32. Acto final: Habla ahora o calla para siempre.
Han pasado tres meses desde aquella discusión, desde que todo, por así decirlo, terminó. Desde entonces, nos hemos enviado notas y cuando las notas dejaron de ser suficientes —tal vez entre la séptima y octava nota—, nos hemos reunido en su casa todas las noches y llevamos a cabo el mismo baile.
Todas las noches a la misma hora, vengo a su casa, usualmente a su balcón, y le cuento lo que realmente sucedió. Las veces que mentí y que ahora es real. La mayoría de las noches él no dice nada, otras noches pregunta sobre ciertas cosas que dije queriendo saber si era verdad o mentira. La mayoría de las veces debo confesar que solo eran mentiras y eso empeora todo, vuelvo a ver la desconfianza brillar en sus ojos.
Hasta este punto, no me había dado cuenta que había tantas mentiras entre nosotros.
«Con cada palabra que sale de tus labios solo desatas la vacía agonía de tu engaño, y nos dejas incinerándonos a ambos con el fuego de la desolación y desilusión» me dijo la última noche, y parecía que era algo en lo que había estado pensado demasiado.
Había esperado que las heridas ya estuvieran cauterizadas después de este tiempo. Sentir algún tipo de liberación, el alivio de la catarsis. O al menos haber gastado algo de su furia después de todas estas noches.
Pero eso no ha sucedido. Parece que no hemos avanzado nada y seguimos en lo mismo.
Justo está noche, ya llevamos unas tres horas así y no hemos llegado a ninguna parte. La piel de Emrys está pálida y sus ojos azules miran a cualquier parte menos a mí.
Se cómo él se debe estar sintiendo. El singular agotamiento que supone nuestra ruptura también me ha debilitado en todos los sentidos imaginables. Igual que a él.
«Ya no le interesa mucho pintar estos días» me dijo Dom «Él apenas come, casi no duerme y simplemente se encierra en su estudio, aunque no está trabajando en ningún cuadro». Gala fue un poco más directa sobre la situación cuando me entregó una copia de unos documentos «¿Qué esperabas? No hay nada en la relación que tuvieron que no esté manchada por la sombra de las mentiras que te empeñaste en mantener, aquellas que le dijiste y seguiste contando todos los días».
Ahora empiezo a pensar que no creo que haya una cantidad de palabras o promesas que ayuden a superar aquello.
—¿Qué vamos hacer? —pregunto, más para mí que para él.
Al otro lado de la habitación, Emrys suspira.
Quizás sea el sonido más triste que haya escuchado jamás salir de sus labios.
—¿Deberíamos seguir haciendo esto? —pregunta, después de un silencio interminable, con la voz áspera y las lágrimas aun creciendo. Sus ojos todavía están cerrados.
He notado la forma que evita decir mi nombre y no voy a negar que duele.
Consigo, con un esfuerzo desorbitante, levantar mi cabeza caída entre mis manos.
—¿Qué?
—¿Tiene algún sentido todo esto?
La pregunta sale en voz baja.
—No entiendo.
—¿Las explicaciones? ¿Las peleas? ¿Tienen algún sentido? Porque siento que no vamos a ningún lado.
Veo la forma en que sus ojos azules miran alrededor de la habitación. El peso de la tristeza en ellos es insoportable. Lucho por encontrar dentro de mí misma la capacidad de no preocuparme y preguntarle... No, no es el momento.
Porque él tiene razón, no estamos avanzando.
—Mentirte sobre mis intenciones y verdaderas razones para mantener esta relación es uno de los errores más grandes que he cometido en mi vida. Lo sé. Y si eso hace una mínima diferencia, te pediré disculpas todos los días mientras viva —murmuro en el doloroso abismo que hay entre nosotros—. Pero tienes razón, no podemos seguir haciendo esto. No si eso no cambia nada. No puedo... no quiero seguir lastimándote.
Baja la mirada.
—Hace una hora, me habría burlado de un sentimiento como ese. Habría respondido con algún comentario penetrante y seco sobre cómo deberías haber pensado en eso antes de decidir traicionar mi confianza tan profundamente como lo hiciste, pero, ahora... Siendo sincero, ahora estoy demasiado cansado.
—Entonces, ¿deberíamos seguir haciendo esto? —repito su pregunta—. O... o acaso, Emrys, ¿deberíamos... deberíamos rendirnos?
Sus ojos azules se encuentran con mis ojos marrones y dos corazones destrozados sangran entre nosotros.
—¿Es eso lo que quieres?
