9. Practicando el arte de la discordia

Rag'n'Bone Man - Human (1:30 – 2:30)

Solo un trago —me dije—. Solo un trago para calmar como me siento.

Pero no fue solo una bebida.

Perdí la cuenta después del quinto cóctel y, por supuesto, en ese momento de desesperación no vi —o decidí no pensar—, en las consecuencias de beber demasiado. En el daño que me estaba causando porque realmente no me importaba mucho.

Y no recuerdo mucho después de que Jackson me pidiera el teléfono, solo destellos de la voz de ¿Garrett? No lo creo. Recuerdo estar sentada vomitando en el baño de mi apartamento. Lo cual me deja un poco sobria, aunque aún me siento mal, queriendo seguir vomitando e intento mantener esa sensación a raya, cerrando mis ojos con fuerza y respirando por la nariz.

—Todo estará bien —escucho que alguien murmura y siento unos dedos cálidos en mi rostro que me hacen sobresaltar de forma ligera.

¿Estoy alucinando?

La caricia en mi rostro continúa, pero yo estoy demasiado enferma por beber alcohol sin moderación y con náuseas como para pensar en que o quien está conmigo.

—Bien. Estarás bien.

Un paño frío me acaricia la cara y cuando finalmente comienzo a sentir que las náuseas disminuyen, me obligo abrir los ojos para ver lo que está pasando y me encuentro con los ojos azules de Garrett.

Pero, ¿qué está haciendo él aquí?

—No te ves bien —le digo.

Él se ríe.

—Eres una para hablar, Leo.

No luce bien.

Se ve cansado y se han empezado a formar ojeras debajo de sus ojos y su rostro está inexpresivo de una forma que jamás he visto antes.

Me trae recuerdos de otros tiempos. Otras personas. Una historia diferente.

—Te extrañé —murmura.

Levanto una ceja y el simple gesto provoca una ligera punzada en mi cabeza.

—Te extrañé tanto —repite.

Suelto un pequeño jadeo y dejo que él me abrace, y me gustaría llorar, quiero hacerlo, pero las lágrimas no salen. No lo han hecho en un largo tiempo, a veces solo consigo soltar unas cuantas. Justo ahora me gustaría llorar de verdad, no simples lágrimas si no un llanto, uno por cada gramo de dolor y sufrimiento que he reprimido.

Llorar por mis errores pasados.

Por los que sigo cometiendo.

Por el daño que le causo a los demás con mi simple existencia.

Pero, sobre todo, llorar por mí misma.

—Está bien, Leo, te tengo.

Él me abraza, pero apenas puedo sentirlo, mi cerebro ni siquiera logra procesar del todo las palabras que murmura, aunque me deleito con el sonido de su voz.

—Vamos, déjame llevarte hasta la cama.

No pongo resistencia y dejo que lo haga, porque no tengo la energía o fuerza de voluntad para discutir.

Vuelvo en si un poco después cuando siento una especie de tirón en mi cara, cerca de mi boca y abro los ojos para ver qué está sucediendo y veo a Garrett limpiando mi rostro con unas pequeñas toallitas desmaquillantes.

¿Él realmente está aquí? Pensé que todo había sido una alucinación. Pero, ¿por qué está él aquí? No sé supone que yo lo jodí todo entre nosotros, lo cual no es una novedad. ¿No sé supone que soy experta en destruir todo a mi paso?

—¿Por qué?

Tardo varios segundos en entender que la pregunta que ha salido con voz ronca y cansada ha sido mía.

Lo ojos de Garrett se fijan en los míos, mirándome casi con pena y comprensión, y no sé cuál de esos dos sentimientos detesto más.

—¿Por qué estás aquí? —exijo.

¿Qué gana él con estar aquí ahora? ¿Qué gano yo?

Debería estar haciendo cualquier otra cosa, menos estando en mi apartamento cuidando de mí. Ya no. No somos esas personas y no tenemos esa clase de relación. En realidad, no tenemos ninguna relación.

—Llamaste o tu amigo llamó y me dijo que estabas demasiado borracha para irte sola a casa. Por eso estoy aquí. Además, también te he extrañado.

