Capítulo 29
Capítulo 29
Otabek
Actualidad, Rusia
Los nervios lo iban a carcomer si se quedaba solo esa noche, por lo que decidió hacer uso de la única compañía con la que podía contar en ese momento.
JJ lo estaba esperando en un bar español de tapas. El chico imaginaba que era solo una salida amistosa, pero Otabek estaba un poco necesitado de apoyo emocional. Le dio cargo de consciencia, ya que literalmente estaba usando al canadiense.
Prometo ser un mejor amigo para JJ, aunque me cueste.
El ambiente del lugar era bullicioso y sonaba música con una letra que no tenía ni la más absoluta idea de lo que significaba. Pero la gente se veía feliz, dichosa, tan alejada de lo que Otabek sentía en esos momentos. En una mesa pequeña en el centro del lugar, para variar, lo estaba esperando su compañero.
— ¡Eh! ¡Otabek! ¡Aquí! — Chilló, mientras hacía señas y alargaba las vocales. Típico.
— Buenas noches, JJ, espero no haberte importunado.
— Ay, Beka, siempre tan formal y correcto... ¡Estas cosas son las que hacen los amigos! Te llaman a altas horas de la noche para salir a divertirse y olvidarse de los problemas.
— Sí, sobre eso...
— Alto ahí, dime ¿Qué te apetece pedir? Todo se ve muy delicioso — Declaró JJ, mientras hojeaba el menú— Podría ser un poco de queso con oliva, o las clásicas croquetas españolas. Aunque la tortilla de patatas con chorizo me hace agua la boca... ¡Quiero todo! Espero que estés muy hambriento.
— No tanto la verdad.
— ¡Eh! ¡Mozo! ¡Queremos un poquito de cada cosa del menú de entradas! ¡Y dos jarras de sangría! — Dijo a los gritos, mientras Otabek se agarraba la cabeza por la vergüenza.
Será una larga noche, pensó. Al menos así pasaría más rápido.
* * * *
Tras hora y media de comer y beber, el par de amigos ya estaba tocado. Un poco borrachos. JJ había intentado bromear con unos turistas alemanes que lo mandaron a freír espárragos. Luego unas chicas intentaron dejar sus números y fue JJ quien les dijo que ambos estaban comprometidos. El mozo no se veía feliz con los arrebatos de aquel borracho con ganas de armar jaleos e incitar peleas. Por más de que fuese totalmente ingenuo a que lo estaba haciendo.
Otabek enrojeció. Todavía recordaba la breve charla en que su amigo le había contado como besó a Yuri durante su desaparición y sobre lo muy arrepentido que estaba. Si bien aquello le había provocado una puntada de celos enorme, había aceptado las disculpas porque eran sinceras. Entonces, por alguna razón, JJ había asumido que ellos dos eran novios. Otabek no había tenido oportunidad de negárselo por dos motivos. Primero, JJ entendía lo que quería y difícilmente cambiaría de opinión una vez tenía algo metido en la cabeza. Y segundo, porque rápidamente desvió la conversación hacia la hermosa Isabella Yang, su gran primer amor, que lo esperaba en Canadá.
— Beka, somos afortunados — Decía hipando JJ—. Ya quiero volver a casa ¡Pero te voy a extrañar tanto! ¿Me irás a ver, verdad? No me digas que no tienes dinero porque... iré yo... y pagaré los boletos. Para ti y para Yuri. Se los pagaré así van a mi boda.
— JJ, no dejaré que pagues más cosas por mí — Respondía Otabek a sus balbuceos, con las mejillas coloradas por el alcohol—. Y si lo hicieras, solo tendrías que pagar uno solo.
— ¡Ah, entendí! Quieres llevar a Yuri en tus piernas durante el vuelo ¿eh, tigre?
— Nada de eso. Ni siquiera sé en que posición estoy con él — Confesó, mientras los ojos de JJ brillaban.
— ¡Siempre he querido esto!
— ¿Disculpa? — Preguntó el kazajo, sintiéndose molesto. Leroy agitó las manos.
— Ah, perdóname. Me refiero a que siempre he querido tener charlas sobre nuestros sentimientos con un amigo. Háblame, Otabek, el tío JJ te escucha — Habló, mientras tomaba sus manos. Otabek se soltó de inmediato.