—No —La voz de Emrys es fuerte, ferozmente decidida ante mi vacilante susurro—. Dios no. Nunca. Nunca quiero renunciar a ti. Pero miramos. Tan solo mira donde estamos. Tal vez eso sea lo mejor.
Emrys se endereza entonces, con una fuerza que no creo que yo pueda imaginar reunir en este momento.
Descruza los brazos, se endereza y vuelve su atención al cuaderno de bocetos en el que había estado trabajando cuando llegué. Siento que él está tratando de dejar claro su punto y no sé cuál de las opciones me dolería más.
—¿Por qué te quedas entonces? —pregunto con voz estrangulada que combinaba ira y tristeza— ¿Por qué te quedas si no estoy haciendo lo suficiente?
Emrys no levanta la vista y tampoco responde.
—Emrys.
Puedo ver el leve estremecimiento que recorre su cuerpo cuando pronuncio su nombre.
—¿Qué quieres que te diga, Leone? —espeta, dejando caer su cuaderno para girarse de nuevo hacia mí— ¿Quieres que hable de que nadie me ha hecho enamorarme de la forma en que me enamore de ti? ¿Quieres que te explique que nadie me ha robado y roto el corazón como lo hiciste tú, como lo haces todavía? ¿Eso es lo que quieres? ¡Yo también estoy cansado! Pero me quedo por qué... Sinceramente no sé, por masoquismo quizás.
En este punto parece más enojado y molesto consigo mismo que conmigo.
—Sólo porque te amo no significa que quiera hacerlo, Leone. Sólo porque te necesito no significa que deba hacerlo, y sólo porque siento lo que siento cuando nos besamos no significa que el dolor no sea tan real como es. Estoy enojado todos los días. Me duele y me decepciona cada vez que quiero tomar tu mano o besar tu mejilla, pero no puedo porque los recuerdos de tus mentiras no me lo permiten.
«¿Cómo sé que está vez es real y no solo otro engaño de tu parte?» es la pregunta que me hace casi todas las noches y, esa es la pregunta del millón, ¿verdad? No puedo culparlo, si yo estuviera en su lugar, ni siquiera querría escucharme. Pero él lo hace, me deja entrar en su casa y me escucha cada vez que vengo, no me pide que me vaya hasta que yo misma decido irme.
Pero no estamos llegando a ningún lado.
—Duele —admite en voz baja—. Tuve que luchar contra todos mis instintos solo para ser yo mismo contigo. Para mostrar... para mostrar vulnerabilidad. Pero lo hice porque pensé que realmente te preocupabas por mí, que me veías más allá de quien parecía ser. Y luego descubro que me has estado mintiendo, ocultándome una gran parte de la verdad desde el inicio. Y ni siquiera me enteré por ti. Tuve que enterarme por... —Emrys respira temblorosamente, incapaz de decir su nombre mientras las emociones negativas ahogan su voz.
Intenta alejarse de mí.
Pero él parece estar en racha y habla directamente después, no queriendo dejar escapar este momento.
—Sólo porque te amo no significa que quiera recordar la canción que estaba sonando la primera vez que te escuché reír de manera genuina. No significa que quiera acercarme y abrazarte, acostarme a tu lado, todo sólo porque eres alguien de quien no puedo despedirme.
Ladeo la cabeza.
—No entiendo.
—Leone, solo porque abrí la puerta, sólo porque contesté esas notas, no significa que quiera hablar contigo. ¿Pero honestamente?
Se detiene ante lo que sea que iba a decir a continuación y respira hondo.
No parece enojado, más bien abatido y cansado, lo cual es peor.
Sin embargo, la parte más aterradora y la que me empieza a quitar las esperanzas de que algo aquí vaya a funcionar es que en este tiempo aprendí a leerlo muy bien; Cada movimiento de sus cejas, cada inclinación de su labio o movimiento de sus hombros, sé lo que significan con tan dolorosa seguridad. No hay forma de que pueda malinterpretar cuán horriblemente debí haberlo lastimado para ser tratada con la misma hostilidad que generalmente reserva para los extraños.
Ni siquiera cuando no nos conocíamos me miró de esa manera.
—Emrys, ¿me odias?
La pregunta es hecha con tanta vacilación que puedo sentir como mi corazón se hunde, da un vuelco y comienza a correr al mismo tiempo. Lo siento, Dioses, lo siento muchísimo. Pero yo también estoy muy herida por razones diferentes.
Es difícil sentir tanto cuando por años he procurado no sentir nada.
Es tan difícil sentir.
—No —admite y no parece costarle tanto como pensé que lo haría—. Te odié solo por un segundo y solo porque era más fácil odiarte. Pero fue solo por un segundo o tal vez dos. Dios. Traté de odiarte, lo intenté tantas veces. Lo que hiciste, tus mentiras, tus acciones, tu traición. Pero no puedo. No puedo odiarte.
