Capítulo 22
Capítulo 22
JJ
Actualidad, Rusia
¡Ah, que dura podía ser la vida a veces!, se decía a sí mismo Jean-Jacques Leroy mientras pasaba la aspiradora por su destrozado apartamento luego de la fiesta.
No era verdad que estaba destrozado. Solo bastante basura, adornos en el suelo y un poco de ropa interior tirada. Pero a JJ le gustaba dramatizar las situaciones.
Él lo había buscado, de todas formas. Y no es que se arrepentía. JJ de verdad había querido pasar la Nochevieja junto a sus compañeros de la Academia. A pesar de ser el objeto de burlas la mayor parte del tiempo. Al menos Otabek lo quería, muy en el fondo, aunque el chico quisiese demostrar lo contrario.
Y se lo había pagado besando a Yuri Plisetsky.
JJ de verdad había querido besarlo. Su cabeza era un lío, ya no estaba seguro de lo que sentía románticamente por nadie.
Sacó su billetera y encontró la fotografía instantánea que Isabella Yang le había regalado cuando se despidieron en Toronto hacía casi tres años, cuando JJ se fue a conquistar el mundo. Hermosa, suspiró. Pero el tiempo pasaba, y casi no tenía contacto con la chica, menos saber sobre su vida privada, más que unas cuantas fotos que ella subía con sus amigas a las redes sociales.
Cuando habían sido pequeños, no más cinco años, JJ se la pasaba molestándola. Le tiraba de la coleta, larga y rubia, para aquel entonces. Se había cortado el cabello y teñido de negro cuando entraron en secundaria.
Pero Jean solo la molestaba cuando estaba presente. Cuando la niña no estaba escuchando solo clamar a los cuatros vientos "¡Me casaré con Isabella Yang y la haré mi reina!". Su mamá moriría de ternura y le daría un abrazo a su pequeño rey.
Ahora les había fallado a todos. A Otabek. A Yuri. A Isabella, más que a nadie. Pero a ella le había fallado cuando la abandonó en el aeropuerto de Toronto.
Lo podían haber tenido, pero ya era muy tarde ¿Lo era en realidad? JJ quería solucionar las cosas y lo detenía el temor de encontrarse con que ya nada tenía solución.
¿Lo perdonaría Yuri? No es que el chico le hubiese tenido simpatía, pero JJ sabía que no lo odiaba. Si fuera así, hubiera pasado olímpicamente de su persona.
¿Otabek también? El chico siempre había sido tan solitario y JJ de verdad había encontrado un amigo en él cuando compartieron cuarto en una ciudad al sur de Francia. Otabek lo escuchaba sin pedir nada a cambio. Aunque también necesitase tiempo a solas porque la enérgica personalidad de JJ era abrumadora para su introvertido amigo.
¿E Isabella? De eso no estaba seguro. Ella jamás había dejado de felicitarlo en ocasiones importantes o preguntarle cada tanto como estaba. Pero no era lo mismo. Nunca lo sería.
Pero él, el Rey Jean-Jacques Leroy de Canadá, solucionaría las cosas. Al menos intentaría. Y si no podía reparar sus platos rotos, entonces compraría nuevos y les demostraría a los demás que también valían la pena.
Era una lección que estaba aprendiendo de su ángel. O al menos JJ lo llamaba ángel, porque no podía verlo pero soñaba con él. Todas las noches cuando cerraba los ojos el chico rubio se le presentaría, con distintas situaciones adversas de la vida, que debía resolver. Para él era como un acertijo, a ver como eso podía aplicarse en su día a día.
No era un ángel perfecto, sin embargo él sabía las verdaderas intenciones de que ese ser se presentara en sus sueños:
Corrige tus errores, no importa si te cuesta todo.
* * * *
Christophe
1942, Rusia
La mentira tiene patas cortas, le decía su madre. Tarde o temprano las mentiras se revelan. Chris estaba eligiendo hacerlo temprano, aunque eso le costase todo.
Desde que había abandonado suelo asiático que no dejaba de pensar en lo que había hecho. Ni siquiera podía justificarse a sí mismo sobre por qué hizo lo que hizo. Se sentía un fraude, un fracaso y una decepción a la persona que él era y que tan orgulloso se jactaba de ser.
Chris era bueno, pero tendía a caer en actitudes egoístas de vez en cuando. Ahora, todo estaba arruinado, porque Viktor no podría perdonar nunca aquello.
Pero lo mejor era rememorar todo desde el principio, cuando los dos amigos partieron a ayudar en el campo de refugiados de Corea. Todo había ido muy bien, a pesar de las circunstancias. Incluso Viktor había hecho un amigo muy cercano, el soldado japonés Yuuri Katsuki. A Chris no le importaba; Viktor era feliz y en épocas donde reinaba el dolor, no podía culpar a su amigo de buscar un poco de sonrisas y miradas robadas con un bonito chico oriental.