— Estás comportándote como un fenómeno.
— ¡Hombre! Los amigos nos apoyamos mutuamente. No puedo apoyarte si no me hablas. Somos amigos, Beka. En las buenas y en las malas, como Quijote y Sancho Panza, como Mario y Luigi, como Harry y Ron...
— No quiero arruinar tu noche — Dijo a pesar de sabía que le terminaría contando. Ese había sido su objetivo, de todas formas.
— ¡Quiero saber! — Exigió, golpeando su jarra en la mesa— ¡Y quiero más sangría! ¡Mozo! ¡Si no me traes alcohol entonces no podré seguir viviendo!
— Lo que pasa es que algo ha ocurrido — Suspiró Beka, pero un fuerte hipo lo sorprendió—. Yuri me culpa por eso.
— ¿Y es tu culpa de verdad?
— Pues... no, al menos no del todo.
— ¡Entonces no entiendo! — Masculló. Cada palabra que salía de la boca de JJ parecía un grito— Debería darse cuenta.
— No... no es tan sencillo.
— Que lo es. Las personas que suelen empecinarse en echarle la culpa a otros es porque no quieren ver la culpa en sí mismos.
El cansado mozo dejó dos nuevas jarras de sangría. JJ dio un largo trago, mientras Otabek se miraba los pulgares.
— Mañana hemos acordado... para hablar — Confesó Otabek. Jean lo miró con ojos pensativos.
— Mañana será clave. Mira, Beka, te daré un milenario consejo que ha estado en la familia Leroy por generaciones — Dijo, con toda la seriedad del mundo.
— Dime.
JJ tomó aire, agarró a Otabek por las mejillas y lo miró a los ojos.
— El burro no coge por lindo, sino por insistente — Y luego se desmayó.
Puto JJ.
* * * *
Las 4 am y no podía pegar un ojo. Hacía solo un rato había tenido que arrastrar a JJ hasta su casa, donde lo había dejado durmiendo borracho y como una cuba.
La noche de repente se sentía muy solitaria ahora que sabía que Viktor no estaba esperándolo al otro lado.
Y ahora que no se que pasará con Yuri.
Otabek recapituló los últimos meses de su vida. Maravillosos meses, más de lo que habría podido pedir alguien con una existencia tan gris como la suya.
Sí, su vida era gris. No porque le faltasen aventuras, ya que siempre se las había ingeniado para andar de aquí para allá. Era gris porque Otabek todavía no encontraba algo que lo motivase, que pintase sus días de los colores más vivos del arcoíris.
No necesariamente debía ser una persona. Podía ser un sueño, una aspiración, una pasión. Jamás había creído que sería de esas personas que sus días dependerían del amor y la compañía que otro le profesase.
En otras palabras, no habría imaginado que el pequeño y gruñón Yuri terminase siendo su explosión de colores en sus tristes días.
Y todo era gracias a Viktor ¿O era gracias a él mismo? ¿Acaso Otabek se había enamorado de aquel chico solo por el pasado que los unía?
Él estaba seguro que no. Él lo había querido porque así lo había decidido, porque su frío corazón se había derretido ante aquel incendio que era Yuri en su inmensidad.
Se lo demostraría. Le diría que podían construir una historia desde cero, que Viktor y Yuuri no habían sido más que un prólogo de tinta negra en la larga historia multicolor que ellos todavía podrían construir.
Yuri, sólo dame la oportunidad.
* * * *
El Puente no se veía como todos los días. Todo parecía estar más nítido, más intenso, más brillante. Quizás esto solo le ocurría a sí mismo.
La iglesia más cercana dio las campanadas de hora en punto.
Entonces ahí, Yuri y Otabek se vieron de frente.
El rubio tenía el cabello atado y desaliñado. Nunca lo había visto tan hermoso.
Porque a mis ojos eres lo más hermoso que se me podía presentar.
— Viniste — Dijo, con la voz aguda. Yuri chasqueó la lengua y pateó una piedra.
— No es posible huir para siempre.
— Claro que lo es, si sabes cómo esconderte.
— No de ti. De ti no puedo huir.
