Capítulo 17
Capítulo 17
Yuri
Actualidad, Rusia
Solo habían pasados tres días. Tres. Y se estaba volviendo más loco que una cabra.
Mila estaba harta de su comportamiento.
- ¿Puedes dejar de dar vueltas por ahí? Estará enfermo o saber. No necesitas estar encima suyo todo el día - Le mascullaba su mejor amiga.
- ¡Ah claro! Tú puedes estar todo el día haciendo cochinadas con Sara y cuando yo me preocupo de que mi amigo - Dijo Yuri con énfasis- esté desaparecido ¡Tengo que aguantar que me trates como un obsesivo!
- ¡Es que eres un obsesivo!
- Aw, pero Yuri ¿Estás diciendo que quieres estar con Otabek tanto como yo con Mila? ¡Eres una dulzura! - Intervino Sara, la nueva novia de su mejor amiga.
Yuri la miró con amargura. Hasta hacía unas semanas esa bruja lo había tratado como a una escoria, y ahora que era la novia de su amiga se comportaba como una lindura. Perra hipócrita. Por supuesto se abstuvo de decirle algo, tanto por el bien de Mila como porque ninguna de las dos tenía nada que ver en su mal humor.
No podía dejar de preguntarse por Otabek y su repentina desaparición desde el lunes en la mañana. El domingo habían almorzado en su apartamento como siempre, habían dormido la siesta y se habían despedido. Yuri no entendía que podía haber ocurrido ¿Y si había perecido por muerte súbita? ¿O se había vuelto a Kazajistán? ¿Y si Otabek había decidido que Yuri era un amargado y lo había dejado por alguna furcia cualquiera?
Yuri necesitaba respuestas. Así que salió a buscarlas.
* * * *
No le agradaba nada la primera fuente de información que se le ocurría, pero era la única persona aparte de él que podría saber algo del kazajo. El trabajo de su amigo estaba descartado, ya que Yuri nunca se había molestado en preguntar en que servicio de correos trabajaba por la tarde.
Así de buen amigo eres, se regañó.
Había aparecido por el departamento del chico y lo había esperado por horas, aporreando la puerta y pegando gritos hasta que los vecinos salían a reprenderlo. Le dijeron que Otabek había salido el lunes temprano con la motocicleta y que no recordaban haberlo visto volver.
Ahí fue cuando Yuri decidió que debía hablar con esa persona.
No podía creer que estuviese en un parque, sentado como una colegiala, esperando al repugnante de JJ Leroy.
Pero así de desesperado estaba.
- ¡Justo que estaba buscándote! - Escuchó gritar a Leroy a sus espaldas. Yuri le dedicó una mirada furibunda.
- ¡Pero si yo te he mandado a llamar, mandril!
- Bueno, sí, pero igual estaba buscándote. Quería hablar contigo de una cosa - Dijo. Yuri notó que se retorcía las manos con nerviosismo.
- Tu mierda puede esperar, necesito preguntar yo algo más importante.
- ¡Ni sabes lo que iba a decir! - Protestó JJ.
- Y tampoco me interesa, lo mío es urgentísimo.
- ¡Pero...!
- ¡Pero nada!
- Al menos me podrías escuchar lo que quiero decir.
- ¿No puedes dejarme que yo te pregunte primero y luego a lo que tienes que hacer?
- Si no lo hago ahora, no creo poder animarme a hacerlo.
- ¿Pero se puede saber de que leches estás hablando, imbécil?
- De esto.
Entonces sintió los labios de JJ sobre los suyos.
Sus labios. Lo estaba besando. Oh. Por. Dios.
Yuri quería gritar y patalear.
¡Es mi primer beso, imbécil violador!, quiso gritar.
Leroy sabía a menta y a infusiones. Sus labios eran cálidos y viscosos. No estaba tan mal, pero Yuri no se imaginó que besar fuese así.
De todas formas era Leroy.
¿Debería separarse?
Hasta que Yuri se había decidido a que hacer, JJ ya había tomado la base de su cuello para atraerlo más así. Yuri de verdad quería sentirse asqueado, no por el beso en sí, sino por todo lo que significaba besarse con alguien como Jean-Jacques Leroy.
Finalmente encontró las fuerzas y lo empujó. Intentó no ser tan brusco, porque hasta Yuri tenía un poco de tacto a la hora de tratar con los sentimientos de los otros.
