26. Soy un cuervo y tú el objeto brillante que quiero
Los dedos de Lana tamborilean sobre la mesa de madera mientras esperamos a que llegue nuestro pedido.
Luce más cansada que la última vez que la vi y sus ojeras están aún más notorias. Me preocupa, no solo porque es mi hermana, si no por qué, de toda la familia de mi madre, es Lana con quien mejor me llevo y eso es decir demasiado.
—La vida ha sido muy injusta contigo —murmura, más para ella que para mí—. Por ejemplo, yo estoy como lo hago por mis malas decisiones, pero tú no, estás así por las malas decisiones de otros y eso es tan injusto. Jamás te dieron una oportunidad real. Jamás te di una verdadera oportunidad.
Cuando Lana nació, mi madre estaba tan feliz. Todos en la familia lo estaban. Yo no. Especialmente porque era una niña, la hija que mi madre siempre quiso y pensé que me iba a dejar a un lado, ya de por si no me prestaba atención, ¿cómo sería ahora que su verdadera hija nació? Pensé que me regresaría con mi padre.
Empecé a odiar a Lana y para minimizar mi dolor, me convencí de que ella también me odiaba. Pero Lana nunca me odió, no como las hermanas de mi madre querían.
Y ahora, lejos de ellas, Lana muestra más entusiasmo por pasar tiempo conmigo, por conocerme.
—Odio lo injusta que la vida ha sido contigo, Leo.
Muerdo mi labio inferior y levanto mi mirada hacia Lana.
—¿A qué viene todo esto?
—En mi último cumpleaños cuando no te vi ahí, Nora preguntó por ti, quería saber porque su tía no estaba y no tuve respuesta porque deberías haber estado ahí. De toda la gran familia que tenemos, tú eres la única a la que puedo correr por ayuda sin miedo a que me juzgue. Siempre estás cuando te necesito. Debería haber pasado mi cumpleaños contigo y no con ellos.
Suena realmente molesta y pasa una mano de forma distraída por su cabello.
—Eres una gran hermana, Leone y lamento mucho no haberte defendido antes. Lo siento.
Suena tan débil y luce tan joven y pequeña sentada frente a mí con sus hombros hundidos.
Podría mentir y decirle que jamás me dolió o que no importa, porque si importa y mucho, ella lo sabe. Sabría que cualquier otra cosa que diga sería una mentira para hacerla sentir mejor. No sé exactamente qué decir, no soy buena con los momentos emotivos y mucho menos para generar consuelo cuando alguien lo necesita.
Estoy un poco atrofiada cuando de temas emocionales se trata.
—No tienes... No me debes nada, Lana. Te ayudo porque quiero, no sientas que debes...
Ella me interrumpe.
—Para ser alguien muy lista, te equivocas en esto, si te debo mucho. Ambas lo sabemos, por favor, no le restes importancia a lo que has hecho por mí.
—Estas muy sentimental hoy Lana y también muy reflexiva.
Ella tararea.
—Bueno, cuando la vida te golpea por culpa de tus malas decisiones como me sucedió a mí, uno tiende a reflexionar para intentar mejorar.
—Estoy segura de que lo conseguirás.
No parece muy convencida con mis palabras y opto por cambiar de tema, eligiendo preguntar sobre Nora y preguntándole sobre cómo pasó su cumpleaños.
La invito a la exposición de arte de Emrys que será esta noche, pero ella comenta que no puede por el trabajo.
—Las opciones son muy limitadas cuando no terminaste la universidad.
—Podrías hacerlo, aún eres joven y si quisieras podrías. Lo sé.
Niega con la cabeza.
—No tengo ni el dinero, ni el tiempo para estudiar.
—Por el dinero no te preocupes, yo puedo ayudarte y mamá podría ayudarte con Nora.
—Yo... Lo pensaré.
—Bien.
Ojalá ella realmente lo haga, me gustaría que pudiera ver qué, a pesar de las malas decisiones que ha tomado, aún puede tener la vida que quiere, que no todo está perdido.
Sobre todo, porque me imagino lo feliz que estaría nuestra madre si la ve graduarse de la universidad.
—Nos vemos, Leone. Gracias por invitarme a pesar de que la idea fue mía.
Hago un gesto con la mano para restarle importancia a la situación.
—Te quiero, nos vemos y no te olvides de que puedes dejar a Nora conmigo cuando quieras.
—Lo tendré en cuenta, hermana. Te quiero, adiós.
Se baja del auto y se despide con la mano antes de entrar a la casa de nuestra madre.
De camino a casa de Emrys, voy pensando en que usaré esta noche.
*******
—Necesitas estar callada.
