29. Segundo acto: Alguien va a salir lastimado.
Camino de un lado a otro por la sala de espera, mordiendo la uña de mi pulgar sin dejar de moverme de un extremo a otro. «Necesito una sesión de emergencia», fue lo que le dije a mi terapeuta cuando llamé. Es la primera sección de emergencia que tengo en terapia, porque está no es mi manera habitual de solucionar las cosas, de lidiar con mis problemas.
Disciplina y control.
Aquí en terapia no siento nada de eso.
Todo es caótico, disperso y... No me gusta. En especial cuando tenemos que hablar de temas que no quiero: «El ser una niña adoptiva» «Mis problemas familiares».
Pero desde que hablé con Emrys, las cosas han estado extrañas, en busca de una mejor palabra. No malas, solo raras. Ninguno de los dos sabe exactamente que hacer o cómo manejar estos cambios y cuando no pude encontrar una posible solución, llamé aquí porque, por primera vez en años, realmente quiero hacer funcionar y mantener algo bueno en mi vida.
No quiero correr.
—Me alegra que me hayas llamado, Leone. ¿Cómo has estado?
Me siento en el sofá y respiro hondo, pero mi mente está corriendo a kilómetros por hora, por lo que estar sentada me genera demasiada inquietud y me levanto, volviendo a caminar.
—Estoy en una relación —empiezo a decir—. Creo que sería más fácil de explicar si hubiera anotado mis pensamientos como usted me dijo, pero no lo hecho, ¿sabe por qué? No me importaba demasiado la terapia, creía que era una pérdida de tiempo, que yo podía sola con esto, pero no puedo.
Niego con la cabeza de manera apresurada.
La revelación no llegó a mí en uno de mis terribles momentos de catarsis, por el contrario, llegó en un momento donde estaba sentada en la tranquilidad de la noche mirando el teléfono pensando en cómo responder al último mensaje que me mandó mi mamá.
Miré el mensaje y pensé «necesito ayuda».
—Estoy en una relación y no quiero arruinarlo y estoy aterrada, porque soy yo y de alguna manera, logro destruir todo lo que toco. Cayendo de manera repetitiva en aquel circulo vicioso del que no puedo salir.
Me quedo unos segundos quieta y cierro los ojos con fuerza.
—Parece que la mayoría de tus miedos son sobre ti misma y no sobre esta nueva relación o él. Hemos discutido repetidamente el hecho de que no eres el fracaso o problema que crees ser. ¿Has dejado de creer esto de ti?
Este sería el momento de la terapia donde mentiría y diría que sí, que ya he dejado de pensar eso. Lo diría con una sonrisa para hacerlo más convincente y también agregaría que estoy mejor.
Pero hasta ahora, las mentiras no me han llevado a nada.
—Tomaste malas decisiones en tu pasado, Leone, no porque seas una mala persona sino porque estabas sufriendo. Porque estabas perdida y todavía te estabas encontrando a ti misma.
Sigo sin moverme, pero de alguna manera consigo caminar hacia el sofá y dejarme caer sobre él.
—No eres un problema, Leone. No eres nada de lo que cada una de las personas con las que creciste te ha hecho creer o te repetía de manera constante. Tú tienes importancia, debes recordar que cada vida tiene valor, incluida una tan preciosa como la tuya. Los errores que cometiste en el pasado fueron solo eso: errores. Malas elecciones. Pero estás aquí ahora y puedes aprender de ellos, crecer, madurar y cambiar de camino.
No es que piense que no puedo, es que no creo que lo merezco.
Mi mente me grita que todos se van, me dejan porque no soy alguien digna de amor.
Apoyo mis codos en mis rodillas y dejo caer mi cabeza sobre mis manos. Me duele todo, mis pulmones están pidiendo a gritos un descanso y respiro profundamente mientras las lágrimas arden en mis ojos antes de derramarse por mis mejillas.
—No vas a "joder" a tu nueva pareja, como dijiste, solo porque estés con él.
—¿Cómo lo sabe? Soy la misma persona que era.
Responde que no.
—Esa persona no estaría aquí ahora.
