30. Tercer acto: Al borde de perderte me estoy aferrando a lo que queda.
Taylor Swift - You're Losing Me (3:11 - 4:34)
Emrys.
Qué idiota he sido.
Por tres días ella ha rechazado la pregunta tacita de «¿No hay nada más que me estés ocultando?» y por tres días me ha dado la misma respuesta «Esta vez no». Su mirada ardiente y sus manos extendidas, cuyo mero recuerdo hace que mi corazón se contraiga y de un vuelco, no sirven esta vez como distracción de sus mentiras y engaños.
«Te está mintiendo. Solo está jugando contigo» fue lo que me dijo Lauren y a su lado estaba Garrett, sentado con la mirada fija en el vaso en su mano. Y no necesité de mucho para comprender que fue Garrett el de la idea de todo eso. Pero no tuve tiempo de decir nada porque Lauren continuó «Necesitas escuchar esto» y me dejó escuchar la voz de Leone hablando con Jackson la misma noche que le dije que me ama. «Entonces allá estaba cuando se fue de aquí» me dije mientras la escuchaba.
Esto termina esta noche.
—¿Te he dicho lo hermosa que eres?
Ahora soy yo quien extiende sus manos y ella parece flotar fuera de mi alcance, mirándome con una expresión ilegible.
Pero así ha sido siempre, ella nunca ha estado a mi alcance, fue solo una ilusión.
—Esta noche no —responde.
Mi mirada sostiene la suya.
—¿Estás lista para hacer esto por última vez? —pregunto y, antes de que Leone tenga la oportunidad de preguntar que quiero decir, la sujeto de su cabello y la atraigo hacia mí.
Exhalamos al mismo tiempo.
El beso es complicado, lo que parece apropiado, considerando toda la situación. Está lleno de dientes y demasiada lengua, y nunca he querido nada más que esto: la boca de Leone, su barbilla, la columna de su cuello, su pulso, aleteando erráticamente bajo mis labios antes de que muerda aquella hermosa piel.
Ella jadea más por sorpresa que por dolor, no la he lastimado, a pesar de que mi intención es hacerla sangrar tal y como ella me ha hecho sangrar a mí.
—¿Has rezado esta noche, Desdémona? —susurro cerca de sus labios sin apartar mis ojos de los suyos—. Debes rezar para tener paz en tu alma.
Al momento siguiente, nuestros roles se invierten y Leone me empuja contra la barandilla, la frialdad de esta se filtra a través de mi camisa y en un rápido movimiento, ella arranca todos los botones y la deja abierta con una sonrisa felina en su rostro.
—¿Y has pecado esta noche, Otelo?
Para ella esto es solo un juego.
«Te tengo», pienso con aire de suficiencia cuando deja caer mi camisa y pasa sus dedos por mi piel desnuda. Por una fracción de segundo la forma en que sus dedos me tocan, es suficiente para que me olvide de la traición. Por una fracción de segundo, estamos solo ella y yo.
Y luego bajo la mirada dejando que mis ojos se encuentren con los marrones de Leone que esconden tantas cosas y el segundo termina, porque está es Leone y jamás puede dejar de mentir.
—No —le digo cuando toma mi mano para llevarme hacia la habitación—. Aquí.
Mira hacia el horizonte donde el cielo se está empezando a aclarar.
—¿Aquí?
—Sí.
«Lo conseguí, Emrys me ama. ¿Ves? Te dije que podía hacerlo. No fue tan difícil como pensé que sería» decía ella en aquella grabación mientras hablaba con Jackson, el barman del bar «Él me ama... Es justo lo que quería». «¿Y tú también lo amas? ¿Vas a dejar de manipularlo y mentirle?» le preguntó Jackson. «Se justo lo que debo hacer y decir para no perderlo y tampoco perder esos dos millones que me prometió su padre».
