4. Soldado caído, repito, soldado caído.

Halsey - Castle (1:48 – 2:44)

Thalía abre la puerta de su apartamento con pantalones de yoga y una camisa holgada, en una mano sostiene una copa de vino y me hace una seña con la otra para que siga adelante.

Me quito el abrigo y lo cuelgo junto a la puerta.

En la mesa frente al sofá está la botella de vino abierta y me siento muy tentada a beber una copa. Solo una. Pero mis medicamentos por estrés post traumático no van bien con el alcohol y necesito manejar de regreso a mi hogar.

Y dudo que Thalía me deje beber, ella es peor que mi madre, cuidándome y recordándome que coma, que tome agua y que duerma al menos ocho horas diarias. Hay momentos donde no sé cómo lidiar con su preocupación hacia mí.

—Hice una estupidez está noche.

—¿Mataste a alguien y quieres que te ayude a enterrar el cuerpo?

Niego con la cabeza.

—No y me ofende que eso sea lo primero que se les viene a la mente sobre mí.

—Bien, gran bebé, dime ¿qué hiciste? Así podremos buscar una solución.

Entierro mi cara entre mis manos.

El timbre del apartamento suena y levanto mi mirada hacia Thalía, quien luce igual de desconcertada que yo.

Se levanta y mira por la mirilla.

—Es Kylie.

Kylie es una modelo que también dice ser "novia" de Thalía y digo novia entre comillas, porque solo son novias en el apartamento de mi amiga y a puertas cerradas.

Thalía es el sucio secreto de Kylie porque ella, según sus propias palabras, no puede arruinar su carrera diciendo que es bisexual.

Me he cansado de decirle a Thalía que merece algo mejor.

—Está bien, me iré y podremos...

—No, quédate. Eres mi amiga y me necesitas, le diré que nos vemos después.

—¿Segura? No me importaría que hablemos mañana.

Me sonríe y asiente con la cabeza.

—¿Podrías esperar en la otra habitación?

Respondo que sí y me levanto.

El apartamento no es muy grande y las paredes son finas, así que de todas formas escucho de que va la conversación.

—Oye, ¿qué sucede? Tus ojos están rojos e hinchados. ¿Has estado llorando?

—Lo siento, Tali. De verdad lo siento.

Hay un silencio y muerdo mi labio mientras me debato entre seguir escuchando o intentar evitar escuchar.

—Lo siento, Tali.

—Kylie, ¿qué sucedió?

Presiento que sea lo que sea que Kylie vaya a decir, no será nada buen. Lo intuyo por su tono y porque no sería la primera vez que lastima a mi amiga.

Ya he perdido la cuenta de las veces que ha sucedido algo como esto.

—¿Qué pasa, babe?

—Realmente lo siento, sabes que si... Te amo, y estoy agradecida por todo lo que has hecho por mí, por la forma que me consuelas cuando estoy mal y tu apoyo constante en mi carrera. Eres muy importante para mí, Tali. Por favor, no pienses lo contrario. No pienses que no te amo.

Pongo los ojos en blanco porque incluso puedo imaginar su actuación.

En lugar de modelo debería ser actriz.

—Me estás asustando, solo dime qué es.

—Gracias por amarme, Tali.

Va a romper con ella —por sabrán los dioses qué vez—, o le dirá que la engañó. De todas formas, es el adiós más extraño que escuchado. ¿Qué sentido tiene decirle todo eso si de todas formas va a romper su corazón? Muy bonitas palabras, pero terribles acciones.

Mi teléfono suena y veo que es Owen.

—Ahora no puedo hablar, estoy en el apartamento de Thalía y al parecer Kylie va a terminar con ella.

—¿Qué? No puedes dejar con el chisme a medias. Eso es pecado. ¿Qué está pasando? Necesito saber. No podré descansar con ese chisme inconcluso.

—¡Te llamo después!

Pongo el teléfono en silencio porque conozco a Owen y sé que va a volver a llamar.

Y en efecto veo como la pantalla de mi teléfono se enciende con una llamada de él, pero no atiendo.

—Se que me amas mucho más de lo que yo te amo —le sigue diciendo Kylie—. Y mucho más de lo que merezco.

