Capítulo 19

           

Capítulo 19

Yuri

Actualidad, Rusia

Extrañaba a Otabek, para qué iba a mentir. Hacía casi una semana y media que no lo veía. Yuri había dejado de insistir luego del cuarto día, cuando iba tenido ese fatídico y nefasto sueño.

Ni siquiera había vuelto a soñar luego de esa noche. Tenía miedo, de todo lo que Yuuri Katsuki sentiría luego de que su amigo diera la vida por él. Tenía miedo, de sufrir junto a él.

Son solo sueños, no cansaba de repetírselo. De nada le servía.

Pero el miércoles a una semana de Navidad, finalmente, había recibido el mensaje que estaba esperando y que alborotó su corazón.

Te veo hoy en el puente de la desgracia, cuando salgas de la Academia.

Yuri se impacientó ¿Qué significaba "cuando salgas"? ¿Es que Otabek no había estado asistiendo ni un solo día? Odiaba aquello, todo ese secretismo ¿Qué Otabek no era su amigo ahora?

Y estaba el beso con JJ. Ese bocazas no había vuelto a acercársele. Y estaba Mila, más cariñosa y atenta que nunca con Yuri. Sus ánimos no habían mejorado mucho desde el sueño, pero Mila había ayudado a que se sintiese mejor. No es algo que Yuri admitiría frente a ella.

Su vida estaba patas para arriba y no recordaba en que momento todo había cambiado.

Pero cuando vio a Otabek esperándolo en el barandal del Puente de los Besos (de la desgracia, como habían empezado a apodarlo), Yuri corrió a su encuentro.

-                 ¡Otabek! - Gritó con una sonrisa. Se dio cuenta que probablemente se veía como un estúpido, deteniéndose de inmediato y frunciendo el ceño- Hola.

-                 Hola, Yuri.

Ninguno se atrevía a decir más. Yuri le echaba miradas furtivas por el rabillo del ojo, y encontró a Otabek haciendo lo mismo.

Se moría por preguntar en dónde había estado aquella semana y porqué mierda no le atendía el teléfono. Se moría por insultarlo para luego pedirle que le llevara a dormir la siesta en su casa o que le regalara alguno de sus dibujos para meterlo entre sus cuadernos. Sí, Yuri guardaba recelosamente todos los dibujos de Otabek.

Pero no pudo conseguir que las palabras salieran de su boca. Si Yuri le preguntaba qué había hecho durante aquella se vería obligado a responder qué había hecho él. Nada importante, diría. Sólo me besé con JJ, soñé con un chico tailandés que moría explotado y te busqué como un poseso durante cuatro putos días.

-                 Te noto extraño, cómo si no tuvieras bien - Mencionó Otabek, intentando parecer casual- ¿Ocurre algo, Yura?

¿Qué no se veía bien? ¡Pasé una semana infernal preocupándome por ti, capullo!, quería chillar a los cuatro vientos.

-                 Oh, no es nada. Fue una semana algo atareada. Me aburrí sin ti. Lo normal.

Otabek se estremeció. Yuri se arrepintió rápidamente de sus palabras.

-                 Estaba un poco enfermo. Y como no fui a trabajar tuve que cubrir turnos dobles y por eso falté a la Academia. Mañana y el viernes asistiré. Al menos para recoger la rutina de ejercicio para las vacaciones por las fiestas.

Que puto mentiroso, pensó Yuri. Pero Otabek siempre había sido tan respetuoso con él...

Yuri no quería presionarlo. Si Otabek había necesitado una semana para desconectarse de todo o para hacer quién sabe qué, Yuri respetaría eso. Ya le contaría algún día.

-                 Así que, ¿Qué harás para Navidad?

Navidad. Que tema más estúpido. Yuri empezaba a odiar la trivialidad que estaba llevando aquella conversación. Otabek y yo somos más que esta mierda. Pero eran los secretos, de ambos, que les estaban impidiendo comportarse como era usual.

