19. En Estocolmo no saben si elegir cara o cruz

Ghost - Mary On A Cross (2:42 – 3:27)

Para intentar mantener las cosas bajo control, me establezco reglas, las cuales debo sí o sí seguir y de esa manera, me digo que todo estará bien, que estaré segura y con un plan de contingencia en caso de que algo vaya mal. Suelo comenzar con reglas sencillas y conforme la situación lo requiera, agrego reglas más complejas o modifico algunas existentes.

Las reglas son importantes para mí. Me hacen sentir segura, me dan la sensación de que tengo el control de la situación.

Es por eso que, durante toda la madrugada, hago una lista mental con reglas que debo seguir en torno a esta situación en la que me encuentro con Emrys.

1) Los besos están bien, pero no más de cuatro por semana como acordamos.

2) No mantener conversaciones personales, no contarle detalles delicados de mi pasado, ni preguntar detalles sobre el suyo.

3) Sus problemas son suyos, mis problemas son míos.

4) No hay contacto físico innecesario y no por más de cinco segundos.

5) No ser su amiga. (Esto es fácil)

6) Mis sesiones de castigo son un tema aparte.

7) Todo lo que llegue a suceder, tiene que durar solo un año después de la boda. Después de esa fecha, sin importar nada, todo termina.

El siete, al ser mi número favorito, suele contener las reglas más importantes y esta vez, tampoco es la excepción.

Una vez que tengo mis reglas base establecidas, salgo de la habitación para enfrentar el día, y, dado que suelo ser muy consciente del ambiente, de los sonidos que usualmente hacen las personas cuando habitan un lugar, sé que Emrys no está en la casa y lo confirmo cuando veo una nota sobre su cafetera.

—Me fui de viaje. No destruyas la casa y si rompes algo, lo debes pagar —leo con una falsa imitación de su voz—. Idiota.

Arrugo el pots it y lo coloco en la basura.

No dice cuando regresa o a donde se fue, tampoco es que me importe. Pero se siente bien tener la casa para mí sola. Respiro hondo y preparo mi té con una sonrisa.

—Y ya que no estás, tomaré prestado tu auto.

Él debió saber que haría esto y pudo esconder las llaves de su auto que guardó en el garaje, pero no lo hizo, así que tomaré eso como señal de que está bien con que lo tome prestado y solo lo guardó por seguridad.

Me dirijo hacia su garaje y veo que no solo tiene el Jeep que usualmente maneja, sino que también un Aston Martín vulcan y un Rolls Royce phantom.

—Debo pedir uno de estos autos en nuestro acuerdo de divorcio.

Tardo un par de minutos por decidirme por el Aston Martín y otros minutos —casi media hora—, en encontrar las llaves y también una nota de su parte.

—Ni se te ocurra tomar mi auto —leo con una sonrisa—. Asumiré que está nota es para alguien más porque aquí no dice mi nombre.

Me dirijo al trabajo y el resto del día me sumerjo en la rutina que he establecido para días laborables, adoptando la imagen seria, fría con mi rostro estoico y mi aura calmada.

Es cansado y por eso agradezco el llegar a casa —incluso aunque está casa no sea mía—, y poder soltar el disfraz y la máscara y ser solo yo, incluso aunque hay días donde no sé quién soy.

Aquello se mantiene durante toda la semana y la semana siguiente a esa. Lo que también se mantiene es mi humor relativamente bueno. Aunque mi buen humor se va por la ventana cuando estaciono el auto afuera de la casa de Emrys y al bajarme veo a Owen.

—¿Qué estás haciendo aquí? Creo que fui muy clara contigo.

Paso a su lado y abro la puerta sin mirarlo y sin ninguna intención de querer dejarlo entrar.

—No me voy a ir, Leone porque somos familia y, ¿qué crees? Las familias discuten, no siempre están de acuerdo en algo y hay veces no se quieren ni ver, pero seguimos siendo familia. Eres mi familia. Y sí, a veces te voy a decepcionar y tú me vas a decepcionar a mí, haremos cosas que al otro no le parezcan, porque seguimos siendo humanos y es parte de nuestra naturaleza el equivocarnos. No soy perfecto, pero si me equivoco, debes decirlo, hablarlo conmigo y...

