T R E C E

Lunes.

Dejé a Maggie en la puerta de su casa y conduje hacia la mía.

No podía negarlo, el fin de semana había sido increíble. Ayer y hoy recorrimos un poco el barrio y después nos la pasamos mirando películas en Netflix, vaya cosa tan adictiva.

Cuando entré un olor a macarrones con queso llegó a mis fosas nasales.

Mi madre asomó la cabeza por el umbral de la puerta y me sonrió.

– ¡Hija! No sabes cuánto te extrañé. –gritó acercándose a mí con los brazos extendidos.

La abracé, sentí su olor a perfume caro, su champú de fresas, la calidad de sus brazos. Era bueno estar con mi mamá otra vez.

– ¿Y, que tal Nueva York? –pregunté recargándome sobre la isla.

–Agotador. Pero la ciudad es magnífica, la próxima iremos juntas. ¿Adivina qué?

–Hmm, ¿Te dieron un aumento?

–No, –rió. –Nos han ofrecido una beca para una academia de actuación en Nueva York, es una de las mejores del país, ahí tendría un trabajo y una muy linda casa. Todo está cubierto, solo tienes que aceptar.

Su sonrisa me demostró que para ella era una idea genial. Pero no para mí. Yo quería quedarme aquí en Los Ángeles, no solo porque amaba la ciudad, si no, porque era lo más lógico. Además, Maggie se quedaría aquí, Jack estaría en San Francisco que por lo menos está dentro de California, y bueno... Dorian no lo sé.

–Suena bien...Pero siempre tuve pensado estudiar aquí.

–Lo sé, lo sé. Es una oportunidad única, Shelly, mi jefe se ha encargado personalmente de conseguirte un cupo, ya sabes, es un hombre de negocios y tiene conocidos en todas partes. Mi trabajo me aguardaría ahí, y no sabes las casas que estuve viendo, –sonrió, supongo que imaginando las casas en su cabeza. –forman parte de un barrio donde viven muchos empresarios y personas de mi rubro. La gente es muy amable, ya verás cómo te encantará, puede que al principio extrañes esta ciudad, pero es igual de linda.

De un momento a otro tuve la necesidad de cambiar de tema, quería pensármelo mejor.

–Estoy saliendo con Dorian. –solté sin pensármelo dos veces.

Mamá sostuvo el plato de comida en el aire, luego de unos segundos pareció recobrar la compostura y lo dejó frente a mí.

– ¿Desde hace cuánto?

–Poco más de una semana.

–No puedo creer que no me lo hayas dicho antes. –volvió a cargar un plato con macarrones, esta vez, para ella.

–Estabas trabajando, y cuando me llamabas solo esperabas el "Estoy bien, mamá" para cortar la comunicación.

–Cuando estemos allí será diferente.

–No lo creo, no es diferente cuando trabajas aquí.

Suspiró pesadamente.

–Solo prométeme que me mantendrás al tanto de todo lo que pase con Dorian, parece un buen chico, pero no lo conozco, no quiero que se sobrepase contigo, ¿sí?

Asentí.

– ¿Dónde estabas? Llegué en la tarde y me sorprendió no encontrarte.

–Fuimos a la casa de papá. –dejó de masticar. –él está en Las Vegas, y nos permitió pasar estos días allí.

–Oh, bien. –respondió intentando ocultar su enojo, pero no me importaba.

Sentí mi teléfono vibrar en mi bolsillo. Era papá.

–Hola.

–Hola, Shelley, ¿La han pasado bien? –dijo del otro lado del teléfono.

–Sí, ya he vuelto a casa.

–Bien, sé que estuvieron recorriendo el barrio ¿Te gustó? –exhaló abruptamente y tosió, debía estar fumando nuevamente.

–Claro, aunque yo personalmente no viviría en un lugar donde te pasan por un escáner para controlar que no tienes nada que pueda considerarse ilegal o peligroso.

Mi padre lanzó una carcajada del otro lado de la línea.