Pero no me siento tan diferente a la persona destrozada que era hace diez años y debo cubrir mis labios con mi mano para callar un sollozo. Trago saliva en un intento de tragarme también las ganas de llorar.
—No se amar muy bien. Ni siquiera sé si puedo.
—Puedes. Lo sabes. A pesar de todo lo que te han hecho, amas a tu mamá y hermana. Perdonas sus errores porque quieres que hagan lo mismo contigo y aceptas lo que te dan porque crees que no mereces más, pero te equivocas. Debes saber que mereces el mismo amor que das. Sabes amar Leone, solo que intentas convencerte de lo contrario porque es más fácil para ti. Sabes amar solo que amas primero a los demás antes de amarte a ti misma, pero el que no te ames, no quiere decir que debas aceptar las migajas de los demás.
Migajas, que interesante elección de palabras.
Me seco las lágrimas y tarareo sin saber que decir. Hay tanto en mi mente, pero no puedo hilar un solo pensamiento coherente.
—No quiero fracasar, no está vez.
—Sólo fracasarás si no lo intentas, si te aíslas de las personas que amas. Entonces ya has fracasado.
—Bien.
Dejo caer mi cabeza contra el respaldo del asiento.
—Eres digna de ser feliz, Leone y mereces ser amada. Tu nueva pareja, quien mencionaste que también ha vivido una vida difícil y con muchas decepciones y pérdidas, se merece lo mejor de ti, pero, tú también mereces lo mejor de él y, así como él no es responsable de tu equipaje, tú no eres responsable del suyo. ¿Entiendes lo que quiero decirte?
—Eso creo.
—No permitas que tus miedos te consuman, Leone. No permitas que tus inseguridades te superen. Eres fuerte y eres capaz. Solo mira cada cosa que has tenido que sobrevivir, como tuviste que lidiar sola con cada adversidad y que sigues aquí, intentando.
Asiento con la cabeza.
—Esta vez voy a intentarlo en serio. Me refiero a la terapia. Quiero... Yo quiero... Quiero sanar.
—Puedes, pero primero debes estar dispuesta.
—Lo estoy.
Le cuento sobre el mensaje que me envió mi madre y sobre la última conversación que tuve con ella, le hablo de la relación que hemos tenido y como me siento cada vez que una de nuestras interacciones finaliza.
No amada. No valorada. Insignificante.
Solo un caso de caridad y el problema que lo inició todo.
Estoy cansada de sentirme de esa manera.
—¿Qué es lo que quieres, Leone?
—Ya no me quiero sentirme así, pero una parte de mí, una parte muy grande siente que lo meerzco, que no puedo darle la espalda porque estaría siendo mal agradecida. Después de todo, mi madre se quedó conmigo.
Nadie más me quiso.
—Bien, esos sentimientos de culpa son algo en lo que debemos trabajar. Pero dime, si ya no quieres sentirte de esa manera, ¿qué piensas que deberías hacer?
—Alejarme —respondo sin dudarlo—. Ellos no van a cambiar, ¿por qué lo harían? No les importo. No realmente.
No es como si recién me diera cuenta de ello, no, es algo que siempre he sabido, pero buscaba un estúpido consuelo en la idea de que, si me esforzaba lo suficiente, si hacia lo que querían, tal vez podrían quererme un poco.
—Necesito alejarme de ellos.
—Parece que sabes lo que necesitas.
Asiento con la cabeza.
Lo he sabido por mucho tiempo, solo que me negaba a verlo, tan acostumbrada a aquel círculo de dolor y decepción, siendo lo único que he conocido, que me da miedo alejarme de él. Romperlo.
Pero necesito hacerlo si quiero que las cosas funcionen.
—El cambio no sucederá de un momento a otro Leone, pero es bueno verte aquí intentando la terapia.
Hablamos un poco más hasta que mi sesión finaliza y agendo otra para la siguiente semana.
Está vez realmente lo estoy intentando.
Saliendo del edificio mi teléfono suena y sonrío al ver quien es.
—Hola, Tali, ¿qué puedo hacer por ti?
—Me voy.
Me detengo en seco.
—¿Qué? ¿A dónde? ¿Qué sucede?
Hay unos largos segundos de silencio al otro lado de la línea antes de que Thalía vuelva hablar.