De manera estúpida me permití pensar que Leone podría ser mi pareja perfecta, pero ahora aquí estamos y todo lo que realmente se, es que ella me ha jodido de la peor manera.
«Él confía en mí. Hará lo que yo quiera» siguió diciendo ella en la grabación.
Duele.
Duele tanto que pienso que podría morir aquí mismo, en este balcón. Sería tan fácil dejar de respirar ahora, abandonarme al olvido. Pero, por supuesto, Leone no lo permitirá, aún no ha conseguido todo lo que quiere de mí. Pienso que ella seguirá quitando y pidiendo partes de mi hasta que solo sea un cascarón vacío.
Solo ahí, cuando ya no quede nada de mí, ella me dejará y se irá. ¿A dónde irá? No importa, sea cual sea el lugar, no sería lo suficiente lejos.
—¿Emrys?
La miro de arriba hacia abajo. Yo todavía respiro, sigo viviendo, todavía sufro. Leone me mira con el ceño fruncido casi como si su preocupación hacia mí fuera real, y esa mirada me da ganas de vomitar, pero en su lugar trago la amargura que se ha quedado atorada en mi garganta.
«Si tienes que elegir entre los dos millones y Emrys, ¿qué elegirías?»
«Los dos millones por supuesto. Creí que me conocías lo suficiente como para saber la respuesta».
Esto termina esta noche —me repito.
—Ponte de rodillas —le digo con una voz que no reconozco.
Es lo único que me ata a la cordura ahora, la falta de familiaridad, el pensamiento desesperado de que si me niego a ser como soy, entonces tal vez Leone deje de fingir y me diga la verdad.
—Ponte de rodillas. O te obligaré, mascota.
Hay un ritmo de suspenso infinito, luego ella cae a mis pies. Sus rótulas chocan contra la madera con un ruido sordo, sus manos se levantan casi de inmediato y alcanzan la piel desnuda de mi torso.
Aparto su mano casi con desprecio.
—Esta noche —murmuro casi sin voz—, tengo el control. No harás nada sin que yo te lo diga. Seguirás todas mis órdenes. ¿Lo entiendes?
La veo dudar y pienso que se negará. Quiero que se niegue, quiero que toda esta farsa finalmente termine. ¿Cómo me pudo mentir de esa manera? Puse todas mis cartas sobre la mesa, me abrí a ella y Leone simplemente miró las partes de mí que le interesaban y pensó como podía seguir manipulándome hasta dejarme sin nada.
Día a día, todo era mentira.
—Dije, ¿lo entiendes, mascota?
Me mira con ojos abiertos buscando algo en mi rostro, pero, ¿qué busca? ¿Que mis palabras sean solo una broma? ¿Buena voluntad de mi parte? Sea lo que sea, no parece encontrar lo suficiente para tranquilizarse.
Separa sus labios de forma lenta.
—Emrys...
—Shh —mis dedos serpentean alrededor de su barbilla, sujetándola lo suficientemente fuerte como para hacer que el resto de la pregunta muera en sus labios.
Se ve completamente indefensa así, y por un momento, me permito deleitarme con la ilusión de control por unos segundos más antes de suavizar mi agarre. Cuando vuelvo a hablar, son sólo cinco palabras. Pero son las cinco palabras más difíciles que jamás haya tenido que decir.
—¿No confías en mí, amor?
Y aquello me corta hasta los huesos, hace que mi corazón se contraiga y mi lengua tropiece, me roba todo el sonido de mi voz hasta que el "amor" es algo que me deja sin aliento y estoy finalmente roto, pero funciona.
Leone se debilita con deferencia, tan decidida a demostrar su fe en mí incluso después de desperdiciar tan generosamente la fe que yo tenía en ella.
Al menos en esto, parece que he ganado.
—Deberías poder verte ahora. Eres una mascota tan bonita. Tan obediente, tan... Confiable y leal.