—No puedo creer que me estés haciendo esto de nuevo. ¿De verdad estás terminando conmigo otra vez? ¿Después de todo lo que hemos pasado? Es que eres increíble. Y dime, ¿en qué me equivoqué está vez?

Oh, mi pobre amiga.

Nada, no hiciste nada malo, excepto enamorarte de quién no debías.

Está es una de las razones por las que evito el romance y enamorarme. El amor te vuelve débil y como no elegimos de quién enamorarnos, muchas veces nos humillamos al amar a la persona equivocada.

—Dime dónde me equivoqué. Dime si puedo solucionarlo.

Eso es lo que hace el amor; nos vuelve débiles. Impide que pensemos con claridad y, como siempre hay uno que ama más, el otro se vuelve un títere y manipulable.

—Lo siendo tanto, Tali. Pensé que podía hacerlo. Te lo juro. Pensé que podría amarte tanto como a él, pero, creo que solo estaba confundida. Eso no quita que podamos seguir siendo amigas.

—¿En serio? ¿Después de todo lo que él te ha hecho? ¡¿Después de todas las cosas y promesas que me hiciste?! ¡¿Vas a volver corriendo con hombre del que huías?! ¡Dijiste que me amabas! Que jamás habías sido más feliz que conmigo. Me prometiste que está vez sería diferente.

—¡Él me dijo que va a cambiar! Y lo amo, no me puedes culpar por amarlo.

No puedo creer el cinismo de esa mujer.

¿Cómo Thalía se pudo enamorar de alguien como ella?

—De verdad lo siento.

—No más que yo. Y no vengas corriendo hacia mí cuando las cosas con él no funcionen y vuelva a ser el mismo imbécil de siempre que te menosprecia y te trata como un accesorio.

La puerta se cierra con fuerza y cuento en mi mente hasta diez antes de regresar a la sala, dónde encuentro a mi amiga mirando la puerta tratando de contener las lágrimas.

Muerde su labio inferior con fuerza y sus brazos están colgando a sus costados, con sus puños apretados de tal manera que sus nudillos se han vuelto blancos.

—¿Por qué ella no puede amar a alguien que le daría todo el universo si pudiera?

Al crecer en el ambiente que crecí, no aprendí mecanismos o formas correctas de consolar a una persona. Usualmente cuando veo a alguien mal o triste, la evito y dejo que alguien más se encargue.

Pero no le puedo hacer eso a Thalía. Solo quisiera saber qué puedo hacer o decir en esta situación.

—¿Por qué ella no puede amarme? ¿Qué tiene él que no tenga yo?

—Un pene, aunque con un buen dildo eso se podría solucionar —no me doy cuenta que he dicho aquello en voz alta hasta que Thalía me mira y se empieza a reír.

—Dioses, eres la peor consolando a alguien y al mismo tiempo, eres justo lo que una persona necesita cuando está mal.

Nos acomodamos en el sofá y ella coloca sus codos sobre sus rodillas y entierra su cara en sus manos. Suelta un grito ahogado y luego otro.

Me siento junto a ella y paso una mano por su espalda.

—No voy a llorar más por ella. No merece mis lágrimas.

—No, no lo hace, pero tú mereces poder dejar ir todo ese dolor y a veces llorar es bueno. Ayuda a filtrar y dejar ir algunos malos sentimientos y pensamientos.

Es un poco hipócrita de mi parte decirlo cuando yo evito llorar. Ni siquiera recuerdo cuando fue la última vez que lloré.

Por algo te apodan la Reina del hielo —se burla una voz en mi cabeza que suena como Neidi.

—Si tienes ganas de llorar, no lo hagas por ella. Hazlo por ti.

—Sí, tienes razón. ¿Cuándo te volviste tan inteligente?

Golpeo de forma juguetona mi hombro contra el suyo y ella me dedica una sonrisa.

—Oye, ¿que tienes aquí?

Su dedo toca la piel de mi mejilla dónde recibí la cachetada por parte de Joseph y, aunque su toque es ligero, me encojo un poco ante el dolor. Es un movimiento que cualquier otra persona que no me conozca se podría haber perdido, pero no Thalía.

—No es nada. Joseph vino, tuvimos una discusión y se enojó conmigo. Ya sabes, lo de siempre.

Mi amiga aprieta con fuerza la mandíbula y murmura que deberíamos lanzar su auto al agua con él dentro.

