Capítulo 23
Capítulo 23
Yuuri
1942, Japón
Volver a casa se sentía distinto. En realidad su casa seguía igual, el distinto era él.
La Armada Imperial había hecho un aviso a los Katsuki para que recibiesen a su hijo regresado. Mamá había organizado una pequeña cena, a la que incluso asistió Minako-sensei y su hermana Mari. No había rastros de sus amigos de la infancia, y ahora matrimonio, los Nishigori.
Le habían preparado un tazón de katsudon, que le llenó a Yuuri los ojos de lágrimas. Luego de tanto miedo y dolor, finalmente volvía a los brazos que lo habían cobijado por dos décadas. A casa.
Phichit no volvió a casa para que tú pudieras hacerlo, le dijo su voz como siempre. Pero luego se calló, porque el vacío de la soledad que había estado sintiendo últimamente, de a poco, comenzaba a llenarse de vuelta.
— Yuuri — Dijo mamá, tomando su rostro entre sus callosas manos luego de años de trabajo—. Mi hijo. Has vuelto a casa una vez más. Sabía que lo harías.
— Mamá. Sí, he vuelto. Lamento haber estado fuera tanto tiempo y no dar noticias.
— Descuida, hijo. Yo entiendo las circunstancias en que estabas. Ahora has vuelto y ya nada más me importa.
Hiroko seguía siendo tan dulce y comprensiva como siempre. Yuuri pensó que, si tuviese que elegir su madre una y otra vez, lo haría en todas las vidas futuras que tuviera.
Su papá le dio un corto pero emotivo abrazo. Mari también. Minako se arrojó sobre él, llorando a raudales y regañándolo por no dar noticias.
Casa. Al fin casa. Al menos una vez más.
* * * *
Cuando la pequeña reunión terminó y todos partieron a dormir, Yuuri decidió satisfacer la molesta curiosidad que lo estaba carcomiendo.
Hiroko parecía haberlo estado esperando en la cocina.
— Mamá — Inquirió—. Me sorprende que no hayas invitado a los Nishigori. Me hubiera venido bien ver más rostros amigables.
— Oh — Fue lo que dijo Hiroko. Su mirada se ensombreció, y suspiró—. Es cierto. No podías saberlo.
— ¿Saber qué? — Preguntó con el corazón en un puño.
— Yuuri, siéntate por favor.
— Mamá, he estado en la guerra. He visto muertes, torturas, dolor y miedo a lo largo y ancho de Corea y Hong Kong. Puedo oír lo que tengas que decir.
Yuuri no sabía de dónde salía tanta agresividad de su interior. Hiroko no se sobresaltó ni lo regañó. Nunca lo hacía. Su madre parecía entenderlo antes de que él se entendiera a sí mismo.
— Es Takeshi — Dijo finalmente.
— Mamá — Suplicó Yuuri—. Dímelo.
— Sabes que él también servía en la Armada Imperial ¿no? Bueno, él... Es tan duro, cariño. Ha sido tan reciente y Yuuko ha estado destrozada.
— No... — Negó Yuuri— Me niego a aceptarlo.
— Fue asignado al Proyecto Kamikaze. Takeshi perdió la vida mientras cargaba contra los buques Aliados que protegían la base estadounidense de Pearl Harbor.
Yuuri recordaba muy bien Pearl Harbor. Mientras él y todo un batallón de infantería y parte de la marina atacaban Hong Kong, la fuerza aérea y la otra mitad de la marina atacarían directamente a la base militar situada en Hawaii. Era un punto estratégico. Era la zona de Estados Unidos más vulnerable y estaba a seis horas de las costas japonesas. Aquel ataque había marcado la entrada a la guerra de Japón, oficialmente. Para Yuuri era una trivialidad, porque Japón se encontraba en guerra hacía muchos años ya.
Takeshi era piloto de tipo caza, y estaba en un rango medio de habilidad. Yuuri entendía por qué lo habían enviado. Era lo suficientemente bueno para saber que punto atacar pero sin ser irremplazable. Lo entendía, pero no quería aceptarlo.
Sin decir una palabra más, se fue a su habitación y se echó a la cama, donde lloró toda la noche. Recordó como Takeshi solía molestarlo de pequeños, pero cómo con el tiempo se había convertido en una invaluable amistad. Recordó como habían complotado juntos para que Takeshi le pidiera matrimonio a Yuuko en el Castillo de Hasetsu luego de que ya había cerrado.