«¿Por qué escogería a Emrys? Dime, realmente, ¿por qué lo haría?» Y después de escuchar aquello, ya no quise escuchar nada más. Apagué la grabación y me fui, y mientras me iba hacia mí auto, pude escuchar la voz de mi hermana a lo lejos llamándome, pero no me detuve, no quería escuchar nada de lo que ella tuviera que decir.
Conduje hasta el lugar donde estaba cuando la vi por primera vez sin saber que era ella, de pie en el Golden Gate. Tan hermosa y tan rota.
—¿Cuántos azotes crees que puedes soportar, mascota?
—Veinte.
—Bien. Confiaré en ti. Pero eso ya lo sabes, ¿no? Lo mucho que yo he confiado en ti. La forma en que incluso te mostré mi habitación de arte, algo que no le he dejado ver a nadie. ¿Sabes por qué lo hice? Entiendo que es complicado para ti el tema de los sentimientos y la confianza y quería demostrarte que yo también lo estoy intentando, que esto entre nosotros es algo que realmente quiero.
Este momento se siente como una victoria estancada; si es que alguna vez he visto una. Porque no importa cuán obstinadamente ignore la verdad, ésta sigue atormentando mi subconsciente. No importa con qué frecuencia no vea todas las mentiras que han salido de sus labios, cada vez que hablamos, éstas siguen ocurriendo para recordarme que nada entre nosotros ha sido real.
Ella no quiere esto. No me quiere a mí. Jamás lo hizo y jamás lo hará.
—Bien, empecemos.
Levanto mi mano derecha y un fuerte jadeo de su parte acompaña el fuerte golpe que recibe de mi palma en la parte más curva de su trasero. Durante varios momentos, el único sonido que rompe el silencio de la mañana en el balcón es el contacto de la piel de mi mano con su piel desnuda.
La veo contener sus reacciones lo más que puede con la esperanza de evitar una mayor vulnerabilidad, pero una vez que comienzo a azotar sus puntos de apoyo, Leone no puede evitar que gritos de dolor escapen de su boca.
—Eso duele, ¿no? —me sorprendo de lo fría que suena mi voz.
Es embriagador verla así: de rodillas y totalmente sumisa ante mí. Reprimo el impulso de estirar mi mano y pasarla por sus largos mechones negros, el impulso de acariciar las mejillas que se han teñido de un fuerte rosa o el querer ver ese mismo color en el resto de su piel.
—Sí —admite, antes de gemir cuando golpeo el mismo lugar dos veces seguidas.
—Me atrevo a decir que no duele tanto como descubrir que has sido engañado.
Sin embargo, Leone claramente decide seguir con su engaño, porque emite un sonido de confusión ante mis palabras.
—¿Por qué lo necesitas? —finalmente pregunto, mi voz más suave que en otras ocasiones porque sé que no es un tema fácil de abordar—. El dolor.
Se pone rígida de manera instintiva, una reacción que siento, es una respuesta a mi pregunta.
Estiro mi mano y envuelvo sus dedos entre los míos en una sensación de consuelo o al menos espero que lo sea.
—Está bien si no quieres decírmelo —murmuro, queriendo que Leone sepa que nunca la presionaré por algo para lo que no está preparada—. Pero si lo haces, te diré mi razón. Quiero decir que ambos estamos jodidos, ¿verdad? Pero, no sé, ahora, de todos modos, parece un poco estúpido estar jodido solo, cuando podemos estar jodidos juntos.
Durante todo mi discurso ha mantenido sus ojos fijos en nuestros dedos entrelazados, pero una vez que dejo de hablar, levanta la mirada hacia mis ojos y me da una pequeña sonrisa.
—Qué poético de tu parte —responde secamente, haciendo que una sonrisa se forme en mis labios mientras me encojo de hombros—. Estoy acostumbrada al castigo. Ahora, siento que es lo único que me "ayuda" a qué todo esté bien cuando pierdo el control de mis emociones porque se supone que es algo que no me puedo permitir y cuando era pequeña y me equivocaba, me castigaban, ahora de grande busqué otras formas de castigo para recuperar el control que he perdido. Porque en mi mente eso es lo que debe suceder cuando me porto mal, debo ser castigada.