Por unos segundos no pudo decir nada. Todavía estaba procesando lo que acababa de pasar. Los ojos azules de Leroy lo miraban brillantes y deseosos.
¿Acaso en serio había querido besarlo? ¿Leroy había anhelado poner sus labios sobre los de Yuri? El estómago se le revolvió de los nervios.
Yuri quería gritar y patalear y enviar a JJ hasta la estratósfera. Había tomado su primer beso. Era estúpido, preocuparse por algo así. Yuri jamás pensó que le importaría realmente con quien se besaba por vez primera. Y había terminado siendo con un perro al que odiaba.
Pero no ha sido desagradable. Tampoco había sido muy placentero.
- Dime algo - Suplicó Leroy.
- Que me voy. Ahora.
- Yuri... - Dijo, mientras tomaba el brazo del rubio que amagaba con irse. Yuri se soltó de sopetón.
- Déjame. Te lo advierto, Leroy.
- Quiero hablar de esto.
- Esto nunca pasó. Olvídate de esto, y puede ser que yo decida ignorarte por tu propio bien.
Sabía que estaba siendo un capullo integral cuando vio la mirada herida del canadiense. Pero no iba a importarle. JJ lo había besado sin su consentimiento.
- ¡No puedes dejarme así!
- Claro que puedo. Lamento que tu culo egocéntrico piense que todos le debemos explicaciones.
- Yuri, por favor, quédate, ¿No querías preguntarme algo? Dímelo, anda. Luego hablaremos de esto.
- Ya no importa.
JJ simplemente dejó de insistir, y lo dejó ir. Yuri se fue, con los ojos picándole, y con las palabras que buscaban escaparse de su boca. Necesitaba hablar con alguien. Por supuesto, estaba Mila e incluso Sara, que podrían ser las más sensatas sobre un asunto como aquel. Y estaba el abuelo, al que podría contarle la situación y omitir el hecho de que otro hombre lo había besado.
Pero yo quiero a Otabek, lloriqueó para sí mismo. La única persona con la que quería hablar estaba desaparecida.
Yuri pensó que al final los amigos no siempre estaban cuando más los necesitabas.
Sintiéndose más solo que nunca, se encerró en su habitación y escapó de su realidad para adentrarse en otra.
* * * *
Yuuri
1941, Hong Kong
Se sentía flotando en una nube y sabía que muy pronto debería bajarse de ella.
Era noviembre de 1941, era un soldado de la Armada Imperial de Japón y pronto entraría en una batalla que lo cambiaría todo. Si las cosas salían como se debía, entonces su país finalmente entraría en el conflicto bélico que estaba afectando a muchos países alrededor del planeta. Una ofensiva hacia Hong Kong, una colonia aliada, sería la gota que rebalsaría el vaso.
En Europa, Hitler cada vez avanzaba sus tropas con más velocidad a lo largo del continente, y corrían los rumores de que tal vez atacaría la Unión Soviética.
Estados Unidos había estado esperando el momento sensato para unirse, al igual que Japón. Las relaciones estaban muy tensas entre ambos luego de que el país americano le cortara abruptamente las reservas de petróleo que vendía al asiático. Yuuri sabía que algo grande se avecinaba y arrastraría a los dos a la guerra. Lo suponía porque el Cabo Mayor Daisuke se había llevado a todos los pilotos de combate que estaban en su escuadrón.
La guerra en Hong Kong solo sería a través de tierra y mar. Los japoneses habían instalado francotiradores alrededor del perímetro y los buques de guerra esperaban ansiosos atracarse en los puertos para sitiar la ciudad. Y cuando todo empezará a arder, la infantería marcharía sobre las calles de la isla y mancharían su paso con sangre, hasta que el gobernador, o las tropas aliadas, presentaran su rendición.
No era novedad que Japón ya tenía Tailandia bajo sus guerras y habían iniciado una campaña en Malasia y Singapur para eliminar a los tropas británicas. Todo indicaba que saldrían victoriosos. Al igual que saldrían victoriosos en Hong Kong. Y así una seguidilla de países asiáticos con costa al Pacífico que terminarían por ser conquistados.
Minami había sido relegado a la marina y los cañones de larga distancia. Phichit estaba con el pelotón de desminadores. Antes de que las tropas de infantería abrieran su camino a través de la gente, los especialistas soltarían ratas y hámsters entrenados. Una vez que cada mina fuese localizada, procederían a desactivarla.