Mis ojos se abren para mirar al hombre que está de rodillas ante mí.
—¿Qué?
—Necesitas estar más callada —repite Emrys y deja un beso en el hueso de mi cadera—. Alguien te escuchará.
Asiento de manera distraída, entendiendo su punto e intento hacer todo lo posible para seguir sus instrucciones, pero es tan difícil. Especialmente cuando estoy desnuda de cintura para abajo con mi pierna enganchada sobre su hombro y él arrodillado ante mí con su rostro enterrado entre mis muslos.
Emrys se ríe entre dientes antes de regresar a lo que estaba haciendo, presionando su lengua dentro de mí antes de retirarse y recorrer un camino lento hacia mí clítoris y llevarlo a sus labios. Mueve su mano izquierda desde su rodilla hasta mi centro, sus dedos se humedecen antes de deslizar uno dentro y pronto se le une un segundo dedo.
—Oh, dioses... ¡Emrys!
Libera mi clítoris y él sacude la cabeza mientras se detiene, dejando un beso en mi estómago antes de levantarse para que quedemos cara a cara, con sus dedos dentro de mí.
—Mi dulce mascota.
Sus movimientos se hacen más fuertes y mis caderas se mueven buscando algo de contacto.
Mis ojos buscan los de él.
—Alguien te escuchará —me recuerda y reduce un poco la velocidad de su mano, sonríe ante el sonido de frustración que se escapa de mis labios.
—Esto es culpa tuya. Tú me arrastraste hasta aquí.
Aquí, me refiero a su oficina en la galería de arte.
No había pasado ni media hora de que llegamos a la inauguración de su exposición, que nos detuvimos en un cuadro que llamó mi atención por las pinceladas violentas y los colores oscuros donde sobresalía el negro y el rojo.
Te voy a besar ahora —le dije y justamente eso hice.
No me importó quien estaba viendo y que no me gustan las demostraciones públicas de afecto. Simplemente sentí la necesidad de besarlo.
Y tan solo unos minutos después me arrastró hasta aquí, dejando caer su boca sobre la mía antes de que cerrara la puerta detrás de nosotros.
—Pero dime, ¿a quién le importa si alguien nos escucha? ¿Te importa?
Niega con la cabeza.
—No me importa —Su mano detiene sus movimientos y frunzo mi frente—. Pero no creo que quieras que las personas hablen de nosotros. Podrían pensar que nos gustamos. ¿No sería eso terrible?
Debo admitir que él tiene un argumento muy bueno.
—Es verdad —le digo antes de inclinarme para besarlo y muerdo su labio cuando él se aleja—. Por favor, me quedaré callada. Lo prometo.
Aleja su mano de mi antes de acercarme hacía él, soltando un gemido ante la presión y sonrío, moviendo mis manos hasta el cinturón y en solo cuestión de segundos, él está libre y enganchando mi pierna sobre su cadera antes de presionar su longitud contra mí.
—Por favor... —prácticamente ruego y si alguien pregunta, lo negaré de manera rotunda, pero justo ahora dónde se desliza dentro de mí, no me importa.
Mierda.
Esto se siente mucho mejor que su mano, debería haber rogado por esto antes.
Él se hunde lentamente en mí. Centímetro a centímetro. Hace una pausa por un breve momento antes de comenzar a moverse y no se parece en nada al ritmo habitual que solemos tener, dónde el busca prolongar cada segundo entre nosotros. Ahora es duro, rápido y profundo. Esto es jodidamente crudo y me encanta.
A través de la neblina de sensaciones, me recuerdo que debo estar lo más callada posible, pero es muy difícil y la mano de Emrys se aparta de mi cadera para ir a mi boca.
—En cualquier otro momento, me encantaría escucharte, mascota. Aquí no.
Su mirada sostiene la mía sin vacilar, igual que sus embestidas; duras, profundas y firmes.
—Emrys... por favor.
Él sabe lo que estoy pidiendo.
—Ven, mascota. Tienes permiso.
Sonrío y cuando finalmente caigo al borde del olvido, cada una de mis terminaciones nerviosas gritan mientras mi orgasmo me atraviesa.
A través de respiraciones agitadas lo espero hasta que él llega a su propio orgasmo susurrando mi nombre en mi cuello.
—Haces que sea muy difícil estar callada.
Ambos compartimos una sonrisa y nos tomamos un momento para normalizar nuestra respiración. Él se vuelve arrodillar frente a mí para limpiarme y que podamos regresar a la exposición de arte.
—Me gusta cómo te ves así, de rodillas ante mí. Es una excelente vista.
Lo atraigo hasta mí por un último beso y cuando nos apartamos me dedico a acomodarme mi maquillaje y cabello.