–Solo lo hacen con las visitas...Volveré en una semana, si quieres puedes venir. Angeline y los chicos te extrañan, también podremos hablar de tu futuro.

–Está bien, tengo que irme. Saludos a los chicos.

Se despidió y colgué.

Comimos en silencio. Cuando terminamos lavé los trastes y subí a mi habitación.

Miré mi teléfono que no había dejado de vibrar desde que colgué la llamada.

Los tres mosqueteros y Dar tañían

Maggie: Luka me dijo que repuso el jarrón o lo que fuera, al parecer no era tan barato, pero fue su culpa.

Usted: ¡Qué bueno! Recién me llamó mi padre para saber qué tan iban las cosas.

Jack: Isabella quiere que un día vengan a cenar, así hablamos de algo importante.

Maggie: Oh, que no se moleste. Ya sabemos lo de tu retraso madurativo.

Dorian: Jajajajajajaj.

Usted: ¿Por qué le sigues diciendo Isabella? Ya te dije que le digas mamá.

Jack: Muy graciosa Maggie. Pero no sé qué es lo que quiere decirnos.

Jack: Prefiero Isabella.

Maggie: ¡Ya se! Eres adoptado, lo sabía. Tu madre y Jenny son un amor, ni hablar de tu padre.

Dorian: Yo nunca conocí a tu hermana pequeña.

Jack: Jenny no quiere verte a ti.

Usted: No seas celoso, solo tienes seis años.

Maggie: Pobre Jenny, me da mucha pena que tenga que convivir con el uniforme.

Dorian: como si a mí no me diera pena Luka que es tu hermano.

Jack: Jajajajajajaj. La mejor cerrada de...

Jack: boca.

Maggie: Mira, pensé que no hablabas.

Usted: Tengo sueño, mejor me doy una ducha y me voy a dormir.

Jack: Buenas noches Shelly.

Maggie: Nos vemos mañana en el instituto, chicos.

Salí del chat y me metí a bañar, antes de cerrar los ojos le di un vistazo a la última notificación.

Dorian:

Dulces sueños, amor.

Esto ya era ridículo.

Estaba sentada en la isla de la cocina frente a un café y galletitas cuya forma era la cabeza de la estatua de la libertad.

Mamá ya se había ido, como era predecible, pero cuando volviera no dudaría en decirle que no pensaba en mudarme a Nueva York, por muy buena que pareciera la oferta, no lo haría.

Después de ponerme el humectante y unos shorts negros junto a una blusa rosa con el número 84, corrí a mi auto para evitar llegar tarde.

Primera hora, literatura, análisis grupal de Romero y Julieta.

– ¿Tasha Sullivan? Me gustaría saber su opinión. – dijo la profesora.

–Pues...–tragó saliva. – por una parte, es el peor final realista que he leído en mi vida...

–Romero y Julieta, Señorita Sullivan, es una obra de tragedia.

–No critico a Shakespeare, pero pienso que lo que nos intenta decir es que no hay mejor salida que el suicido ante el fracaso.

–Lo que Shakespeare nos demuestra es que en realidad no todo tiene un final feliz, no todo en la vida es color rosa. Nos transporta a una obra en la cual...

–Créame, lo sé más que Romeo y Julieta. Pero a pesar de todo lo que pasé, jamás recurrí al suicidio como salida. Usted pidió mi opinión, esta es.

Le siguieron opiniones muy diferentes. ¿Quiénes eran Romeo Montesco y Julieta Capuleto, en realidad? ¿Eran dos jóvenes cuya única decisión que pudieron tomar libremente fue una muerte fingida y un suicidio final? El amor humano, no es más fuerte que la muerte, es real, pero no más que una idealización, una metáfora, una forma de vivir, y de morir.

Suspiré mientras Ingrid terminaba con su discurso y sonaba la campana.

–Pst, Maggie.

Ella volteó rápidamente.

–Necesito que me acompañes al baño, tengo que cambiar mi toalla femenina.

Asintió, y salimos al pasillo.

–En la hora siguiente tendremos matemáticas. –me dijo como si no lo supiera.

–No me lo recuerdes.