—¿Y si no quiero hacerlo? ¿Y si solo quiero que me dejes? —le pregunto con mis brazos cruzados sobre mi pecho— Solo quiero que me dejes en paz, Owen porque al final del día, jamás seré tan familia tuya como ellos. Ambos sabemos, que, si no ayudo a tu padre en su campaña, irá contra mí y tú, ¿a quién apoyaras? Obviamente a tu padre y harás lo de siempre, escuchar lo que dicen de mí y callaras.

Él se pasa una mano por su cabello con frustración.

—¿Cómo sabes que hago eso? ¿Cómo estás tan segura de que no te defiendo? No lo sabes. Te defendí cuando no fuiste a la celebración, discutí con la familia por lo que decían sobre tu ausencia. Discutí hace dos noches con mi padre por defenderte. Ni siquiera me hablo con ellos porque no están de acuerdo en que me relacione contigo. ¿Sabías eso? Qué me han hecho a un lado hasta que me aleje de ti. ¿Y sabes qué? No lo hice.

—¿Por qué?

—Eres mi familia.

Nos quedamos en silencio, ninguno de los dos sabe exactamente que decir a continuación, hasta que él exhala con fuerza y abre sus brazos. Dudo. No me gustan los abrazos, pero al final cedo y lo dejo abrazarme, aunque solo por unos segundos.

Se aleja y deja un beso en mi frente.

—¿Owen? Me destrozará si me llegas a traicionar. Lo sabes. ¿Verdad? Así que, por favor, no lo hagas y si vas a hacerlo, será mejor que te vayas ahora para que me duela menos.

—No lo haré.

Me cuesta creerle. No es del todo su culpa, son solo las malas experiencias de mi pasado gritando en mi cabeza.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

Lo invito a la casa y le digo que está bien porque Emrys no está, me pregunta cómo van las cosas y le cuento sobre la cena que tuve con su familia.

Se acomoda con una copa de vino blanco cerca de la isla de la cocina y conversamos mientras yo horneo un pastel para los dos.

La puerta suena en medio de una historia sobre el último caso en el que estoy trabajando y le pido a Owen que vea quien es.

—¿Estás engañando a mi primo?

Levanto la mirada para encontrarme con Gala, que está vestida de manera impecable, como si hubiera sido sacada de una revista de modas.

—No —respondo—, él es Owen, mi primo. Owen ella es Gala, prima de Emrys.

Gala se gira hacia Owen con una gran sonrisa y su mano extendida.

—Oh, somos los primos de los novios. Qué gran pareja somos. ¿Verdad, Owen?

—Si tú lo dices, así ha de ser.

—¡Lo es! Yo siempre tengo razón, te hará bien el recordarlo o podría matarte. No me gusta que me lleven la contraria.

¿Soy yo o ella en cada oportunidad amenaza con matar a alguien? Pero lo dice de manera tan casual que sus amenazas homicidas pasan casi desapercibidas.

—¿Qué te trae por aquí, Gala? Emrys no está.

Coloca sus codos sobre la isla de la cocina y luego salta de emoción cuando ve la botella de vino abierta. Busca una copa y se sirve un poco.

—Lo sé, vine a verte, para conocerte un poco más, esa noche en la cena no tuvimos la oportunidad y pensé que, ahora que mi primo no está, es la oportunidad perfecta porque si no me gustas para él, puedo matarte y nadie lo sabrá. Aunque ahora también tengo que matar a tu primo, no es nada personal, solo que no puedo dejar testigos.

—Por supuesto —le dice Owen—, lo entiendo.

Me pregunto, ¿qué clase de familia tiene Emrys? Un padre que paga para que alguien se case con su hijo, una madre que le arregla un matrimonio, un hermano que le quita a sus novias, a Lauren como hermana y, bueno, Gala, una posible homicida. La más normal parece ser Miranda y eso es decir mucho.

—¿Qué quieres saber sobre mí?

El horno suena y me dispongo a sacar el pastel, colocándome los guantes antes de abrir el horno.