—Kylie vino a verme, hablamos... Mucho, de lo bueno y de lo malo en nuestra relación, se disculpó conmigo, me dijo que quiere que regresemos y que está vez será diferente. Sonaba sincera y también me pidió irnos lejos. Al principio dije que no, no después de todo lo que me ha hecho, pero es ella, ¿sabes? No puedo... Yo solo... Le dije que sí. Y justo ahora ambas estamos organizando todo para irnos, aún no sabemos exactamente dónde, pero eso no importa mucho.
Duele, Leo —sollozó Thalía—. Duele cuando estoy con ella, pero duele mucho más cuando no lo estoy. La amo muchísimo, pero al mismo tiempo la odio. La odio tanto que me quema.
Pensé que la última vez que terminaron, después de todo lo que dijo, sería algo definitivo. Debí saber, después de ser parte de esa "relación" desde hace tiempo, que no era el final de nada. Lo cual es lamentable para Thalía, quien merece algo mejor. ¿Cómo es que no puede verlo?
Bueno, ¿quién soy yo para juzgarla? Después de todo, yo tampoco puedo ver lo que ella intenta que vea.
—No me juzgues, por favor.
—No lo haré —le aseguro—. ¿Cuándo te vas?
Suelta un suspiro.
—En unas horas.
No puedo estar cerca de ella en absoluto, pero la necesito muchísimo —me dijo antes de caer llorando en mis brazos.
—Es una locura. ¿Verdad? Se que lo es, que puede que nada funcione y que ella me ha roto el corazón tantas veces que debería simplemente cerrarle la puerta en la cara, pero la amo, Leo y pienso que podemos ser felices, creo que sí nos vamos lejos podremos lograrlo.
No funcionará si al irse se llevan todos los problemas de los que están huyendo, si empacan todo lo que las llevó a querer alejarse. Lo sé por experiencia.
—Estoy aquí, Thalía. Sin importar nada, estoy aquí para ti. Solo no te conviertas en una extraña y llámame cuando llegues a tu destino, sea cual sea y si necesitas que vaya a verte, solo llama. No importa que sea a la otra punta del mundo, yo iré.
—Lo sé, eres una gran amiga. Una gran persona y odio tener que dejarte así...
—No, no te odies por elegir lo que piensas que te hará feliz. Soy una chica grande, Tali y estaré bien. Lo prometo.
Con todo lo que ha pasado, no he tenido tiempo de contarle los cambios que ha tenido mi relación con Emrys, pero ahora pienso que es mejor, así ella podrá irse con una preocupación menos.
Solo espero, por el bien de mi amiga, que está vez realmente funcionen las cosas con Kylie.
—Esto no es un adiós, ¿lo sabes, verdad, Leo? Quería ir a verte, pero sé que odias las despedidas y... Te voy a extrañar tanto.
—Yo también te voy a extrañar. Nos vemos pronto, Tali y dile a ella que cuide de ti o me encargaré de que se arrepienta.
Escucho su risa.
—Eso haré, adiós.
—Adiós.
Una especie de vacío se instala en mi pecho cuando termino la llamada.
Thalía es una de las pocas personas que sentía que realmente tenía y ahora se va. Se siente pesada su ausencia. La soledad se instala en mi cuerpo y suelto un suspiro ante la familiar sensación. Algunos pensamientos egoístas nadan en mi mente y me siento mal por tenerlos.
—Bueno, así es la vida.
Conduzco hasta la casa y me meto en la ducha al llegar. Para tomar un largo baño dónde froto mi piel en un intento de quitar la suciedad imaginaria de mi cuerpo, esa que siento cada vez que hablo de mis emociones.
Mi terapeuta me recomendó que inicié la rutina de ejercicios que había abandonado, además de las sesiones regulares de terapia a la que prometí dejar de faltar.
Por alguna razón que aun no comprendo del todo, me siento mejor después de la terapia; más ligera y menos ansiosa y asustada. Siento que me entiendo un poco mejor a mí misma y que comprendo mejor mi reacción ante el cambio en mi relación con Emrys.
Todavía estoy aterrorizada de hacer algo típico de mí y joderlo todo, pero también siento que tal vez no lo haré, que puedo conseguir que esto funcione.
