Capitulo 1: Una vieja canción no tiene olvido

Londres, Inglaterra año 2018

- Recuerdo bien cada instante de nuestros últimos días juntos, cada camino recorrido, cada palabra dicha, el ultimo brillo que me dio su mirada antes de partir- Le decía el hombre anciano a aquel amable joven que se había sentado junto a él en la mesa del rincón del viejo bar que solía frecuentar, de fondo sonaba una vieja canción, aquel Vals que solo en ese bar se oía, mientras la gente allí dentro, entre las viejas mesas de madera, iba y venía

-¿y qué pasó?- cuestionó el joven curioso por saber que había ocurrido con Elizabeth, la mujer que protagonizaba la historia de aquel anciano-

-Bueno, el destino o la vida, como quieras llamarlo, es algo que jamás entenderemos, después de un tiempo, ella partió

-¿entonces eso quiere decir que murió? -preguntó con un deje de angustia -

-Así es, mi amada Elizabeth murió en mis brazos hace poco más de un año -respondió el hombre con una profunda tristeza en su mirar-

-lo lamento mucho señor...-contestó el chico sin saber aún el nombre de la persona que le estaba relatando una parte de su vida-

-August, mi nombre es August -dijo- y no sientas pena, no hay por qué sentirla. Ahora yo estoy esperando el momento en el que vuelva a reunirme con ella y podamos regresar juntos o quedarnos donde sea que se quedan las almas de los enamorados - respondió al joven que lo contemplaba atónito, sin creer que alguien estuviese esperando con ansias el día de su muerte-

-Pero es imposible que alguien vuelva después de morir señor -refutó- nadie escapa de la muerte, ese es nuestro final - decía el incrédulo chico a la vez que tomaba un poco de la cerveza en su vaso-

-tu no sabes que hay más allá de la muerte, lo sabe solo quien muere -contestó August con mucha certeza- ¿crees en la vida después de la muerte? -preguntó, incluso sabiendo con su experiencia cual sería la respuesta de aquel jovencito-

-sí creo, pero no he visto a la primer persona que haya regresado, sin embargo y aunque dije que nadie escapa de la muerte, una parte de mi confía en que algo grande nos espera del otro lado - respondió con una luz de esperanza en sus palabras, pues aunque quisiera, tal como lo había dicho, no tenía una sola prueba que confirmara que era posible, escapar de la señora muerte, de la que tanto se huía y que finalmente terminaba atrapándonos

-déjame contarte una historia, tu decides si creerla o no, pero esta historia es la prueba de que sí se puede escapar de ella, o por lo menos, jugar a hacerle trampa -respondió el viejo August guiñando su ojo derecho en señal de confidencia-

Castle Combe, Londres 1870

-Ya es hora de que encuentres un marido Elizabeth, es increíble que las hijas de todos nuestros conocidos y parientes ya hayan debutado y estén comprometidas y tu, en cambio, pareces no interesarte en ello -decía Nicholas, el padre de Elizabeth, mientras regresaban de pasar un largo verano en la gran ciudad- deberías ser como tus amigas y apurarte por conseguir un buen esposo- reprochó el hombre cansado por no lograr una alianza con poder para resolver la situación económica que atravesaba su familia-

-Padre- dijo la joven apartando la vista de la ventana del carruaje que los llevaba de regreso a la enorme mansión en la que vivían a las afueras de Londres - ¿no es notoria mi falta de interés? -preguntó enfadada-¿ por qué crees que quiero siquiera pensar en unir mi vida a la de un hombre sin siquiera haber disfrutado un poco de mi libertad?

-Te casarás Elizabeth y no hay discusión- aseveró su padre con la voz más fría que jamás había escuchado, pues Nicholas, a pesar de ser un padre condescendiente, estaba harto de la irresponsabilidad que su única hija mostraba al tratarse de un tema tan importante-

-pero padre -continuó reprochando- no es justo que me obligues a hacer esto sin darme al menos la oportunidad de elegir por mi propia mano quién me acompañará por el resto de mi vida

Nicholas suspiró profundamente al escuchar a su hija reprochar algo que ambos sabían, era mentira - sabes bien Elizabeth que has tenido tantas oportunidades como has querido. Debutaste hace un año y cada propuesta que llega la rechazas, ni un paseo, ni un detalle -decía el padre de la joven, rozando el borde de la ira, porque sí, era cierto que ella rechazaba cada propuesta de cada caballero que llegaba a su casa, pero según Elizabeth, sus razones estaban más que justificadas, era simple, ninguno, a su parecer, era el apropiado, la mayoría solo buscaba aquella alianza por la dote que se ofrecía.