Pienso que esa es una conversación muy pesada como para tenerla en estas condiciones.

En realidad, espero no tenerla nunca. No veo el sentido.

—Estoy cansada —murmuro.

No es una mentira. Estoy tan cansada de todo que ni siquiera puedo sostener esta conversación y simplemente dejo caer mi cabeza contra la almohada de mi cama. Quiero dormir, dejar que el sueño se lleve todo y sumergirme en aquella nada.

Garrett me pregunta si me puedo cambiar sola y tarareo, pero no me muevo y él me ayuda a ponerme ropa más cómoda y estoy demasiado cansada para sentir algo al respecto así que simplemente dejo que todo suceda.

—¿Realmente estás aquí?

No parece real.

Extiendo mi mano para comprobar si la visión desaparece cuando la toque, como sucede en las series o películas, pero la mano cálida de Garrett se encuentra conmigo en mitad de camino hacia su cara. Atrae mi mano con ternura y protección hacia él y yo estoy muy cansada para hacer algo, para decir cualquier cosa y solo me permito sentir el alivio de que sea él quien está aquí conmigo.

—Yo también te extrañé —le digo antes de cerrar los ojos y quedarme profundamente dormida.

Alguien me despierta un poco después para que beba un poco de agua y tome una aspirina. Escucho de forma vaga que es para ayudarme con la inminente resaca que tendré.

No presto mucha atención y vuelvo a quedarme dormida.

Mi cabeza duele, no tanto como debería dado todo lo que bebí, pero, aun así, es insoportable y no quiero moverme o abrir los ojos, pero mi vejiga duele, tal vez por todo lo que bebí, y me veo obligada abrir los ojos para levantarme de la comodidad de mi cama. Suelto un gemido de dolor mientras me levanto, usando el colchón para ayudarme.

—Mierda.

Mi cabeza palpita ante el movimiento y mi estómago se siente vacío, me veo obligada a volver a cerrar los ojos debido a la luz, que, aunque es poca, aun logra fastidiarme.

Llego al baño después de varios tropezones.

Me apoyo en el tocador después de lavarme las manos y tomo una respiración profunda porque aquel pequeño trayecto que acabo de recorrer se sintió como correr el maratón de New York y me siento sin fuerzas para hacer el viaje de regreso.

—¿En qué estaba pensando cuando bebí tanto?

No estaba pensando, solo quería que todo se detenga y que las emociones se apaguen el tiempo suficiente para dejarme respirar sin sentir que me ahogo.

No me cuesta tanto esfuerzo como pensada el regresar a mi cama y me dejo caer contra mis suaves almohadas y cierro los ojos con fuerza, acurrucándome con mi cara lejos de cualquier luz y dejo que el sueño me invada de nuevo.

Hay un ligero toque en mi brazo que se vuelve cada vez más insistente y molesto, intento ignorarlo, pero no sé detiene y frunzo mi ceño por la molestia.

—Abre los ojos mascota, vamos, sé que estás despierta.

Hay una voz en mi subconsciente que me dice que conozco a la persona que me está hablando, pero tardo en ubicarla.

Con demasiado esfuerzo abro un ojo, pero todo lo que consigo es ver una camisa oscura y una mano cálida presionando mi hombro.

—No me toques.

La mano se aparta de inmediato.

—Me estoy ganando el cielo por hacer esto —lo escucho decir—. Solo abre los ojos un momento, ya después puedes volver a dormir.

Maldigo un par de veces en mi cabeza antes de abrir mis ojos y lo primero que noto es que la luz no es tan deslumbrante como antes, pero a pesar de eso aún se siente demasiado brillante para mis ojos sensibles.

Levanto la vista y me sorprendo al ver a Emrys.

¿Cómo mierda logra entrar en mi apartamento sin que yo le abra la puerta?

—¿Estoy en el infierno?

Él niega con la cabeza.

—Yo sí —responde.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Sinceramente? No tengo idea. Pero mi hermano me llamó está mañana porque se tenía que ir y no quería dejarte sola en tu he estado, así que me pidió que venga.

Me pasa un Gatorade y suspiro cuando el líquido frio calma mi garganta.

