V E I N TI C U A T R O

Nueva York por la noche era una locura, una magnifica locura. Donde miraras había enormes pantallas con anuncios publicitarios. Edgar nos llevó hasta Central Park, desde allí, caminaríamos.

Llegamos a la pizzería y me sorprendió el estilo, me recordaba a las películas que veía cuando era más chica. El lugar era grande, los pisos eran cuadrados celestes y rojos, y los sillones de cuero bordó eran divididos por una mesa del mismo color.

–¡Allí están! – tomó mi mano y caminó apresurada hasta un grupo de chicos.

– ¡Eh! Hasta que llegan. – dijo un chico moreno.

–Silencio. Bueno, Shelley, ellos son, Trish, Maddie, Ford y Derian.

¿Derian? ¿De verdad?

–Es un gusto Shelley. –me dijo Ford, el chico de piel morena. Sus ojos, al igual que su cabello, parecían de un negro intenso.

Nos sentamos junto a Trish. Era rubia, pero por sus raíces pude notar que estaba teñida. Sos ojos marrones me miraban acusatoriamente.

Derian me observaba. Pese a la similitud del nombre, no se parecía nada a Dorian. Él tenía el caballo castaño, y los ojos celestes. Era muy guapo, pero su sonrisa me daba un poco de miedo.

Ford y Maddie eran los que se veían más agradables. Maddie parecía una modelo, su ondulado cabello negro caía por sus hombros, sus pómulos estaban bien marcados, y sus labios pintados de un rojo vivo, le daban un aspecto de Angelina Jolie. Tenía una sonrisa contagiosa, y lejos estaba de mirarme enfadada o con cara de acosador.

–Shelly se graduará en dos semanas, así que la tendremos poco tiempo.

– ¿A qué Universidad irás? –me preguntó Maddie mientras miraba la carta.

–Iré a la Academia de actuación de Los Ángeles.

–Suena bien. –dijo Trish, sonreí. – Yo también quería ir a una. Pero mi padre no me dejó, dijo que no permitiría que muriera de hambre, y me obligó a estudiar algo más profesional.

Mi sonrisa se borró. Ella hizo una mueca de dolor, supuse que alguien la pisó por debajo de la mesa.

Apreté mi mandíbula.

–¿Qué carrera profesional estás haciendo? – pregunté haciendo énfasis en profesional.

–Derecho.

¡Que sorpresa!

Me debatí en si decirlo o no, pero estaba cansada de la gente que me decía lo mismo.

– ¿Y crees que estudiar Derecho es más valido, o te hace más importante que alguien que estudie Actuación?

– ¡Yo quiero una con anchoas! –interrumpió Keyla, justo cuando Trish me iba a responder.

Mi teléfono empezó a vibrar. Era Jack.

Me levanté y caminé hasta la puerta.

–Jack, ¿Qué ocurre?

–Nos persigue la policía. –dijo agitado.

– ¿Qué hicieron ahora?

– ¡Fue culpa de Dorian! Se estaba haciendo pipí, y no se le ocurrió mejor idea que colarse en un bar, pero para nuestra desgracia era un club clandestino. Intentaron dispararnos, de un momento a otro, se oyeron sirenas y salimos corriendo. Supongo que se malinterpreto todo, y creen que formábamos parte de esta mierda.

– ¡¿Supones que se malinterpreto todo?! ¡Claro que sí! ¿Es que no pueden salir y no meterse en problemas como personas normales? ¿No podía hacer pipí detrás de un árbol?

–Tranquila, creo que nos han perdido.

–Bien, ¿y que querías que haga yo? –suspiré.

–Enviarnos a la policía de Nueva York, no lo sé.

–Vamos. –la razón de su llamado era porque necesitarían algo.

–Necesitamos escondernos en tu casa.

–Oh, no, no, no. Si los llegan a ver entrando se armará un gran escándalo.

–Por favor, tengo un juego de llaves.

–¿Qué? ¿Por qué tienes un juego de llaves de mi casa?

–Porque eres floja y nunca querías levantarte a abrirme, un día me las diste, las tengo junto a las de mi casa. Aparte... Dorian sigue haciéndose pipí.

–Bien, pero no rompan nada, ni urgen mis cosas.

–Sabes que eso es imposible. –respondió entre dientes.

–Jack...

–Tienes un muy lindo pijama, ¿me lo regalas?

–Sí, se te verán bien los conejitos rosas, quédatelo.

–Bueno cariño, por más que quiera seguir hablando, esta diva se tiene que ir. Adiós.

–Adiós, Jack.

– ¿Todo en orden? –preguntó Key con cara de preocupación.

-Sí, ¿ya pidieron? –me acomodé en mi asiento y sonreí.

Asintieron.

A lo largo de la noche me di cuenta de que no tenía mucho en común con ellos. No nos gustaban las mismas cosas, y ellos parecían haber sido los típicos chicos populares del instituto. Derian el capitán del equipo, mujeriego y amante de las fiestas. Ford, su fiel compañero. Trish era una de esas porristas malas que molestaban a los demás. Keyla y Maddie, sus amigas, las que no podían controlarla. En fin, no me llegaron a agradar del todo.

Cuando llegamos a su casa, estaba todo a oscuras. Me deshice de mi ropa y con mi cómodo pijama me acosté a dormir.

– ¿Shelly? – susurró.

–Ah-jamm.

–Mañana podemos ir a buscar un vestido para tu graduación.

–Está bien.

Desperté cuando una fragancia a perfume me invadió. Keyla se estaba arreglando frente a su espejo.

–Siento despertarte, ¿hice mucho ruido?

Negué con la cabeza.