Luego lo había arrastrado hasta Hong Kong. Chris tampoco se opuso; Hong Kong se veía mucho más afectada que Corea por el paso de la guerra y ellos dos, en su afán de ayudar a los necesitados, realmente no se preocupaban si se encontraban tanto en Asia como en Europa.
Lo siguiente que vino fue el ataque, que se llevó todo en su andar. Las calles se habían cubierto de perdición y las puertas a la paz parecían cerrarse bajo siete candados. Y Chris lo había sentido, cuando gran parte de los refugiados a los que cuidaban habían salido a luchar por su patria, por sus seres queridos, por su libertad. Habían fallado.
Y al final vino el rencor. Y él no podía tolerarlo. No podía escuchar los cánticos de victoria de los japoneses mientras danzaban alegremente sobre una ciudad cementerio, mofándose de la destrucción y la humillación.
Mucho menos podía soportar que un tipo tan centrado y altruista como Viktor terminase enredándose en las redes de alguien como Yuuri Katsuki. No es que el tipo estuviera mal precisamente, pero estaba allí, destruyendo, matando, por un país sin honor. Porque los japoneses no tenían honor, no. No después del odio que Chris podía ver que emanaba de sus filas.
Así que eso lo que pudo para huir de aquel horror junto a Viktor. Ahora se estaba dando cuenta de todo lo que su cobardía y odio le iban a traer.
* * * *
Viktor estaba todavía mandando cartas cuando lo fue a buscar. El chico estaba desesperado intentando contactar con gente en Múnich para "liberar" a los padres de Chris.
Mentiroso y egoísta, le susurraban las voces de su alma.
Los padres de Chris no habían sido apresados en Múnich. Ni siquiera estaban en Múnich, sino en el Norte de África ayudando a proteger a niños locales contra las tropas italianas.
— ¡Chris! — Llamó Viktor— Todavía no he tenido muchas respuestas positivas pero hay algunos que lo han dejado en duda. Tenemos que averiguar en que campo o prisión están y se podría contactar con algún guardia alemán infiltrado.
— Viktor — Respondió, tragando saliva—. Es admirable tu voluntad para solucionar las cosas.
— Sí — Rió Viktor—. Yo se que todos merecen tener una vida digna por igual, pero eres casi mi hermano y yo quiero ayudar a tus padres. Han sido como una familia para mí desde que te conocí.
— Quizás no la están pasando tan mal. Digo... no es que no quiera que salgan porque muero porque lo hagan. Pero tenemos que seguir pensando en los civiles que tenemos que proteger. Más ahora que hay rumores de que Alemania planea tomar Moscú.
— Alemania planea tomar el mundo.
— Eso sí.
— Tranquilo, Chris. Sacaremos a tus padres cuanto antes. Los amigos siempre van primero.
Cada palabra que salía de la boca de su amigo era como una puñalada. Casi parecía que Viktor ya sabía acerca de la mentira y estaba poniéndole las cosas más difíciles.
Si Viktor supiera no haría eso, pensó. Porque él es mejor persona y amigo que tú.
Tomó aire. Debía ser valiente. Honesto. Leal. Fiel a sí mismo. Chris era leal, y tenía que corregir su horroroso desliz. Porque si no lo hacía, no sería más que el comienzo a una nueva vida de mentiras y deslealtades.
Christophe, eres mejor que esto.
— Viktor — Masculló—. Tengo algo que decirte. Me gustaría que te sientes.
* * * *
Los resultados no habían sido devastadores. Era algo peor.
Indiferencia. Silencio.
Viktor no había dicho absolutamente nada. Solo había borrado su sonrisa y había abandonado la habitación, dejando a Christophe, a quien quería como de su propia sangre, solo con su consciencia.
Te lo tenías merecido; qué no te dieran ni una segunda mirada.
Quizás todo estaba arruinado. Quizás no. Pero ya tenía un pie al borde del abismo, y también quería ser honesto con la otra persona perjudicada.
Tomó su plumón, sus lágrimas y unas hojas.
09 de febrero de 1942
Moscú, Rusia
Querido Yuuri Katsuki:
Para cuando llegues al final de estas hojas, estoy seguro que pensarás que soy un hipócrita para llamarte querido. Pero aunque no lo creas, tuve afecto por ti. Viktor te quiso, incluso en la más oscura noche. Y por eso es que estoy escribiendo esto.
Luego de que Hong Kong fuese tomada, te odié. No particularmente a ti, sino a cualquier soldado en general. Pensé que se creían muy héroes y valientes pero en realidad eran villanos y cobardes disfrazados. Odié oír los vítores de victoria y sus manos bañadas de sangre que nunca se borraría.
Entonces decidí que debía huir. Pensé que yéndome del lugar entonces la guerra y sus horrorosos precursores quedarían atrás y en el olvido. Pero no fue así. Que equivocado estaba.
No he dejado de pensar en ello. Y seguramente nunca lo haré. Tampoco quiero hacerlo, porque es un buen recordatorio de los errores que cometí. Puede no detenerme de que lo haga otra vez, pero entonces sabré que lo hice porque mi alma lo anhelaba, por muy decepcionante y doloroso que sea.