La familia Lexington no era una muy poderosa, pero contaban con grandes negocios y más que un buen puesto en la conveniente sociedad en al cual estaban condenados a vivir. Solo por esto, Elizabeth buscaba una alianza por verdadero amor, estaba cansada de escuchar a sus amigas quejarse de sus esposos, diciendo que no fueron más que un negocio, ella buscaba algo más, algo que no cualquier hombre en la sociedad elitista y corrupta de Londres tenía, y ninguno de los que a ella se acercaba, lo hacía por amor.

Aunque Elizabeth era joven, a sus dieciséis años había aprendido a identificar las intenciones de sus pretendientes. Desde que debutó, supo, gracias a su madre, como ver en los hombres la sinceridad de sus palabras.

-Padre por favor, no me obligues a comprometerme con nadie, no todavía -rogó sabiendo que era inútil-

-necesitamos alianzas Elizabeth, que nuestra fortuna crezca-aseveró Nicholas-

-¿entonces para ti soy un negocio antes que tu hija? -cuestionó con indignación la joven-

Las palabras que Beth lanzó hacia su padre, le habían llegado como un puñal atravesando su corazón, sabía a la perfección que él había sido más que complaciente a la hora de permitirle elegir a su futuro esposo y tenía muy clara la situación por la que estaba atravesando la familia, sus palabras no fueron más que vestigios de su rabia, pero su consciencia sabía que su padre no tenía culpa alguna, era su deber como única hija.

-¡Elizabeth! -dijo Joanne, su madre en tono de reprimenda - sabes muy bien que eres nuestra pequeña dama, jamás te veríamos como objeto de negocio, pero debes entender las razones de tu padre - contestó en apoyo a su esposo al ver el dolor que las palabras de su hija habían provocado-

En el fondo la joven sabía que no tenía más opción que aceptar casarse con quien su padre eligiera, incluso para ese entonces, sabía que ya estaba designado y el trato ya se había concluido, solo quedaba su "aprobación" si es que así podría llamársele, pues quisiera o no, la decisión estaba tomada. Anunciarle a su hija solo hacía parte de una simple formalidad.

-Está bien padre -aceptó resignada mientras soltaba un suspiro- aceptaré a quien elijas para esposo mío, confío en que pondrás en mi camino a alguien que por lo menos me valore como mujer y no que me vea como una más de sus posesiones

Nicholas tomó la mano de su hija y después de toda la discusión recién habida, le brindó una cálida sonrisa, una que Elizabeth tampoco había visto en mucho tiempo gracias a la angustia que le causaba al hombre la crisis económica por la cual estaba atravesando.

- Confía hija -Dijo con los ojos empañados- sé que serás muy feliz

Después de aquella acalorada y determinante conversación solo restaba un poco más de camino para llegar a la gran casa, Elizabeth no veía de la hora de estar a solas en su cuarto y pensar en lo que sería de su futura vida, una al lado de un completo extraño. El carruaje continuaba avanzando y unos minutos más tarde, atravesaron las enormes puertas de la mansión Lexington y el frondoso arco de arboles que los guiaban hacia la fuente en piedra de la entrada principal

-Hemos llegado señor- Anunció el cochero a la familia, lo que indicaba que abriría la puerta para ayudarlos a bajar del coche-

-Elizabeth, puedes retirarte a tu habitación y descansar lo que resta del día - dijo su padre cuando habían entrado ya al enorme recibidor de la mansión- y gracias hija -mencionó con sinceridad mientras tomaba nuevamente su mano-

-no te preocupes padre, sé cual es mi deber -respondió tratando de dar la mejor y más sincera sonrisa, aunque por dentro su alma se ahogaba en el desespero- tomaré un descanso antes de la cena, fue un viaje agotador

-pediré que te avisen cuando la comida esté lista- dijo Joanne, su madre

Sin decir más la joven señorita se retiró rápidamente a su alcoba buscando calmar cada uno de sus pensamientos, pues no iba a negarse el profundo temor que sentía al pensar que entregaría su vida por siempre a un hombre que no conocía. Subió las grandes y amplias escalas de la entrada principal, caminó por los pasillos de la segunda planta y tan pronto cruzó las puertas de su habitación, cambió sus ropas y se tumbó en su enorme cama acolchada, dejando que su mente volara al pensar en lo que sería de ella en el futuro, hasta que poco a poco los brazos de Morfeo le fueron acogiendo y cayó en un profundo sueño