—No lo mereces. Lo sabes. ¿Verdad? Leo, mírame, no es tu culpa nada de lo que sucedió. No eres responsable de cualquier mierda que Joseph te haya dicho.

¡Lo haremos a mi manera! —lo puedo escuchar gritar — ¡Porque esa es la única manera correcta!

A mi mente viene el recuerdo de Joseph parado frente a mí, su saliva volando por todas partes mientras cada palabra que grita en mi cara me golpea como una bala. Porque las palabras siempre han sido su arma y las aprendió a manejar como un maestro.

Siempre supo cómo derribarme. Cómo encontrar mis puntos débiles para golpear justo ahí y después venir a hincar la herida que el mismo causó.

—Lo sé.

—¿En realidad?

—Sí, lo sé, en serio lo sé. Es solo que a veces mi cerebro parece olvidarlo y es fácil creer que realmente es mi culpa todo lo que está pasando. Porque hay cosas que tienen sentido que sean por mí, por ejemplo, que la familia de mi madre la haya hecho a un lado porque ella se quedó conmigo. Lo cual no es justo.

Me doy cuenta, recién ahora ante la mirada de Thalía, que tengo tan normalizada aquella situación, que ni siquiera me detuve a pensar en el golpe que Joseph me dio.

Simplemente me levanté y lo cubrí con maquillaje. De la misma forma que he hecho antes.

—Bueno, esa fue la decisión de tu mamá y ella recibía una buena suma de dinero al año por tenerte.

Es un poco triste saber que la única manera que había de que ella se quede conmigo, es que le paguen y es aún más triste, que mi padre haya preferido pagar tanto dinero con tal de no tenerme cerca.

Cierro los ojos con fuerza.

—Sí, también se eso y de todas formas pienso que no lo valía. No valía tanto.

Sí lo hubiera hecho, mi padre se hubiera quedado. Sería suficiente. Pero no lo fui y él se fue.

—Estas bromeando, ¿cierto? Vamos, Leo. Ninguna de esas personas a las que llamas familia te merece. Ninguno. Siempre has sido demasiado buena para ellos.

—¡Lo sé! Al menos lo sé la mayoría del tiempo, pero tengo momentos de duda. Dónde dejo que sus opiniones me afecten. ¿Sabes cómo fue crecer con ellos? Un infierno. Imagínate vivir rodeada de personas que te dicen y te tratan como si tú fueras un problema y la razón de que todo vaya mal en sus vidas. Que no haya nadie ahí para que te diga lo contrario, que te diga que no es cierto. ¿Sabes cómo es? Empiezas a creer que dicen la verdad. Que eres el problema. Lo que está mal y que, si no existieras, todo sería mejor.

Uno empieza a crecer con la idea de que es cierto todo lo que dicen. Uno piensa que, "si todos lo dicen debe ser por algo". Y es muy, pero muy difícil erradicar esa idea.

Yo no siento que la haya eliminado de mi mente y de mi sistema, solo la aplasté bajo otros sentimientos y la dejé ahí para que se pudra. Pero como no la eliminé, su presencia sigue causando estragos de vez en cuando, en especial cuando las emociones que están sobre ellas, se mueven y dejan la caja abierta.

—¿Sigues asistiendo a terapia?

—Por supuesto y estoy tomando mi medicamento.

—Bueno. Es solo que...

—Lo sé. Lo sé.

Vuelve a mirar mi mejilla y chasquea la lengua.

—No tienes idea de cuánto lo odio, es que me hierve la sangre de solo escuchar su nombre. Es un ser tan despreciable —comenta—. Pero ya no hablemos de él o el resto de tu horrenda familia. Dime, ¿por qué viniste?

—Estábamos hablando de ti y de que acabas de romper con Kylie. Por décima u onceava vez, debo señalar.

Pone los ojos en blanco.

—Exacto, no es la primera vez que sucede y ya no quiero hablar de ella. ¿Qué sentido tiene? Me duele, me siento estúpida y tardaré en sanar, pero lo haré y estaré mejor sin ella en mi vida.

—Por supuesto que sí, mereces más que ser la segunda opción de alguien y su sucio secreto al mismo jodido tiempo.