Una vez lista, envuelvo mi brazo alrededor del suyo para regresar y fingir que aquí no ha pasado nada.
—¿Qué estaban haciendo ustedes dos todo este tiempo ahí solos? —pregunta Gala con fingida inocencia.
Miranda, que está a su lado, le da un codazo en las costillas.
—Te mataría por eso, pero después del último incidente, prometí no lastimar a la familia.
¿Último incidente? Pero, ¿qué clase de familia es esta?
—Leone se sintió abrumada y fuimos a mi oficina para que ella pudiera relajarse.
—¿De verdad? ¿Y crees que somos estúpidas? Bueno, tal vez Miranda sí.
Miranda suelta un chillido, pero no de molestia y sus ojos brillan mientras saluda a alguien detrás de nosotros, veo por encima de mi hombro que es Thalía y Owen que se acercan.
Da un paso al frente y se acerca a saludar a Thalía con mucho entusiasmo.
—Soy Galatea, pero todos me dicen Gala —se presenta ella con Owen, extendiendo su mano—. ¿Y tú eres?
Owen me mira entre confundido y otra emoción que no alcanzo a distinguir, pero de todas formas toma la mano que Gala ofrece.
—Soy Owen, el primo de Leone. Ya nos conocimos, incluso fuimos por una bebida.
—¿De verdad? Vaya, no recuerdo —le sonríe y le da unas palmadas en su espalda—. No te sientas mal, conozco a muchas personas y no todas son memorables para mí.
Se encoge de hombros y lo mira con nada más que indiferencia.
—¿Viniste sola o trajiste una cita?
—Bastante sutil, Miranda.
Thalía sonríe.
—Sola, estoy soltera. Las cosas con la persona que estaba, simplemente no funcionaron.
Esto llama la atención de Miranda.
—Oh, pero no te sientas mal, hay muchos otros fabulosos peces en el mar —dice señalando alrededor del lugar y terminando con leve moviendo de muñecas hacia su persona—. Tal vez solo debas mirar más o darte cuenta de que lo que buscas podría estar justo frente a ti. Quien sabe.
No es muy sutil, pero Thalía puede ser muy despistada.
—Sí, tienes razón, Miranda. Tal vez deba mirar más.
Le dedica una sonrisa a Miranda y le pregunta si quiere ir a ver la exposición con ella, a lo que Miranda responde que si con más entusiasmo del necesario.
Owen se disculpa con nosotros cuando ve a alguien y se aleja.
—Nunca olvido una cara o un nombre —me dice Gala una vez que Owen se va—. Pero es divertido jugar con la mente de las personas. Especialmente si son tan lindos como Owen Allen cuyo tipo de sangre es O negativo.
—¿Qué tiene que ver su tipo de sangre?
—¿Para mí? Mucho. Pero, incluso aunque tu primo es lindo, ya tengo a alguien más en la mira.
Sin decir más, nos sonríe y se aleja.
—Tu familia es realmente extraña.
—Lo sé.
Pero la familia de Emrys no es lo más extraño a lo que me debo enfrentar esta noche, si no a la unión y apoyo genuino que se muestran entre ellos. La manera en que parecen realmente felices y orgullosos de Emrys.
Los padres de él hablan con genuina alegría y orgullo de esta nueva exposición, incluso Lauren muestra una sonrisa cuando se acerca a él para felicitarlo.
Garrett es un caso aparte.
—¿Disfrutando esta noche?
Tomo la copa que él me ofrece y asiento con la cabeza.
—Por supuesto, es la exposición de mi futuro esposo y estoy orgullosa de él.
Choco mi copa contra la suya y doy un sorbo al champán, pero Garrett no se mueve.
—Sí, desde que llegó a la familia, no trajo nada más que orgullo.
Hay una clara amargura en su tono.
—¿Celoso?
Se burla.
—Mas de lo crees y no por lo que te imaginas.
—¿Por qué? ¿Crees que él no merece el orgullo que tus padres le muestran?
La respuesta es inmediata.
—Él no es su hijo, yo sí —se da cuenta varios segundos tarde de lo que a dicho y a quien. Porque cualquier otra persona que no haya sido adoptada o cuya adopción haya sido buena, probablemente reaccionaria diferente—. Leone, no quise decir eso.
—No, eso es exactamente lo que quisiste decir.
Trago un poco más de champán para ayudarme a pasar el nudo de ira que se atascado en mi garganta.
—Al final del día, terminaste siendo igual que todos. Qué perdida de mi tiempo.
—No pienso eso de ti. ¿Lo sabes?