—Lo cual es bastante interesante porque se supone que ustedes no se conocían. ¿No fue eso lo que me dijiste? Pero aquí estaba él, en tu apartamento cuidando de ti. Extraño. ¿Verdad? Una muy extraña situación para dos personas que no se conocen.

No respondo y termino de beber toda la botella de Gatorade.

Emrys tampoco menciona nada más al respecto y me quita la botella, luego, me entrega unas galletas saladas y algunas rebanadas de pan. Hago una mueca al verlas. La sola idea de comer en este momento me revuelve el estómago.

—Come —ordena—. Necesitas algo en tu estómago además de todo el licor que bebiste y hará que te sientas menos miserable más tarde.

Lo miro de soslayo, y él mueve el plato más cerca de mí y resoplo, algo que no haría si estuviera sobria y con todos mis sentidos alerta y simplemente tomo unas galletas y las mastico un par de veces antes de obligarme a tragarlas.

Hago lo mismo con la mitad de una rebanada de pan.

—Buena chica —me elogia.

Hay una sonrisa engreída en sus labios que me hace querer golpearlo, pero no lo hago y simplemente, con la poca fuerza que me queda, me levanto a lavar mis dientes para poder hundirme en las almohadas y volver a dormir.

No sé qué hora es cuando me despierto, pero me siento menos miserable de lo que imaginaba y no me cuesta tanto trabajo llegar al baño.

Me mojo la cara después de lavar mis dientes y salgo hacia la cocina.

—Buenos días, mascota —saluda con altanería.

Pasó una mano por mi cara y pienso que la próxima vez que abra los ojos, él no estará ahí y solo habrá sido una alucinación por beber demasiado.

Pero no, abro los ojos y él sigue ahí, como un castigo divino.

¡¿Por qué Dios me trata como si hubiera sido yo quien presentó a Taylor Swift y Jake Gyllenhaal?!

—¿Qué estás haciendo?

Parte de la conversación que tuvimos antes viene a mi mente poco a poco y entiendo que es un tema que él no dejará ir tan fácilmente.

Una parte de mí, que ya no está tan desorientada por la bruma del alcohol, entiende que tal vez Garrett lo hizo adrede. ¿Qué otra explicación hay? No había otra razón para que llame justamente a su hermano.

—El desayuno. Siéntate.

Parece hacer un esfuerzo por ser cordial y murmura algo que no logro entender del todo.

Pone una taza de café humeante frente a mí y me dice que él no puede empezar su mañana o en general, no puede estar sin beber café.

—No tiene veneno —comenta.

—No bebo café, pero si ese tuviera veneno lo bebería con gusto solo para dejar de verte y hablar contigo.

Sonríe.

—Lo recordaré la próxima vez. Aunque si tuviera veneno, quien lo estaría bebiendo seria yo.

Me sirve un poco de jugo y coloca algo de fruta en la mesa, así como tostadas y huevos revueltos con tocino.

No habla, solo deja las cosas y se sienta frente a mí.

—¿Por qué estás aquí?

—Ya te dije. Aunque tú no me has dicho porque estaba mi hermano aquí o porque lo llamaron a él para ir por ti.

Levanto una ceja y sonrío.

—¿Por qué? ¿Hubieras preferido que te llamen a ti?

—Si me llamas y esperas que yo vaya donde sea que estes, sería la cosa más estúpida que podrías hacer.

—¿No irías por mí aun sabiendo que estoy sola y ebria sin poder regresar a casa?

Niega con la cabeza.

—No. No me interesas, mascota. Tampoco te conozco. ¿Por qué lo haría o me preocuparía por ti? O dime, ¿tú lo harías por mí?

—Touché.

Me dedico a comer en silencio, pensando en cómo explicar el que Garrett haya estado aquí, el que haya ido por mí, pero está un poco complicado, Emrys no es idiota, no se creará cualquier mentira y sé que podría usar la información de mi pasado con su hermano para pedirle a sus padres la cancelación de la boda y el que yo haya mantenido esto en secreto no se verá nada bien y tampoco creo que los padres de ellos, especialmente su madre, este feliz con esa información.