—Lo que quieras contarme. No presionaré por información, solo quiero conocerte, lo que me quieras decir está bien.

—¿Y si no quiero decir nada?

Ella se encoge de hombros.

—Prefiero que no digas nada a qué me digas mentiras, Leone. ¿No preferirías lo mismo?

Tarareo de manera afirmativa. Owen me ayuda a buscar los platos y demás utensilios para servir el pastel. Le pregunto a Gala si quiere un pedazo y responde que sí.

—Soy adoptada, pero ese no es un secreto. No me llevo ni con la familia de mi madre, ni con la de mi padre, ambas familias te dirán que es mi culpa, que soy el problema y no tengo intención de desmentir nada. Es agotador. Me gusta hornear, mi madre me enseñó.

No comentó que mi madre lo hizo como una forma de disculparse conmigo porque olvidó mi cumpleaños número trece.

Me dijo que podíamos hacer juntas mi pastel de cumpleaños, que sería divertido, y si, lo fue.

—Me gusta leer, leo mucho y suelo obsesionarme con algunos temas en específico y no descanso hasta saber todo sobre aquel tema. Está semana, es el síndrome de Estocolmo. La semana pasada fue la peste negra.

Me doy cuenta que Gala no es la única que está escuchando con atención lo que digo, también lo está haciendo Owen.

Sigo recitando algunos datos al azar que no la ayudarán a realmente conocerme, pero podrán darle una imagen de quien soy. Qué es justo lo que quiere.

No como el pastel, esperaré hasta que ellos se hayan ido para hacerlo.

—Me tengo que ir, Leo —me dice Owen—. Te quiero.

—¿Crees que me puedas llevar? Vine hasta aquí en Uber porque mi auto está en el mecánico. Tranquilos, no hay evidencia ahí de la persona a la atropellé.

Owen y yo compartimos una mirada antes que él le responda a Gala.

—Por supuesto. Vamos.

—Oh, que bueno que aceptaste, de lo contrario tendría que matarte y eres lindo, así que no quería hacerlo.

Cuando me despido de Owen le digo al oído que me mande un mensaje apenas llegue a su casa... Si es que consigue llegar vivo.

Una vez que me quedo sola, me sirvo un pedazo de pastel y continúo el resto de la semana como hasta ahora.

Las campanillas sobre la puerta del bar suenan cuando entro y Jackson mira en dirección a la puerta con una sonrisa, colocando el pañuelo verde que estaba utilizando para limpiar un vaso sobre su hombro y poniendo una mano sobre la barra de madera.

—Pero que afortunados son mis ojos por verte. ¿Qué te trae por aquí, Leone?

Me acomodo en mi asiento de siempre y golpeó mis manos contra la barra, Jackson se ríe, ya acostumbrado a ese tipo de situaciones.

—Tú pusiste está estúpida idea en mi cabeza. Te odio.

Sin que yo le diga nada, se mueve para prepararme un Negroni, pero yo lo rechazo cuando lo deja frente a mí.

—Tendrás que ser más específica.

—La idea del síndrome de Estocolmo.

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

Demasiadas cosas para hablarlas sobria. Lo cual es en sí un problema, ¿necesitar alcohol para afrontar o hablar de algunos asuntos? No es bueno y se hacía donde me lleva y me prometí no ir hacia ahí de nuevo, al menos no si puedo evitarlo y dado que soy yo quien tiene el "control" de si bebo o no, por supuesto que puedo.

O al menos eso me gusta creer.

—De hecho, creo que necesito ese trago.

Jackson asiente y vuelve a colocar el cóctel frente a mí. Lo miro unos segundos antes de darle un sorbo y dejar que el líquido recorra mi garganta.

Dejo el vaso sobre la barra.

—Besé a Emrys y antes que digas algo, el problema es que solo he besado a un hombre antes que él, Garrett, su hermano y si, la situación es bastante jodida, no necesitas decirlo. Y no lo besé porque quería, lo hice porque quería fastidiar a Garrett, porque descubrí que no es la persona que creía que era y quería lastimarlo, que sufra.

Esa es la clase de persona que soy: vengativa y rencorosa.