Tuvo una idea. Fueron dos, en realidad, pero en ese momento sólo podía encargarse de una.

-                 La pasaré solo, porque mi abuelo irá a pasarlo con mi madre en el loquero de Riga. Él siempre insiste que vaya pero lo convencí de que pasaría con la familia de Mila así luego podíamos salir de fiesta con los de la Academia. Es una mentira más grande que el ego de JJ, claro está.

JJ. El estómago se le revolvió de solo pensarlo.

-                 Porque lo pasaré solo ¿Tu volverás a Almaty? - Inquirió. Otabek alzó una ceja.

-                 No, no regresaré a Almaty - Respondió. La mirada de Yuri se iluminó.

-                 ¿Quieres pasarlo conmigo?

Otabek no dijo nada. El silencio estaba matando a Yuri. Era el momento en que lo rechazarían vilmente y él volvería a meterse en un hoyo de soledad.

Pero entonces le sonrió.

-                 Me encantaría pasar las navidades solo contigo, Yuri.

* * * *

Yuuri

1941, Hong Kong

El mundo era oscuridad. Un enorme abismo lleno de oscuridad y monstruos con garras y gritos que podían quebrarte el alma.

Cuando abrió los ojos por primera vez en tantos días, Yuuri no veía más que una plena oscuridad.

Estaba ciego.

No, definitivamente no lo estaba, era la luz la que lo estaba cegando.

No tenía ni idea de dónde estaba, ni que día era ni que había ocurrido. Una explosión y una onda expansiva que lo mandó a volar al menos a veinte metros. Y oscuridad.

Phichit, pensó de repente. Phichit se ha ido.

Y lloró, hasta que las sombras lo abrazaron otra vez.

* * * *

Despertó luego de horas, días, años. Yuuri no estaba seguro. Sólo sentía que se había levantado en un cuerpo y una vida que ya no sentía suyas.

Estaba sufriendo un cuadro de despersonalización (1). Y un ataque de ansiedad. Yuuri había hecho terapia antes de ir a la guerra y había aprendido como controlarlo. Pero ahora se sumaba el dolor, que no lo dejaba pensar con claridad.

Intentó concentrarse y organizar los hechos en su mente.

Atacamos Hong Kong. Los aliados nos estaban esperando.

Yo pisé una mina. Phichit me salvó. Y ahora está muerto.

Y ahora estoy enloqueciendo.

La puerta del cuarto de hospital en qué se encontraba se abrió, y entró un soldado. Yuuri estaba casi seguro que se trataba del Cabo Primero, el Gochou Kimmu Watanabe.

-                 Katsuki-san - Lo saludó cortésmente. Debía tener unos 35 años. Yuuri notó que tenía un yeso que le cubría el hombro y brazo derechos.

-                 Watanabe-san - Respondió, y notó algo extraño al oír su propia voz.

Estaba sordo del oído derecho. No escuchaba nada, ni siquiera un zumbido. Instintivamente se llevó una mano a la oreja, mientras comenzaba a sentirse miserable.

Cálmate. Phichit está muerto y tú lloriqueas por esto.

-                 Veo que lo has descubierto - Dijo Watanabe-. Has estado inconsciente durante diez días. Han tenido que alimentarte por sondas; los doctores por poco creían que terminaste en un coma, porque el golpe que te diste en la cabeza fue brutal.

» Como probablemente recuerdes, antes de caer inconsciente habías pisado una mina enemiga. El Ittohei Chulanont fue a tu rescate e intentó desactivarla, pero lamentablemente falleció en el proceso. Sus restos ya han sido recogidos y serán devueltos a su familia, como hacemos con todos nuestros caídos.

Yuuri sintió marearse. No entendía ni tres cuartas partes de lo que Watanabe le decía, solo que Phichit había muerto y que había sido por su culpa.