Yuuko. Yuuko y sus hijas están solas. Ella era fuerte, Yuuri lo sabía, pero eso no quitaba que las pequeñas trillizas crecerían sin un padre y Yuuko, la pobre Yuuko, había perdido al amor de su vida antes de cumplir siquiera diez años de aniversario.
La vida era injusta, pero Yuuri ya sabía muy bien esto.
* * * *
El Ice Castle de Hasetsu solía ser un palacio de sueños cumplidos y amor para Yuuri. Ahora parecía el castillo de alguna terrible bestia, cubierto de niebla y penumbras.
Estaba totalmente abandonado. No podía ser hace demasiado tiempo. Para Yuuri, lo más probable era que Yuuko sólo había cerrado luego del fallecimiento de su esposo, pero éste parecía que hacía años que no veía la sonrisa de un niño.
La puerta estaba semi-abierta, y con un pequeño empujón terminó cediendo. Había telarañas, polvo, patines desperdigados. La pista estaba deshielada. Parecía una pesadilla.
Yuuri recordó que la puerta trasera era como un portal hacia la residencia de los Nishigori. El picaporte tenía una pequeña telaraña, como si no hubiese vuelto a ser usada. De todas formas se arriesgó, y tocó tres veces con el puño.
Nada. Esperó uno, dos minutos. Tocó otras tres veces y solo recibió más silencio.
Pero cuando Yuuri iba a tomar asiento para tocar una vez más en unos minutos, la puerta se abrió.
Una pequeña coleta castaña fue lo primero que vio, junto con unos ojos curiosos.
Era una de las trillizas Nishigori. Yuuri no podría decir si era Axel, Lutz o Loop, ya que para él las pequeñas se veían exactamente iguales y dudaba de que hasta sus padres pudieran diferenciarlas.
Solo su madre ahora, pensó.
— H-hola — Atinó a decir— ¿Está Yuuko en casa?
La pequeña seguía mirándolo perplejo. No es como si no hubiera conocido a Yuuri. Hasta hacía dos años les encantaba fastidiarlo por su peso y soltería, aunque cada vez que Yuuri desaparecía, Takeshi le contaba que ellas no dejaban de preguntar por él. Ahora, Takeshi ya no estaba para contarle todas esas cosas.
— Loop, cielo ¿Quién es? — Preguntó una dulce voz de fondo: Yuuko.
Cuando vio a Yuuri, quedó de piedra. Yuuri también, puesto que no había preparado que decirle.
Los ojos de Yuuko se llenaron de lágrimas, y corrió a los brazos de su amigo de la infancia.
— ¡Yuuri-kun! ¡Me pone tan feliz verte otra vez en casa!
— Yuu-chan...
No sabía que reacción esperaba de Yuuko, pero claramente no había esperado aquello. Un poco de rechazo, quizás. Rencor por el hecho de que Yuuri había regresado con vida pero Takeshi no.
Se sintió horriblemente por pensar eso de su amigo. Yuuko, que lo había defendido cuando eran pequeños, que le había dado la mano cuando patinó por primera vez. Ella había sido amiga de Yuuri mucho antes siquiera de que Takeshi le cayera bien.
Por supuesto eso no quitaba que había amado a su esposo más que a nada, con excepción de sus hijas. Pero Yuuri y ella tenían un vínculo que difícilmente podría ser desgastado.
La casa se veía como siempre. Sí, ahora estaba sombría, desolada, con menos vida, pero no era un caos andante. Yuuri vio por el rabillo del ojo que las trillizas lo espiaban desde su cuarto.
— ¿Deseas tomar algo? ¿Té? ¿Un café? ¿Comida, tal vez?
— Estoy bien, Yuuko. Quería venir a verte.
Yuuko supo lo que venía. Condujo a Yuuri al sofá, donde se sentaron lado a lado y tomó sus manos. Ella lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
— Lo siento tanto, tanto — Murmuró—. Las palabras no son suficientes.