Finalmente, Yuuri, había sido puesto en la infantería de élite. Debía ir al frente con otros superiores y dirigiendo cada pelotón, disparando a mansalva, asesinando a cualquiera que mostrase un ápice de rebeldía.
Pensar en su trabajo le daba náuseas. Yuuri se convencía a sí mismo una y otra vez que era lo que tenía que hacer, por su familia y por el honor del país. Pero le ponía enfermo pensar en cuántas vidas perecerían solo por la ambición de una minoría de personas.
¿De verdad pensaba que solo porque quisiese luchar en el futuro por un mundo mejor, terminaría encontrando paz consigo mismo?
Nunca encontraría la paz. Nunca.
Phichit fue a verlo esa tarde. Cargaba unos cuantos ratones en sus hombros, a quienes les daba pedacitos de lechuga y les acariciaba las pequeñas cabezas. Yuuri sonrió.
- Veo que tienes unos amiguitos nuevos - Le dijo Yuuri. Phichit le dedicó una sonrisa adorable.
- ¿A que son lo más lindo que has visto? No me gusta que el Cabo nos obligue a usarlos para detectar las minas ¡Mira si pisan una por error!
- Phichit, con el peso que una rata tiene, dudo mucho que pudiesen detonar una mina - Pensó Yuuri. Phichit puso una cara pensativa.
- Supongo que tienes razón. Solo no me gusta ponerlas en un riesgo innecesario, son tan bonitas.
- Tu solo procura no pisar una mina - Espetó, para la diversión de Phichit.
- ¿Yo? ¡Pero si soy un experto! Hoy desactivado más de once minas. Más de quince, si contamos las que el Cabo nos puso sin pólvora. Nos hizo creer que de verdad explotaríamos. Es un tipo muy cruel.
Yuuri recordó como el mismo Cabo había obligado a Yuuri y Phichit a castigarse mutuamente con un látigo solo por mostrar debilidad ante el interrogatorio del líder rebelde coreano Seung-Gil Lee.
Sí, era un tipo muy cruel. La semana pasada había amagado con tirar desde un acantilado a unos soldados que tenían apenas 16 años, por intentar robar un poco de cerveza y cigarrillos del arsenal. Solo cuando los chicos se habían orinado encima los dejó en paz. Y luego los obligó a usar los mismos pantalones durante tres días.
- Phichit, necesito un favor - Dijo Yuuri, recordando algo.
- ¿Tiene que ver con desactivar minas?
- No por ahora. Quiero que me cubras.
Phichit sonrió con complicidad, imaginándose a que se refería Yuuri. Y Yuuri no pudo negárselo, porque probablemente tenía razón.
* * * *
El encuentro con Viktor había sido un éxito. Yuuri no sabía muy bien cómo se las ingeniaba Phichit para que nadie se preguntase a dónde habían ido aquellas dos parias durante tantas horas, pero no importaba mientras funcionase sin graves represalias.
Viktor apareció media hora después que Yuuri. Se veía agitado y su semblante era inquieto. Yuuri recordó la noche en que le confesó que el joven soldado chino, Guang Hong, había fallecido.
Y hoy se veía peor. Silencioso y con una mirada de ultratumba, se sentó a su lado.
- Viktor, dime qué está mal - Suplicó Yuuri tras una corta espera-. Viktor.
Entonces el soviético lo miró. Yuuri supo que Viktor tenía algún conflicto interno que no podía resolver. Eso lo enojó.
Probablemente éste sería el último encuentro en mucho tiempo (o el último para siempre si las cosas no iban bien) y Viktor se la pasaría callado y pensativo.
Lo vio inspirar aire, y abrió la boca. Hubiese preferido que no lo hiciera luego de escucharlo.
- Las tropas aliadas ya se están preparando para defender la ciudad. Llegaron hace unos días. Las Fuerzas Armadas de la India, la Marina Real Canadiense, la Royal Air Force de Gran Bretaña y la Fuerza de Defensa Australiana y la Armada Real Neozelandesa. Vienen a defender a su colonia hermana.
Yuuri sintió que le faltaba el aire ¿Cómo era posible? ¿Cómo? Hasta hace unos días los británicos no eran más que una pequeña molestia de nada en Hong Kong, y ahora había cinco naciones con sus tropas dispuestas a defender las tierras. Yuuri estaba seguro que habría más aliados metiendo las narices en el asunto.