Tu culpa, tu culpa, tu culpa.

-                 ¿Quién más ha...? - Preguntó sin terminar. No podía soportar oírlo, menos si eso significaba que oiría que Minami también había perecido.

-                 ¿De tu pelotón? Al menos cuarenta de ellos. El Jotohei Yagami y el Ittohei Tsukuda lamentablemente perdieron la vida en la redada. Los australianos dieron una gran batalla, y se cobraron muchas de nuestras vidas. Al igual que en otros puntos del país, los aliados fueron un enemigo fuerte, pero no inminente.

Cayó en cuenta de lo que aquella frase significaba realmente.

-                 Hemos ganado - Le dijo-. El gobernador de Hong Kong presentará su rendición oficial dentro de seis días, en Navidad.

No hemos ganado, quiso decirle. Phichit había muerto. Y Yagami y Tsukuda y quién sabe cuántos más. Cuántos japoneses, británicos, canadienses, australianos, hindúes, hongkoneses y neozelandeses. Tantas vidas perdidas.

-                 ¿Minam-...? Digo, ¿El Ittohei Kenjirou Minami ha sobrevivido? - Preguntó, con el corazón latiéndole a mil.

-                 No sé de quién me hablas. No conozco de nombre a todos los soldados.

-                 Iba en uno de los buques. Creo que en el Kitsune.

-                 Entonces no tienes de qué preocuparte. No hubo víctimas marítimas aparte de los caídos con el Nagato y el Kagero.

Sintió un pequeño alivio. No todo era muerte en su vida.

Pero pronto lo sería.

* * * *

Si las noticias que le habían dado habían sido como un baldazo de agua fría, las que le siguieron se sintieron como si lo hubieran arrojado al Mar del Norte en pleno invierno.

Su sordera probablemente sería permanente. Se había dañado el oído interno con la explosión y el golpe en la cabeza no había ayudado.

Minami estaba vivo, sí, y lo había visto unos breves segundos hasta que le dijo que lo trasladarían. A Filipinas.

Yuuri sería trasladado a alguna isla del Pacífico.

No todo era negativo, sin embargo. Debido a la situación que había vivido sería enviado unos meses a casa hasta que se pusiera en campaña otra vez.

A casa. No pudo contener la emoción. Había esperado tanto, tanto por regresar.

Y regresas gracias a que tu amigo Phichit está muerto.

Era un fantasma que jamás lo abandonaría. Que le oprimía la garganta y le quitaba al aire y solo cuando estaba al borde de la muerte, cuando la vida parecía esfumarse de sus ojos, lo soltaba. Yuuri daría una nueva bocanada de aire, y el fantasma lo volvería a sofocar. Pensó que a Phichit no le gustaría aquello. Había dado su corta vida para salvar a su compañero, incluso si él creía que no moriría. Él no querría que Yuuri se torturara. Disfruta de tu vida, le hubiera dicho. Que aprovechase que sus pulmones tenían aire y su corazón latía y que todavía podía sentir emociones terrenales.

Nunca me voy a olvidar de ti, Phichit. La medalla honorífica que le habían dado por su compañero pesaba como plomo en su bolsillo. Yuuri la cuidaría, hasta que pudiese visitar a los Chulanont en Tailandia o a la familia adoptiva de su amigo y entregarles el reconocimiento como corresponde.

El 25 de diciembre todo acabaría, cuando el gobernador se rindiese. Luego, la mayor parte de las tropas de Japón podrían desaparecer para conquistar más territorios.

Solo faltan dos días, pensó.

Y tenía algo que hacer.

* * * *

Fue muy fácil escabullirse. La ciudad era un caos, y nadie preguntaba a dónde iba alguno de los militares si los veía deambulando por aire.