—¿Aún hay momentos donde quieres odiarme?
Ni siquiera sé porque lo pregunto, porque no quiero saber en si la respuesta y parece que Emrys no quiere darme una.
—Si —admite—, sería más fácil que amarte. Estoy seguro que dolería menos.
—Emrys...
—La realidad es que no puedo estar seguro de que aquello duela menos. Espero que así sea, porque, en este momento, todo duele tanto, y es un poco difícil pensar que algo podría ser peor que esto. El universo no sería tan cruel. ¿Verdad? O tal vez lo haría.
Afuera, la noche es pesada, las nubes probablemente esconden las estrellas y la luna solo muestra su lado derecho. Adentro, la tensión es igual de pesada, el dolor oculta los verdaderos sentimientos de ambos y no parece que vayamos a ningún lado.
—Honestamente, nunca nadie me hizo caer como estoy cayendo ahora. Nadie jamás me ha robado y roto el corazón como lo hiciste tú, como lo haces todavía —murmura y suelta un suspiro antes de mirarme como si estuviera tratando de condenar a un santo. Aunque estoy muy lejos de serlo—. Por eso me quedo. No tengo otra opción, incluso si quisiera una.
—¿Por qué?
—Cuando se trata de ti, Leone, parece que no puedo hacer lo correcto.
Parpadeo.
Teniendo en cuenta el tono, la mirada y la postura Emrys, sus palabras deberían clasificarse como una acusación, incluso una amenaza. Y, sin embargo, algo en él lo hace parecer melancólico, como si hubiera buscado la ira, pero sus pensamientos habían tomado un rumbo equivocado y terminaron en el reino de la tristeza.
De nuevo, no estoy segura de si eso me hace sentir mejor o peor.
—Emrys, estoy tan...
Empiezo a decir de nuevo, pero él me interrumpe.
—No, no lo seas.
—Pero...
—Dije —Se acerca a mí y sujeta mis dedos entre los suyos para dejarlos caer tan solo unos segundos después—, no lo seas. Ya no.
Miro fijamente sus manos que estuvieron momentáneamente sobre las mías, recuerdo la forma en que solía entrelazar mis dedos con los suyos, la forma en que sus dedos tocaban mi piel; crean un patrón de pálido y bronceado que me recuerda noches pasadas en un abandono imprudente.
Mi corazón duele.
Mi conciencia está atrapada en una batalla infinita con sus instintos. De repente comprendo exactamente cómo se siente Emrys.
—No te odio, Leone. Sería mucho más fácil para mí si pudiera odiarte. Pero no puedo. ¿Crees que me dolería tanto si te odiara?
Emrys se detiene y pasa una mano por su cara antes de mirarme de nuevo.
—Pienso que uno de los dos debe romper este círculo, de lo contrario, no podremos avanzar.
Bajo la mirada, dejando que una mezcla de tristeza y resignación inunde mi cuerpo.
—¿Y cómo se supone que rompamos este círculo, Emrys? —pregunto con voz temblorosa—. Hemos intentado todo y siempre volvemos al mismo punto. Aquí. Tú y yo discutiendo sin llegar a ningún lado.
Asiente con la cabeza y da un paso hacia adelante, su expresión se suaviza un poco.
—Tal vez no hemos intentado lo suficiente. Tal vez necesitamos ser más honestos con nosotros mismos y con lo que realmente queremos.
¿Más honestos?
Muevo mi rostro hacia el suyo en busca de su mirada.
—¿Y qué es lo que realmente quieres? —susurro, casi temiendo su respuesta.
No responde de inmediato, se toma su tiempo, pero algo en mí, me dice que él ya tiene una respuesta.
Lo veo tomar una respiración profunda antes de volver a hablar.
—Quiero que seamos felices, Leone. Juntos o separados, pero felices. Y si eso significa que debemos dejar de lado el pasado y empezar de nuevo, debemos intentarlo, pero para eso, primero uno de los dos debe romper este círculo en el que estamos justo ahora.
Creo que, por primera vez desde que he venido aquí cada noche, estamos de acuerdo en algo.
Dejo caer mis hombros con cansancio.
Yo también estoy tan casada.
—Te amo. Lo sabes, ¿verdad?
—¿Me amas?
Y entiendo porque él me cuestiona, pero me duele un poco que no sepa, que no lo entienda.
Suelto un pequeño suspiro.