Desde un punto de vista lógico, él podía entenderlo. Los japoneses eran unos delincuentes saqueadores, buscando tomar tierras que no les pertenecían. Aún así ¿Era necesario oponer resistencia? La Armada Imperial de Japón era una máquina destructora. Yuuri no dudaba de que pudiese aplastar a todas esas colonias de segunda con solo los puños. Pero causaría tantas muertes. Tantas, tantas muertes. Sería una batalla campal. Probablemente los ingleses bombardearían la ciudad, mientras los canadienses atacaban por mar. Así la infantería japonesa tendría que enfrentarse a las defensas indias, australianas y neozelandesas. Y a los civiles hongkoneses defendiéndose.
Viktor le puso una mano en el hombro, sacándolo de su ensimismamiento.
- Quería que lo supieras. Sé que no sirve de mucho ya que no hay tiempo de movilizar más tropas. Tampoco es que quiero eso. Solo quiero que estés bien.
- El asalto está planeado para dentro de dos semanas - Confesó Yuuri, con ojos llorosos-. En dos semanas esta ciudad no será más que cenizas.
Le tomó el rostro entre las manos. Yuuri se sintió un poco más cuidado, pero el miedo y el honor que tanto había estado reprimiendo al resto de sentimientos, ya no se veían tan firmes como antes.
- Regresa con vida - Pidió Viktor, dándole un corto beso en los labios-. Cuida tus espaldas.
- Yo... lo intentaré. Protege a todos los inocentes que puedas. Los aliados han cambiado las reglas de juego. Ayuda a esconder a niños, ancianos. Escóndanse tú y Chris - Pudo musitar Yuuri. Viktor le sonrió con compasión.
- Que la vida triunfe sobre la muerte, para todos nosotros.
- Una vida que valga la pena.
Cuando sus labios se volvieron a unir en ese momento, el tiempo se detuvo por unos segundos. Unos segundos donde no había una batalla por la cual morir.
* * * *
El 8 de diciembre explotó el caos. Y fue mucho más brutal de lo que Yuuri esperaba.
Los canadienses no se habían limitado a luchar por mar, sino que habían enviado dos batallones completos a la ciudad. Eran niños, pensó Yuuri. Muchos de ellos no habían visto con sus propios ojos el horror de la guerra. No es que él fuera mucho más experimentado.
En momentos en los que estás a punto de morir invocas a cualquier deidad. Yuuri le rezó a Dios, a los padres Izanagi e Izanami, a Amaterasu, a Alá, a Buda y cualquier otro que les echase una mano.
Los británicos habían bombardeado los alrededores de la ciudad amurallada de Kowloon, llevándose consigo al menos la vida de treinta compañeros de Yuuri. Él sólo rogaba que Phichit no estuviera entre ellos. También pedía por Minami, que estaba alojado en monstruo de acero naval en medio del mar.
A su lado iban el Ittohei Tsukuda, el joven flacucho que lo había encontrado luego de regresar del campamento de refugiados, y el Jotohei Yagami, que era apenas más grande que Yuuri pero era mucho más alto y ancho. Los tres dirigían un pelotón compuesto por al menos cincuenta jóvenes soldados.
- Nuestro batallón primero ha derribado al de los canadienses. Me llega la información de que los hindúes han minado todo el camino que debemos recorrer, para que muramos antes de enfrentarnos cuerpo a cuerpo con los australianos ¡Malditos! - Mascullaba Yagami, guardándose la radio- Katsuki-san, Tsukuda-kun - Los llamó solemne- iré con los desminadores. Quedan a cargo. Hasta que yo no de la señal, no se enfrentarán a los australianos. No me importa que los estén amenazando con un mega cañón nuclear, ustedes no se acercarán ¿Está claro?
- Señor, sí, señor Yagami-san - Respondieron al unísono.
Yagami les hizo un gesto y desapareció.
Yuuri estaba sudando a lo loco. Todavía no había disparado su fusil y ya le pesaba como si cargara plomo. Tsukuda a su lado no estaba mejor. El joven había tenido que asesinar a un civil luego de que los amenazara con alguna espada de artes marciales que seguro usaba de decoración en su casa. El tiro de Tsukuda había sido limpio, dándole directo a la frente. El hombre cayó al suelo, y no supieron más. Su compañero parecía conmocionado aún.