Era un caos y un horror

Algunos soldados arrastraban mujeres jóvenes a tabernas, para quitarles la poca inocencia que les quedaba. Otros entraban a las casas y los despojaban de sus pocos tesoros, mientras las familias veían con terror como no solo les quitaban el sustento sino también sus vidas. Otros torturaban a los prisioneros de guerra aliados que quedaban; los picaban con acero caliente, les rompían las rodillas o los arrojaban al mar. Estaba seguro que aquellas serían las peores navidades de la vida.

La peor parte de conquistar un territorio era conquistarlo. Cuando el dominante ejercía su supremacía sobre el más débil, de la forma más denigrante posible.

Yuuri no sabía si Viktor respondería a su llamado. Por como lo veía, había muchas estrellas alrededor. Muchos obstáculos que les impedirían verse una vez más. Solo le quedaba tener fe.

-                 Yuuri, no creí que vería tu rostro otra vez - Dijo Viktor, saliendo de las tinieblas en el callejón afuera de la pista de hielo dónde se habían besado por primera y única vez-. Perdona mi franqueza.

-                 Tu franqueza difícilmente podría herirme, después de lo que he pasado.

Viktor se le acercó. Yuuri no se movió, y tampoco se tensó ante su cercanía. El ruso le tomó de la barbilla, y lo miró a los ojos. Que ojos tan hermosos.

Acto seguido le besó la frente, las mejillas, la nariz, y los ojos, que Yuuri apenas había notado que estaban llorando. Lo besó en los labios, un corto y casto beso, que para Yuuri significaba más que la vida misma.

Yuuri no habló, pero sabía que Viktor podía ver a través de su alma que algo grave había pasado. Algo doloroso y que tomaría cientos de años y vidas para sanar.

Pero no podía llorar más. No podía desperdiciar minutos de su vida en lágrimas que para nada servían. Se tragó el llanto, y encaró a Viktor.

-                 Me voy. En una semana. Dos, tal vez. No se la verdad - Dijo, Viktor solo lo miró perplejo.

-                 Vaya, que gran noticia de cumpleaños es esta - Rió.

-                 ¿C-cumpleaños? ¿Hoy es tu cumpleaños?

-                 Sí, Yuuri. Hoy cumplí 27 años.

-                 ¡Viktor! Yo... Feliz cumpleaños, entonces.

Ambos callaron. Yuuri hubiese querido tener algo a mano, lo que fuera, si eso significaba darle a Viktor un pequeño presente para que no se olvidase de él.

Se tocó el bolsillo. Al lado de la medalla de Phichit, estaba la que habían dado a Yuuri, por actuar con valentía cuando pisó la mina.

Huiste peor que una rata. Las voces nunca callaban.

-                 Quiero que tengas esto. Es un regalo estúpido, pero... es todo lo que tengo. Algo de mí, para ti.

Viktor tomó en sus manos la pequeña condecoración, de color rojo y blanco, como si fuera algo frágil que pudiera romperse. Como si fuera el corazón del mismo Yuuri. La apretó contra su pecho.

-                 Me encantaría conservar este recuerdo de ti, Yuuri. Aunque el mejor recuerdo siempre estará aquí - Dijo, apuntando a su cabeza-. Y aquí - Terminó diciendo, con una mano en el corazón.

-                 Sé muy bien que lo nuestro no ha sido algo fácil pero quiero que sepas que no me olvidaré de ti. Y en un futuro haré las cosas mejor, gracias a todo lo que he aprendido de ti, Viktor.

-                 Yuuri - Dijo, mientras acariciaba la suave piel del soldado, antes de quitar la mano y arrebatarse uno de sus guantes-. También te daré algo.

Viktor llevaba un anillo en el dedo índice. Se veía pesado, de plata y oro. Yuuri quedó atónito al comprender lo que ocurriría.

-                 Esto lleva cuatro generaciones con mi familia. Se lo dio el zar Aleksandr I de Rusia, en 1809 a mi tatarabuelo Piotr Nikiforov, por servir lealmente a la guardia del zar, en la que perdió ambas piernas para protegerlo. Quiero dártelo.