Metí mi mano en el bolsillo.

– ¡Oh Dios!

– ¿Qué sucede? – preguntó alarmada.

– ¡No está! ¡La toalla femenina no está!

Me giré bruscamente y vi a Jack y a Dorian acercarse con una sonrisa.

–Se te perdió algo.

Sonreí, no era la primera vez que Jack estaba presente en una situación así. La primera vez que me vino la menstruación fue en su casa. Había sentido una sustancia pegajosa en mi ropa interior por lo que fui directo al baño, mi madre ya me había platicado sobre esto, pero aun así entré en pánico, coloqué medio rollo de papel higiénico y salí como si nada. Para mi desgracia, no noté que la sangre había traspasado a mi pantalón, Jack se dio cuenta y corrió a avisarle a su madre. Isabella fue de lo más comprensiva, me explicó algunas cosas y llamó a mamá.

–Gracias. – murmuré.

Tomé la mano de mi amiga y prácticamente volé a los sanitarios.

–Eso fue raro. –señaló la puerta. – Oh, esta noche iré a dormir a tu casa. Será noche de chicas como en los viejos tiempos.

–Nunca fue noche de chicas, en los viejos tiempos, teníamos a Jack en el medio.

–Ya, tienes razón. Podemos comprar dulces después del instituto.

–Sí, está bien. Pero yo elijo la película.

La cafetería estaba concurrida ¿La razón? Hay un nuevo empleado en la cocina y es un joven muy guapo. Su rostro me resultaba vagamente familiar.

Me paré frente a él y me sonrió.

–Una ensalada y una soda, por favor.

Era rubio, y sus ojos parecían de color miel.

Me entregó mi pedido y volvió a sonreír.

Jack parecía perdido en sus pensamientos, mientras que mi novio chateaba por celular.

–Dios, ¿viste lo guapo que es? – Me preguntó Maggie.

–No es para tanto. –respondí llevándome un tomate a la boca.

–Si lo es.

–Bueno, para que la población femenina deje a un lado a Bratt y se fije en él debe serlo, ¿sabes cómo se llama?

–Evan, Evan McCarthy. Creo que es de San Diego. Su padre es alguien importante.

–Oh.

–Shell, ¿Qué te parece si mañana hacemos un picnic? Podemos ir durante el almuerzo y regresar justo a tiempo para la siguiente clase.

–Me parece bien, solo si llevas nutella.

–De eso seguro.

Se acercó por encima de la mesa y depositó un suave beso en mis labios, la piel se me erizó.

-No esa no, la hemos visto millones de veces.

–Uf, ¿entonces qué propones? - le pregunté lanzando un suspiró.

–Titanic.

–No esa no, la hemos visto millones de veces. - traté de imitar su voz chillona.

Lanzó una carcajada.

–Bueno, está bien, veremos la tuya.

Puse el cd en mi laptop y esperamos que comenzara.

–Dorian y tu hacen una pareja preciosa.

– ¿Tú crees?

–Sí, son súper tiernos. Aunque él parezca muy cerrado, se nota que te quiere.

–Me cuesta creerlo, hace apenas dos semanas que salimos, pero yo también lo quiero y mucho.

Sus ojos brillaron.

–Yo también tengo un chico, bueno, no realmente, pero quiero que sea mío.

Su forma de decirlo me desagrado, y ella pudo notarlo.

– ¿Quieres frituras?

Asentí.

Habíamos dejado la película por la mitad y nos dedicamos a ponernos mascarillas y hacernos la pedicura.

–Anoche la vi a Tasha, parece que tuvo una pelea con su madre y la echó de su casa.

– ¿Cómo es posible que una madre haga eso? ¿Sabes dónde se está quedando?

–Parece que en lo de su prima, la verdad es que no sé quién es, creo que vino de San Diego hace un par de meses. Por lo que me dijeron tuvo que vender su coche.

–Pobre Tasha. Ojalá pudiera ayudar.

–Sí, mamá me dijo que le ofreciera ayuda, pero no creo que quiera recibirla, y menos de mí.