—Antes que lo olvide, Miranda quiere hablar contigo para coordinar la fiesta de compromiso.

Había olvidado ese detalle.

—No me has dado un anillo. ¿Me lo piensas dar esa noche?

—¿Qué? ¿Por qué te daría algo y menos un anillo? Si quieres uno, cómpralo tú misma.

—¡Eres mi prometido!

Se encoje de hombros.

—Dado que es mi madre quien aceptó esto, pídele el anillo a ella. Estoy seguro que estaría feliz de darte el que quieras.

—Eres un idiota.

—Nunca he pretendido lo contrario.

Mi teléfono suena en alguna parte de mi apartamento y veo que es un mensaje de Lana.

—Mierda.

Había olvidado que quedé en cuidar a Nora.

Le mando un mensaje diciéndole que no puedo ir por Nora, pero que ella puede traerla aquí y mi hermana responde que ya está en camino.

—Tienes que irte, mi hermana viene con mi sobrina.

—¿Y no quieres que conozca a tu familia? Me siento profundamente ofendido.

—Vete.

Se levanta y toma sus cosas, pero antes de salir se detiene y me mira.

—No confió en ti —me dice sin rodeos—. Hay algo en tu persona que me genera desconfianza y si hay algo que odio más que nada, son las mentiras, así que te voy a preguntar una última vez. ¿Hay alguna historia entre tú y mi hermano?

Suspiro.

—No, puede que me haya acostado con él o algo así, pero no lo recuerdo, pero en sí, no hay historia. Si la hubiera, ¿por qué aceptaría casarme contigo?

—Porque los restaurantes de tu mamá necesitan la fusión y tú necesitas complacerla.

Se va, pero no parece convencido con mi respuesta.

Recojo los platos y los pongo en el lavavajillas antes de irme a bañar para quitarme el malestar y esperar la llegada de mi hermana.

Quien llega tan solo veinte minutos después.

Abro la puerta y me encuentro con el rostro cansado de Lana y la sonrisa radiante de Nora, que está jugueteando con una jirafa de peluche.

Estiro mis brazos hacia Nora y ella salta con entusiasmo, dejando que la abrace y la haga girar mientras beso sus mejillas regordetas.

—Aquí están sus cosas y gracias una vez más por cuidarla.

Mi hermana deja la bolsa y algunos juguetes de la niña en el sofá y se sienta ahí un momento.

La veo recostar su espalda contra el respaldo y dejar caer su cabeza hacia atrás.

—No tienes nada que agradecer y lamento no haber podido ir por ella.

—Está bien —hace un pequeño gesto con su mano y tararea para sí misma—. ¿Te importa si me quedo aquí un momento?

—Por supuesto que no.

Le digo a Nora que dejemos a su mamá descansar y que ella puede ser mi ayudante en la cocina.

Recojo su cabello rizado lo mejor que puedo y le coloco el gorro de chef, ella se ríe al verse y nos tomo una foto antes de ponerle el delantal que le compré.

—Vamos hacer tus galletas favoritas. ¿Te gusta la idea, cariño?

—Sí. ¡Eres la mejor tía!

Tiene tres años —me recuerdo—, es normal que ante ciertos gestos piense eso.

Cuando ella nació, me mantuve al margen, tratando de no encariñarme con alguien que tal vez después, al igual que el resto de la familia de su mamá, también podría odiarme. No quería amar a Nora porque sabía que me dolería si después me odiaba o si Lana decidía que lo mejor para la niña es que no me vea más.

Ve con la tía, Leo —le dijo Lana a su hija cuando cumplió un año.

Ella no es su tía —espeto Joseph.

La respuesta de Lana fue mandarlo a callar y puso a Nora en mis brazos.

—¿Por qué no me puedo quedar contigo mientras mi mamá trabaja?

Hay un poco de harina en sus mejillas y frente, algo que me hace sonreír.

—Yo también tengo un trabajo, mi pequeña Munchkin.

—¿Me podrías llevar a tu trabajo? Mamá nunca me quiere llevar con ella.

Se que lo dice porque mi mamá a veces la llevaba con ella cuando tenía que ir a ver algo de los restaurantes y ahora Nora piensa que puede ir a los trabajos de todos.