Descubrir que Garrett no es la persona buena que pensaba que era fue... ¡Pensé que tenía alguien bueno en mi vida! Qué alguien como él se había enamorado de mí, porque si alguien tan bueno y desinteresado me había amado de la forma en que él decía que me amaba, me hacía pensar que, tan solo tal vez, había algo bueno en mí.

Pensaba que no era solo partes rotas y puntas deformes. Pero él no era una buena persona, es en sí, un poco más parecido a mí y ahora tiene sentido el porque me amaba.

—Nunca le oculté el que jamás podría llegarme a conocer, pero él se acercó a mí y actuó como este caballero blanco, tan bueno y leal, me dijo que era un libro abierto conmigo, pero realmente nunca lo conocí. Porque la persona de la cual yo me enamoré, no sé hubiera acostado con la novia de su hermano.

Me aferraba a él, a su recuerdo y a su amor porque antes de él, jamás había tenido un amor así o una persona como él en mi vida. Y resulta que Garrett no era la persona que yo creía.

—Y besaste a su hermano, pero...

—Me gustó el beso, él no.

Doy otro sorbo a la bebida. Uno pequeño y tratando de contener el impulso de beber todo el contenido de golpe.

—¿Por qué no te gusta?

—¿Conoces a ese tipo de personas que te desagradan sin ninguna razón solo basta con verlos? Bueno, eso me pasó con él y después me enteré que es adoptado, solo que su adopción fue diferente a la mía y me llené de envidia y resentimiento hacia él. Y cada vez que lo veo solo pienso en eso.

Me pregunto, ¿por qué él sí tuvo una familia que lo ame y apoye y yo no? Y no es fácil dejar ir ese tipo de pensamientos y sentimientos, más aún, cuando los problemas con mi propia "familia" no parecen tener fin y me toca ver a su perfecta familia estar ahí para él.

La vida no es justa —me digo con desdén.

Cómo odio esa maldita frase, porque usualmente se las dicen a quienes están en situaciones donde es obvio que saben que SU vida no ha sido justa, pero, ¿quiénes tienen la osadía de decirla? Personas cuyas vidas son mil veces mejores.

—Tanto resentimiento y dolor no es bueno.

—Dime algo que no sepa.

Estos sentimientos son todo lo que tengo. Sin ellos me quedo vacía y eso, me asusta más que nada.

El vacío me aterra, porque al menos al sentir esto, estoy sintiendo algo. Incluso aunque no es bueno, es mucho mejor que no sentir y nada, y lo sé muy bien, porque ya he pasado por esa situación.

—¿Qué pasó con tu prometido después del beso?

Me encojo de hombros.

—Nada. Me desperté y él se había ido, y de eso ya dos semanas y media.

Dos buenas semanas sin verle la cara.

—Tal vez está huyendo de ti. ¿No lo habías pensado?

—¿Qué?

Levanto la mirada hacia Jackson que me mira serio.

—Se va justo después de que se besan. ¿No te resulta eso un poco sospechoso? Porque a mí sí.

—¿Por qué siempre tienes que poner ese tipo de ideas raras en mi cabeza? Sabes lo susceptible que soy cuando tengo alcohol en mi sistema.

Tiene el maldito descaro de reírse en mi cara.

—Oye, y, ¿cómo así finalmente aceptaste casarte con él? Parecías reacia a la idea y ahora miras cada cierto tiempo ese anillo de compromiso.

Él, por supuesto, solo se está burlando de mi porque en absoluto estoy mirando el anillo. Ni siquiera recordaba que lo tenía.

—Su padre me está pagando dos millones.

—Espera, ¿en serio?

—Sí.

—Coronaste, Reina.

Dejo pasar su tono y mi mente sigue repitiendo lo que dijo, de que posiblemente Emrys este huyendo de mí y no sé si eso es bueno o malo.

Sería fácil de analizar si Emrys fuera una persona fácil de leer, pero no lo es en absoluto. Hay días donde creo que entiendo una capa que forma su idiota ser, luego, hace o dice algo que me hace cuestionar lo que pensaba saber y eso me causa una gran frustración.