La puerta de mi habitación se abrió y mi madre apareció tras ella.

–Ya es tarde niñas, mañana tienen instituto.

–Enseguida dormimos. Espera que me retire la mascarilla.

Ambas nos pusimos nuestros pijamas y nos metimos en mi cama. Mientras admiraba el techo blanco de mi habitación del cual desprendían lucecitas escuché a Maggie susurrar.

– ¿Sabes? Hay veces en que hacemos cosas sin querer queriendo, cuando sabemos que está mal, pero somos demasiados egoístas como para retractarnos.

Me giré ahora hacia la pared color lila.

–¿Qué quieres decir?

–Que cometemos errores, aunque sepamos que no es lo correcto, pero es más fuerte que nosotros, y lo hacemos igual, arruinando todo a nuestro paso.

–No te preocupes por eso, yo te ayudaré, no creo que sea para tanto.

Ninguna de las dos volvió a hablar, sentía una inquietud en mi pecho, procesé sus palabras un largo rato, hasta quedarme dormida.

– ¡Buenos días, mis niñas! Qué mejor que te lleven el desayuno a la cama, ¿eh?

Abrí los ojos lentamente para encontrarme con una Nora demasiado feliz para esta hora de la mañana. En sus manos traía una bandeja con el desayuno.

–Deberías dedicarte a preparar desayunos y venderlos, es buena opción.

–Amo mi trabajo, esto lo solía hacer tu abuela con tus tías y conmigo, es generacional.

–Nor, ¿tú crees que Shelly se levante temprano para preparárselo a sus hijos? - Preguntó Maggie empezando a comer una porción de pastel.

–Lo dudo. Bueno, me tengo que ir a trabajar, pórtense bien.

Nos besó la frente a cada una y se marchó.

–Quiero que mi madre me prepare unos desayunos tan deliciosos como estos.

–Al principio lo gozas, después se vuelve rutina.

–Lo amaría de todas formas, mamá apenas está para prepararme la cena. Muchas veces me trae las sobras de lo que les prepara a sus jefes.

– ¿En cuántas casas trabaja ahora? –pregunté mientras untaba queso en una tostada.

–Sigue en tres. Mañana, tarde y noche.

–Pobre Lucy, debe estar agotada.

–Lo está.

Cuando terminamos de desayunar y prepararnos salimos rumbo al instituto, pero esta vez iríamos caminando.

La estatua del fundador de la escuela junto a la placa que rezaba "Instituto St. Francis: Hogar de los Halcones" me hizo suspirar de alivio.

Al entrar, la mezcla de olores me golpeo la nariz, como me gustaría ser Voldemort en estos momentos. Nos abrimos paso entre los alumnos, la escuela era preciosa, mantenía un estilo antiguo y moderno a la vez.

Nos separamos para ir cada una a su taquilla, en la mía el único distintivo era mi inicial. Poner muchas estampillas requería de una limpieza profunda a la hora de marcharnos, y no quería pasar por eso.

– ¡Shelly!

Jack llegó corriendo con la respiración entrecortada.

– ¿Qué sucede?

–Es Cam.

– ¿Le pasó algo? ¿Estás bien? - pregunté preocupada.

–La vi hablando con ese tal Evan, se los veía muy animados.

–Oh, estas celoso. –dije acomodando los libros de matemáticas.

–Como para no estarlo, ese tipo tiene la sonrisa más practicada que una recepcionista.

Solté una carcajada.

–Dios, jamás pensé que te vería preocupado por una chica. –me miró serio. –Bueno, está bien. Trataré de preguntarle discretamente.

–Gracias, eres la mejor amiga del mundo.

En la clase de biología, mientras esperábamos a la profesora, me acerqué a Cam.

–Te vi hablando con Evan. – dije sin apartar mi mirada de su cuaderno con flores brillantes.

–Sí, tenía curiosidad.

– ¿Curiosidad?

– Como alguien como él había terminado en la cafetería.

–Ah, pero... ¿no te gusta?

Sonrió, y me hizo un gesto con la mano.