Y me llevé a Viktor.
Lo llevé de la posibilidad de amar. De ser amado. En estos tiempos donde todo parece apagarse, ustedes dos eran un par de ardientes llamas en medio de cenizas. Y las apagué.
No voy a disculparme, porque de nada sirve ya. El perdón es inservible cuando es demasiado tarde. Pero es tarde para mí, claro está. Para ustedes dos todavía no.
Con amor, a pesar de todo, desde Moscú
Christophe Giacometti
* * * *
La respuesta llegó mes y medio después.
En ese tiempo, Chris se había instalado en Lucerna. Viktor no había vuelto a decir una sola palabra, pero Chris tampoco lo había hecho, y así prolongaron la agonía.
Pero cuando llegó la respuesta desde Hasetsu, Japón, no pudo evitar pensar que era un nuevo comienzo.
Todo se desplomó cuando descubrió que la respuesta no era de Yuuri, sino de una amiga muy cercana a él. Para Chris era más de lo que podía pedir.
27 de febrero de 1942
Hasetsu, Japón
Chris:
No sé quien eres y seguramente nunca lo sabrá. Solo sé que Yuuri no quiso leer tu carta y yo, con la curiosidad que me caracteriza, la tomé. No me arrepiento.
No soy quien para juzgar tu accionar, pero sé que tus palabras son honestas. Después de todo, no tenías nada para ganar enviando tu carta a Japón. Pero lo hiciste, lo que dice mucho de ti.
Yuuri está superando y recuperándose de lo que vio. Tomará tiempo. También su corazón está sanando de Viktor.
Espero puedas encontrar la paz en tu vida. Y nunca dejes que un error te condicione de ser quien eres en realidad.
Con cariño, de una desconocida,
Okukawa Minako
Chris sonrió. Al menos había alguien en el mundo que estaba dispuesto a entenderlo, a pesar de no conocerlo. Quizás el también se recuperaría y sanaría, y en un futuro, reconstruir su amistad con su hermano del alma, Viktor.
* * * *
JJ
Actualidad, Rusia
Tenía que arreglar las cosas y ser sincero.
Pero para ser sincero con otros, debía sincerarse consigo mismo.
Sí, había querido besar a Yuri. Sí, le atraía físicamente sin importarle que fuese un hombre. Sí, siempre había amado a Isabella Yang. Y sí, todavía lo hacía.
¿Y ella seguiría amándolo? JJ tenía que intentarlo al menos.
Y lo intentaría también con Otabek. Por más de que Otabek no supiera que JJ había besado a Yuri, se disculparía. Incluso si Otabek le había dicho que no le gustaba Yuri, lo cual JJ era una mentira muy vil.
¡Él era el rey JJ! Se daba cuenta de todo, a la larga o a la corta. Puede que a la larga, más a menudo, pero siempre acababa descubriendo la verdad.
Tomó el móvil y marcó a Isabella. Contestador. Otra vez. Contestador. Otra y otra vez.
JJ podía ser muy insistente, aunque él prefería llamarse a sí mismo perseverante e inquieto. Cansado de no recibir respuesta, decidió teclear un mensaje. Él no esperaría ni un segundo más.
Regresaré en julio a Toronto. Y lo primero que haré, será hablar de algo muy importante contigo. Por favor, espérame.
No recibió respuesta sino al cabo de casi una hora. Y fueron dos mensajes, que a JJ le iluminaron la sonrisa. Después de todo, encontrar a su reina todavía parecía como algo posible.
¡Disculpa, JJ! Estaba cenando con Daisy y Annabeth. Te llamaré mañana.
¿¿Esperarte a ti?? Sabes que lo haría toda la vida.
* * * *
¡Último capítulo con narrador secundario! ¡Y es de JJ! Muchas acertaron en esta teoría, pero creo que había quedado cantada desde que se introdujo a Mila y Phichit. Yo se que muchas esperaban que Michele tuviera su capítulo y su contraparte del pasado, y créanme que yo tenía muchas ganas de hacerlo (Me encanta Micky) pero no pude encontrar alguien para hacerle la conexión, y que además fuera apegado a Sara. No tendría sentido si sus versiones del pasado no eran tan unidas como en el presente. Así que se los debo :(
Ahora sí, la historia solo girará en torno a Otayuri/Viktuuri, porque los arcos secundarios finalmente se han ido cerrando. Eso no quiere decir que dejarán de aparecer, pero es que llegamos a las partes más importantes del fic y hay que dar lugar a los protagonistas ;)
Sobre el gatito: Al final tiraron muchos nombres lindos, así que aquí les dejo la lista que me hicieron para que voten. Algunos tienen un sentido de fondo muy lindo <3 También necesito que digan si les gusta más una hembrita o un machito.
Wilson - Pandora - Beka (En honor a Otabae, y que hasta ahora ya tiene dos votos) - Katsudon
¡Gracias por el amor de siempre! La lista de lectoras se va agrandando considerablemente y todas son maravillosas <3 ¡Hasta mañana!
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