Pero, mientras me seco con una toalla y me miro en el espejo, con la mente todavía repasando las palabras de mi terapeuta, soy consumida por una emoción totalmente nueva desde hace mucho tiempo: la culpa.
—No te escuché llegar.
Giro mi rostro hacia la puerta y veo a Emrys recostado contra el marco con los brazos cruzados sobre su pecho.
—¿Dónde estabas?
—Terapia.
Si se sorprende por mi respuesta, no lo demuestra.
He podido sentir como nuestra relación ha cambiado lentamente día a día desde que hablamos y él me dijo que me ama. Emrys parece acercarse a mi cada día un poco más y no solo físicamente, y cada vez que levanto la vista, él parece estar estudiándome como si estuviera tratando de diseccionarme.
Luego hay otras veces en las que lo sorprendo mirando al vacío, sumido en sus pensamientos.
En cualquier ocasión, lo dejo pasar, porque si él también quiere esto, entonces podemos tenerlo.
—Hable sobre nosotros.
—¿Bueno o malo?
Embozo una media sonrisa.
—Somos nosotros así que diría que algo en medio de lo bueno y lo malo.
Ha habido un juego de poder entre nosotros desde que nos conocimos. Ambos usamos cualquier táctica clandestina a nuestra disposición para superar al otro en este destructivo juego de serpientes y escaleras que creamos, arremetiendo contra el otro dónde sabíamos que más dolería.
—Solo te pido una cosa, Leone. Nada más.
—Que no te mienta.
Con cada movimiento uno subía un peldaño de éxito mientras el otro se deslizaba por una víbora de error.
Todas las apuestas estaban canceladas, la furia de su insistencia voló toda la racionalidad fuera del tablero mientras nos manipulábamos, yo mentía, o seducíamos al otro para llegar al liderato; todo lo que nos diera una ventaja contra el otro era justo en el amor y la guerra; y esto era definitivamente la guerra.
—Si, nada de mentiras.
Se acerca y toma mi rostro entre sus manos.
—¿Ya no hay nada más que deba saber?
—No.
—¿Tabula rasa?
Pienso en ello, bajando la mirada y niego con la cabeza.
—Te he dicho todo, Emrys. Puse mis cartas sobre la mesa. Realmente lo estoy intentando.
Me mira y parece que dijera «entonces, ¿por qué no te creo?». Muerdo mi labio inferior porque no se si esa pregunta realmente estaba en su mirada o era solo yo proyectando mis miedos, tratando de buscar excusas para huir.
«Si él no me cree, ¿qué sentido tiene intentarlo», es lo que diría la vieja Leone... Bueno, no hay que exagerar, no tan vieja, solo la Leone de hace un mes.
—No quiero que te levantes un día y decidas que no soy suficiente —Me quejo patéticamente, pero él parece indiferente a mis palabras.
Me mira durante un largo momento en silencio y luego niega con la cabeza.
—Intentaré no hacerlo. — Es su respuesta y me parece realmente satisfactorio—. Sé que lo estás intentando. Confío en ti y te recuerdo que yo también quiero esto, lo que necesites de mí, solo debes decirlo.
Deja un beso en mi frente y se aleja un poco para mirarme.
—¿Y me darás lo que yo te pida?
—¿No lo he hecho siempre?
Toma mi mano y besa mi torso antes de llevarme por el pasillo hacia una habitación que me tenía prohibida. Nos detenemos unos segundos y él la abre, se hace a un lado y me hace una seña para que entre.
—¿Estás seguro?
—Sí
La habitación es su santuario de creatividad e inspiración; bañada en la luz dorada del sol que entra a raudales a través de los grandes ventanales que dan hacia la playa. Los cristales relucientes reflejan el azul intenso del mar, creando un efecto de profundidad y amplitud que hace que la estancia parezca aún más espaciosa.
Las paredes, pintadas de un blanco suave, están adornadas con obras de arte en diversas etapas de realización, desde bosquejos preliminares hasta lienzos terminados que parecen saltar de la pared con sus interesantes elecciones de colores. El aire está impregnado del olor a óleo y trementina, mezclado con el salitre marino que se filtra por los ventanales abiertos.