–No, ¿Por qué estás tan interrogativa?

–Solo quería saber, nada más.

La profesora entró al salón y me giré hacia mi asiento.

Buenos días alumnos, saquen una hoja, habrá examen sorpresa.

Tema II, ¿nombre? Pues, creo que es lo único que sé.

Primera pregunta ¿Cómo se formaron los primeros átomos? ¡Esa la sabia! "Los creo Dios" coloqué como respuesta. ¿Qué significa Para-sináptico? Ahg ¿Cómo iba a saber eso?

Miré a mis compañeros, la mayoría miraban para arriba, o al suelo, como si allí fueran a encontrar las respuestas. Leí las demás preguntas, resignada, me levanté y le tendí la hoja.

–Sorpréndeme. –me dijo preparaba para corregir.

–Créame que sí.

Sonrió y volví a mi lugar, rápidamente los demás siguieron mis pasos. La profesora paró de corregir mi examen, ahora tenía dos días más para preparar mi funeral, pero era demasiado difícil, no era mi culpa.

– ¿Acaso no prestan atención cuando yo explico? – preguntó enfadada.

Próxima hora, educación física.

– ¡Evans! Presta atención, ¿quieres?

Elevé mi mirada y vi la pelota aproximarse a una velocidad absoluta. Tapé mi rostro por miedo a que me pudiera golpear, el silbato sonó.

–Tienes que agarrar la pelota, no te va a morder. –volvió a gritar.

–Eso lo dices porque no estás en mi lugar.

–Soy profesora, me he preparado para esto, te toca a ti de nuevo.

Y así, la secuencia se volvió a repetir. Creo que tengo Pelofobia.

Era la hora de almorzar, y todavía estaba del otro lado del instituto ordenando mi taquilla, sentí que me cubrían los ojos.

–Sorpresa. –la voz de Dorian cosquilló mi oreja.

Me volteé para besarlo.

–¿Sabías que los frascos de Nutella vienen en varios tamaños?

–Claro que lo sabía. –le sonreí.

Rápidamente olvidé mi taquilla y lo seguí. Puso una manta en el césped, justo en el patio delantero del instituto.

–Mi madre nos preparó sándwiches de jamón. –me tendió uno, y en cuanto lo agarré le di un mordisco.

– ¿Cómo esta ella?

–Ha estado muy animada desde que le hablé de ti.

– ¿Le hablaste de mí? –levanté mi vista hacia él.

–Sí, se puso muy contenta, hasta pone música a la hora de limpiar.

–No sabes cómo me llena de felicidad oír eso, se ve reflejado en ti.

Se rascó la nuca con nerviosismo, esperen, ¿Y si me proponía matrimonio? No, pero yo era muy joven aún, aunque casarme con él no sonaba tan descabellado.

–Quiere... quiere que te lleve a cenar. Le dije que esperara un poco más, pero ya compró todo para preparar la comida, hacía mucho que no salía de casa, no iba ni al supermercado. Si dices que no, no habrá problema, lo entendería...

–No te preocupes, claro que iré. –Brotó de mi boca con tanta naturalidad que ni siquiera tuve tiempo para pensarlo, ¿cenar con los padres de Dorian? Yo era un desastre para este tipo de cosas.

–Bien, le avisaré a mamá, será esta noche ¿te parece bien?

Asentí.

Se acercó hasta que nuestros rostros rozaron.

–No te preocupes, no te harían sentir incomoda, mi madre ya te ama, y mi padre también.

Rompí con la distancia que quedaba entre nosotros y lo besé.

–¿Qué dices que me ponga?

–No lo sé, cualquier cosa esta bien.

–¿Cualquier cosa? ¡No tengo cualquier cosa! En la tarde me tendrás que acompañar al centro comercial.

–¿No tienes nada en tu armario?

–No quiero nada de eso, tiene que ser especial para la ocasión.

Soltó una carcajada, dejando que se marcaran unos hoyuelos en sus mejillas.