Otabek lo observó. Podía ver cómo de a poco bajaba la guardia; tenía un brillo especial que lo transportó a una época muy lejana, una donde un soviético y un japonés, enemigos de guerra, se miraban por primera vez en una sucia carpa en un campamento en Corea. Una época donde unos chicos llamados Viktor y Yuuri se habían querido en mil sentidos. Una época dónde aquellos que amaban no encontraban un final feliz.
Pero este no es ese Yuuri. Es mi Yuri. Y yo no soy ese Viktor. Sólo soy Otabek.
— Creí que odiar a Viktor, que odiarte a ti, me haría sentir mejor — Empezó, mirando al atardecer sobre el Río Nevá—. Pero de nada me sirve odiarlos. Lo hecho, hecho está.
— Puedo explicarte todo lo que ocurrió — Balbuceó Otabek—. Ayudarte a entender. Quizás Yuuri nunca pudo saberlo, pero lo sabrás tú.
— No quiero que lo expliques — Dijo luego de un rato—. Sólo serviría para perdernos aún más en sus vidas. Quiero dejarlo atrás, pero solo podré hacerlo si te tengo a mi lado.
Ninguno dijo nada por unos momentos. A veces, el silencio podía decir más que las mismas palabras. Que fuese un silencio calmo, en confianza, le daba buena señal. Yuri abrió y cerró la boca varias veces, antes de animarse a hablar.
— Pero hay algo que no puedo sacarme de la cabeza.
— Dímelo — Ordenó, con calma, Otabek—. Si vamos a hacer esto juntos, pues lo hacemos juntos. No más secretos ni desconfianzas.
— No quiero amarte solo porque Yuuri amó a Viktor una vez. Y esta parece ser la condena de nuestra historia — Habló, con la voz rota. Otabek lo tomó del mentón—. Quiero creer que te quiero porque así lo elijo yo y no porque el destino nos lo impuso. Porque ellos lo impusieron.
— Escúchame con atención. El destino no es quien para decidir si algún día nos amamos. Esos seremos nosotros. Puede que el destino, la vida, quien sea, nos haya unido. Pero ellos no deciden qué haremos de ahora en más.
» Yuuri y Viktor nos hicieron un regalo; ahora es nuestro deber mantenerlo.
Lo miró con aquellos hermosos ojos verdes que tenía. Otabek podía ver lo mejor de Yuuri en ellos, así como el legado del mismo Viktor.
Pero tienen la marca personal de Yuri Plisetsky. Eso es lo más importante.
El chico sacó algo del bolsillo de su chaqueta. Algo pequeño y que relucía, y que hizo llenar los ojos de Otabek de lágrimas tras reconocerlo: la medalla de Yuuri, la que había entregado a su amante ese último día en Hong Kong, como una muestra de su amor. Para que jamás lo olvidase. Pensó que Viktor no hubiese podido olvidarlo, de todas formas.
— ¿Puedes creerlo? — Le preguntó, con una sonrisa y mirada empañada— No creo que esos dos se hubieran imaginado que su historia al final terminaría así.
— Te equivocas, Yuri — Dijo Otabek—. Apenas está comenzando.
La noche empezaba a caer. El frío era tal que podía calar huesos, pero la presencia del otro era reconfortante.
Yuri deslizó su mano a través del frío barandal. De a poco, la puso sobre la de Otabek. Y este, entrelazó sus fríos dedos con los suyos.
Era el mejor principio de historia que Otabek había visto jamás.
* * * *
¡Último capítulo! ¡MAÑANA EPÍLOGO! Y se acabó :c estoy que no puedo contener la emoción, en todos los sentidos. Pero no diré mucho hoy porque quiero guardarme para mañana.
Les agradezco tanto, tanto, tanto por sus comentarios y acompañarme a través de esta historia <3 espero, de todo corazón, la hayan disfrutado como yo.
También las invito a visitar mi spinoff que escribí de Seung-Gil Lee, que se llama Heartless. Ahí vemos un poquito más de su pasado y su relación Phichit. Y les recuerdo que las votaciones de los #AwardsOnIce, siguen por si alguna quiere hacerlo y no lo ha hecho <3 ¡MIL GRACIAS A LAS QUE VOTARON! Son maravillosas y lo aprecio mucho <3
¡Abrazo enorme! ¡Nos vemos mañana en la última parte de esta historia!
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