Aparta su mano de la mía y de alguna manera también siento que ella se aparta, a pesar de que no se ha movido ni un solo centímetro.
—Bastante jodido, lo sé.
—Todos estamos un poco jodidos, mascota.
Es su turno de encogerse de hombros.
—Solo que unos estamos más jodidos que otros.
Tomo su mentón con delicadeza entre mis dedos y levanto su rostro hacia mí.
—No duele tanto como amarte. ¿Verdad, Leone? Pero eso también lo sabes. Que nada duele tanto como enamorarse de Leone Allen.
Levanta su mirada apenas, lo suficiente para que nuestros ojos se encuentren. Veo la lucha en sus pupilas dilatadas, la resistencia que lentamente se va desmoronando. Un latido pesado y constante resuena en mi pecho.
— ¿Vas a llorar? ¿Acaso mis palabras te han lastimado? —pregunto, casi divertido por la idea. Mi voz sigue arrastrando esa frialdad, pero mis manos tiemblan ligeramente. El control... el poder... ella.
—No —responde.
Sonrío, y me inclina hacia ella, tomando su barbilla entre mis dedos, forzándola a no apartar la mirada.
—¿Segura? Porque me parece que estás a punto de romperte —deslizo el pulgar por su labio inferior. Por un segundo, mis pensamientos vagan hacia lo que sucedería si la dejo ir demasiado lejos... si la empujo hasta el punto donde no hay retorno—. ¿O es solo otro de tus engaños? ¿Otro truco barato? Después de todo eres experta en eso. Mentiras y manipulación. Tú eres la reina de ese reino.
Ella cierra los ojos, como si pudiera escapar de mis palabras. No lo permitiré.
—Abre los ojos —ordeno, y ella obedece de inmediato.
Una sensación de control que no esperaba se mezcla con algo más oscuro, más primitivo. La forma en que ella me mira, el desafío mezclado con sumisión, despierta en mí algo que no sabía que necesitaba. Me acerco, inclinándome sobre ella, mi sombra cubriéndola.
—Me pregunto, ¿cómo puedo amarte?
Traga saliva, pero no responde al principio. Mis dedos aún están en su barbilla, y siento el ligero temblor de su cuerpo. ¿Miedo o deseo? Me pregunto, aunque en este punto, quizás ya no haya diferencia.
—No sé qué quieres que diga —murmura finalmente, su voz quebrada.
—Quiero la verdad —respondo con una sonrisa que no llega a mis ojos—. Quiero que seas sincera conmigo, por primera vez, simplemente dime la verdad.
Sus labios se entreabren, y durante un segundo, veo la duda reflejada en su rostro. Es fascinante verla debatirse entre lo que siente y lo que no se atreve a admitir. Esos mechones oscuros caen desordenados alrededor de su rostro, y la luz tenue acentúa el contraste con su piel.
Golpeo el mismo lugar una vez más, solo para ver cómo reacciona. Su cuerpo se arquea, un gemido ahogado escapa de sus labios y ella finalmente cede, se rinde.
—Exile —murmura.
— Y todo termina.
Sus ojos se abren de manera ligera y separa sus labios con la intención de decir algo, pero nada sale de ellos y simplemente se levanta del piso, acomoda su ropa y retrocede hasta chocar su espalda con la baranda.
—¿A qué estás jugando?
—¿Yo? Si la experta en juegos eres tú.
Me alegraría de tener razón. Si no fuera tan doloroso.
Somos un caos desordenado, manchas de tinta sobre lo que solía ser un hermoso lienzo, y no puedo comprender cómo en algún punto pude pensar que podríamos funcionar. Me ha mentido desde el inicio, manipulándome para su beneficio y, aun así, pensé que está vez era diferente.
