18. ¿Estoy sufriendo del síndrome de Estocolmo?

Arctic Monkeys — Do I Wanna Know? (1:14 -2:00)

Al principio, tenía en mente solo un leve roce de labios, nada más que un corto contacto para trasmitir un mensaje, pero una vez que mis labios chocan con los suyos, esa electricidad que crepita entre nosotros algunas veces —especialmente en mis sesiones—, me da una fuerte sacudida.

El beso empieza como cualquier otro beso que se da a alguien nuevo, con reconocimiento, pero es algo que solo dura unos segundos. Lleva sus manos a mis mejillas y yo me acerco un poco más hacia él, esperando a que me dé algo, aunque exactamente no sé qué es, pero toma algo de claridad cuando Emrys enreda sus dedos en mi cabello, casi rozando mi cuero cabelludo y tira de él hacia atrás, provocando un jadeo de mi parte que él utiliza para profundizar el beso.

Una mano baja hasta mi cadera y la aprieta con fuerza, estoy tentada a pedir más.

Mi mente es un coro agridulce que pide más, más... Pero entonces, todo se detiene por la falta de aire en nuestros pulmones. Nos separamos de forma lenta, analizando en silencio la reacción del otro. Mi pecho sube y baja de manera casi acelerada, mi mente está corriendo a varias millas por horas.

—Creo que te has llevado todo mi labial —murmuro, con voz ronca y baja, incluso aunque intento evitarlo.

Me aclaro la garganta y busco en mi bolso unas pequeñas toallitas desmaquillantes que extiendo hacia Emrys, busco un espejo y mi labial para acomodar mi maquillaje.

¿Por qué lo besé? ¡Ah, ya lo recuerdo! Para que Garrett lo vea.

Una vez que termino de arreglar mi labial, peino mi cabello y aquí no ha pasado nada.

—Te faltó aquí.

Tomo la toallita de sus dedos y limpio la parte que falta.

—Listo.

Un carraspeo que sé perfectamente de quién viene hace girar nuestros rostros hacia él sonido.

Y conozco lo suficiente a Garrett como para saber que está furioso. Como si tuviera algún derecho de estarlo. Aunque no voy a negar que me divierte y entretiene jugar con él. Mi mente encuentra cierto placer por el tiempo que esperé por él y que, al tenerlo de regreso, me haya decepcionado. Incluso sí no fue su culpa. Pero como se ha establecido, los sentimientos no suelen ser exactamente racionales y menos los míos.

—Garrett, hola. Mira, hemos llegado iguales. Que coincidencia.

—Si.

Emrys no comenta nada y llama a la casa, y solo unos pocos segundos después Miranda nos abre la puerta y saluda a su hermano, luego a mí y por último a Garrett quien le entrega una botella de vino.

Nos hace pasar y nos indica dónde colocar nuestros abrigos.

—Thalía se disculpa contigo, pero no pudo venir. Surgió un inconveniente.

No mencionó que ese inconveniente tiene nombre y apellido: Kylie. Cómo la detesto.

Lo siento. Leo —me dijo por medio de una llamada—. Vino aquí llorando y se ve realmente mal. No la puedo dejar.

Ella podría hacer, de hecho, es lo que debería hacer.

—¿Thalía no va a poder venir? ¿La tatuadora que te tiene cautivada? —comenta Dominik mientras se acerca a saludarnos—. Y yo que quería conocerla.

Lauren y Alexander también nos saludan, Alexander con más emoción que Lauren, pero da igual.

—¿Es por eso que querías hacerte un tatuaje? —le pregunta Alexander.

—Sí.

—Te ibas a hacer un tatuaje, tú, que odias las agujas, ¿solo porque te gusta una chica?

Miranda pone los ojos en blanco en dirección a Alexander.

—Sí, pero no solo por eso, también hubo otras circunstancias atenuantes.

—¿Cuáles?

—Tiene unos ojos que no me dejan pensar con claridad. ¡No es mi culpa! De hecho, si lo piensan, yo soy la víctima aquí. Víctima de su mirada.

No puedo evitar sonreír ante el dramatismo de Miranda.

—¿Por qué no pasamos a cenar antes de que me enferme si te escucho delirar un poco más? —le pregunta Lauren.

Miranda sonríe y asiente con la cabeza, nos indica que vayamos al comedor y muerdo mi labio inferior tratando de no pensar en la comida.

—Le pedí que, sea lo que sea que haga, te sirva en números pares y nada de carne de res. He notado que no te gusta —susurra Emrys en mi oído para que nadie más escuche.

Giro mi rostro un poco hacia él y asiento con la cabeza.

—Gracias —le digo cuando mueve la silla para mí y nos acomodamos para cenar.