—¿Por qué lo sabría? Si en el fondo, jamás nos conocimos. Solo estábamos juntos mostrando lo que el otro quería ver para seguir teniendo lo que teníamos. Eso es todo.
Es, de hecho, el mejor resumen que puedo dar.
Levanto la copa casi vacía en su dirección y me alejo en busca de Emrys, que está hablando con nada más y nada menos de que Betty.
Ella parece haber puesto un empeño extra está noche en arreglarse.
—¿Interrumpo?
Envuelvo mi brazo alrededor del de Emrys sin apartar mis ojos de Betty, quien al verme llegar se tensa y cuadra los hombros.
Deja que mi mano izquierda caiga de forma casual frente a nosotros para mostrarle, una vez más, el anillo en mi dedo.
—No —responde Betty—. Solo le decía a Emrys la maravillosa exposición que hemos tenido. Fue un trabajo largo, pero valió la pena.
—Sí, sobre todo porque la exposición es sobre mí.
¿Ven lo que dicen que a los cuervos les atraen los objetos brillantes? Los cuervos son muy inteligentes y curiosos, y tienen una gran fascinación por coleccionar objetos que brillan. Dices que es porque ese tipo de objetos llaman su atención y les intrigan.
Pero aquello también suele ser peligroso para ellos.
Bueno, yo soy como un cuervo, pero no colecciono objetos brillantes, en su lugar, me dedico a coleccionar cosas de las que carecía en mi vida: amor, atención y cosas de ese tipo.
—Los dejo —nos dice—. Emrys, estoy muy feliz de trabajar contigo. Gracias por todo.
Reprimo el impulso de poner los ojos en blanco.
—¿Estás lista para ir a casa?
Asiento con la cabeza.
Desde el momento en que entramos a la casa, no se dice nada entre nosotros. Él me ayuda a quitarme el abrigo y dejo mis tacones junto a la puerta. Lo guío hasta la cocina y nos sirvo una copa de vino tinto.
Nos paramos en lados opuestos de la cocina.
Solo hemos bebido no más de dos sorbos antes de que yo deje la copa sobre la isla de la cocina y tome su mano para ir al dormitorio donde me paro frente a la cómoda para quitarme las pocas joyas que decidí utilizar está noche. Sin embargo, cuando alcanzo la cremallera de mi vestido, Emrys pronuncia las primeras palabras desde que llegamos a casa.
—No, déjame a mí.
El silencio que le sigue a sus palabras, es pesado por el conocimiento de lo que está por suceder. Se instala entre nosotros como una tormenta inminente.
Me giro para mirarlo, notando que sus ojos son mucho más oscuros que antes.
—Se mi invitado.
Avanzo hasta él, que está sentado en el filo de la cama, y me coloco entre sus piernas.
Las manos de Emrys se mueven hacia mis caderas, bajando de forma lenta hasta mis rodillas, acariciando la piel a su paso hasta llegar al dobladillo del vestido. Las yemas de sus dedos rozan de forma suave mi piel, provocándome antes de llegar a la cremallera.
Me quita el vestido y lo deja a un costado, y aparta mi cabello para poder besar mi cuello y bajar por mi columna y acercarme más hacia él.
Se inclina un poco y presiona su boca contra el hueso de mi cadera, su lengua se asoma para saborear mi piel y sus dedos se mueven para quitar la última prenda que llevo puesta.
—Ahora es tu turno. No es justo que sea la única desnuda aquí.
Lo primero en irse es su camisa, que empujo sobre sus hombros hasta el suelo. Lo siguiente son sus pantalones.
Una vez que ambos estamos desnudos, él me acuesta en la cama y toda delicadeza o pretensión desaparece.
—¿Y ahora qué? —pregunto, más para mí que para él una vez que ambos estamos saciados.
—Dime, mascota, ¿qué quieres que suceda ahora?
Mi instinto ante este tipo de situaciones es correr o alejarme, y me he dado cuenta, que ninguno de los dos sabe cómo manejar las cosas más allá del arreglo que tenemos. Pero, justo ahora, no sé a dónde podría correr. ¿La sala de estar? ¿El balcón? ¿La playa?
—Creo que debes irte.
Casi como si hubiera estado esperando a que yo diga eso, Emrys se levanta y lo veo colocarse su bóxer y camisa para salir de la habitación.
—Buenas noches —le digo, pero no obtengo ninguna respuesta.
Y ese es el problema con coleccionar objetos brillantes, a veces es difícil diferenciar de los que son tóxicos y los que solo son decorativos.... Hasta que sea demasiado tarde.
«Nota de Emrys: A veces me pregunto si alguna vez seré capaz de liberarme de esta espiral descendente de dolor y angustia que has desencadenado en mí».
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