Por largas horas Elizabeth durmió, perdiendo incluso la noción del tiempo, pero no ser consciente de los minutos que pasaban le permitió tener el sueño más feliz que jamás había podido fantasear. En él, había un hombre y su rostro sería completamente inolvidable, era el rostro más hermoso que jamás había visto, ese hombre de rostro angelical la amaba, tal como ella siempre había deseado, nunca en sus dieciséis años de vida había sentido tal amor en su alma hacia otra persona que no fueran sus padres. Al despertar se prometió entonces no olvidar aquel sueño y recordarlo cada vez que sintiera que su mundo se venía abajo, y así después de pasar un buen rato dando vueltas en su cama, decidió que se prepararía para tomar la cena

-Me parece que dormiste un poco más de lo planeado -dijo su madre tan pronto como vio a la joven entrar al comedor, la cena había comenzado ya, pero no representaba ningún problema para los padres de Elizabeth que ella llegara un poco tarde, por suerte eran padres comprensivos y las formas dentro de casa no eran tan importantes como el disfrutar de una buena comida en familia

-Es verdad madre -respondió caminando hacia la mesa- pero dormí como nunca antes lo había hecho, necesitaba un buen descanso-dijo tomando asiento-

-Me alegra mucho querida Elizabeth, procura no desvelarte mucho esta noche, trata de descansar estos días tanto como puedas hija -sugirió Nicholas-

-¿por qué lo dices padre?- preguntó curiosa, pues causaba un tanto de intriga la forma en la que decía estas palabras

-En una semana vendrá la familia Chadburn, los invitaremos a tomar el té y a pasar el resto del verano con nosotros, ya sabes, para arreglar los acuerdos del compromiso y que tu y August se conozcan un poco - anunció de sopetón el padre de la joven-

Impactada Elizabeth, solo reaccionó llevando la mano a su pecho en señal de sorpresa, porque sí, a pesar de tener ya claro cual era su destino, saberlo tan cerca le llenaba el pecho de temor e inseguridad

-¿en una semana padre? -cuestionó indignada- ¿a caso ya tenías visto al candidato que tan pronto lo vas a invitar a casa?- preguntó un poco molesta, pues aunque sabía que así era, hubiera deseado que su padre hubiese tomado en cuenta su opinión, a final de cuentas, quien pasaría el resto de su vida con aquel hombre, era ella

-así es Elizabeth, tu madre y yo ya habíamos hablado antes con los Chadburn, tanto ellos como nosotros hemos logrado llegar a un acuerdo -respondió-

-¿y te costaba mucho haberme tomado en cuenta? finalmente soy yo la que está poniendo su cabeza en la bandeja para solucionarte la vida -contestó con ironía y enojo. Saber esto le hacía hervir la sangre, no quería siquiera pensar un minuto en tomar la mano de un completo desconocido

-Elizabeth Lexington, esto es inaudito -dijo Nicholas lanzando con fuerza y furia su servilleta sobre la mesa- jamás te hemos educado para que te comportes de tal manera

-sí, tienes razón padre, pero jamás me habían hecho sentir como un objeto de intercambio -sentenció la joven a la vez que se ponía de pie para dar por terminada su participación en la cena

-Elizabeth detente- intervino su madre también molesta al ver la actitud de su hija-

-No se preocupen -respondió caminando hacia la puerta del comedor- no quiero ser más motivo de discusión en esta mesa, por lo que me retiraré a mi cuarto antes de que algo peor ocurra - dijo y sin más salió corriendo de allí, escuchando como a lo lejos su padre gritaba con furia su nombre

En la mesa todo se volvió un descontrol, la furia de Nicholas ante las palabras que su hija había dicho hicieron que este se levantara y caminara tas ella, aunque gracias a la intervención de Joanne, quien logró detenerlo para darle un poco de espacio a ambos, este pudo contenerse. Elizabeth por su parte no demoró en salir de casa directo a los jardines traseros, quería olvidarse por un tiempo del destino que debía cumplir, lo único que imploraba al cielo era que por lo menos una pizca de amor logra vislumbrarse algún día en los ojos de su futuro esposo y que tuviera la suerte de amarlo de vuelta también, quería ser amada e insistía en conocer el amor en toda su pureza.

Caída la noche decidió regresar a su cuarto y descansar, dormir era la única forma de olvidarse de lo que pronto ocurriría y tal vez en los sueños tuviera otra vez la oportunidad de ver a aquel hombre con rostro angelical.