En mi mente, había establecido como posiblemente iría está cena, la convivencia y como se desarrollaría todo. Tenía una idea pre concebida en mi cabeza basándome en experiencias pasadas o relatos vagos que Garrett me contó durante nuestra relación. Pensé que estaría preparada para lo que sea que sucediera, pensando que sería en parte como las pocas cenas familiares a las que he asistido, dónde me realizan una o dos preguntas, solo por el placer de criticarme y luego pasarían a otro tema, ignorándome por completo el resto de la cena.

Pero no sucede de esa manera. En lo más mínimo. Ni siquiera Lauren, a quien claramente no le agrado, sí, ella finge que ni existo hasta que debe dirigirse hacia mí, y, aunque resulta forzado, sigue siendo amable.

La familia es importante —comentó Miranda en algún momento de la cena.

La familia puede ser importante para otros, pero no para mí. El significado que tiene para otros, nunca fue el mismo que yo le di.

—Nos disculpan. Tengo que comentarle algo en privado a Leone.

Emrys se levanta y estira su mano hacia mí, para llevarme hacia una de las que, supongo, es una habitación de invitados.

Una vez dentro, me giro con una ceja levantada.

—Ya estamos solos, ahora ve y haz lo que sea que hagas después de comer.

—¿Qué?

—Cada vez que comes algo, desapareces en el baño. Al principio pensé que tenías problemas alimenticios, luego entendí que no.

No debería sorprenderme que lo sepa, eso es lo que hace la convivencia y una de las razones de porque la odio, incluso aunque intento evitarlo, él es muy observador y debí saber que se daría cuenta de aquel hábito.

¿Cuántos otros hábitos ha notado?

—Me cepillo los dientes —explico, aunque él no me pidió una explicación—. Tengo aquel hábito desde pequeña. Cada vez que, como algo, así sea una migaja, cepillo mis dientes.

Asiente la cabeza.

—¿Tienes todo lo que necesitas? —respondo que sí— Entonces ve, te espero.

Le dedico una mirada antes de entrar al baño a lavar mis dientes, vuelvo a retocar mi maquillaje y me quedo mirando mi reflejo por largos segundos.

—¿Te gustaría ir a casa? No tenemos que seguir aquí si no te sientes cómoda. Tampoco debemos dar ninguna excusa, solo saldremos y diremos buenas noches. Pero si alguien pregunta, cosa que no debería, le diremos que nos vamos porque ya he tenido suficiente de esto.

Esa reacción es aún peor que la pena o la lastima. Porque al menos con ellas se cómo reaccionar, que hacer y cómo manejar la conversación. Pero, ¿esto? ¿La amabilidad y comprensión ante mis problemas? No es algo con lo que estoy familiarizada y solo me genera desconfianza.

¿Por qué él está siendo amable conmigo? —me pregunto— ¿Qué puede querer de mí?

Debe querer algo, de otra manera, no entiendo porque sería amable.

—No hay segundas intenciones detrás. Yo no soy como tú, mascota.

Es un golpe bajo, pero es cierto. Aunque eso no me hace confiar en él, de hecho, tiene el efecto contrario.

—No seas amable conmigo. No somos amigos. No confundas las cosas solo porque sabes un poco de mi o te mostré algo de empatía con lo de tu hermano. No me agradas y eso no va a cambiar.

Mis palabras salen con cierta molestia y me cruzo de brazos, hundiendo mis dedos en mis costillas con fuerza.

Emrys se levanta y suelta una especie de burla.

—Como si en algún momento a mí me interesaría ser algo tuyo, mascota.

Mi mente me grita que jamás debí dejar que el vea mis grietas, partes rotas y los bordes puntiagudos que intento ocultar. Qué ahora conoce los puntos débiles y dónde debe apuntar. Pero no es como si yo quisiera que él vea esas partes de mí, aquello simplemente sucedió.

Bajé demasiado la guardia y aquello pasó.

Tal vez debería averiguar un poco más sobre el síndrome de Estocolmo porque esto no es normal.

—¿Se puede saber que estaban haciendo ahí adentro por tanto tiempo? —pregunta Miranda con un exagerado movimiento de cejas.

—Por favor, no. No queremos saber.

—Lauren, por favor, no hables por todos. Es de mala educación —la regaña Dominik y Alexander lo observa con una sonrisa tensa—. Hay quienes si queremos saber.

Garrett se mantiene en silencio, al parecer muy de acuerdo con su hermana de no querer saber nada.

Les sonrió a todos y tomo la mano de Emrys.

—Solo estábamos discutiendo si contarles o no está noche que ya tenemos fecha para la boda.

Las reacciones son variadas.

