentarse a lo que fuese que estuviera por venir, pues estaba dispuesta a encontrar a su amor y terminar de aclarar par de cosas de las que aún no tenía respuesta.
—debo irme Hobson—dijo Emma caminando de regreso por el sendero adornado con árboles arqueados junto con el anciano, hacia el enorme portón de la mansión— pero te prometo que volveré, tan pronto como tenga claridad sobre todo, voy a regresar.
—pierda cuidado señorita, las puertas de esta mansión siempre estarán abiertas para usted y los suyos—respondió el hombre—
Emma sin dudarlo le dio un fuerte abrazo al hombre, pues estaba agradecida por haberle ayudado y haber sido un gran apoyo
—me alegra que también estés de vuelta Hobson, no hubiera pedido a alguien mejor para que me cuidara—dijo la joven sonriendo dulcemente para luego despedirse y partir—
La joven caminó de regreso por el sendero florecido que la conectaba con el pueblo, ahora sentía que se había quitado un gran peso de encima, sin embargo, continuaba con un par de lagunas, había dos personas en su vida que jugaban un papel fundamental y de las cuales aún no había descubierto nada. Pero luego de haber vivido tantas emociones en su antiguo hogar, estaba segura de poder enfrentarse a cualquier cosa.
Durante el regreso a Kensington, Emma pensaba en la manera de decirle a Cassie lo que había descubierto, estaba dichosa por saber que la conexión que tenía con su amiga, no era solo casualidad, sino que realmente estaban unidas por la sangre, aunque en esta vida no hubiesen tenido los mismos padres. El camino a casa se hizo mucho más corto y un poco pasada la noche Emma llegó
—ok, aquí voy—dijo Emma para si misma bajando del auto—
—¡Emma por Dios! ¿Dónde estabas amiga, por qué tardaste tanto?— gritó Cassie tan pronto le vio atravesar la puerta
La joven guardó silencio un minuto y tomó aire para llenarse de valentía
— Amiga no—dijo— yo, soy tu hermana
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