Sí, Lauren tiene razón, jamás debí confiar en Leone.
—Te lo he dicho, Emrys, no estoy jugando. Creo que por primera vez en mi vida estoy siendo completamente honesta. ¡¿Qué más quieres de mí?! ¡¿Qué más esperas que haga o diga?!
Doy un paso hacia ella.
—La verdad. Todo lo que quiero de ti es la verdad.
—¡Pero si te estoy diciendo la verdad! ¡Te quiero a ti! ¿Por qué te cuesta tanto creerme?
No respondo y saco mi teléfono para reproducir el audio que Lauren me mandó.
Se queda quieta y sus ojos van hacia mí teléfono mientras empieza a negar con la cabeza.
—No, no, no. No es así, te juro que no lo es. No quería ser honesta con él, mostrarme débil y decirle que tenía razón así que mentí.
—Le mentiste a él, pero me has estado diciendo la verdad a mí. ¿Eso es lo que me quieres decir?
—¡Sí!
Me burlo.
—Es la verdad, realmente lo estoy intentando, quiero esto, lo quiero tanto que he decidido alejarme de mi familia porque no quiero que ellos o la persona que soy cuando tengo, aunque sea una mínima interacción con ellos, afecte lo que tenemos. ¡Lo estoy intentando! ¡Estoy diciendo la verdad!
—¿Por mi o por los dos millones de dólares?
Tiene el cinismo de parecer ofendida y dolida.
No estábamos destinados a funcionar. No somos más que piezas dispersas de un rompecabezas olvidado hace mucho tiempo, condenados a vagar por la vida sabiendo que nunca encontraremos un lugar donde realmente encajemos.
—Al menos lo he intentado más que tú —espeta—. Dime, ¿qué has hecho tú por nosotros? ¿Realmente querías esto o solo era un capricho? Puede que solo me querías como tú jodida musa y ahora que ya no me necesitas buscas escusas para dejarme.
Eso me molesta por todas las razones equivocadas.
—Emrys...
—No —Mi voz sale en un susurro. Una advertencia—. No, debo haberme imaginado haciendo cosas por ti que nunca he hecho por nadie más. Darte pedazos de mí solo para que puedas usarme, manipularme. Empezando a odiar a la persona que vi en el espejo. Soy así de buen actor.
Me acerco un poco más hacia ella.
—Y supongo que solo lo estaba imaginando cuando me mentiste durante meses, me diste la esperanza de que la persona que más temía perder, la persona de la que me he enamorado y temía no me corresponda porque pensaba que no era suficiente, podía amarme.
Leone extiende una mano, casi parece que no se ha dado cuenta del movimiento, pero con ella nunca se sabe, pero me muevo hacia atrás para alejarme de ella y de su toque.
—¡Y puedo ver en tus ojos que no significaba nada para ti, y siento como si me hubieras arrancado el corazón!
El medio grito resuena en toda la casa.
Me hundo en el suelo y dejo que toda la lucha se escape de mi cuerpo y cuando vuelvo hablar, mi voz suena tan derrotada como me siento.
—Pero seguro. Supongo que nunca sentí nada.
Y, sin embargo, inescrutablemente, me regocijo como si algo de esto fuera una victoria.
—Me abrí a ti. Después de haber sido traicionado en mi pasado y de saber cómo eres, decidí confiar en ti, podrías pensar que soy un tonto al hacerlo. La confianza... nunca ha sido fácil para mí, pero confié en ti. Pensé que está vez sería diferente. Pensé que había alguien en este mundo abandonado por Dios que podía mirarme a los ojos y entenderme. ¿Sabes que es lo peor? Te hubiera creído si me lo hubieses dicho después.
Mi garganta se cierra sobre sí misma, asfixiándome. Pienso que se parece mucho a un ataque de pánico, pero intento respirar a través de él.