Mientras Miranda y Dominik se alegran y Alexander parece interesado, Lauren y Garrett fruncen sus frentes y se enderezan, aún más, en sus asientos. Miranda nos hace un movimiento con la mano para que digamos la fecha y yo miro a Emrys, en señal de que sea él quien la diga.

—Será el siete de agosto —les dice Emrys—, según mi prometida, es la fecha perfecta.

—Lo es, te lo dije.

Asiente con la cabeza y yo pongo los ojos en blanco ante su expresión.

—¿No creen que es muy pronto? —pregunta Lauren y en sí, aquello está dirigido a Emrys.

—No vemos razón para esperar —respondo—. Cuando lo sabes, lo sabes.

Mis ojos van hacia el anillo en mi dedo y pienso en la ironía de la vida, de estarme casando justamente con el hermano del único hombre con él que, en algún momento, contemple hacer esto. Incluso sí la idea jamás llegó a más, estuvo en mi mente por unos segundos.

—Y, por supuesto, nos gustaría que seas tú quien organice la boda. Espero que puedas.

—¡Por supuesto que puedo! Será todo un honor para mí. Ya tengo tantas ideas en la cabeza.

Emrys les dice a sus hermanos que almorzará mañana con su madre y le dará la noticia y Lauren comenta que seguro estará feliz, que, después de todo, es lo que ella quería.

—Les diría que disfruten ahora, porque una vez que se casan, las cosas cambian. El matrimonio algunas veces se siente como un campo de batalla —comenta Alexander.

Lauren, quien está sentada a su lado, se burla, pero parece estar de acuerdo con su declaración.

—¿Hablando por experiencia?

—¿Qué sabrías tú, Dom? Jamás has estado casado.

Veo a Garrett sonreír por lo que acaba de decir Alexander y a Miranda darle una mirada de advertencia.

—Lo hubiera estado si...

—Sí las circunstancias fueran otras —interviene Miranda a lo que sea que iba a decir Dominik—. Ahora, compórtense, no queremos que Leone piense que somos una familia disfuncional.

Hay un sonido que viene de la entrada de la casa y unas pisadas apresuradas.

Veo a una mujer alta de piel morena y cabello rizado, con unos hermosos ojos almendrados.

—Lo siento, había esto y luego aquello, y... ¿A quién engaño? Olvidé está cena. ¡Pero ya estoy aquí! Soy Galatea Walker, todos me dicen Gala, en serio, dime Gala o de lo contrario tendré que asesinarte. Soy la única prima por parte de papá de estos tres. Aunque de todas formas soy la mejor.

Estira su mano y la estrecho mientras ella murmura que es un gusto finalmente conocerme.

Gala es abogada y está encargada de los negocios internacionales de los hoteles y viaja mucho, algo que, según Miranda, Gala ama.

—Uno queriendo que no piensen que somos una familia disfuncional y terminas llegando.

—Al menos ahora que llegué pensaran que somos divertidos. Disfuncionales, pero divertidos. ¿Y quién no quiere algo de diversión en su vida?

Lauren murmura que Gala tiene demasiada diversión.

—Como sea, felicidades por su compromiso. Pensábamos que Emrys se quedaría solo toda la vida, especialmente después de lo que sucedió con Betty y Garrett. ¿Qué? ¿Por qué me miran así? Es verdad.

Si antes creía que Dominik era imprudente, ahora veo que, de hecho, en el grupo frente a mí, ese título es de Gala.

Y a diferencia de Dominik quien se disculpa por sus imprudencias, Gala no.

—Yo no sé cómo Emrys los pudo perdonar. Es decir, no solo se acostó con la novia de su hermano, sino que también la dejó embarazada. ¿Si fuera yo a quien le hicieran eso? Los hubiera lanzado a ambos del Golden Gate amarrados a una enorme piedra que diga infieles. Sugerí hacerles eso, pero nadie me escuchó. En fin, ¿de que estaban hablando antes de que yo llegara?

Hay cierta tensión en el ambiente que empezó a ir en aumento con cada palabra de Gala. Miranda y Lauren le lanzan miradas de cállate y te queremos matar. Dominik parece estar disfrutando de todo al igual que Alexander.

Siento la mirada de Garrett en mí y el agarre de la mano de Emrys sobre la mía se hace más fuerte.

—De hecho, estoy de acuerdo contigo. ¿Si fuera yo? Ni siquiera sé que les haría. Pero Emrys tiene un corazón tan grande o tal vez es algo idiota, por perdonar aquello. De todas formas, eso es lo que me gusta de él. Qué puedo confiar en que jamás me haría algo así y ese tipo de confianza, lo es todo para mí y no la he sentido por nadie más. Por eso lo elegí a él.

No aparto mi mirada de Garrett mientras digo todo aquello. Disfrutando de su reacción.