Los días comenzaron a transcurrir después de la discusión con su padre. Al día siguiente se había enviado la invitación formal a los Chadburn para tomar el té y pasar lo que quedaba del verano en la mansión Lexington y solo dos días después habían recibido una respuesta con total aceptación. Joanne se mostraba emocionada por el encuentro al igual que Nicholas, mientras Elizabeth no podía siquiera fingir una sonrisa cuando el tema era mencionado. El tiempo pasó rápido hasta que el anhelado día llegó

-¡Elizabeth, despierta! -dijo o más bien, gritó su madre entrando al cuarto junto con la doncella que la asistía desde que tenía memoria- no querrás que se haga tarde y los Chadburn te encuentren en malas fachas

-Madre es temprano aún-respondió aun adormilada - no comprendo a qué se debe tu afán -dijo molesta por haberla despertado de aquel delicioso dormir- no es como si estuvieran por llegar

-lo están querida hija -dijo mientras sacaba de un baúl un hermoso vestido color azul celeste, con detalles en encaje y pequeñas flores adornando sus vuelos- este vestido es perfecto para la ocasión, prepárate, te estaré esperando

Elizabeth todavía molesta, no fue capaz de responder nada, solo dio a su madre una mirada cargada de ira y volteando sus ojos, quito la vista de ella

-Margaret, déjame a solas con mi hija un segundo- ordenó la madre a la doncella y esta salió rápidamente de la habitación-

-Elizabeth ¿Qué ocurre contigo?- preguntó Joanne sentándose junto a su hija en la orilla de la cama

-no comprendo tu pregunta madre -respondió seca-

-Tu no sueles comportarte de esta manera, últimamente le respondes a tu padre, me respondes a mi, jamás nos habías faltado al respeto así -mencionó consternada-

-Lo sé mamá, pero no sé de qué otra forma defenderme -admitió- papá y tu prácticamente me están vendiendo al mejor postor, yo nunca me había sentido de esta manera. Entiendo que necesiten una alianza, entiendo que quieran escogerme un buen esposo, pero las cosas serían diferentes si tan solo me hubieran tomado en cuenta, si yo hubiese opinado- respondió ya resignada, pues sabía que no había vuelta atrás

-Ay mi Elizabeth - dijo su madre tomando delicadamente las manos de su hija entre las suyas- tu padre sabe que hizo mal en elegir por ti, aunque eres muy afortunada porque te permitimos hacerlo en repetidas ocasiones, pero si continuabas así no decidirías nunca, te aseguro que nosotros solo queremos lo mejor para tu vida, jamás elegiríamos a alguien que te haga sufrir

-tengo miedo mamá - aceptó, pues la realidad era esa, Elizabeth temía que su esposo fuera un hombre abusivo, tal como sus amigas describían a los esposos que sus padres habían elegido, Su temor era que a su vida llegara un hombre que al verla, solo la tomara por sus posesiones

-Lo sé hija, pero cuando lo conozcas, sabrás que no es como te lo imaginas, ahora date prisa, prepárate porque en cualquier momento pueden llegar los invitados - dijo su madre tratando de animarla-

Sin la más mínima gana la joven comenzó a prepararse para hacerle frente de una vez por todas a su tan mencionado futuro y un par de horas más tarde, ya estaba lista para enfrentar su destino. Hermosa y delicada, así lucía Elizabeth con el hermoso vestido azul y su recogido a un lado, en su mano un abanico combinando a la perfección con el azul de su vestido y al igual que este, adornado con encajes y flores, todo en esencia compaginaba con el encanto de la joven

-Elizabeth vamos al jardín, acaban de informarnos que los Chadburn se encuentran aquí- dijo Joanne, a su hija anunciando la noticia

con el ánimo esfumado y con una sonrisa lo más de fingida Elizabeth salió junto con su madre y su doncella camino al jardín, mientras agitaba su abanico atenta al gran recibimiento. Era inevitable que su corazón se acelerara, pues cada paso que daba, estaba más cerca de llegar a lo inevitable

Por un momento, Elizabeth sintió que el mundo se detuvo y que poco a poco su corazón dejaba de latir, sus ojos se abrieron exageradamente, al punto de sorprender a Margaret, su doncella, pues estaba anonadada y a la vez desconcertada, inclusive detuvo su paso inconscientemente al entrar al jardín, pues parecía un espejismo lo que estaba viendo, Joanne dio un pequeño toque en su mano haciendo que la joven volviera a la realidad y estando frente a él, le resultó inverosímil lo que estaba pasando, instintivamente y sin poner los pies aún en lo real, sus labios pronunciaron palabra alguna sin ser muy consciente de ello,

-¡¿Eres tu?!





Hola mis amores!!!

aquí les dejo el primer capitulo de esta hermosa historia, espero les guste y continúen leyéndola. Es con todo el cariño del mundo para ustedes.

besos!

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