-                 ¡No! ¿Cómo puedes darme tremenda reliquia familiar? No puedo aceptarlo, no me puedes obligar - Masculló Yuuri, abrumado y sonrojado-. Si quieres darme algo tuyo me puedes dar un guante o lo que sea. Esto tiene mucho peso sentimental.

-                 Tú no puedes obligarme a no querer dártelo. Si tanto te preocupa que no lo tenga, cuídalo por mí hasta que me visites en mi país - Dijo, con una preciosa sonrisa.

Le depositó el anillo en la mano. Yuuri lo sintió más pesado que la medalla de Phichit.

Era precioso. Estaba hecho de plata y en el centro estaba el águila bicéfala, el gran símbolo de Rusia, hecha en oro.

Por dentro el anillo tenía una inscripción, que Yuuri no podía comprender: «Съ нами Богъ!» (1).

Era muy grande para su dedo, y además tenía miedo que se lo quitasen. Lo guardo en uno de los bolsillos del pecho, justo el del lado izquierdo. Viktor sonrió cuando vio ese gesto y lo tomó en sus brazos.

Yuuri deseó que ese abrazo pudiera borrar el dolor y la miseria de su alma. Funcionaba, por el momento, pero temía que cuando Viktor lo soltase, cayera más profundo a un lugar del que estaba seguro que no podría regresar por su cuenta.

Pero el abrazo se convirtió en un beso y ese beso en dulces caricias. Yuuri se dejó soltar un jadeo cuando Viktor le rozó la mandíbula con los labios

-                 Déjame darte una última cosa.

Sí, dámela, suplicaba Yuuri en su mente.

Se escondieron entre los vestuarios del viejo Palacio de Hielo y las cosas simplemente sucedieron.

Cuando las camisas quitadas dejaron sus pechos al descubierto y el rubor en sus mejillas reveló sus deseos, Yuuri se sintió por primera vez como en un sueño.

Quisiera nunca despertar.

Viktor, que tenía el alma prendida en fuego, encendió también la suya con solo una chispa.

Si te dejas arder, con una chispa alcanza.

Se miraron a los ojos. Yuuri podía ver el mundo entero en las aguas de los ojos de Viktor. Si pudiera elegir una forma de morir, hubiese deseado que sea ahogado en ellos.

Se sintió virgen otra vez ¿De que había servido su experiencia con muchachitas sosas y simplonas? Si cuando Viktor le quitó lo último que cubría su cuerpo, sintió que lo estaban mirando desnudo por primera vez.

Porque es la primera vez que vas a hacer el amor, Yuuri.

Y le daba miedo. Y deseo. Y pasión. Su corazón no sabía por cual de todas esas emociones latir.

Que sea por Viktor, entonces.

* * * *

Glosario:

1- "Съ нами Богъ!": Lema de la casa de los Romanov, última familia en reinar el Imperio Ruso, que podría traducirse como: "¡Dios está con nosotros!"

* * * *

Un poquito de fanservice luego de tantos capítulos dolorosos ;) Espero les guste y les seque las lágrimas del 18 <3

Un ENORME agradecimiento a las divinas y dulces de siempre, siento que es repetitivo nombrarlas tanto pero ya saben quienes son, porque me comentan siempre <3 la dedicatoria de hoy va dedicada a Denna-chan, que se hizo un carrerón y se leyó un montonazo de capítulos en tan poquito tiempo (¡Y un carrerón de comentarios! Los cuales son muy agradecidos).

Como me han hecho muy feliz con todo el cariño que recibió la historia estos días, les revelo el título que poseerá la nueva novela Otayuri/Viktuuri, de ciencia ficción (Es muy probable que sea el título a final a no ser que algún ángel me ilumine con algo mejor): Cien mil universos a tu lado.

¡Nos vemos mañana! Que disfruten del capítulo y de la playlist :)

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