No entiendo porque a las personas nos cuesta ver qué no nos están amando de la forma correcta, de la manera en que merecemos ser amadas.

Suelto un suspiro.

—Dime, ¿por qué viniste aquí?

—Le dije a la madre de Emrys, frente a él, que nos mudaríamos juntos.

—¿Y te arrepientes de haberlo dicho?

Niego con la cabeza.

—Bien, porque será más fácil para ti que lo enloquezcas si viven juntos.

Igual me genera cierta incomodidad y malestar la idea de vivir con otra persona, pero todo sea por ganar y terminar con esto.

—Había pensado en utilizar eso como plan B. Pero, él no me agrada, ni un poco. Tiene algo, no sé qué es, que me fastidia con solo verlo y, ¿qué clase de nombre es Emrys? Thalía, es como un robot, lo miras y te cuestionas si tiene o no sentimientos. Es tan estoico y no muestra ninguna expresión en su rostro. Es... No es alguien con quién quiero pasar mi tiempo.

—Vaya, al parecer tenías todo eso guardado. Lo acabas de conocer y ¿ya lo odias?

—¡Sí! Porque él no es... Mira, es tarde, creo que ya no sé lo que estoy diciendo. Mejor me voy y, ¿hablamos mañana?

Los ojos de mi amiga me estudian con atención mientras me levanto y recojo mis cosas.

—¿Estás segura de que estás bien para manejar a casa? Podrías quedarte aquí.

—Estoy bien. Todo está bien. Nos vemos.

Emrys no es él. Eso es lo que iba a decir.

Ya lo superaste —me repito en mi mente—. Él es solo parte de tu pasado.

Es lo que me repito durante toda la noche.

Unos golpes en la puerta de mi apartamento llaman mi atención y miro la hora en mi teléfono antes de levantarme a ver quién es.

Son las seis y quince de la mañana. ¿Quién podría ser a esta hora?

—¿Lana? ¿Qué haces aquí a esta hora?

Tiene su cabello negro recogido en un moño desordenado. Mamá todo el tiempo le está recordando que debería peinarlo más seguido para que lo tenga mejor, pero Lana no la escucha.

Mi hermana siempre tuvo el defecto de creer que tenía todas las respuestas a todas las preguntas, incluso a las que aún no se habían hecho. Solo ella tiene razón y todos los demás están equivocados.

—¿Puedo pasar?

—Sí, por supuesto. ¿Quieres algo de beber?

Niega con la cabeza.

Sus dedos están jugueteando con la correa de su bolso marrón.

—Bien, dime, ¿qué sucede? ¿Nora está bien?

Nora es la pequeña hija de mi pequeña hermana.

Quedó embarazada un poco después de cumplir los dieciocho años. Mamá estaba muy triste y decepcionada, incluso aunque no lo dijo, pero se podía ver en su mirada. Lo cual es entendible, ella quería que Lana vaya a la universidad, estudie una carrera y tenía tantos sueños para su hija.

—Sí, ella está bien. Muy bien. Mira, yo solo... ¿crees que podrías prestarme dinero? Nora se enfermó hace dos semanas y sus medicamentos salieron algo caros y no me alcanza para pagar el alquiler. Por favor, prometo devolvértelo.

Suspiro.

—Por supuesto. ¿Cuánto necesitas?

Me muerdo la lengua para no decirle lo que realmente quiero.

Lana solía vivir con mi mamá porque su trabajo como cajera en una tienda de víveres a penas y le alcanza para pagar el alquiler, pero tuvo una discusión con mi madre por lo irresponsable que puede ser, y como nunca le ha gustado que le corrijan y le digan que hacer, tomó sus cosas y se fue.

Para mí, no fue una novedad que haga eso, Lana es impulsiva por naturaleza. No piensa en las consecuencias de sus acciones y decisiones. Solo actúa y, cuando las cosas se ponen mal, corre dónde mi madre o donde mi para que le solucionemos las cosas.

—Gracias, Leo. Eres la mejor hermana.

Me abraza y me congelo ante el gesto, pero lo permito.

Y es que no importan las veces —muy pocas— que mi hermana se acerque a mi para abrazarme, de todas formas, me tenso ante el gesto.

—¿Podrías no decirle a mamá sobre esto? Sabes cómo se pondrá y no quiero discutir con ella.

—No lo haré.