En el centro de la habitación, un caballete de madera oscura sostiene la última creación de Emrys, un lienzo en el que la luz del sol danza sobre las olas y en la orilla hay una mujer contemplando todo desde las rocas. Yo. Los pinceles y las paletas de colores están dispersos sobre una mesa auxiliar, como si él acabara de dejarlos allí un momento antes.
—¿Me estás pintando?
—¿Cómo podría no hacerlo?
Sonrío.
Un sofá de cuero gastado y una mesa baja de madera se acurruca en un rincón, dónde pienso que él se sienta a descansar y contemplar el mar en busca de inspiración.
—Aquí, para mí, el mundo exterior deja de existir. Todo se desvanece y solo somos mi arte y yo, y quería mostrártelo. No quiero excluirte de ningún aspecto de mi vida.
Sostiene mi rostro entre sus manos y abre sus labios, pero retrocede cuando su teléfono suena. Su expresión se endurece cuando lee la pantalla y lo vuelve a guardar.
—Lauren está pidiendo verme, debe ser algo importante si me está escribiendo a esta hora. Ya regreso. Puedes quedarte aquí si quieres.
Deja otro beso en mi frente y le pregunto si no le importaría que me quede aquí sin él.
—Confió en ti —murmura contra mis labios antes de irse.
Sigo dando vueltas por el lugar, analizando cada pintura y me detengo en la que se encuentra en mitad de todo el lugar, es un retrato mío, dibujado a lápiz carboncillo y debajo del dibujo se lee «Mi musa».
Sonrío.
Al salir camino hacia el balcón y me siento en una de las sillas de mimbre a esperarlo.
Es cerca del amanecer cuando él regresa.
—¿Está todo bien? Debió ser algo serio si tardaste tanto.
Está quieto en la entrada hacia el balcón, mirando hacia el horizonte y una sonrisa algo cínica se dibuja en sus labios, por unos segundos, me recuerda al Emrys que era cuando recién nos conocimos.
—Me dijo que era un idiota por confiar en ti.
Levanto una ceja ante el tono que ha utilizado.
—¿Crees que soy un idiota por confiar en ti, Leone?
—No, al menos no está vez. Te dije, estoy siendo honesta. Se que debido a todo lo que hecho es difícil confiar en mí, pero Emrys, no miento. Te elijo a ti, solo a ti.
Me levanto y camino hacia él, colocando mis dedos en su mentón para obligarlo a mirarme.
—¿Me prometes que no me estás mintiendo?
—Lo prometo.
Sonríe, pero no hay felicidad en su sonrisa.
—¿Eso es todo lo que Lauren te dijo?
—Sí. ¿Qué más podría decirme?
Me encojo de hombros.
—Nada.
Me observa en silencio, con esos ojos que parecen querer ver a través de cada una de mis palabras, buscando una mentira escondida.
—Entonces... —murmura, sin apartar sus ojos de los míos—. Si no hay nada más, ¿por qué siento que te estoy perdiendo?
Mi corazón se acelera, pero mantengo el rostro sereno. No puedo permitirle ver el miedo que sus palabras provocan.
—No me estás perdiendo, Emrys. —Su nombre se desliza de mis labios como una promesa rota—. No mientras sigas creyendo en mí.
Nos quedamos en ese silencio tenso, uno que amenaza con tragarnos enteros. Pero esta vez, soy yo quien lo rompe, girando sobre mis talones antes de que el peso de la conversación nos aplaste.
—Será mejor que me vaya a mi habitación. —La frialdad en mi voz me sorprende, pero no me detengo—. Nos vemos mañana.
Mientras me alejo, siento sus ojos clavados en mi espalda, y aunque no lo veo, sé que su sonrisa ha desaparecido por completo.
Hay algo más que ella le dijo y él no me lo dirá, al menos aun no.
«Nota de Leone: Realmente me conoces, la vieja yo y la persona que soy ahora; todos los laberintos llenos de demonios y la locura que hay en mi mente. Me comprendes. Todo lo que sé es que me curas cuando estoy rota. Todo lo que sé es que me salvaste y lo sabes. Y eso es todo lo que me quedó de ti».
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