Por muchos años, más de los que me gustaría, he sido un gran desastre, y cuando lo conocí, no estaba mucho mejor que cuando conocí a Garrett, pero, incluso sin que ninguno de los dos se dé cuenta, invadimos la vida del otro.
«No puedo ver un amanecer sin pensar en ti, Leone».
«Te convertiste en mi musa. Todo me lleva hasta ti».
En este momento de mi vida, no hay una persona que signifique más para mí que Emrys. Es una pena que me haya dado cuenta tan tarde y que no haya podido confiar en lo que teníamos.
En lo que podríamos ser.
Ahora, mi corazón es una cosa terrible y destrozada —por su mirada el suyo debe estar igual que él mío—, tan deformado por todo lo que ha tenido que soportar por años que me hace preguntarme, ¿cómo es que aún sigue latiendo? Pero por un pequeño momento, después que él me dijera que me ama, mi corazón se sintió como nuevo y eso me da esperanzas.
«Tal vez, no estoy tan rota y jodida como pensaba» me dije y fue lo que me hizo regresar a él y decirle que yo también lo amo.
—Por supuesto que sí. ¿Cómo no iba a hacerlo?
Nunca tuve que hacer nada más que ser yo misma para que Emrys me ame. Solía mirarme con cariño incluso en mis peores momentos.
«No es natural sostener una cosa salvaje en tus manos y no querer domesticarla», pero él todavía me sostenía como si yo fuera la cosa más preciosa y preciada.
Como si nada en mi necesitara ser domesticado y dominado para merecer tal cosa.
—He mentido en casi todo menos en eso. Te amo, Emrys.
Baja la mirada unos segundos y cuando me vuelve a mirar, hay algo diferente en él.
—Yo también te amo, Leone.
Escucharlo decir aquello, todavía hace que mi corazón arda en mi pecho.
Después de eso, los dos estamos demasiado cansados para poder continuar con la conversación y la damos por terminada.
Regreso a mi apartamento y, como ha estado sucediendo un par de veces, Owen está dormido en mi sofá esperando por mí.
«Eso es lo que hace la familia, Leone» es lo que me responde cuando le digo que no necesita hacer esto.
—¿Todo está bien?
Se sienta en el sofá y yo me dejo caer a su lado, dejando que él envuelva un brazo alrededor de mis hombros.
—No, pero creo que está vez hemos llegado a alguna parte. No sé a dónde, pero bueno. Ya mañana veremos.
No sé cómo es tener una familia o alguien que se preocupe por ti, no sé muy bien cómo tratarlo o reaccionar, pero Owen es paciente y no me exige más de lo que puedo dar en estos momentos.
—Eso es bueno. Ahora ve a dormir, te ves terrible.
Tarareo con una media sonrisa en mis labios, pero no discuto y simplemente me despido de él antes de dirigirme a mi habitación.
****
Me dejo llevar por mi rutina por el resto del día. Ignoro la llamada de mi madre como he estado haciendo y decido finalmente bloquear su número de teléfono y el del resto de su familia. Su familia, nunca fue mía.
—Es lo mejor.
Ella no me extraña, extraña lo que puede conseguir gracias a mí.
No es hasta que mi reloj marca las diez de la noche que conduzco mi auto hasta la casa de Emrys, igual que todas las demás noches, pero a diferencia de las otras noches, esta vez veo a Gala esperando en la sala.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Se acerca a mí y pone las llaves de la casa en mis manos.
—Felicidades, al final conseguiste lo que querías. Está casa, los autos y todo lo que hay aquí es tuyo.
—¿Qué?
Señala el pasillo y me dice que hay algo más para mí en la habitación que solía estar prohibida; el estudio de Emrys.
—Él se fue, Leone.
—¡¿Qué?! ¡No! ¿Por qué se iría? ¿A dónde fue?
—No lo sé. Solo me dijo que me encargue de poner todo esto a tu nombre.
—¡Mientes!
Niega de forma muy lenta con la cabeza.
—Se fue y no va a regresar.
Dejo caer las llaves mientras me dirijo hacia su estudio y al abrir la puerta un sollozo se escapa de mis labios al verlo vacío.
Lo único que hay en la amplia habitación es el primer cuadro que él pinto sobre mí; cuando me vio por primera vez en el Golden Gate.
—No, no, no.
Hay una nota delante del cuadro y me acerco para tomarla con dedos temblorosos.
«Incluso si este es nuestro final y esa noche la última vez que nos veamos, nunca te olvidaré, Leone. Siempre serás mi musa. Adiós, mascota».
Así que eso es todo... Se acabó.
Uno de los dos debía romper el círculo, me recuerda una voz en mi cabeza.
Está era la única manera de poder continuar.
«Ya no hay más notas».
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