—¿Sabes? Él es muy frustrante, pero está bien, puedo manejar la situación. Incluso con todo esto, soy muy buena compartimentando mis emociones.

Solo necesito mis sesiones semanales de disciplina y castigo, y un espacio seguro dónde colapsar cuando todo es demasiado. Después de eso, puedo compartimentar cualquier cosa y seguir como si no pasara nada, incluso sí aquello se pudre dentro de mí y me jode un poco más.

Eso es lo de menos —me burlo—, lo que importa es que el mundo no lo vea.

—¿Estás segura de que puedes manejar esto? Pareces tener mucho en tu plano en este momento.

Termino de beber mi cóctel y Jackson murmura que corre por cuenta de la casa.

—Sí, ya sabes, soy yo. Puedo con esto y más. Estoy bien.

—Me preocupo porque eres justamente tú y él es, ya sabes, tu tipo. Esto se podría complicar mucho y te conozco lo suficiente como para saber que vas a construir una torre más alta dónde te vas aislar después de romper el corazón de esa persona. Lo vas a lastimar tanto que no querrá volver a verte porque piensas que así estarás a salvo, que es mejor alejarlo antes que él se vaya. Qué es mejor romper su corazón, a qué él rompa el tuyo. ¿O me equivoco?

No, no se equivoca.

Me ha visto bailar el mismo baile demasiadas veces como para saber que haré. Que puedo ser brutalmente cruel esperando a ver cuánto puede soportar alguien antes de irse, porque todos se van y me digo que así solo adelantando lo inevitable.

—Emrys no es mi tipo.

—Es apuesto, alto y de ojos azules. Exactamente tu tipo.

Finjo estar ofendida, pero él, obviamente no me cree.

—Me voy, antes que sigas poniendo ese tipo de malos pensamientos en mi mente.

—Vuelve pronto a bendecir a mis ojos con tu bella presencia.

Tomo el camino más largo para llegar a casa, a veces cuando quiero pensar, hago eso, me demoro en el tráfico o conduzco en círculos. Manejar me ayuda. Suelo también conducir hasta el puente Golden Gate, pero, desde aquel particular accidente, dejé de hacerlo.

Mi piel se eriza cuando llego y sé, incluso antes de si quiera bajarme del auto y aun viendo la casa a oscuras, que Emrys ya ha llegado.

—Te dejé una nota diciendo que no tomes mi auto, mascota. ¿Acaso debo enseñarte a leer?

Enciendo la luz y lo veo sentado frente al piano, con la tapa levantada, pero no parecía estar tocando nada.

—¿Estabas huyendo de mí?

Estúpido Jackson por poner esas ideas en mi cabeza.

—Sí.

—¿Por qué?

Deja caer la tapa y coloca sus manos ahí, soltando un largo y cansado suspiro.

—No sé si te has dado cuenta, Leone, pero estás cambiando las cosas en mi vida y no me gusta. Ni un poco. Me gustaban las cosas tal y como estaban antes de ti y necesitaba alejarme para poner todo en orden. Para aclarar mi mente.

—¿Y funcionó?

No responde, pero puedo ver como su espalda se tensa y como deja caer la cabeza entre sus brazos.

—No.

—¿Y eso dónde nos deja, Emrys?

Mueve su rostro hacia el mío, buscando mi mirada.

—No lo sé —responde—, pensé que tal vez tú tendrías la respuesta.

Niego con la cabeza.

—No lo hago, solo tengo reglas.

—¿Y funcionan?

Dejo caer de forma lenta mis hombros antes de responder.

—Usualmente si, ¿contigo? No lo sé.

—¿A qué crees que se deba eso?

—Somos dos caras de una misma moneda.

No creo que eso sea bueno.

En absoluto.

Porque somos dos caras de una misma moneda, iguales en varios sentidos y muy diferentes en otros, ¿el problema? Es que podríamos cambiar de lado y destruirnos con demasiada facilidad.

"Nota de Leone: Cuando digo que te usaré como señal de advertencia, ¿entiendes el peso de mis palabras? ¿Comprendes el papel que estás destinado a desempeñar en mi vida?"

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