Por radio les llegaban cientos de noticias. Que los ingleses habían derribado dos acorazados, entre ellos el Nagato, nave en la que Yuuri había abandonado su hogar. Sintió una pequeña punzada en su estómago. Ninguna de las derribadas era en la que Minami estaba. También de que habían hecho volar todo un batallón neozelandés, pero se había cobrado la vida de tres cuartos de uno japonés.
Es la guerra, Yuuri.
Tras unos minutos de solo marcha, escuchando a su alrededor los gritos, disparos y bombardeos, Yuuri escuchó que lo llamaban por radio.
- Katsuki-san - Dijo la voz de Yagami. Proceso de desminación completado. Pueden proceder. Pasen en filas de diez soldados en hileras de cinco. La marcha la cerrarán tú y Tsukuda.
- Entendido, Yagami-san.
Se colgó el radio y partió a la lucha.
* * * *
Los soldados de su pelotón marchaban decididos y sincronizados, pero si los mirabas con atención, podías ver rostros aterrados, orgullosos o altaneros. Había muchas razones por las que un chico decidía luchar en la guerra por su país.
Al otro lado vio que Yagami los esperaba con otros tres hombres. Los soldados llegaban de cinco en cinco al otro lado, y ya solo quedaban su compañero Tsukuda y él.
Yuuri empezó a marchar. Se sintió como los reos que caminaban directo a su ejecución.
Probablemente perdería la vida ahora. Estaba aterrado, pero no dejaría que eso lo aterre.
Lo hago por mi familia. Por el mundo mejor que construiremos después de la guerra. Incluso si debo construirlo con mi muerte.
Pensó en su mamá, en su papá, en Mari. En Minako-sensei, en Yuuko y Takeshi, en las revoltosas trillizas, en Vicchan. En todos sus amigos de casa, sus compañeros de escuadrón, en los civiles, voluntarios y refugiados, en Viktor, en Chris, en Minami, en Phichit. En el fallecido Guang Hong y todos los niños que Viktor había perdido. Incluso en Tsukuda y Yagami, en el Cabo Daisuke y en los políticos que daban las órdenes de guerra.
Pero de repente no pensó más en ellos. Todo pensamiento fue drenado de su cerebro en cuanto lo sintió. Quizás habían sido reflejos, pero su cuerpo había dejado de moverse y funcionar en aquel exacto momento.
No me quiero morir, dijo, con el corazón en la garganta. Moriría allí de todas formas. Yagami le había dicho que el campo estaba limpio, pero los errores pasaban todo el tiempo. Y él pagaría por el error de otro.
Yuuri no tenía dudas. Ya sabía lo que era y como se sentía. Phichit se lo había explicado y también había aprendido lo que era mientras estaba en la Academia.
Su mundo se vino abajo y se estrelló contra el suelo como un cristal.
No me quiero morir, por favor, fue todo lo que podía pensar, con su pie posicionado justo encima de una mina.
* * * *
* se esconde de la horda furiosa que vendrá a buscarla luego de este capítulo * ¡Por favor no me odien! Les prometo que vendrán capítulos donde pasen cosas más lindas (Aunque no por ahora je).
No tengo palabras para describir lo que he sentido luego de ver como los votos, comentarios y lecturas subieron tan alto luego de estos días <3 Y también quiero agradecer que me nombraran como parte de las nuevas y poco conocidas escritoras que deberían sumarse a unos nuevos premios de fanfics de YoI. Gracias, gracias, gracias por el apoyo. Espero estar haciendo las cosas bien y que disfruten de esta historia tanto como yo.
IMPORTANTE:
Quizás no a todos les guste escuchar esto, pero quedan aproximadamente 13 capítulos de esta historia, si es que no decido modificar eso a último momento (Serán 30 y estoy por comenzar el 25), así que muy pronto veremos el final :'(
Así que venía a hacer un pequeño sondeo. En estos días de viaje he tenido una idea sobre una nueva historia, también Viktuuri y Otayuri como parejas principales. Pero si bien esta ha estado más encaminada al drama, romance e histórico, esta nueva historia sería ciencia ficción, aventuras, misterio y romance. Sí, una mezcla de todo jajaja
La cosa es que me digan si estarían interesados en leer un multichapter así :) Más adelante iré dando más información sobre la historia.
¡Saludos a todos! Y espero que estén teniendo un lindo fin de semana <3
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