— Todo pasó tan rápido. Yo lo supuse. No es ningún misterio lo que la Armada Imperial hace con los soldados, pero... fue tan rápido, Yuuri — Dijo con un hilo de voz, ahogándose ahora en lágrimas—. Y su muerte fue tan horrible. Oh, sí, fue rápido morirse, literalmente. Pero él sabía lo que debía hacer. A él lo mataron mucho antes — Declaró con una furia serena, mientras las lágrimas no abandonaban sus ojos.
Lo mataron, pensó, porque eso es lo que hacía la guerra. Mataba soldados, que solo eran meras armas y escudos.
¿Acaso somos malvados porque creamos una guerra o la guerra nos hizo malvados?
Yuuri no tenía respuesta. Deseó tener a Viktor a su lado, quizás él pudiera responder a su duda.
* * * *
Le llegó una carta de Chris. Yuuri no quiso leerla.
Minako-sensei había insistido y, si eso hubiese ocurrido antes de la guerra, la poca voluntad de Yuuri hubiese terminado aceptando leer la carta. Pero el nuevo Yuuri no lo había aceptado y no lo haría nunca.
¿Era inmaduro? Sí ¿Era justificable su accionar? También.
Pensar en Viktor dolía. Viktor era un recuerdo de la guerra, uno dulce y embriagador. No entendía ni conocía los motivos del ruso para abandonar Hong Kong tan deprisa y sin un adiós. No se había explicado tampoco en aquellos meses.
Yuuri no sabía lo que la carta de Chris diría, pero estaba seguro que nada bueno era. Había tantas posibilidades de lo que hubiera podido pasar, y que fuese el suizo quien mandaba la primera misiva le daba un mal presentimiento.
No quería arruinar el recuerdo. Viktor, siempre estarás en el rincón luminoso de mi alma, donde las estrellas no brillan porque tu luz las opaca. No sabría lo que ocurrió luego de su último encuentro nunca, y casi estaba bien para él. Lo superaría. Quizás no, pero debía darse el lujo de intentarlo.
Se negó a abandonar el anillo de los Nikiforov y la medalla a la Muerte Honorable de Phichit. A donde sea que fuese, le darían fuerza. A esos amuletos le sumó una fotografía de su cumpleaños número 19. La gente que quería lo acompañaría a todos lados, ya sea en la vida o en la muerte. Si Yuuri moría, moriría con sus amuletos en la mano y sus rostros en el corazón.
Birmania se veía más cerca que nunca y Yuuri no tenía miedo. Ya no más.
Volví a casa una vez más, como tanto pedí. Tuve una probada de lo que es el amor. Pude elegir a mi propio hermano.
Lo que sea que viniese pronto, estaría preparado para ello.
* * * *
Yuri
Actualidad, Rusia
Por primera vez en meses, se había caído. Estampado contra el hielo, con la rodilla a punto de explotarle, un vergonzoso desaprobado y la humillación a tope.
Yakov le había hablado preocupado. Intimidante como siempre, pero con preocupación. Eso había despertado las alarmas de Yuri, ¿acaso estaba descarriándose lentamente como le decían Yakov y la profesora Lilia? Que Yuri no asistía a clases, que se dormía durante la lección, que siempre cuchicheaba con la pelirroja charlatana o se escapaba con el nuevo. Y Yuri, con la irascibilidad que lo caracterizaba, abandonó el despacho de Yakov dando un portazo. Que no lo hubiesen suspendido por al menos un mes había sido un milagro.
Yuri no daba crédito a lo que había ocurrido, no todavía. Desde que había despertado estaba en un modo zombie del que nadie podía sacarlo.
Desde Navidad todo había sido una locura. Aquellas últimas tres semanas habían sido una montaña rusa de emociones, por no decir los últimos cuatro meses.
Había besado a JJ. Había besado a Otabek, su segundo amigo más cercano. Había visitado a su madre luego de años. Había fallado por primera vez en un examen semestral de patinaje. Había estado teniendo todos esos sueños, que últimamente parecían más pesadillas.
Yuri culpaba al otro Yuuri de todo. Su vida había empezado a cambiar drásticamente desde que aquel japonés salía en su mundo de sueños todas las noches. Y era su culpa que lo soñara, o eso se repetía constantemente.
Porque una duda había empezado a crecer en su interior, de que Yuuri fuese algo más que una representación onírica y quizás una persona real.
Pero eso son locuras, se dijo, dando por zanjado el tema.