—Bueno eso es porque el trabajo de mamá no permite que te lleve y mi trabajo tampoco. Pero si tú mamá acepta, te podría llevar al parque, eso es mucho más divertido que mi trabajo.

Miro a mi hermana que se ha quedado dormida en el sofá.

Se ve aún más cansada que la última vez que la vi y también un poco más delgada, pero me debo morder la lengua para no decir nada porque Lana no siempre se toma bien los comentarios o consejos de otros. Se suele poner a la defensiva y actuar de forma impulsiva y me preocupa que, si le digo algo que la llegue a molestar, deje de pedirme ayuda.

Si yo no la ayudo, ¿quién lo va hacer?

Neidi vive en Turquía desde hace años y solo habla con Joseph, y con mi madre habla solo para contarle sus problemas, porque eso sí, solo los problemas de Neidi importan y el del resto no. Obviamente Lana tampoco puede contar con Joseph en ningún sentido y dado que se enojó con mi mamá, su orgullo tampoco le permitirá pedirle ayuda.

—¿Le podemos poner más chispas de chocolate?

—Está bien, solo un poco más. Una vez al año no hace daño.

Terminamos las galletas y las colocamos en el horno, Lana aún sigue profundamente dormida y para evitar que Nora la despierte, llevo a la niña a mi habitación con sus juguetes y tomo un par de libros que tengo aquí para ella, incluso sí casi no me visita.

Hacemos un fuerte en el piso frente a mí cama, con almohadas y mantas, para sentarnos en medio. Esto es algo que he visto en muchos programas y películas, y siempre me llamó la atención.

Es cálido y a Nora parece gustarle.

—¿Me puedes contar una historia, tía?

—¿De estás?

Le enseño los libros y ella niega con la cabeza.

—No, una nueva.

Tarareo mientras pienso y Nora toma su peluche esperando a que comience con la historia.

—Había una vez una niña que soñaba con ser una princesa y tener una familia. Solía emocionarse cada vez que los reyes de algún reino lejano estaban de visita y pedía en su mente que la elijan, pero no lo hacían, hasta que un día, llegó un Rey junto a su Reina y la eligieron a ella. Aquella niña estaba tan feliz que incluso lloró por la emoción de que tendría una familia, que sería amada y viviría feliz por siempre.

» Pero no fue así porque la pequeña no cumplía con lo necesario para ser una princesa, al llegar al reino sus reyes descubrieron que la niña no era lo que ellos pensaban, lo que querían, entonces, no podían amarla. ¿Qué puedo hacer para que me quieran? Les preguntaba la niña y la respuesta siempre era la misma, nada. Los días empezaron a pasar, volviéndose meses y años, dónde la niña intentaba ser mejor, pero no importaba lo que hiciera, seguía sin ser lo que los reyes querían y sus súbditos empezaron hablar, culparon a la niña de la separación de sus reyes, de la caída de su reino, de las plagas y pestes.

Hago una pequeña pausa y trago el nudo en mi garganta antes de continuar.

—Todo lo malo que sucedía, era culpa de esa niña y eso la rompió. Volviéndola fría y distante. Alejándola de todos, e hizo que ella se encerrara en una enorme torre con muros tan altos, que nadie podría llegar a ella. Jamás. Y si te preguntas que le sucedió, bueno, aún sigue en esa torre de muros duros y fríos, sola y con el corazón endurecido. Sin la esperanza de que alguien alguna vez la llegue a querer.

—¿No hay príncipe en esta historia que rescate a la princesa?

Niego con la cabeza.

—No cariño, sin príncipes o hadas madrinas.

Y también sin final feliz.

—Es triste, lo bueno es que no es real.

—Si, eso es lo bueno.

Miento. Porque es real, tan real.

Mi realidad siempre ha sido un poco y cruda y demasiado despiadada.

"Nota de Leone: Me dices que soy insegura, que constantemente busco validación externa y que eso me lleva a ser pesimista, prefiriendo ver el vaso medio vacío a medio lleno. Pero, ¿qué crees cariño? Tú eres igual a mí y por eso fue tan fácil para nosotros joderlo todo".

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