Por años, desee que él hubiera ido por mí, que me buscara y diera un discurso de cómo me quiere en su vida. Porque, en el estado mental en el que me encontraba después de la muerte de mi padre, eso era lo que necesitaba y quería, a alguien que me demuestre que vale la pena luchar por mí. Buscarme y decirme que haría lo que sea por tenerme a su lado.

Pero él solo me dejó ir y me convencí que no luchó o me buscó, porque se dio cuenta que yo no valía la pena, por eso quería volverlo a ver, para saber ¿por qué? Ahora, después de saber lo que le hizo a su hermano, sinceramente me alegra que no me haya buscado.

—Ha sido una cena, digamos que agradable, pero ya es momento de irnos —les dice Emrys.

—Sí, a tu edad, ya no es bueno que te desveles —le susurro en el oído.

Tira de mi mano y yo contengo una risa.

—¿Qué? Pero si acabo de llegar y tenía tantas preguntas que quería hacerles.

Miranda se levanta para buscar nuestros abrigos y Gala se sigue quejando hasta que Lauren la regaña.

Nos despedimos de todos y nos dirigimos al auto.

El viaje hasta la casa es como todos los otros viajes que hemos compartido, en silencio, algo que me agrada. A veces, en momentos posteriores a eventos donde he tenido que socializar demasiado, no quiero hablar. No quiero hacer nada más que existir y esperar a que mi batería social se cargue de nuevo.

—¿Que? ¿No me vas a dar un beso de buenas noches, mi querido prometido?

Es más, una burla que otra cosa, una forma de aligerar la tensión después de que lo besé en el porche de la casa de Miranda.

Una manera de hacerle ver qué aquel beso no significó nada y que no es algo a lo que debamos darle importancia.

—Vaya, ¿ya incluso estás deseando mis besos, mascota?

Nos detenemos en mitad del pasillo a unos pasos de la habitación que ocupo en esta casa.

—Oh, si, no tienes idea. Es en lo único que pienso —murmuro dando de manera deliberada unos pasos hacía él—. Especialmente en las noches que estoy sola en mi cama. ¿Quieres que te diga que otras cosas hago en las noches?

—No me interesa.

Me encojo de hombros.

—Tu perdida.

Me giro, colocando mi mano en la manija abriendo un poco la puerta, pero antes de que pueda entrar siento una mano sujetando mi antebrazo y me hace girar, tirando de mi cuerpo hacia el suyo.

Mis manos caen sobre su pecho y levanto la mirada hacia su rostro y no me da tiempo a decir nada porque pone su mano en mi nuca y me besa. Acercando mi rostro hacia el suyo en un beso muy diferente al primero que compartimos. Este es más hambriento, más decidido por parte de ambos.

Una de sus manos baja por mi espalda y la envuelve alrededor de mi cintura, levantando un poco mi cuerpo y por instinto, envuelvo mis piernas a su alrededor casi al mismo tiempo que mi espalda choca contra la pared. Sus dedos se clavan en la piel de mis muslos y los recorre con un poco más de fuerza de la necesaria, algo que me hace gemir y dejo caer mi cabeza hacia atrás. Sus labios van hacia mí cuello y mis dedos se clavan en su espalda, hasta moverse hacia su pecho y juguetear con los botones de su camisa.

Ese movimiento de mi parte parece sacarlo de la bruma porque se detiene y me baja, alejándose hasta chocar contra la pared detrás de él.

—Creo que debemos establecer una regla sobre los besos —murmuro.

Mi corazón late rápido y puedo escuchar con claridad los latidos en mis oídos.

—¿Nada de besos?

Niego con la cabeza.

—Me refería a establecer una cantidad por semana.

—¿Tres?

—Que sean cuatro, sabes que me gustan los números pares.

—Bien.

La piel de mi cuerpo que sus manos recorrieron aún hormiguea por la sensación y el resto pide recibir la misma atención.

Cierro los ojos con fuerza para alejar esos pensamientos.

—Buenas noches.

Entro a la habitación y dejo caer mi frente contra la fría madera.

—¿Qué está pasando conmigo?

Debe ser cuestión del síndrome de Estocolmo. ¿Qué otra explicación hay?

Creo que voy adelantar mi siguiente sección de terapia, porque si no lo hago, solo los dioses saben lo que podría hacer.

"Nota de Emrys: Mis pensamientos están llenos de imágenes de ti, cada una más inquietante que la anterior, una advertencia clara de los peligros que enfrento si no puedo escapar de tu influencia. Me advierto a mí mismo que debo ser fuerte, que debo resistir la tentación de caer bajo tu hechizo, pero mis defensas se desmoronan ante tu mera presencia. Soy Icaro y tú eres mi sol".

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