Luego del examen se había ido dando zancadas de la horrorosa Academia. Ni siquiera quería volver, mucho menos ver el rostro enfurecido de Yakov, pero con decepción y preocupación los ojos.
Fue directamente hasta lo de Otabek, aunque sabía que el muchacho estaba trabajando, así que lo esperó por horas afuera de su apartamento.
* * * *
Para cuando Otabek lo encontró, la mente de Yuri bien podría haber descubierto la cura para el cáncer de tanto que había estado maquinando.
El nombre de su amigo lo rememoraba directamente a la noche de la fiesta de JJ. Ambos habían bebido solo un poco, y Yuri había besado a Otabek en un arrebato de impulsividad.
Quiso morir justo después de eso.
El beso había estado muy, muy bien, al igual que el cosquilleo en el centro del pecho y las temblorosas piernas. Se sentía mejor de lo que sonaba. Y había podido borrar el recuerdo de JJ besándolo de prepo en el parque hacía semanas.
Había una similitud entre ambas situaciones, sin embargo. Yuri se había negado a hablar del tema con ambos.
JJ había sido insistente aquel día, y luego lo había ignorado como ignoraría a una babosa. Otabek primero había ignorado la situación, fingiendo que jamás había besado a Yuri. Solo una vez había intentando sacar el tema, para ser cambiado abruptamente sin que el rubio tuviera que hacer alusión ni negarse. El kazajo no había vuelto a insistir, pero sabía que de vez en cuando moría de ganas por hablarlo. O repetirlo.
Y todo había vuelto a la normalidad, pero a la vez no.
— Yuri — Le dijo Otabek— ¿Hace cuanto que estás aquí? Por los santos, te estás congelando — Exclamó, viendo la palidez en las mejillas de su amigo.
— Te estaba esperando — Fue lo único que dijo. Otabek se veía molesto.
— Sabes muy bien que trabajaba ¿No podías venir directamente a esta hora? ¡O al menos esperar en mi puerta, no aquí en el portal!
— Tu casa es el único lugar en el que quería estar — Musitó, y la voz se le rompió.
— ¿Qué ha ocurrido? — Preguntó, eliminando todo el enojo que sentía, y poniéndose a la altura del chico.
Como Yuri no soltaba palabra, Otabek se apresuró en ayudarlo a levantar y arrastrarlo hasta arriba, prácticamente.
Lo condujo hasta su cama, donde lo dejó acobijado y le sacó las zapatillas. Otabek preparó un té que sabía muy especiado pero para Yuri no había nadie más delicioso en ese momento. El calor que desprendían la taza y sábanas de Otabek parecían haber mejorado su temperatura y ánimos.
— Habla conmigo — Pidió lastimero—. Siento que si no hablas pronto terminarás cayendo en un pozo sin fondo, junto con nuestra amistad.
— Quizás así soy yo — Siseó Yuri—. No puedes saber cómo acabaré, no me conoces lo suficiente.
Se arrepintió de sus palabras en cuanto vio a Otabek. Su rostro volvía a verse estoico, como las primeras veces de sus encuentros. Irguió la espalda y carraspeó.
— Tienes razón. No te conozco lo suficiente y quizás nunca lo haga. Te dejaré dormir.
Otabek palmeó la espalda de Yuri y se fue, dejándolo otra vez solo con sus pesadillas.
* * * *
Me deben estar odiando porque les traigo más angst luego de capítulos tan lindos </3 ¡Por favor no me peguen! No lo puedo evitar jajajaja
Hoy si las nombro a todas, gracias a: Denna-chan, Ladiva1D, NissideCat, patoUwU, F0sterDream, juicelover2 y a las que se sumaron hace poco como lectoras y con lindos comentarios; lena0625 y LucianaDixon. También a quienes votan o solo la leen en silencio.
Les mando un abrazo de agradecimiento para todas <3
* ~ NOVEDADES ~ *: No me pude resistir. Se que dije que la sinopsis y portada de Cien mil universos a tu lado estaría recién cuando publique el capítulo 25, peeeero ¡Acabo de subirla! Así que vayan a leerla y me dicen que piensan <3 todas sus opiniones son importantes para mí, y creo que será un gran proyecto.
¡Las votaciones para el nombre del gatito siguen! Los nombres están en el capítulo anterior, y hasta ahora va ganando Beka <3
¡Un saludo para todos!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top