—Sigo pensando en cada interacción que hemos tenido y sólo intento descubrir dónde me equivoqué. Intento descubrir qué es lo que hay en mí que hace que las personas decidan que pueden jugar conmigo y hacer de mis sentimientos lo que quieran.
—No es así, está vez no miento, pero supongo que he mentido tantas veces que ahora es difícil creerme. ¿Verdad? Pero debe haber algo que pueda hacer para demostrarte que está vez es diferente.
—¿Fue todo parte de tu plan desde el principio? —pregunto— ¿Burlarte de mí a puerta cerrada? ¿Cuál es, Leone? ¿Fue todo esto una especie de broma para ti? ¿Algo de eso fue real?
—¡Por supuesto que fue real! Tú significas mucho para mí. Me entiendes de una manera que nadie más lo hace. ¡Has visto todo de mí! Lo bueno, lo malo y lo jodido y no me molesta, por el contrario, me gusta. Me gustas y me importas.
Ignoro la declaración anterior de Leone a pesar de que sus palabras llenan un vacío en mi corazón.
Ahora, ante mi silencio, es Leone quien parece furiosa.
—No puedes simplemente hacer eso —susurra, con la voz temblorosa—. Tú también has tenido tu propia feria de secretos, pero ya superé eso. No puedes culparme por todo esto.
—No lo hago. A lo sumo, me culpo por elegir no verlo antes. Por eso estamos aquí y me resulta difícil creerte dadas las circunstancias.
—Has creído en mí antes, ¿no?
—Un error. Siempre fue solo eso, un error.
Me doy vuelta y entro a la casa, busco en mi bolsillo y saco el papel, dejándolo sobre la mesa. Ella lo mira y tarda unos segundos en entender.
—Si eran necesarios dos millones de dólares para que finjas que me amas, pensé que un poco más seria suficiente para que me dejes.
Toma el cheque y lo rompe, una risa amarga sale de mis labios.
—¿Piensas que puedes conseguir más?
—Me conoces mejor que eso.
—No te conozco. No sé quién eres —comprendo, y si tuviera la capacidad de sentir más dolor en ese momento, esa epifanía me quemaría las venas con más fuerza que sus mentiras—. ¿Y ahora?
El rumor del inminente derrumbe va en aumento. La integridad de esta casa y de nuestra relación se ve comprometida sin posibilidad a reparación.
—Ahora —susurro—, sé que no quiero.
—Está bien —jadea, presionando las palmas de sus manos contra sus ojos—. Ganaste o lo que sea, solo detente, ya no puedo o quiero seguir discutiendo contigo. ¡¿No ves que ganaste?! Me tienes en tus manos. Me rindo. Ganaste. Solo dime qué quieres de mí, que puedo hacer para que me perdones por todas las mentiras que dije antes.
—¿Gané? No hay nada que ganar aquí, Leone. ¿Acaso no lo ves?
—Sí, tienes razón, ambos hemos perdido.
Siento que una risa histérica burbujea detrás de mis dientes. Soy impotente contra esta mujer; siempre lo he sido. Ha perdido por ella mi confianza, mi lucha, mi corazón. El hecho de que Leone parezca no poder ver eso, ni siquiera sea consciente de las concesiones astronómicas que ha logrado, sólo lo empeora.
—¿A qué diablos te has rendido a través de todo esto? —pregunto, una amargura nacida de una dolorosa vulnerabilidad acumulándose en los huecos entre las palabras— ¿Qué perdiste tú?
Leone encuentra mi mirada fijamente; ojos tristes y hermosos que me miran sin parpadear.
—A ti —responde—. Te perdí.
Asiento con la cabeza.
—Está de más decirte que la boda se cancela. Puedes quedarte con el anillo, puedes quedarte con la casa, los autos y todo lo que quieras... Solo te quiero fuera de mi vida.
—Emrys...
—Tienes razón, ambos hemos perdido. Pero al menos, el juego finalmente ha terminado.
«No hay más notas de Emrys».
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top