Me dice cuánto necesita y voy a buscar el dinero a mi habitación.

—Aquí tienes y no te molestes en devolverlo. Está bien.

—En serio eres la mejor.

Me vuelve abrazar y le dedico una sonrisa.

Tiene tan solo veintidós años, debería estar disfrutando su juventud, viviendo la vida. Riendo con amigos y en la universidad. No matándose en un trabajo que odia y teniendo una vida que la hace sentir tan miserable.

—¿Has estado durmiendo?

Niega con la cabeza.

—Tuve que tomar algunos turnos extras para poder llegar a fin de mes y Nora está... Llora mucho. ¿Sabes? A veces solo quiero irme y dejarla ahí sola. No es fácil ser madre soltera.

—Nadie dijo que lo fuera, Lana. ¿Qué día tienes libre? Tal vez podrías dejar a Nora conmigo para que puedas descansar.

Su cara se ilumina ante mi propuesta.

—¿De verdad? Este domingo estoy libre.

—Bien, ¿te parece si voy a verla a tu apartamento el sábado después de tu trabajo? Así podrás dormir hasta tarde el domingo.

—¡Sí! Me parece perfecto. Gracias, Leo.

Se despide de mí y se va dando pequeños saltos.

Paso una mano por mi cara y entro a mi habitación para arreglarme para este día.

Estoy terminando de maquillarme cuando mi teléfono suena. Levanto una ceja al ver que es un número desconocido.

—Funeraria Santa Lucia, su muerte es nuestra alegría. ¿En qué podemos ayudarle? —digo al contestar la llamada en manos libres para poder seguir arreglándome o de lo contrario, llegaré tarde al trabajo.

—¿Siempre contestas las llamadas de esa manera?

Me quedo quieta con el labial frente a mis labios y sonrío.

—Sí, en especial para aquellos que sé, que la funeraria les será de utilidad muy pronto. ¿Por qué me estás llamando?

—Para informarte que hoy se hará público el compromiso.

—¡¿Qué?!

No, no.

Pensé que sería dentro de un mes y tendría tiempo para... ¿Para qué exactamente? ¿Decirle cara a cara a mi ex que me voy a casar? Tal vez no así, pero al menos decirle algo.

—No, aún no podemos anunciarlo. Pensé que se lo haría en una cena o algo así.

—Sí, esa era la idea original, pero le dije a mi madre que no podía esperar.

Muerdo mi labio y reprimo un insulto.

—Bueno, tendrás que esperar. No lo podemos anunciar todavía.

—Lamento informarte que es un poco tarde para poder evitar el anuncio.

Evito pasar una mano por mi cara para no arruinar mi maquillaje.

—¿Por qué lo dices?

—¿Recuerdas la foto que nos tomaron? Parecías tan feliz con ella, así que la hice sacar de inmediato y al verla pensé, ¿no quedaría bien en una valla publicitaria y en todos los periódicos de la ciudad?

—¡¿Qué?! ¡Dijiste que ni siquiera te gustan las fotos! No puedo creerlo. Esto es horrible, la peor idea que pudiste tener.

Me da arcadas solo pensar en mi cara en todas esas vallas con un mensaje... ¿Qué mensaje puso?

—Dime que al menos no pusiste una frase demasiado ridícula.

—Lo que dice es: Nuestras vidas se han entrelazado en una promesa de amor eterno. Nuestro corazón y alma están unidos en un solo deseo: construir una vida juntos, llena de sueños, pasión y amor. ¡Estamos comprometidos!

Cierro los ojos con fuerza y antes de darme cuenta, lanzo el teléfono a algún lado de esta habitación. Por suerte, Dios parece creer que ya he sufrido suficiente, al menos por el día de hoy, y el teléfono cae en la mullida alfombra gris y parece estar bien.

Termino la maldita llamada y antes de apagar el teléfono veo que tengo un mensaje de un número que, pese a no estar guardado en mis contactos, sé a quién pertenece.

Número desconocido: Felicidades por tu compromiso.

"Nota de Leone: Es interesante cómo mencionas que he reprimido mis sentimientos para evitar el dolor, dejando un vacío emocional que ahora me confunde. ¿Acaso no sabías que esa muralla era mi única defensa contra la desilusión? ¿Contra ti?"

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