–Así que... especial ¿Eh? Vas a conocer a tus suegros, eso me pone los pelos de punta con tan solo decirlo. El día que conocí a tu madre, señaló a Jack con un cuchillo.

Me reí.

–No digas "Conocer a tus suegros" simplemente voy a conocer a tus padres, que es lo mismo, pero no suena tan mal. Si... mamá es así. –suspiré.

– ¿Ha pasado algo entre ustedes?

–Quiere que vayamos a vivir a Nueva York.

Adoptó una expresión que no supe descifrar.

–Pero no se irán ¿cierto?

–Lo dudo, en poco más de un mes cumpliré los dieciocho, no me obligará a irme del otro lado del país.

Se perdió en sus propios pensamientos, mirando a ningún lado en particular.

Carraspeé.

–Helen, ¿verdad? – pregunté recordando el nombre de su madre.

–Sí, ¿quieres Nutella?

La respuesta era obvia, sacó de la cesta el frasco más grande que existía junto a barras de chocolate.

– ¿Te he dicho que te amo?

–Creo que nunca lo habías mencionado.

Nos quedamos mirándonos mutuamente.

–Te amo. –pronunciamos al unísono.

Y lo creí, creí que me amaba al igual que yo a él.

– ¿Shell?

–Ya salgo.

Era el décimo vestido que me probaba y no me gustaba ninguno. Como le dije a Dorian –quien me esperaba afuera–debía ser especial.

Cuando salí me recorrió el cuerpo con la mirada.

– ¿No te ibas a probar los vestidos?

–No me gusta ninguno, vamos.

Salimos de la tienda, y caminamos tomados de la mano.

La tienda Becky's era mi última opción, y no sé por qué, amaba la línea. En vidriera un maniquí vestía un monito blanco, sencillo. Lo amé.

Entré arrastrándolo, hasta llegar a la caja de recepción.

–Buenas tardes y bienvenidos a Becky's, ¿en qué podemos ayudarlos?

–Me gustaría probarme el monito que está en vidriera.

–Claro, pasa al probador, enseguida te lo alcanzó.

Hice lo que me dijo y esperé pacientemente. Y la espera había valido la pena, me quedaba increíble.

–¿Qué dices? –le pregunté a Dorian corriendo la cortina. Sus ojos se abrieron con sorpresa.

–Guau, estás... estás hermosa.

–¿Lo dices enserio? A mí me gusta, pero si crees que es mucho para una cena me pruebo otra cosa.

Se acercó a mí y me tomó de las manos.

–Es perfecto, tú eres perfecta.

Me dió un beso rápido y volví al probador.

Dorian me dejó en casa, y en un par de horas me volvería a buscar. Mi Audi seguía en el garaje, no quería pedirle que me llevara a la peluquería, tenía que ayudar a su madre a preparar la cena.

Quería un peinado sencillo, pero bonito, que se alejara de mi cabello suelto de costumbre.

–Conoceré a mis suegros y abuelos de mis futuros hijos, necesito verme bien. –le dije a la peluquera.

Sonrió y se puso manos a la obra.

Tras un par de intentos se decidió por una trenza de lado y unos mechones sueltos para "armonizar" mi cara redonda.

Una hora y media después, cuando volví a mi hogar, me encontré con que mi madre no estaba, no había dejado una nota, tampoco, solo una hamburguesa lista para meter al microondas. Le resté importancia y subí a prepararme, sobre el monito me pondría un saco color rosa pastel, que combinaban a la perfección con unos zapatos, que, aunque no eran del mismo tono, se asemejaba bastante.

Me tomé una foto y se la mandé a Maggie, buscando su aprobación. Al instante me respondió.

Maggie:

¡Eres divina! Mucha suerte amiga.

Satisfecha con su respuesta me senté a esperarlo, faltaban un par de minutos, pero los nervios me consumían.

Habían pasado alrededor de dos horas y seguía esperando, lo llamé varias veces, pero no me atendió, estaba a punto de entrar en una crisis. Mi teléfono sonó. Bufé al ver que era Maggie.

–Shelly, tienes que venir al Hospital Central, Dorian tuvo un accidente.

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