–En un rato servirán el desayuno, luego podemos ir a recorrer un poco, tu madre nos acompañará.

Me vestí lentamente, todavía tenía mucho sueño.

No tenía ni una idea de cómo quería mi vestido de graduación. De igual modo, no importaba mucho, ya que no se vería debajo de la toga.

Después de lavarme los dientes y desenredar mi cabello, bajamos en busca de algo para comer.

Mi madre era la única que nos esperaba para desayunar, supongo que Edgar ya se había marchado. Me senté y serví mi café cuidadosamente.

–Ayer vi que Becky's trajo un nuevo catálogo de vestidos, son preciosos, deberías verlos.

–A Shelly le gusta mucho esa línea, solía volverme loca cuando tenía quince años. Podemos ir y pasear por Central Park.

–Suena bien. – susurré.

–¿Cómo se la han pasado anoche?

–Yo me la pase bien, bueno, que digo, estaba con mis amigos. ¿Tu cómo te la pasaste, Shell?

Shell...

Ignoré eso, y me concentré en buscar una buena respuesta. ¿Cómo la había pasado?... Fatal, la verdad. Su amiga lanzaba comentarios irónicos, y su amigo me miraba como un acosador. Pero no podía decirle eso, aunque sería bueno. Así no tendría que volver a verlos.

–Bien. – mentí. –Maddie y Ford me han caído genial.

Mi madre, ajena a todo, sonrió con suficiencia. Key frunció el ceño, pero pareció entenderme.

–Shelley, anoche recibí un correo de tu profesor de matemáticas. Nunca me dijiste que te iba tan mal.

Bendito profesor Blackwell. ¿Qué quería ahora? Espero que no modificara mi promedio, eso me arruinaría.

–Saqué un siete en el examen final.

–Tendrías que haberme comunicado esto, Hija. Ni siquiera hacías las tareas. Por esa razón tienes el promedio que tienes.

– ¿Cuándo querías te lo dijera? –dejé la taza sobre la mesa. – ¿Querías que te llamara por teléfono mientras estabas aquí y te dijera "No he hecho mi tarea de matemáticas y el profesor me regaño"? No soy una niña, ¿Qué sentido tiene, después de todo?

–La Academia de aquí pide un promedio un poco más alto.

Sentí el enojo subir y hacerse un nudo en mi garganta. No encontraba la razón por la cual ella no podía entenderme.

–Sabes que no estudiare aquí. –tomé un panquecito de frutilla y lo llevé a mi boca rápidamente.

–Supuse que querrías alejarte de todo y hacer un cambio radical.

Lo pensé unos segundos. Pero no.

–Esta es tu vida mamá. No tengo problema en que vivas aquí y me visites de vez en cuando, será lo mismo. Pero no me arrastres contigo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. Miré en dirección a Keyla, se acurrucó en su silla.

–Lamento no haber estado nunca, siento que necesito compensártelo...

–No, no tienes que compensarme nada, tu no me debes nada. Tienes que dejarme hacer esto sola. No quedas en deuda conmigo.

–Mi niña. –ahogó un sollozo y me acerqué a abrazarla. –No te he puesto la atención suficiente.

–No lo has hecho, pero ya está. Voy a salir al mundo, formar mi propia vida, y será en Los Ángeles, viviendo en un piso sola. Podré con esto, y tú también.

Se aferró un poco más a mí. Unos segundos después, nos separamos.

–Lo siento, cariño. –le dijo a Key, se sonó la nariz y miró la hora en su celular. –Bueno, ¿les parece si vamos saliendo?

Las tiendas eran demasiadas como para poner atención en solo una. No me alcanzaban los ojos para mirar todo lo que había. Keyla nos condujo por las calles atestadas de gente, hasta llegar a una tienda de mi línea favorita, pero esta era muy distinta a las que yo frecuentaba.

–Es una combinación entre Becky's y Chanel, es asombrosa.

Era muy lujosa por dentro, y lejos estaba del estilo juvenil al que estaba acostumbrada. Una mesa de mármol decoraba el centro, donde podías dejar tus prendas mientras elegías otras. Las cortinas de los probadores, a rayas blancas y rosas, eran reemplazadas por una gruesa tela color hueso. Del techo, desprendía una lámpara de cristal fragmentado.

–¡Mira! Allí está la sección de vestidos de gala.

Revisé los percheros y recorrí los maniquís con la mirada, pero nada captaba mi atención.

–¿Qué te parece este vestido para usar debajo de la toga?

Era un vestido corto. La parte superior era blanca y la tela de encaje, era ajustado hasta la cintura, y la pollera de un color rosa claro, del tipo que usaría ella.

–¡Me encanta! Es de tu estilo, pero creo que se me verá bien.

–Anda, pruébatelo. – animó.

Me daba un aspecto angelical. Pero estaría bien, teniendo en cuenta que solo se me vería unos minutos hasta que recogiera la toga y lo cubrirá por completo.

–¿Cómo te queda? –preguntó mi madre, ansiosa.

Corrí la cortina y ambas mi miraron sorprendidas.

–¡Pareces una princesa! –gritó Key llamando la atención de unas chicas que estaban un poco más allá.

–Mi niña, estas hermosa.

Fue un regalo de mamá. No creo que a mi padre le hiciera mucha gracia que de golpe le llegara una cuenta tan elevada de mi tarjeta de crédito, por cierto, las invitaciones ya le deben haber llegado a su casa de Las Vegas.

Satisfecha y emocionada, caminé junto a ellas por Central Park, sin dejar de admirar el lugar. Respiré hondo y decidí disfrutar estas dos semanas al máximo.

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